Francófona de África, Literatura

Francófona de África, Literatura

A finales del siglo XIX y, sobre todo, a principios del XX, favorecidos por la política educativa que Francia llevó en sus colonias, aparecieron los primeros textos africanos escritos en francés. Estos textos, precursores de lo que se considera la literatura africana moderna –o literatura escrita en las lenguas del colonizador– para diferenciarla de la escrita en lenguas propias o de la literatura oral, sustrato cultural ineludible, reflejan no obstante una mirada extraña sobre sí mismos, una «mirada blanca» sobre la realidad del continente. Por ello, la concesión, en 1921, del premio Goncourt a la novela Batouala, véritable roman nègre del martinicano René Maran, fue saludada por la crítica como el comienzo y despegue oficial de la literatura africana. Como el propio autor reconoció, su novela surgió en un momento en que la cuestión africana estaba de moda no sólo por el auge de la literatura colonial, sino también por el conflicto franco–alemán, tras la primera Guerra Mundial y el tratado de Versalles, que había desposeído a Alemania de sus territorios de Togo y Camerún, que pasaron a tutela francesa por mandato de Naciones Unidas. También la personalidad del autor, su origen étnico y su expulsión de la administración colonial contribuyeron a la celebridad de su obra.

En cualquier caso, esta novela es un elemento imprescindible en la historia de la literatura africana en lengua francesa, y la prueba de los ecos que despertó se halla en el hecho de que fuera inmediatamente traducida a la mayor parte de las lenguas europeas, incluida la castellana (Batuala, verdadera novela de negros; M., V. H. Sanz Calleja, 1922). Su traductor y prologuista, José Mas, incide sobre todo en la sorpresa que causa que un africano del Congo (sic) sea capaz de escribir correctamente. Esta traducción, sorprendente por la prontitud, fue el principio y el fin del interés español por la literatura africana.

Hubo que esperar muchos años para que, de nuevo, surgieran traducciones o estudios sobre un fenómeno que en Francia abría la puerta a una realidad literaria nueva. La propia política colonial, el aislamiento español y el desinterés de España por lo concerniente al continente africano hasta fechas muy recientes, son, quizás, los elementos que contribuyeron al escaso interés por las literaturas francófonas, en general, y por la africana en particular. Tras la publicación de Batuala, hubo que esperar a los años 70 para encontrar algunas traducciones al castellano del senegalés L. S. Senghor, en particular las más doctrinales, sobre el racismo o la «negritud». A este movimiento, propulsor de la literatura africana moderna, se dedicaron en España dos monografías tempranas: Revolución y tradición en el África negra de Fernando Morán (M., Alianza, 1971) y La negritud de Luis M.ª Ansón (M., Revista de Occidente, 1971).

Los años 90 marcaron el despertar del mercado del libro español en lo que se refiere a las literaturas africanas en lengua francesa. En 1996 nació la Editorial del Bronce (Barcelona) con una colección, «Étnicos del Bronce», cuyo objetivo es la difusión de autores de otras culturas. Así, el congoleño Emmanuel Dongala (1941) vio traducida su obra Le feu des origines (El fuego de los orígenes, 1996) por Manuel Serrat Crespo; Henri Lopes (1937), también de la República del Congo, Le pleurer–rire (Reír y llorar, 2001; trad. de Claudine Lécrivain), el guineano Tierno Monénembo (1947), L’aîné des orphelins (El mayor de los huérfanos, 2002; trad. de M. Serrat Crespo) y la suiza–togolesa Bessora (1968), 53 cm (2002; trad. de M. Serrat Crespo), entre otros autores africanos (anglófonos y lusófonos) y de otras latitudes (América Latina, Asia, Caribe).

