López de Mendoza

López de Mendoza, Íñigo (Carrión de los Condes, 1398–Guadalajara, 1458)

Escritor y humanista castellano, marqués de Santillana. Miembro de una de las familias de más alta nobleza, encarnó en su persona el ideal del noble entregado a un tiempo a las armas y a las letras. Intervino en numerosos hechos guerreros y participó activamente en política. Si muchas veces combatió al lado de Juan II contra los nobles rebeldes, como en la batalla de Olmedo (1445), o luchó en la guerra de reconquista conquistando la importante plaza de Huelma (1438), otras no dudó en alinearse con sus enemigos e incluso conspirar en la caída del poderoso privado Álvaro de Luna. Al frente de la primera compilación de sus obras dejó escrito uno de los primeros tratados de teoría poética castellana, el Proemio e carta, dirigido al condestable Pedro de Portugal (1445), en el que concibe la poesía como una verdadera ciencia que tiene por objeto los contenidos más graves y trascendentes.

Con todo, en sus inicios cultivó una poesía más ligera, representada por canciones, «decires líricos» y las famosas serranillas, que forman un auténtico ciclo poético escrito entre 1429 y 1440, en el que cada una de las ocho piezas que lo integran tiene que ver con alguna de sus andanzas viajeras o militares. La diversidad de figuras que encarna el personaje de la serrana, la multiplicidad de escenarios evocados o la variación de la estrategia amorosa hacen de las serranillas un conjunto poético de gran atractivo. Los «decires narrativos» constituyen el núcleo más extenso y destacado de su obra poética; más complejos y de mayor elaboración artística, son relatos en primera persona, en un marco alegórico a la manera de los poetas italianos y franceses y con un lenguaje culto. Sus temas, sin descartar el amoroso, son más severos y graves, como el de la fama y el destino del hombre o el del poder de Fortuna. Tal es el caso de la Defunción de don Enrique de Villena, que exalta al hombre sabio y al poeta amigo, y la Comedieta de Ponza, sobre la derrota de la armada aragonesa por los genoveses en 1435.

Los temas estrictamente morales y políticos los desarrolló en sus obras de madurez: de 1437 son los Proverbios, escritos por encargo de Juan II para educación del príncipe don Enrique; de 1448 es el Bías contra Fortuna, poema escrito a petición de su primo el conde de Alba, encarcelado por mandato de Álvaro de Luna, y en el que se proclama la validez de los principios de moral estoica y se recrean actitudes e ideales de vida paganos. La poesía de pura sátira política surge casi toda de la enemistad del marqués con el privado de Juan II, cuya caída le inspiraron las duras y crueles Coplas contra don Álvaro de Luna y el aleccionador Doctrinal de privados. Dejó también escritos cuarenta y dos sonetos hechos «al itálico modo», en los que trató los más diversos temas, tanto amorosos como políticos o religiosos; a pesar de ese magnífico intento, casi todos ellos muestran llamativas deficiencias técnicas y formales, lejos de la perfección que alcanzará el soneto renacentista.

Combinando la pasión por el estudio y el saber con el amor al libro, el marqués de Santillana formó una rica biblioteca, poblada de cuidados manuscritos miniados y adornados con su escudo, en los que se recogía lo más selecto y avanzado del saber de la época. Allí se encontraban clásicos griegos (Homero, Tucídides, Aristóteles, Platón) y latinos (Cicerón, Séneca, Virgilio, Ovidio, Tito Livio, Lucano, Valerio Máximo), así como autores italianos (Dante, Petrarca, Boccaccio, Leonardo Bruni, Pier Candido Decenbrio, Giannozzo Manetti) o franceses (Alain Chartier, el Roman de la Rose). Junto a ellos pervivían obras representativas del pensamiento religioso medieval (de san Agustín, san Basilio o san Juan Crisóstomo) y de sus preocupaciones por la historia o por el arte militar (Egidio de Roma, Gil de Zamora, Guido delle Colonne, Honoré Bouvet). Santillana era un hombre docto, un nuevo Salomón, como se le llamó entre sus contemporáneos, quienes ponderan su afición a los libros; alguno llega a asegurar que ha leído «más libros que ningún otro de los que han estudiado en nuestro reino». No se sabe a ciencia cierta el número de libros que llegó a poseer ni los que han sobrevivido de su biblioteca. La biblioteca estaba custodiada en su palacio de Guadalajara, donde mantenía un verdadero círculo literario compuesto por doctores y maestros en ciencias y en letras, así como traductores, copistas y artistas que trabajaban para la biblioteca.

Para ésta hizo traer de Italia las mejores versiones de los clásicos latinos e italianos, muchas de las cuales mandó traducir en lengua castellana, de modo que convirtió aquel lugar en un auténtico estudio y núcleo humanístico de numerosos colaboradores. Entre ellos se encontraba Pero Díaz de Toledo, miembro de una familia de conversos toledanos, letrado y doctor en derecho civil, autor de varias traducciones de obras de Platón (Axiocus, Fedón) y Séneca (De moribus, Proverbios apócrifos), así como de una glosa moral de los Proverbios de Santillana y del Diálogo e razonamiento en la muerte del marqués. Otros muy notables colaboradores fueron los bachilleres Antón de Zorita, Juan de Salcedo y Alonso de Zamora, su secretario Diego de Burgos y su escudero Martín de Ávila, también secretario de cartas latinas de Juan II y de Alfonso Carrillo.

