Malvezzi, Virgilio

Malvezzi, Virgilio (Bolonia, 1595–Bolonia, 1654)

Escritor político italiano. Marqués de Castelguelfo, pertenecía a una preeminente familia boloñesa, cuyo tradicional apoyo a la hegemonía española compartía. Exiliado de su ciudad bajo dominio pontificio, sirvió en las filas de los ejércitos españoles en varios destinos y escenarios. Formado sólidamente en leyes y en el conocimiento de autores clásicos para la carrera eclesiástica, a la que, como segundón, al principio estaba destinado, se orientó a la composición de textos políticos fundados en la historia antigua desde su primer escrito publicado, un extenso comentario de la obra de Tácito (1622), que inspiraba una escuela europea de pensamiento político (tacitismo). En la cúspide de la fama literaria fue invitado en 1636 por el conde–duque de Olivares, complacido por el panegírico que le dedicó un año antes y por el sesgo proespañol de sus escritos, a residir en Madrid para, en los años sucesivos, formar parte de los Consejos de Estado y Guerra y desempeñar misiones diplomáticas y confidenciales en Inglaterra y Flandes. Como cronista oficial del rey, en sus relatos de acontecimientos relevantes persiguió fines propagandísticos, no sin polémica, en favor del valido, a cuya caída en 1643 sobrevivió en la corte hasta la vuelta definitiva a su patria en 1645. Allí, rodeado de respeto y honrado con alguna prebenda municipal, prosiguió su trabajo historiográfico hispánico y reanudó sus biografías antiguas con algunos títulos más, aunque sin tanta resonancia.

Con una extraordinaria difusión, su trilogía basada en textos de Tito Livio y la Biblia, salpicados de comentarios, se reeditó, en conjunto o por sus componentes, numerosas veces en Italia y suscitó traducciones de estas y muchas de las siguientes obras a varias lenguas, incluido el latín. Pero en ninguna otra que la castellana tuvo tantas versiones, incluso varias de cada obra,  publicadas tanto en España como en Italia. Se explica por la sintonía, de raíz tacitista y católica, con las élites intelectuales y políticas españolas y por el afán competitivo de aclimatar un estilo lacónico y sentencioso en un medio literario ya muy predispuesto, sin contar la elevación de Olivares a paradigma político cristiano como contrapunto moderno de los previos ejemplos antiguos.

Las primeras traducciones castellanas fueron: El Rómulo (1629), vertido simultáneamente por Francisco de Quevedo (Pamplona, 1632) y Teodoro del Aula (Milán, 1632), así como por Fabricio Lanario de Aragón (Nápoles, 1635), en su versión recién descubierta; El Tarquino soberbio (1632) por Antinoro Pedrosa (Milán, 1633), Francisco Bolle Pintaflor (Barcelona, 1634) y Antonio González de Rosende (Madrid, 1634); David perseguido (1634) por un anónimo «religioso de la orden de los Clérigos Regulares» (Madrid, 1635) y Álvaro de Toledo (Milán, 1635), corresponsal del autor y quizás el mismo que Aula, anagrama de su nombre; y enseguida, aparecido el mismo año en italiano y en la traducción castellana de Francisco de Balboa y Paz, el Retrato del Privado Político deducido de las acciones del Conde Duque (Nápoles, 1635).

La reputación y la elevada categoría literaria de Quevedo propiciaron, en contraste con sus colegas, nada o apenas conocidos, las reediciones de su traducción, continuadas casi ininterrumpidamente hasta el presente, ya en colección (y práctica confusión) con las obras en prosa originales, o incluso la suplantación póstuma de Bolle, documentado como real, y de Toledo (omitido sólo en la portada) en la atribución de las versiones que acompañan la suya en Las obras de Malvezzi (Lisboa, 1648). De El Rómulo quevediano existe una edición moderna, obra de Carmen Isasi (Bilbao, U. de Deusto, 1993), con detallado aparato crítico de variantes.

De no ser por la noticia suministrada por Gregorio de Tapia y Salcedo en su traducción tardía y parcial de un texto de la última fase italiana (1648), Alcibiades, capitán y ciudadano ateniense (Madrid, 1668), se ignoraría que el erudito y tratadista político Lorenzo Ramírez de Prado tradujo dos obras historiográficas del período cortesano: La Libra (en una versión manuscrita y dos ediciones: Pamplona, sin año, y allí y Nápoles, 1639), desaparecida la redacción italiana original mencionada en la portada, y –anticipada en un año a su publicación en italiano– Los sucesos principales de la Monarquía de España en el año 1639 (Madrid, 1640; ed. facsimilar A Coruña, Órbigo, 2014). Por tanto, no fue sino hasta su Historia en siete libros, de la que perduran en manuscrito los cuatro primeros –dos de éstos también en un impreso restringido al rey, alrededor de 1640, y los dos siguientes, editados por D. L. Shaw con el título Historia de los primeros años del reinado de Felipe IV (Londres, Tamesis, 1968)–, que verosímilmente el autodefinido «italiano spagnolato» tradujo o redactó en castellano, con lo que culminó un proceso de asimilación, por lo demás revocado tras su alejamiento geográfico y quizás político y personal.

El conjunto de las traducciones, con ser importantes y susceptibles de más factores que los estilísticos, como ciertas sutiles fisuras ideológicas en una versión del David perseguido o los datos extraídos de la correspondencia con sus traductores, aún poco explorada, sólo representa un refuerzo, preliminar o simultáneo, del fenómeno más vasto de la recepción del estilo lacónico extremo y el modelo biográfico político de Malvezzi en la literatura española, tan hermanada entonces con la italiana, y en especial, en algunas de sus cumbres, como Quevedo (autor de una Vida de Marco Bruto, 1644, pero escrita hacia 1631), Saavedra Fajardo o Gracián, declarado admirador suyo. El mismo descrédito, promovido por sus detractores italianos y franceses en los siglos XVII y XVIII contra sus supuestos excesos estilísticos, recayó sobre la obra de Malvezzi y desembocó en un olvido duradero, y también sobre muchos escritores españoles, percibidos como secuaces. En justa retribución, durante siglos de silencio casi absoluto en el mundo, El Rómulo, entre todas sus obras, traducido y semioculto entre las de Quevedo, fue mal que bien resguardado de las adversidades, de las que lentamente se va recuperando el antaño famoso autor italiano.

 

Bibliografía

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Carlos Vaíllo

[Actualización por Francisco Lafarga]