Camões, Luís de

Camões, Luís de (¿?, 1525–Lisboa, 1580)

Escritor portugués, gloria de las letras peninsulares del siglo XVI como cultivador de los géneros épico, lírico y dramático. Es el autor luso de mayor y más constante proyección en territorio español, aunque su obra dio lugar a un curioso proceso de recepción a lo largo de más de cuatrocientos años. Así, hay que señalar el notorio desequilibro entre el número de versiones realizadas del poema heroico Os Lusíadas, ya a partir de 1580, y del resto de su producción poética, sólo trasladada en conjunto al castellano en 1818. Esta desproporción autoriza a extraer dos conclusiones a propósito de la resonancia española de Camões. Por una parte, es superior la influencia del poeta lírico en comparación con la del poeta épico, ya que Os Lusíadas se limitará a estar presente, entre finales del siglo XVI y principios del XVII, en algunos autores portugueses que empleaban el castellano, al contrario de lo que sucede con la poesía lírica, que merecerá elogios de renombrados autores españoles, algunos hasta enemigos entre sí, como Fernando de Herrera, Góngora, Quevedo o Lope de Vega. Pero, por otra parte, paradójicamente, Os Lusíadas fue objeto de una cantidad superior de versiones, y desde mucho antes que el género lírico, más alabado pero con traducciones aisladas. Estas dos circunstancias en apariencia contradictorias tienen, no obstante, su explicación. Y es que resulta posible comprobar que surgió en España cierta voluntad de apropiarse de Os Lusíadas, incluso desde el primer momento en que comenzó a ser traducido.

Cronológicamente, se produce una expresiva coincidencia entre las primeras traducciones españolas de la epopeya, puesto que las dos primeras versiones, publicadas en Alcalá de Henares y Salamanca por Benito Caldera y Luis Gómez de Tapia, respectivamente, son de 1580, año de la muerte de Camões y también inicio de la monarquía dual hispano–lusa de Felipe II. Más de una vez, de hecho, se ha indicado que la crisis dinástica portuguesa favoreció la penetración de Os Lusíadas en España. También se ha aducido en varias ocasiones el interés del propio Felipe II en la rápida impresión de las dos primeras traducciones de Os Lusíadas. En efecto, desde España se ha querido resaltar habitualmente el impulso de los sucesivos monarcas filipinos a la difusión de Os Lusíadas. Por ejemplo, se dijo que durante el período comprendido entre 1572 –fecha de la primera edición de Os Lusíadas– hasta 1591, cuando se publicó la tercera traducción, emprendida por Enrique Garcés, se contabiliza una cifra de versiones en castellano del poema épico superior a las propias ediciones portuguesas. En análogo sentido, se destacó que España fue el primer país en el que se mostró atención por la obra, actuando de esta manera de trampolín para su propagación internacional. Desde luego, hay algunos detalles objetivos que apoyan los juicios expuestos, dado que las dos primeras traducciones, de 1580, emergen en el inicio de la anexión de Portugal a España, mientras que la traducción comentada de Faria e Sousa es de 1639, un año antes de que Portugal recuperase su independencia.

Desde entonces no hubo más traducciones al castellano hasta la de Lamberto Gil editada en 1818 (M., Imp. de don Miguel de Burgos), lo que constituye un hiato altamente elocuente. Justino Mendes de Almeida alegó la existencia de un manuscrito con una traducción inédita del siglo XVIII, pero analizamos el mismo y verificamos sin ninguna duda que se trata sólo de una simple transcripción de la versión de Luis Gómez de Tapia. Posteriormente, no parece casual que buena parte de las versiones españolas de Os Lusíadas saliesen durante la conmemoración del tercer centenario de su publicación, una época en la que está en su apogeo el debate de la cuestión iberista, que es cuando ven la luz las traducciones de Juan de la Pezuela, conde de Cheste (M., A. Pérez Dubrull, 1872), Carlos Soler y Arqués (Badajoz, J. Santamaría, 1873) y Manuel Aranda y Sanjuán (B., La Ilustración, 1874). Otras tentativas ulteriores de trasladar la obra íntegramente correspondieron a Pedro González Blanco (M., Sáez Hermanos, 1934), Ildefonso Manuel Gil (M., Ediciones de la Universidad de Puerto Rico, 1955) y Aquilino Duque (M., Editora Nacional, 1980), esta última reelaborada en una segunda edición (Sevilla, Renacimiento, 2016).

No pocos fundamentos avalan la tesis apuntada sobre la apropiación de Os Lusíadas que se practicó en España. Este proceso se habría desarrollado a partir de diferentes estrategias, algunas muy sutiles y otras no tanto. Del segundo tipo puede ser paradigma la manipulación del texto original del poema, censurándose pasajes conflictivos para la sensibilidad de este lado de la frontera. De las primeras estrategias, por otra parte, es necesario traer a colación la insistencia en afirmar que las versiones españolas facilitaron la irradiación de Os Lusíadas en otras lenguas, así como la reivindicación del propio Camões como clásico español, sobre todo por el origen gallego de su linaje, por el cultivo de la lengua castellana tanto en su poesía lírica como en su obra dramática y, en fin, por el conocimiento que acredita de la tradición literaria española. Cabe pensar, de todos modos, en alguna causa de carácter menos ideológico que ayudaría a elucidar el referido desequilibro entre las versiones de Os Lusíadas y de su otra poesía.

