Urrea

Jiménez de Urrea, Jerónimo (Épila, ¿1510?–¿?, ca. 1570)

Escritor y traductor en lengua castellana. Hijo ilegítimo de un noble, participó con brillantez en las campañas de Francia, Alemania, África e Italia con los ejércitos del emperador. Combatió heroicamente en Muy (1536), junto a Garcilaso de la Vega, en la expedición a Argel (1541) y en la batalla de Mühlberg (1547). Fue nombrado caballero de la Orden de Santiago, y luego virrey de Apulia y gobernador de Tarento; entre 1563 y 1566 fue miembro del Consejo real de Nápoles. Casi nada se sabe de él a partir de ese momento.

Como autor cultivó tanto el verso como la prosa. Entre sus versos, que no son lo mejor de su obra, destaca un poema, inédito, de alabanza al emperador (El victorioso Carlos V). En prosa compuso el Diálogo de la verdadera gloria militar (1556), tratado sobre las leyes del duelo, y la voluminosa novela de caballerías Don Clarisel de las Flores, que nunca fue publicada. También se tiene noticia de una novela pastoril (La famosa Épila) y de otros textos que se han perdido. En Don Clarisel, partiendo de los modelos de Ovidio y Ariosto, consigue renovar el sentido de lo maravilloso a través de una comicidad muy sutil, de una burla refinada, en un camino que hace ya presentir lo cervantino. La literatura caballeresca, en cualquier caso, es el eje en torno al que gravita toda su obra y también el modelo que late en sus propias hazañas, siempre a la par con su talante renacentista.

La aportación más importante de Urrea al mundo de las letras fue su traducción en verso del Orlando furioso de Ludovico Ariosto. Publicada en Amberes en 1549, fue la primera que se hizo al castellano, y tuvo un éxito inmediato (prueba de ello son sus numerosas ediciones: una docena sólo en el siglo XVI). Urrea también tradujo en tercetos Le chevalier déliberé de Olivier de la Marche con el título Discurso de la vida humana (Amberes, 1555) y la Arcadia de Iacopo Sannazaro, que ha permanecido inédita hasta la edición de Cecilia Cañas en su tesis doctoral (2013). En la que fue su gran obra, trasladó al castellano las casi cinco mil octavas del Orlando furioso, respetando la métrica original italiana. Su versión, algo alejada del lector contemporáneo, es la mejor de la época y constituye un admirable ejercicio de traducción, basado en la fidelidad, cualidad que Urrea no dudó en considerar «la mayor virtud de la traslación». No obstante, el concepto de traducción imperante en su tiempo permitía grandes licencias, y eso le llevó a introducir numerosas supresiones, adiciones y modificaciones, en un intento de acercar el texto al lector hispano y de atenuar las críticas a la religión. Urrea, muy consciente de tales infidelidades, escribió el «Aviso del Autor al Letor» para justificarse; tras una somera enumeración de los pasajes alterados, acaba con una captatio benevolentiae en la que justifica su proceder.

En cualquier caso, tuvo la incuestionable virtud de difundir el poema de Ariosto en España. Orlando furioso gozó de enorme popularidad entre el gran público y, al mismo tiempo, ocupó un lugar fundamental en la literatura culta del Siglo de Oro. Su traducción se convirtió en un texto al alcance de muchos y resultó una fuente inagotable de inspiración para numerosos escritores. La influencia de Ariosto en la literatura española de la época es notoria: el Orlando furioso ha sido citado como una de las fuentes de Don Quijote (además de ser uno de los libros que se salvan del escrutinio de la biblioteca), y ha dejado su huella en la obra de Góngora, Lope de Vega, Calderón y Quevedo. La traducción de Urrea fue acogida con grandes elogios en un primer momento, aunque cosechó fuertes críticas en las últimas décadas del siglo XVI. Los personajes del Quijote aluden a ella, en un tono crítico pero a la vez benevolente, achacando sus errores a las propias limitaciones de la labor de traducción.

 

Bibliografía

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Elisa Martín Ortega

[Actualización por Francisco Lafarga]