Marchena y Ruiz de Cueto, José

Marchena y Ruiz de Cueto, José (Utrera, 1768–Madrid, 1821)

Escritor y traductor en lengua castellana, llamado en ocasiones abate, aunque nunca llegó a ser ordenado. Desde muy joven se distinguió por su espíritu reformador y aun revolucionario. Pasó parte de su vida en Francia, primero durante la época de la Revolución, contribuyendo a la difusión de sus principios en España, y a partir de 1814, al exiliarse por su colaboración con el gobierno de José I, durante el cual ocupó varios cargos, entre ellos el de director de la Gaceta de Madrid. Regresó a España en 1820, pocos meses antes de su muerte. Fruto de su sólida formación humanística son las Lecciones de filosofía moral y elocuencia (1820), que contienen, aparte de fragmentos de los mejores autores castellanos, un notable «Discurso acerca de la historia literaria de España»; así como un fragmento del Satiricón de Petronio, superchería literaria que en su época pasó por auténtico.

Con todo, el grueso de la producción escrita de Marchena está constituido por traducciones, la mayor parte de las cuales fueron realizadas y publicadas en Francia. Las traducciones de Marchena son, además de numerosas, variadas, tanto por los autores y temas como por las lenguas en contacto. Del latín tradujo en 1791 el De rerum natura de Lucrecio con el título De la naturaleza de las cosas, no publicado hasta 1897 (M., s. i.), y que luego ha sido utilizado en muchas ediciones modernas (en Espasa–Calpe, Cátedra y otras editoriales), así como dos elegías de Tibulo, una oda de Horacio y otras obras menores. De las traducciones del francés, las más numerosas, hay que mencionar en primer lugar las de grandes autores del siglo XVIII: las Cartas persianas de Montesquieu (Nîmes, Durand–Belle, 1818), que incluye una interesante «Advertencia del traductor», un volumen de Novelas de Voltaire (Burdeos, Beaume, 1819), así como El contrato social (Valencia, Ferrer de Orga, 1812), Emilio (Beaume, 1817) y Julia o La nueva Heloísa (Toulouse, Bellegarde, 1821) de J.–J. Rousseau. Dio también en castellano dos obras dramáticas de Molière: Tartuffe como El hipócrita (M., Alban y Delcasse, 1811) y La escuela de las mujeres (M., Imprenta Real, 1812), y dos comedias de autores menores, que no llegaron a imprimirse: Los dos yernos de Étienne y el Filinto de Fabre d’Églantine. Se le deben asimismo traducciones de obras de pensamiento, como Las ruinas de Louis Volney (Beaume, 1820), De la libertad religiosa de A. V. Benoît (Montpellier, 1820) y el Compendio del origen de todos los cultos de Ch. F. Dupuis (Isla de León, Lozano, 1821). Tradujo también al francés un tratado de Th. B. Clarke sobre la riqueza de Gran Bretaña y un libro de viajes a Asia del italiano Paolino di San Bartolomeo. Por otro lado, se han atribuido a Marchena versiones del Esprit des lois de Montesquieu, de La religieuse de Diderot y del Essai sur les libertés de l’église gallicane del P. Grégoire, así como de La pucelle d’Orléans de Voltaire y del libro licencioso Le compère Mathieu de Dulaurens. Existen asimismo varias traducciones anunciadas por el propio Marchena y probablemente perdidas. Parece ser que concluyó la traducción del conjunto de las comedias de Molière y que el proyecto de publicación no pudo realizarse por la muerte del traductor, momento en que los originales, con el resto de los papeles de Marchena, pasaron a manos de su albacea y luego se perdieron.

Si se tienen en cuenta las reediciones realizadas, puede afirmarse que Marchena aparece como el traductor de mayor éxito de su tiempo: alguna de sus versiones ha llegado hasta nuestros días. Compite en esa actualidad únicamente con Leandro Fernández Moratín, cuyas traducciones de Voltaire y de Molière también han llegado hasta la actualidad. Así, el Emilio y los Cuentos de Voltaire han conocido distintas ediciones. Los relatos volterianos, que «casi compiten en gracia y limpieza de estilo con los cuentos originales», en sentir de Menéndez Pelayo, se han reeditado ya en forma individual, ya colectiva. Se incluyeron en una bella edición de Obras selectas de Voltaire (M., Perojo, 1878), con estudio de Juan Valera, y es notable asimismo la edición revisada y anotada por Amador de Castro (París, Garnier, 1920). En cuanto a la traducción de las Cartas persas de Montesquieu, ha sido la única traducción existente en castellano en librería hasta la aparición, en 1997, de una nueva versión, realizada por Teófilo Sanz (M., Cátedra), aunque se ha seguido publicando después de esa fecha.

Es también interesante la insistencia con que Marchena se refiere al proceso de la traducción; su pensamiento, aun cuando no es totalmente original, se expresa con fuerza en los prólogos o dedicatorias a sus versiones, así como en el mencionado «Discurso acerca de la historia literaria de España». Algunas de estas ideas son: la necesidad de traducir no sólo el contenido del texto, sino también el estilo del autor; la conveniencia de lograr un texto similar o idéntico al que hubiese escrito el autor original; la necesidad del conocimiento profundo de las lenguas de salida y de llegada; la dificultad de la traducción, superior a la de la creación; la necesidad de efectuar una selección en las obras dignas de ser traducidas; el interés nacional (patriótico, podríamos decir) de

la traducción como medio de incorporación a una cultura determinada de las bellezas de otras culturas. La relación de Marchena con la traducción fue larga e intensa: comprometida por la elección de los originales –aunque no de todos–, apasionada a veces en las declaraciones, ágil y efervescente siempre, como el carácter y el ingenio de su autor.

 

Bibliografía

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Francisco Lafarga