Para entender las razones de que el Camões lírico fuese menos trasladado al castellano que el Camões épico, se hace oportuno considerar lo que se dice en el capítulo lviii de la segunda parte del Quijote, donde dos doncellas relatan al protagonista que tendrá lugar en una aldea próxima una Arcadia para la que están preparadas «dos églogas, una del famoso poeta Garcilaso, y otra del excelentísimo Camoens, en su misma lengua portuguesa». Este testimonio demuestra que el autor de Os Lusíadas circulaba como poeta lírico entre los lectores españoles en idioma original. Además, habría que reparar en que, desde una perspectiva creadora, para los poetas clásicos de los siglos XVI y XVII imitar y traducir eran operaciones semejantes, de forma que la separación entre ambas a veces era difícilmente perceptible. Un breve repaso a la evolución de la traducción al castellano de la poesía lírica camoniana permite constatar tal fenómeno. Lo más probable, en realidad, es que en esa altura no se juzgase imprescindible transferir el patrimonio del escritor en este género, y ello por motivos tanto ideológicos como estéticos.

Sin embargo, algunas poesías dieron lugar a versiones esporádicas donde es visible la confusión entre imitación y traducción. Así ocurre, por ejemplo, con tres sonetos atribuidos a Luis Martín Plaza en la Segunda parte de las Flores de poetas ilustres, un códice manuscrito de principios del siglo XVII publicado en 1896, que son traducciones libérrimas de los poemas camonianos «Doces lembranças da passada glória», «Na metade do Céu subido ardia» y «Os vestidos Elisa revolvia». En el Manuscrito de la Biblioteca de Medinaceli o Tonos castellanos, datado a finales del XVI, aparece una versión anónima del famoso soneto «Sete anos de pastor Jacob servia» más fiel, si bien se registra otra versión del dramaturgo Luis Vélez de Guevara en su La hermosura de Raquel que se aparta del texto de partida. En el llamado Manuscrito de la Biblioteca de Campomanes, por otra parte, se documentan, con letra del siglo XVII, otra pequeña selección de sonetos camonianos. Una de las muestras más significativas de la mencionada mescolanza entre imitación y traducción vendrá dada por el famoso soneto «Alma minha gentil que te partiste», que nuevamente Vélez de Guevara incluyó en su comedia Juliano Apóstata.

A decir verdad, la poesía lírica de Camões propició versiones más o menos frecuentes tan sólo a comienzos del siglo XIX: la primera traducción extensa se estampó en 1818 por L. Gil (M., L. P. Villaverde), aunque no fue muy celebrada a causa de su controvertida calidad. El propio Gil revelaba ser consciente de que la suya era la primera traducción de largo aliento de los versos líricos camonianos al castellano. Con posterioridad a la traducción de Gil, es indispensable recordar la colectánea Granos de oro (M., Góngora, 1883), los volúmenes monográficos Alma minha gentil… (Lisboa, T. Elzeviriana, 1886) y Nathercia. Alma minha gentil… (Pará, Alfredo Augusto Silva, 1904) –dedicados en su totalidad al soneto homónimo– y Pretidão de amor (Lisboa, Imprensa Nacional, 1893) –consagrado e exclusiva a las endechas «A Bárbara escrava»–, el libro Joyario de Camoens (Buenos Aires, Agencia General de Librerías y Publicaciones, 1924), la recopilación Camões en la colección Las mejores poesías (líricas) de los mejores poetas (B., Cervantes, s. a.) y algunas versiones recogidas en los volúmenes Líricas de Luís de Camões (Lisboa, Imprensa Nacional, 1898) y Florilegio (B., Cervantes, 1920).

Después se imprimió la antología 97 sonetos portugueses (Santiago de Compostela, U. de Santiago, 1933) con traducciones de José Mª de Cossío, coetánea de otros dos nuevos tomos con versiones del escritor portugués, la Antología de la lírica portuguesa (M., CIAP, s. a.) y Los Lusiadas y otras obras menores de P. González Blanco, ya citada (M., Sáez Hermanos, 1934). Finalmente, aparecieron en fechas más próximas las versiones de Xosé Filgueira Valverde, intercaladas en su monografía Camoens (B., Labor, 1958). Como intento de reunir en un volumen parte de la producción camoniana, conviene mentar la edición de Los Lusíadas. Poesías. Prosas (M., Espasa–Calpe, 2007), que contiene la antigua traducción del poema por B. Caldera, la de la lírica de L. Gil y versiones de otras obras elaboradas por Elena Losada, quien se ocupó también de la coordinación del volumen.

Por lo demás, en catalán se dio a los lectores la versión Els Lusíades (B., Alpha, 1964) por Guillem Colom y Miquel Dolç, mientras que en lengua gallega se afrontaron desde finales del siglo XIX valiosas traducciones de algunas poesías líricas, como por ejemplo el soneto «Alma minha gentil, que te partiste» y las endechas «A Bárbara escrava», en algún caso debidas a nombres tan ilustres como Manuel Curros Enríquez.

De la obra dramática de Camões no ha existido hasta tiempo reciente traducción alguna, tal vez como consecuencia de la propia naturaleza bilingüe de las piezas, escritas en portugués y castellano. Como únicas versiones, es preciso enumerar la del Auto de los anfitriones (Hondarribia, Hiru, 1998), acometida por Xosé Manuel Dasilva e Isabel Morán, donde se procuró trasplantar el efecto comunicativo que produce la alternancia idiomática en el texto de partida, y la del Auto de Filodemo, de E. Losada, en su edición antes aludida.

 

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Xosé Manuel Dasilva