Séneca, Lucio Aneo

Séneca, Lucio Aneo (Córdoba, ca. 4 a. C.–Roma, 65 d. C.)

Filósofo y escritor latino, hijo de Séneca el Rétor. Recibió en Roma una educación esmerada y vivió un tiempo en Egipto por razones de salud. De nuevo en Roma ingresó en la vida pública y se enfrentó a Calígula; su sucesor, Claudio, lo desterró a Córcega, bajo la acusación de adulterio. Ocho años después, Agripina facilitó su regreso y le encargó la educación de su hijo Nerón. Con la llegada de éste al poder desempeñó un papel importante en el gobierno, aunque en 62, a disgusto con los modos de Nerón, pidió permiso para retirarse de la política. En 65, implicado en la conspiración de Pisón, fue obligado a suicidarse. Su abundantísima obra literaria está compuesta de escritos en prosa de naturaleza filosófica y de tragedias; a los que hay que añadir la Apocolokyntosis, sátira menipea en prosa y verso. Su filosofía estoica está contenida en los diez Diálogos: Consolatio ad Marciam, Consolatio ad Polybium, Consolatio ad Helviam matrem, De providentia, De constantia sapientis, De ira, De vita beata, De otio, De tranquillitate animi y De brevitate vitae. Escribió también varias obras políticas (De clementia, De beneficiis), epístolas morales (Epistulae ad Lucilium), ciento veinticuatro cartas, igualmente de contenido filosófico, así como obras científicas (Naturales quaestiones). Compuso nueve tragedias de enorme trascendencia en el desarrollo del drama occidental: Hercules (furens), Troades, Phoenissae, Medea, Phaedra, Œdipus, Agamemnon, Thyestes y Hercules Œtaeus (de autenticidad dudosa). Con ellas, y de acuerdo con su conservación conjunta en ciertos códices, suele editarse Octavia, cuya paternidad es imposible. Se le atribuyeron numerosos escritos apócrifos, que durante la Edad Media y todavía siglos después gozaron de gran difusión por toda Europa, y de forma significativa en España.

A efectos del estudio de las traducciones hispanas de Séneca, conviene advertir, aunque sea de forma muy superficial, la clara independencia de las obras en prosa y las tragedias, que llegaron a suponerse obras de dos autores distintos; y la abundancia de obras apócrifas, que (hasta las ediciones de Erasmo de 1515 y siguientes) aumentaron el conjunto de la obra atribuida a Séneca de forma considerable. Por estas razones, se ordena la relación de las traducciones separando obras en prosa y tragedias y excluyendo los apócrifos; de hecho, hasta el siglo XX no se dispuso en castellano de versiones de las Obras completas. Las traducciones de Séneca al castellano aparecieron a lo largo del siglo XV, sobre todo en la corte de Juan II de Castilla y en el círculo del marqués de Santillana. El traductor principal de escritos filosóficos fue Alonso de Cartagena, obispo de Burgos, figura destacada en la corte de Juan II; se conservan numerosos manuscritos de traducciones suyas de libros auténticos de Séneca, a partir de sus originales latinos: algunas fueron luego publicadas con el título de Los cinco libros de Séneca (Sevilla, 1491), con cinco ediciones hasta 1551. Fue la obra más importante de su época para la difusión de los escritos del filósofo.

También alcanzó gran difusión, manuscrita en el siglo XV y en al menos cinco ediciones del XVI, la traducción, de autor desconocido, titulada Epístolas de Séneca (Zaragoza, 1496), ordenada por Fernán Pérez de Guzmán; contiene setenta y cinco cartas, traducidas del italiano. A mediados del siglo, el marqués de Santillana, según su propio testimonio, encargó la primera traducción al castellano de las Tragedias, al igual que de la Eneida de Virgilio y las Metamorfosis de Ovidio. Esta traducción, cuyo autor y resultado se desconocen, plantea multitud de problemas irresolubles, sobre su posible dependencia de la versión de las Tragedias al catalán, de Antoni de Vilaragut, fechada hacia 1396, así como sobre su relación con las traducciones anónimas de las tragedias al castellano conservadas en forma manuscrita en distintas bibliotecas (Nacional de España, Real Biblioteca, El Escorial, Colombina de Sevilla). Muy curiosa, por más de un concepto, es la traducción anónima de la Apocolokyntosis titulada Juego de Claudio Emperador (B. Nacional de España, ms. 18136), versión que su desconocido responsable pretende haber obtenido directamente del latín, pero que en realidad está hecha a partir de la versión italiana de Pier Candido Decembrio, cosa no rara ni en su tiempo ni aun en nuestros días.