En paralelo, y tras recibir el premio de la Academia Francesa, la camerunesa Calixthe Beyala (1961) fue publicada, en España, por la editorial Seix Barral (Los honores perdidos, 1996; trad. de Jaime Zulaika) y por Martínez Roca: África en el corazón (1999, versión, por José Ramón Monreal, de La petite fille du réverbère). Estas dos editoriales fueron adquiridas por Planeta DeAgostini que reeditó, en 2000, África en el corazón, aunque éste, como el anterior, sean títulos agotados actualmente. De esta manera, una de las autoras africanas más conocidas y con una importante producción, C. Beyala, sólo es accesible en España a través de su novela Mujer negra, mujer desnuda (B., Tusquets, 2004, col. «La sonrisa vertical»; versión de Juan Manuel Salmerón). La editorial de El Cobre, dentro del grupo Planeta, a través de su colección «La Diversidad. Serie Francófonos», ha retomado el objetivo de acercar al público español obras narrativas y ensayísticas provenientes de universos con los que no está familiarizado, recuperando autores que ya habían sido objeto de traducción, como E. Dongala (Johnny perro malo, 2003, por M. Serrat Crespo; También los niños nacen de las estrellas, 2003, por M.ª Teresa Gallego) o H. Lopes (Caso cerrado, 2003, por Serrat Crespo; El buscador de Áfricas, 2005, por Rosario Alonso de León), a los que ha añadido otros como los togoleños Sami Tchak (1960) con ¡Puta vida! (2003; trad. de Gema Moral) y Kossi Efoui (1962) con La polka (2004; trad. de Núria Viver); la marfileña Véronique Tadjo (1955) con La sombra de Imana: viaje al corazón de Ruanda (2003; trad. de N. Viver) o la senegalesa Ken Bugul (1947) con La locura y la muerte (2003; trad. de M. Serrat Crespo).

En 2003, Zanzíbar, una nueva editorial independiente con sede en Madrid, asumía el riesgo de publicar fundamentalmente autoras africanas desconocidas en nuestro entorno. Las senegalesas Mariama Bâ (1929–1981) y Ken Bugul se convirtieron en su carta de presentación y de apertura a autores y temas inéditos aún en castellano. Une si longue lettre (Mi carta más larga, 2003; trad. de Sonia Martínez Pérez) de Bâ, cuyo tema se centra en la vida cotidiana de las mujeres en Senegal a través del tratamiento de la poligamia y los matrimonios concertados, es probablemente una de las obras que ha tenido una mejor acogida en España; de hecho, existe una versión anterior realizada en Argentina (Carta a una amiga íntima; Buenos Aires, Emecé, 1985, trad. de Amanda Foros), otra en catalán (Una carta molt llarga; B., Takusan, 2005, trad. por Laia Galdón), Ediciones Altaya publica, en 2008, otra edición en castellano, en su colección «Vivencias de mujer» y, más recientemente, en 2015, ha sido traducida al euskera por Iokin Otaegui (Hain gutun luzea; Donostia, Edol).

Si esta novela, que obtuvo en 1980 el premio Noma, es considerada un clásico de la literatura africana, El baobab que enloqueció (editado igualmente por Zanzíbar, en 2002, en versión de Sonia Martín), de K. Bugul, es una de las novelas más estudiadas y citadas por la crítica, y de ahí que esta autora haya sido editada por El Cobre (La locura y la muerte en versión de Serrat Crespo, 2003) y, de nuevo, por Zanzíbar (Riwan o el camino de arena, 2005; trad. de N. Viver). Una nueva edición de El baobab loco ha sido publicada por Baile del Sol (colección «Casa África», en 2018, en traducción de Antonio Lozano). Otros autores, siempre de prestigio, se incluyeron en el pequeño catálogo de Zanzíbar; entre ellos pueden citarse al malí Amadou Hampâté Bâ (1901–1991) con Njeddo Dewal, madre de la calamidad (2004; trad. de Mireia Porta), aunque ya había aparecido con anterioridad Kaidara: cuento iniciático peule (B., Kairós, 2002; trad. de Fermín Guiado).

Parece que la literatura africana empieza a interesar a un público español más amplio; prueba de ello es que la Feria del Libro de Madrid de 2007 le estuviera dedicada, lo que implica una amplia difusión y comercialización. La obra de autores de la importancia del malí Amadou Kourouma (1927–2003) se encuentra ahora en castellano, e incluso algunas en catalán: Los soles de las independencias (B., Alpha Decay, 2005; trad. de M. Porta), Cuando uno rechaza dice no (Alpha Decay, 2005, trad. de M. Porta), Alá no está obligado / Al·là no té cap obligació (B., Muchnik, 2001; trad. de Daniel Alcoba / B., Edicions 62, 2001; trad. de Anna Casassas) y Esperando el voto de las bestias salvajes / Esperant el vot de les feres (B., El Aleph, 2002; trad. de D. Alcoba / Edicions 62, 2002; trad. de M. Porta). O la del congoleño Alain Mabanckou (1966), Vaso roto (Alpha Decay, 2007; versión de M. Porta) y Memorias de un puercoespín (Alpha Decay, 2008, trad. de M. Porta).