Frecuentaban su biblioteca y círculo literario, Juan de Mena, Juan de Lucena o Gómez Manrique. Inquietudes literarias compartieron con él Alonso de Cartagena, obispo de Burgos, que le puso en relación con humanistas italianos, así como el hidalgo cordobés Nuño de Guzmán, comprador de libros, promotor de traducciones al italiano y al castellano, y un tiempo residente en Florencia, relacionado con L. Bruni, P. C. Decenbrio y G. Manetti. La carta que Santillana escribió a su hijo Pero, estudiante en Salamanca, a quien pedía la traducción de Homero al castellano, revela su actitud ante la traducción. Con modestia ejemplar, porque no aprendió latín, y consciente de que buena parte de la dulzura y graciosidad la retienen los vocablos latinos, solicita la traducción a la lengua vulgar, «pues no podemos aver aquello que queremos, queramos aquello que podemos e, si careçemos de las formas, seamos contentos de las materias». También informa aquella carta de muchas de las traducciones que promovió: «A ruego e instançia mía, primero que de otro alguno, se han vulgarizado en este reino algunos poetas, assi como la Eneida de Virgilio, el Libro mayor de las transformaçiones de Ovidio, las Tragedias de Lucio Anio Séneca e muchas otras cosas en que yo me he deleitado fasta este tiempo e me deleito».

 

Bibliografía

José Amador de los Ríos, «Tabla alfabética de los autores mencionados en estas obras. Biblioteca del Marqués de Santillana» en Í. López de Mendoza, Obras. Ed. de J. Amador de los Ríos, Madrid, Imprenta J. Rodríguez, 1852, 591–645.

Lorenzo Bartoli, «Leonardo Bruni, il Marchese di Santillana e la versione castigliana della Novella di Seleuco», Atalaya 3 (1992), 177–196.

Juan Manuel Cacho Blecua. «Las traducciones de la Historia romana de Paulo Diácono patrocinadas por Juan Fernández de Heredia y por el Marqués de Santillana» en R. Cantavella, M. Haro & E. Real (eds.), Traducción y práctica literaria en la Edad Media románica, Valencia, Universitat de València, 2003, 41–58 (Quaderns de Filologia. Estudis literaris, 8).

Pedro M. Cátedra, «Sobre la biblioteca del Marqués de Santillana: la Ilíada y Pier Candido Decenbrio», Hispanic Review 51 (1983), 23–28.

Arturo Farinelli, «La biblioteca di Santillana e l’umanesimo italo–ispanico» en A. Farinelli, Italia e Spagna, Turín, Fratelli Bocca, 1929, I, 387–425.

Marina Gurruchaga, «Un códice perdido de la Biblioteca del Marqués de Santillana: el Fedón o Diálogo de la inmortalidad del alma y el resumen de la Ilíada en castellano por Juan de Mena (ms. 36 de la Biblioteca Menéndez Pelayo de Santander)», Anuario de Estudios Medievales 27:2 (1997), 1177–1193.

Rafael Lapesa, La obra literaria del Marqués de Santillana, Madrid, Ínsula, 1957.

Jeremy N. H. Lawrance, Un episodio del proto–humanismo español. Tres opúsculos de Nuño de Guzmán y Giannozzo Manetti, Salamanca, Biblioteca Española del siglo XV, 1989.

Mario Penna, Exposición de la Biblioteca de los Mendoza del Infantado en el siglo XV, Madrid, Dirección General de Archivos y Bibliotecas, 1958.

Miguel Ángel Pérez Priego, «Estudio preliminar» en Í. López de Mendoza, Poesías completas. Ed. de M. Á. Pérez Priego, Madrid, Alhambra, 1983–1991, I, 3–59.

Miguel Ángel Pérez Priego, «Introducción» en Í. López de Mendoza, Poesía lírica. Ed. de M. Á. Pérez Priego, Madrid, Cátedra, 1999, 9–99.

Miguel Ángel Pérez Priego, «Boccaccio en la obra literaria de Santillana», Cuadernos de Filología Italiana Extra 3 (2001), 479–495 (La recepción de Boccaccio en España).

Joaquín Rubio Tovar «Traductores y traducciones en la Biblioteca del Marqués de Santillana» en J. Paredes (ed.), Medioevo y literatura. Actas del V Congreso de la Asociación Hispánica de Literatura Medieval, Granada, Universidad de Granada, 1995, IV, 243–251.

J. C. Santoyo, «La “Escuela de traductores” de Íñigo López de Mendoza, marqués de Santillana» en VV. AA., Ética y política de la traducción literaria, Málaga, Miguel Gómez Peña, 2004, 99–119

Mario Schiff, La bibliothèque du Marquis de Santillane, París, 1905; reimp. Hildesheim–Nueva York, G. Olms, 1978.

VV. AA., El marqués de Santillana, 1398–1458. Los albores de la España moderna, Santander, Nerea, 2001.

 

Miguel Ángel Pérez Priego