En el siglo XVI no se realizaron traducciones nuevas, pero sí se reeditaron con frecuencia las traducciones del siglo anterior, lo que les proporcionó una amplia difusión de la que habían carecido hasta entonces. Por lo que respecta a las Tragedias, a pesar de no existir traducciones nuevas, se asistió a su momento de máximo influjo, como muestran las obras de Jerónimo Bermúdez, Juan de la Cueva, Cristóbal de Virués, Lupercio Leonardo de Argensola y, en la misma línea, la Numancia de Miguel de Cervantes, compuesta en los primeros años de la década de los 80.

En el siglo XVII abundaron las traducciones de la obra filosófica, entre las que destacan la de Gaspar Ruiz Montiano del De beneficiis, titulada Espejo de bienhechores y agradecidos (Barcelona, 1606); de Luis Carrillo y Sotomayor del De brevitate vitae (Madrid, 1611); de Juan Melio de Sande de las Epistulae (Doctrina moral de las epístolas que Lucio Aneo Seneca escribió a Lucilo, Madrid, 1612); de Alonso de Revenga y Proaño del De clementia (Madrid, 1626), etc.

Con todo, sin duda la aportación más notable de ese siglo fue la de Pedro Fernández Navarrete, titulada Siete libros de L. A. Séneca (Madrid, 1627), versión correcta, ágil y diáfana de siete diálogos, dedicada al conde–duque de Olivares, que alcanzó gran difusión y larga vigencia: se reeditó siglo y medio más tarde (M., B. Cano, 1789), luego en la «Biblioteca Clásica» (M., V. Díaz, 1884), y ha llegado hasta diversas ediciones del siglo XX, como la de Hernando (Madrid, 1930) y la de Espasa–Calpe (Madrid, 1927), editorial que luego la incorporó a su popular colección «Austral» en 1943 con el título Tratados morales, donde ha alcanzado numerosas ediciones (la última en 2012). El propio Fernández Navarrete tradujo también el De beneficiis (Madrid, 1629).

Siempre en el ámbito del Séneca filósofo, conviene recordar la labor como traductor de uno de los autores que mayor relación ha tenido con el senequismo en la España del siglo XVII, Francisco de Quevedo: en 1638 publicó su excelente edición del De remediis fortuitorum, el apócrifo que con mayor persistencia se siguió atribuyendo a Séneca (así lo consideró incluso Erasmo en sus ediciones, a partir de 1515, fundamentales para la separación de obras auténticas y apócrifas). Tradujo también Quevedo noventa cartas, de las que se han conservado once. Por lo que hace a las Tragedias, a pesar de la total decadencia de su influjo en el teatro español del siglo XVII, se cuenta con una interesante traducción de Troades, obra de José Antonio González de Salas, amigo de Quevedo, editor de Petronio, traductor de Marcial y de Persio; frente a la práctica desaparición de la tragedia clasicista, González de Salas publicó en 1633 una exposición de la teoría aristotélica sobre la tragedia, a la que añadió como ejemplo su versión de Las Troyanas.

Dando un salto hasta el siglo XX, autorizado por el escaso interés de la difusión de Séneca en castellano en el período intermedio, el número de traducciones resulta notable a lo largo del siglo pasado, en el que, además de las aportaciones nuevas, se reeditaron a menudo versiones antiguas.

Destacan versiones meritorias de las Obras completas, como la de Lorenzo Riber (M., Aguilar, 1943), o la de Juan Azagra (M., Edaf, 1964), que cuentan en ambos casos con varias reediciones. En esta línea, aunque no incluye el teatro, está la edición preparada por Juan Mariné Isidro e Ismael Roca, publicada por Gredos (Madrid) en 2013. Por su parte, los Diálogos cuentan con las traducciones de Carmen Codoñer (M., Editora Nacional, 1984; varias reed. en M., Tecnos), de J. Mariné Isidro (Gredos, 1996 y 2000) y de Matías López (Lleida, U. de Lleida, 2000).