Igualmente se encuentran, de manera dispersa, obras consideradas ya clásicas en la literatura africana escrita en francés como La aventura ambigua (B., Elipsis, 2006; trad. de Patricia de Gispert) del senegalés Cheikh Hamidou Kane (1928) y los relatos de su compatriota Birago Diop (1906–1989) Cuentos del Sahel (versión, por Laura–Remei Martínez Buitrago, de Les nouveaux contes d’Amadou Koumba; B., Takusan, 2006), autor cuyo primer libro, Les contes d’Amadou Koumba, había sido traducido, en 1988, en La Habana (Arte y Literatura) por Julia Calzadilla. Es importante señalar que los autores traducidos al castellano son lo que se podría considerar una apuesta segura: autores prestigiados, obras premiadas o con amplia repercusión mediática y comercial como En un lugar del Atlántico (B., Lumen, 2004; trad. de M. Serrat Crespo) de la senegalesa Fatou Diome (1968), novela que también fue traducida al catalán (El ventre de l’Atlàntic; Lleida, Pagès, 2004, trad. de Amàlia Prat).

Actualmente, contando con el esfuerzo editorial y de organismos como Casa África, puede decirse que aumenta el interés por esta literatura, aún reciente en nuestro país, y la prueba de ello es el catálogo de Casa África donde figuran textos como Amkullel, el niño fulbé (2009) de A. Hampâté Bâ, en traducción de M. Serrat Crespo; Kuty, memoria de sangre (2009) de Aïda Mady Diallo, traducido por Cristina Abril; El antipueblo (2010) de Sony Labou Tamsi (1947–1995) por Serrat Crespo; o El fuego de los orígenes (2009) de E. Dongala, por el mismo traductor, por sólo citar algunos nombres de un catálogo que aumenta constantemente.

Las reflexiones identitarias que, siguiendo la estela de los estudios culturales y postcoloniales anglófonas, se desarrollan en Francia, han tenido también su eco en la traducción al español. A modo de ejemplo citaremos la obra de la camerunesa Leonora Miano (1973) Vivir en la frontera (M., Libros de la Catarata, 2016; trad. de Lola Bermúdez), de Achile Mbembe (1957), Crítica de la razón negra. Ensayo sobre el racismo contemporáneo (B., NED, 2016; trad. de Enrique Schmukler) o El llanto del hombre negro de A. Mabanckou (Libros de la Catarata, 2017; trad. de L. Bermúdez).

La recepción de obras consagradas, premiadas en sus ediciones originales, es un hecho que pone de manifiesto, lógicamente, el interés comercial por ofrecer un producto ya consolidado, vista la práctica ausencia de referentes históricos en nuestro país. En este sentido, cabe destacar la labor de traducción y divulgación realizada por lo que podrían considerarse iniciativas académicas o universitarias, las cuales, a través de cauces comerciales, institucionales o de revistas (Arrecife, n.º 40–41, 1977–1978; Quimera, n.º 112–114, 1992, o Extramuros, n.º 15–16, 1999) han contribuido a la difusión de esta literatura. Entre esas iniciativas pueden citarse la antología poética bilingüe reunida por Landry–Wilfrid Miampika Voces africanas. Poesía de expresión francesa (1950–2000), con versiones de Pablo y Myriam Montoya (M., Verbum, 2000); la de Francisco Torres Monreal, Poesía negra. Antología de poesía africana contemporánea (Murcia, Cajamurcia, 2007) o, la anterior, sobre poesía oral, de Antonio García Ysábal, Poesía negroafricana tradicional (M., Fablas, 1983). En lo que a narrativa se refiere son reseñables, entre otras, Las africanas cuentan de Inmaculada Díaz Narbona y C. Lécrivain (Cádiz, U. de Cádiz, 2002), y Tradición y modernidad. Antología de novelas de autores senegaleses, coordinado por Marie–Claire Durand (Las Palmas de Gran Canaria, U. de Las Palmas, 2005).

 

Bibliografía

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Inmaculada DÍAZ NARBONA