Calila y Dimna

Calila y DimnaCalila y Dimna

Colección de cuentos (Kalila wa–Dimna) que proceden de una tradición remota difícil de datar: la información que la obra misma aporta sobre su origen se sitúa casi en el terreno de la ficción. Las fechas más tempranas hacen remontar estos relatos al período comprendido entre los siglos VI y IV a. C., a la región india de Cachemira, y los relacionan estrechamente con el Panchatantra y el Mahabharata. Es unánime la creencia de que la primera recensión se hizo en sánscrito, y que el primer recopilador fue un brahmán vishnutí cuyo nombre se desconoce. La obra –inscrita en el género de los speculum principis– está compuesta por un conjunto de relatos de carácter lúdico y didáctico, cuyo número y longitud fue variando significativamente en el curso de su transmisión. Los personajes suelen ser animales cuyas peripecias ilustran y ejemplifican una sentencia moral dada en respuesta a una consulta. Antes de llegar al siglo VIII, fecha de su traducción al árabe, el libro había pasado por dos estadios fundamentales para su posterior evolución: la versión pahlevi y la siríaca, ambas del siglo VI. La historia de la primera de estas traducciones es recogida de forma novelesca en un prólogo que pasó a formar parte integrante del corpus de relatos y se tradujo, como elemento intrínseco a la colección, a partir de entonces. La transmisión de Kalila wa–Dimna tiene la forma de un árbol frondoso cuyas raíces se hunden en la cuna del indoeuropeo, con un sólido tronco (sánscrito–pahlevi) que se bifurca en dos gruesas guías (siríaco y árabe) y cuyas ramas se cruzan y enredan en un tortuoso viaje por las lenguas y territorios medievales. Sin duda, la más viva y fructífera de aquellas dos guías fue la traducción que hizo al árabe ‘Abd Allah Ibn al–Muqaffa’ en Firuzabad en el siglo VIII. Su versión sirvió de fuente a la mayor parte de las traducciones europeas y alcanzó gran fama y difusión. A diferencia de lo que les ocurre al resto de los traductores de esta obra, Ibn al–Muqaffa’ figura a menudo como autor del Kalila wa–Dimna. Como cabría decir de otros muchos traductores, en realidad fue también su autor, porque parece un rasgo común y relevante en la transmisión de esta obra que en cada versión los relatos fueran adaptados con adiciones, supresiones, alteraciones de los detalles narrativos y adaptaciones de la enseñanza moral a la tradición de la lengua que lo hubiera de recibir.

Al castellano llegó en el siglo XIII, con la adición de dos prólogos y varias narraciones del Panchatantra, la supresión de algunos relatos originales, de la alternancia de verso y prosa, y de ciertos elementos hinduistas. Por el colofón de uno de los dos manuscritos conservados se conoce que debió de traducirse en torno al 1261 por encargo del infante don Alfonso. La crítica ha debatido sobre la fecha exacta, la mención al patrocinador y la lengua o lenguas de la que se tradujo. No existe consenso sobre si se tradujo del árabe directamente al castellano, si pasó antes por el latín o si se realizó a partir de dos versiones: una árabe y otra latina. Lo que sí parece seguro es que los primeros testimonios de su recensión escrita en castellano provienen de la corte de Alfonso X, y que la traducción procede de la versión árabe de Ibn al–Muqaffa’. Sus autores fueron dos traductores no identificados. Se piensa que uno de ellos pudo servirse además del texto latino de Juan de Capua (siglo XIII). Existen dos códices completos de la versión alfonsina en El Escorial. Uno es anónimo, y otro está firmado por el copista García de Medina, de Valladolid. De mediados del siglo XV es una nueva traducción al castellano con el título: Exemplario contra los engaños y peligros del mundo (M., Real Academia Española, 1915) y, ya recientemente, una traducción directa del árabe de Marcelino Villegas en 1991 (M., Alianza).

La influencia de Kalila wa–Dimna en la formación de la narrativa medieval castellana es incuestionable. Aportó materia narrativa, modos de contar y esquemas de organización de los relatos. Los críticos han rastreado la presencia de cuentos de este corpus –tal vez llegados por tradición oral–, que hablan de una recepción de la obra anterior a su registro escrito completo, por lo que sugieren la difusión de otras versiones árabes de las que no se conserva constancia escrita. La cuentística oriental parecía llegar a la península Ibérica en la Edad Media, fuera por vía oral o escrita, libre de obstáculos lingüísticos o culturales. De la afición al relato corto edificante y ameno, dan testimonio las numerosas recopilaciones que beben del Kalila wa–Dimna o comparten sus orígenes, estilo e incluso relatos completos: Sendebar o libro de los engaños, el Bonium o libro de los bocados de oro, Poridat de las Poridades, el Libro del caballero Zifar, la General Storia de Alfonso X el Sabio, Disciplina  clericalis de Pedro Alfonso, Llibre de les bèsties de Ramon Llull, El libro de buen amor de Juan Ruiz o El conde Lucanor del infante don Juan Manuel, entre otros.

 

Bibliografía

Juan Manuel Cacho Blecua & M.ª Jesús Lacarra, «Introducción» en Calila e Dimna, Madrid, Castalia, 1984, 9–86.

Mario Grande Esteban, «Introducción» en Ben Al Mocaffá, Calila y Dimna, Madrid, Emiliano Escolar, 1981, 7–37.

M.ª Jesús Lacarra (ed.), Cuento y novela corta en España. Edad Media, Barcelona, Crítica, 1999.

M.ª Jesús Lacarra, «Introducción» en Cuentos medievales (de Oriente a Occidente). Calila e Dimna. Sendebar, Libro de los engaños de las mujeres. Siete sabios de Roma, Madrid, Fundación José Antonio de Castro, 2016.

Marcelino Villegas, «Introducción» en A. Benalmocaffa, Calila y Dimna, Madrid, Alianza, 1991.

 

M.ª Luz Comendador Pérez