Iriarte, Tomás de

Iriarte, Tomás de (Puerto de la Cruz, 1750–Madrid, 1791)

Escritor y traductor en lengua castellana. Completó su formación humanística en Madrid bajo la tutela de su tío Juan de Iriarte, traductor de la Secretaría de Estado y bibliotecario de la Real Biblioteca. Fue traductor de la primera Secretaría de Estado (1771), redactor del Mercurio histórico–político y archivero del Consejo Supremo de la Guerra (1776). Junto con sus hermanos Bernardo y Domingo, fue figura relevante en la vida intelectual madrileña, donde frecuentó a Moratín padre, José Cadalso –su mejor amigo–, Ignacio López de Ayala y Pietro Napoli–Signorelli, y fue admitido en los selectos salones de los duques de Villahermosa y la condesa–duquesa de Benavente. El Santo Oficio le procesó en 1779, sin graves consecuencias, por poseer y leer libros prohibidos. Escritor polifacético, se adhirió a los principios clasicistas, estimulado por el deseo de mejorar el gusto de sus compatriotas y reformar sus costumbres, según los ideales de la Ilustración.

Entre sus composiciones poéticas destacan las Fábulas literarias (1782), su obra de mayor éxito, traducida muy pronto a los principales idiomas europeos, en la que combina la expresión de principios literarios con la crítica de las costumbres. Esta obra le ocasionó una larga disputa con Félix M.ª de Samaniego, al defender éste la primacía de sus propias Fábulas (1781), y con Juan Pablo Forner, su más feroz enemigo. Contribuyó a la reforma del teatro español con El señorito mimado (1787) y La señorita malcriada (1788), comedias de costumbres, así como El don de gentes (1791), de tono sentimental. Completan su repertorio teatral el sainete La librería (1786) y la zarzuela Donde menos se piensa salta la liebre (1791). Competente melómano, su poema didáctico La música (1779) le valió el aprecio de Metastasio; mientras que con Guzmán el Bueno (1791) contribuyó a la introducción del melólogo en España. Utilizó varios seudónimos: Tirso Ymareta, Amador de Vera y Santa Clara, Eleuterio Geta o Francisco Agustín de Cisneros.

Convencido de la utilidad de las traducciones, tanto literarias como científicas, denunció en epístolas y fábulas la pésima calidad de muchas de ellas. En Los literatos en Cuaresma (1773) afirma que la traducción es una actividad particularmente difícil y propia sólo de los que tienen talento para ser autores originales. Apasionado cultivador de la lengua castellana y buen conocedor de varias lenguas antiguas y modernas, fiel al precepto horaciano de unir la utilidad al deleite, llevó a cabo varias versiones de obras latinas y francesas. Del latín tradujo El arte poética de Horacio (M., Benito Cano, 1777), así como catorce Fábulas de Fedro y los cuatro primeros libros de la Eneida de Virgilio, incluidos en su Colección de obras en verso y prosa (B. Cano, 1787, 6 vols.). Todas estas versiones realzan su pericia de filólogo y humanista. Al considerar la claridad requisito ineludible de una buena traducción, añadió notas para aclarar los pasajes más oscuros y para explicar el pensamiento, la religión y las costumbres de los autores antiguos. El arte poética llevó a Iriarte a una disputa con Juan José López de Sedano, defensor de la excelencia de traducción del poema realizada por Vicente Espinel en 1561, reeditada en el primer tomo del Parnaso español (1768) y censurada por Iriarte. En el noveno tomo de éste (1778), Forner atacó duramente la versión de Iriarte, tachándola de prolija. Éste reaccionó con Donde las dan las toman, defensa de su propia labor.

Para el teatro de los Reales Sitios tradujo varias piezas francesas: El filósofo casado y El malgastador de Philippe N. Destouches, El huérfano de la China y La escocesa de Voltaire, El aprensivo de Molière (Le malade imaginaire), El mercader de Esmirna de Sébastien R. Chamfort, El mal hombre de Jean–Baptiste Gresset, La pupila juiciosa de B. C. Fagan. De ellas sólo incluyó en la edición de sus Obras (M., B. Cano, 1787), por estar en verso, El huérfano de la China y El filósofo casado. En sus versiones trató de «connaturalizar» el texto a las costumbres y a la cultura nacionales, ambientándolo en Madrid y españolizando el nombre de los personajes. A menudo utilizó modismos y proverbios castellanos, rechazando el uso del arcaísmo y el galicismo, sólo admitido cuando no existen en castellano los vocablos correspondientes. La labor de traductor de Iriarte finalizó con El nuevo Robinsón (B. Cano, 1789), versión de Robinson der Jüngere, novela del alemán J. H. Campe, basada en la traducción francesa de A. S. d’Armex. Iriarte adecuó el lenguaje al estilo y la edad de los personajes y corrigió algunos errores y digresiones, esforzándose en conservar «la pureza y propiedad del castellano» para que resultara útil a los jóvenes españoles, de cuya educación e instrucción se había hecho cargo al escribir, solicitado por Floridablanca, las Lecciones instructivas sobre la historia y la geografía, editadas tras su fallecimiento.

 

Bibliografía

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Patrizia Garelli
[Actualización por Francisco Lafarga]