La Fayette o Lafayette, condesa de

La Fayette o Lafayette, condesa de (París, 1634–París, 1693)

Escritora francesa, cuyo nombre fue Marie–Madeleine Pioche de La Vergne, por matrimonio condesa de La Fayette. Su vocación literaria se fragua en la esmerada educación recibida, así como en la frecuentación de los ambientes cortesanos, como dama de honor de la reina. Lazos familiares y afinidades personales le facilitaron una íntima amistad con Mme. de Sévigné de quien nos legó un evocador retrato –su primera obra y la única que firmó– aparecido en el Recueil de Ana María Luisa de Orleans, la Grande Mademoiselle. A un erudito círculo literario inicial (Ménage, Segrais, Huet) se añadieron La Rochefoucauld e incluso Corneille, La Fontaine y Retz, ambiente que permite intuir un fructífero comercio intelectual, ejemplo de lo que Benedetta Craveri denominó «la cultura de la conversación» y en la que resulta a veces difícil determinar el grado de originalidad creativa particular. Su obra narrativa se inicia con La Princesse de Montpensier (1662), una nouvelle de fondo histórico centrada en una historia de amor imposible y publicada como anónima. A ésta sigue Zaïde (2 vols., 1669–1671), novela histórica y heroica, con elementos hispano–moriscos, cuya autoría asumió Segrais, defensor acérrimo en sus Nouvelles françaises de una nueva estética novelesca que imperará a partir de 1656: forma breve y temática amorosa.

En estrecha connivencia con La Rochefoucauld, la condesa trabaja, al menos durante cinco años, en la que será su obra maestra, La princesse de Clèves (1678), publicada también como anónima. Por primera vez, el análisis de los sentimientos y la reflexión sobre el amor predominan sobre la acción, enmarcada ésta en el contexto histórico de la corte de Enrique II y en la de los primeros meses de Francisco II. En La princesse de Clèves la pasión, concebida como un verdadero pathos, aunque sólo exista en la mente y en el corazón, se condena en el presente y como apuesta de futuro cuando, ya viuda, la princesa renuncia a casarse con el apuesto y enamorado duque de Nemours; la fragilidad, consubstancial a la pasión, justifica la decisión de la princesa: «Les hommes conservent–ils de la passion dans ces engagements éternels? Dois–je espérer un miracle en ma faveur?».

La princesse de Clèves se erige, así como la novela de análisis representativa del clasicismo, por la capacidad de disección de los sentimientos de los personajes que componen el triángulo amoroso y por la facultad del dominio de sí mismo: la princesa hará una confesión completa de amor por otro hombre a su marido, con la excepción del nombre del amante, confesión que también oirá, escondido en el bosque, el duque de Nemours. Dicha confesión no hace más que magnificar la calidad moral de los personajes. El pensamiento estoico, la influencia difusa de Epicteto, la noción de la bienséance en tanto que constante ética del clasicismo, todo ello coadyuva a entender los comportamientos de los personajes. Se han hallado precedentes españoles más o menos lejanos en esta obra: así, el Breve tratado de Grimalte y Gradissa de Juan de Flores, el Abencerraje de Ginés Pérez de Hita o la Cárcel de amor de Diego de San Pedro. También se han puesto de manifiesto concomitancias con la novela sentimental española en el gusto por la forma oblicua de narrar o por la intencionalidad de evitar el estilo asertivo, entre otros rasgos.

La Princesse de Clèves es, sin duda alguna, de traducción difícil por la complejidad de su técnica narrativa: la sabia unión de la tercera y de la primera persona (il, je), la multiplicidad de los puntos de vista, el uso del discurso indirecto, el tono a menudo conversacional y los admirables soliloquios, que no hay que confundir con los monólogos interiores de la novela moderna; todo ello revela un quehacer literario meditado y muy sutil.

Sorprende sin embargo que esta obra, prototipo de la novela de análisis y de introspección del clasicismo francés, no haya despertado en España la atención de los traductores hasta el siglo XX, tanto más porque en Inglaterra fue ya traducida en el año 1679. La primera versión se realizó al catalán, de la mano de Rafael Marquina, y se publicó en 1923 en la «Biblioteca Literaria» de Editorial Catalana que reivindicaba hacer asequibles en catalán las obras maestras de todas las literaturas; de ahí que esta traducción pueda considerarse un ejemplo de la labor del Noucentisme. La traducción castellana, firmada por J. Sesplugues, con seguridad un seudónimo, apareció en 1924, en la colección «Universal» de la editorial Calpe de Madrid (reed. 1950).

En el siglo XX las traducciones fueron numerosas: las de Vicente Clavel (Valencia, Cervantes, 1918; reed. Estella, Salvat, 1971 y 1983), Federico Carlos Sáinz de Robles (B., Apolo, 1941), Antonio G. Linares (junto con La princesa de Montpensier y La condesa de Tende; M., Aguilar, 1944, 1961), José Mª Claramunda (B., Zeus, 1964), J. Pérez de Hoyo (M., Clásicos Universales, 1970), Emma Calatayud (B., Bruguera, 1982), Ricardo Permanyer (B., Planeta, 1983, 1984, 1992; Círculo de Lectores, 1995) y Ana María Holzbacher (M., Cátedra, 1987). En catalán cabe citar las versiones de R. Marquina de 1923, ya mencionada, y la de Josep A. Grimalt (B., Proa, 1990). Zaida. Historia española se publicó junto con La princesa de Clèves por el Círculo de Amigos de la Historia (Madrid, 1972; reed. 1974).

 

Bibliografía

Eusebi Coromina, «Las primeras traducciones al catalán y al español de La Princesse de Clèves (1678). Un clásico francés que abre paso a la novela moderna», Trans 20 (2016), 41–55.

Benedetta Craveri, La cultura de la conversación, Madrid, Siruela, 2003.

Eugenia Fosalba, «Retazos de novela sentimental castellana. Hacia la Princesse de Clèves», Bulletin Hispanique 108:2 (2006), 389–420.

Ana María Holzbacher, «Introducción» en Madame de La Fayette, La Princesa de Clèves. Ed. y trad. de A. M.ª Holzbacher, Madrid, Cátedra, 1987, 7–87.

Ana María Holzbacher, «Traducir la Princesse de Clèves de Madame de La Fayette» en F. Lafarga & A. Domínguez (eds.), Los clásicos franceses en la España del siglo XX. Estudios de traducción y recepción, Barcelona, PPU, 2001, 273–277.

 

Montserrat Cots