Han proliferado, por otra parte, las ediciones individuales o conjuntas de diálogos, en ocasiones con versiones extraídas de ediciones anteriores: de Antonio Barnés (M., Guillermo Escolar, 2014), Carmen Castillo (M., Rialp, 2017), Alfonso Catapa (Guillermo Escolar, 2019), C. Codoñer (Tecnos, 2007), Rosario Delicado (M., Antígona, 2013), Eduardo Gil Bera (B., Acantilado, 2013), Julián Marías (M., Alianza, 2013), Fernando Navarro Antolín (Alianza, 2010), Francisco Navarro y Calvo (La Laguna, Artemisa, 2007), J. Mariné Isidro (Gredos, 2011), Enrique Otón (Alianza, 2017) y Francisco Socas (M., La Esfera de los Libros, 2011). De las cartas a Lucilio han aparecido asimismo varias traducciones, como las de I. Roca (B., RBA, 2008), Jerónimo Sahagún (Palma, J. J. de Olañeta, 2008) y F. Socas (M., Cátedra, 2018).

Las Tragedias, en su conjunto, se han visto especialmente favorecidas por las abundantes versiones de Ángel Lasso de la Vega (Hernando, 1928), L. Riber (Aguilar, 1943; múltiples reed.), P. Martín Robles (Hernando, 1945), Agustín Blánquez (B., Iberia, 1958), Jesús Luque Moreno (Gredos, 1979, reed. 2008 y 2020), Leonor Pérez Gómez (Cátedra, 2012), etc. Por lo que respecta a versiones de tragedias independientes, resulta imposible pasar en silencio la Medea traducida en prosa por Miguel de Unamuno, que interpretó en 1933, en el recién recuperado teatro romano de Mérida, Margarita Xirgu, incluida luego en una edición del Teatro de Unamuno (B., Juventud, 1954) y más recientemente reeditada en 2008 (Patronato Festival de Teatro Clásico de Mérida) y 2015 (Córdoba, Utopía–Ayuntamiento de Córdoba). Tras otra Medea, traducida en verso, por Valentín García Yebra (Gredos, 1964) ha aparecido la de J. Luque Moreno (Gredos, 2010), a quien se debe una versión de Fedra en la misma editorial y año. De Agamenón hay dos versiones recientes, de Bartolomé Segura (Sevilla, Universidad de Sevilla, 2008) y Alfonso Martínez Díez (M., Ediciones Clásicas, 2014); mientras que un volumen preparado por Miryam Librán y Antonio Ramírez de Verger incluye Hércules loco, Las troyanas, Medea y Fedra (Alianza, 2013).

En lengua catalana ya se ha señalado la existencia de la versión de las tragedias por A. de Vilaragut, a finales del siglo XIV, que contenía siete piezas y parte de una octava, si bien pudo alcanzar a la totalidad del corpus, incluyendo también Octavia. Y, aunque de menor importancia, también resulta pionera por su fecha, entre 1396 y 1404, la versión catalana del De providentia realizada por Antoni Canals. Larga y honorable tradición tienen, pues, las versiones catalanas de Séneca, muy bien representado, ya en nuestro tiempo, por los once volúmenes de la colección Bernat Metge (Barcelona, 1925–1954), que ofrecen su prosa completa, en edición bilingüe de Carles Cardó. Algunos de los contenidos de esta traducción (Consolacions, varios diálogos, las Lletres a Lucili) han sido reeditados en la primera década del siglo XXI. También se han publicado varias tragedias: Fedra por Paco Carbajo (2012) y Medea por Mercè Otero (ambas en B., La Magrana), así como Hèrcules por Antoni Seva (B., Alpha, 2018). También deben mencionarse las versiones de diálogos: La vida feliç por Núria Gómez Llauger (Manresa, Angle, 2009) y ¿És breu, la vida? por Jordi Avilés (Martorell, Adesiara, 2014).

En euskera existe un volumen con Bizitzaren laburtasunaz, Nizitza zoriontsuaz y Astiaz, versión de De brevitate vitae, De vita beata y De otio por Imanol Unzurrunzaga (Bilbao, Klasikoak, 1993) y el De clementia por Elena Zalakain e Igor Yarza (Bihozberatasunaz; Bilbao, UPV–EHU, 2011). En gallego se dispone de las versiones de Medea por M.ª Carmen Díaz Rifón (Santiago, Lea, 1999) y José M. Otero (Noia, Toxosoutos, 2016); en esta editorial ha aparecido también la traducción de la sátira Apocolocyntosis en edición bilingüe de Anahí Sotelo (2011). En cuanto a los diálogos hay versiones de A vida feliz junto con A breviade da vida, obra de Manuel Enrique Vázquez Buján (Santiago de Compostela, U. de Santiago de Compostela, 2009) y de Consolación a Marcia y Consolación a Helvia por María Isabel Santos (Cangas do Morrazo, Rinoceronte, 2019).

 

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Andrés POCIÑA PÉREZ

[Actualización por Francisco LAFARGA]