Islandesa, Literatura

Islandesa, Literatura

Las literaturas de lengua española y lengua islandesa han estado alejadas durante siglos. La literatura islandesa ha sido casi totalmente desconocida en los países de lengua española hasta hace muy poco tiempo, pese a un tímido intento a fines de los años 50 del siglo XX, a raíz de la concesión del premio Nobel de Literatura de 1955 a Halldór Laxness. Sólo Jorge Luis Borges se ocupó de Islandia, pero su interés quedó siempre limitado a la época medieval. Existen, sin embargo, puntos de contacto a lo largo de la historia, aunque se trata fundamentalmente de la existencia de composiciones autóctonas e independientes en ambas lenguas a partir de obras europeas, y por lo general en la Edad Media. Un repaso de la traducción de obras islandesas en España es, al mismo tiempo, un recorrido por los momentos clave de esa literatura: la Edad Media, época de las Eddas y las Sagas, y el siglo XX, así como el momento actual. Esta secular ignorancia (e indiferencia) de lo islandés hace que tampoco haya existido, hasta hace apenas una decena de años, bibliografía secundaria, y que las huellas de esa literatura sean frecuentemente difíciles de rastrear. No hay duda de que algunos autores contemporáneos han representado auténticos éxitos en la crítica, y en algunos casos las buenas críticas fueron acompañadas de éxitos de ventas. Los comienzos de la traducción de obras medievales islandesas coinciden con una creciente afición de lectores y editores por los temas históricos, muy especialmente la novela histórica, y de forma más concreta por el medievo. Esto explica también que algunas de las obras traducidas fueran objeto de diversas ediciones, en la misma o en distintas editoriales. Por otra parte, y en mucho mayor grado que en literaturas más familiares, el acceso a la literatura islandesa de cualquier época está prácticamente limitado a las traducciones: al castellano o, cuando no existen, a las versiones inglesas o francesas; pocos son los lectores capaces de leer el islandés antiguo o moderno, entre otros motivos porque no existen estudios de esa lengua en ninguna institución española.

La cuestión del inicio de la literatura islandesa es compleja y se complica más todavía porque buena parte de los textos «nórdicos» (con excepción del finés y otras lenguas de su familia lingüística) más antiguos han llegado hasta nosotros solamente a través de Islandia. Recordemos que la isla del norte fue colonizada a partir del año 875, que adoptó oficialmente la religión cristiana en torno al año 1000, y que ya en el siglo XI, pero sobre todo a partir del XII, empezaron a ponerse por escrito obras nuevas, traducciones del latín y otras lenguas (como el inglés antiguo), así como textos tradicionales que se seguían transmitiendo oralmente. En realidad, la forma ordenada y pacífica en que Islandia adoptó el cristianismo, con toda su infraestructura cultural, permitió la conservación de tradiciones paganas que fueron eliminadas drásticamente en otros territorios nórdicos, para dar carácter de exclusividad a lo cristiano. En lugares como Dinamarca, donde el cristianismo es también antiguo, el peso del latín hizo que algunos textos de origen pagano se diesen en esa lengua, en vez de la vernácula. Sucedió así con la Historia de los Reyes Daneses de Saxo Gramático, traducida por Santiago Ibáñez Lluch, y otros textos que sólo existen entre nosotros en forma parcial, como el relato de Adán de Bremen y otros de diverso origen no germánico.

Los textos más antiguos son, indudablemente, los rúnicos. Por los romanos solamente se sabe que los germanos contaban con poemas heroicos tradicionales, aunque no nos proporcionan ningún ejemplo. En escritura rúnica, nacida probablemente a comienzos de la era, apenas hay textos que se considerarían ahora como literarios. Una excepción es sin duda, precisamente, uno de los textos más antiguos, el que remataba uno de los perdidos cuernos de oro de Gallehus, en la actual Dinamarca, que mostraba todas las características de lo que se llamó «verso largo germánico». Hay traducciones, incluso con análisis filológico, en varias obras generales sobre cultura y literatura germánicas antiguas (Los mitos germánicos de Enrique Bernárdez, M., Alianza, 2002 y Mitología nórdica, de 2017, también en Alianza). Una obra pionera y fundamental, como es Las antiguas literaturas germánicas redactada por J. L. Borges con la ayuda de Delia Ingenieros primeramente, y con María Kodama en una edición posterior (México, FCE, 1951; reed. en 2003), ofrece breves retazos; lo mismo sucede en las Literaturas germánicas medievales de Borges y M.ª Esther Vázquez (Buenos Aires, Falbo, 1966; reed. Alianza, 2008). Sin embargo, sólo una inscripción, precisamente la más larga, la de Rök, en Suecia, contiene un fragmento perteneciente, sin duda alguna, a un poema más amplio.

Pero la literatura nórdica propiamente dicha comenzó con las Eddas y las Sagas. Las primeras constituyen una extensa colección de poemas en metro tradicional germánico (semejante al de Beowulf y otros poemas anglosajones, o al Hildebrandslied alemán), y de orígenes geográficos y cronológicos muy diversos. Algunos son exclusivamente nórdicos, otros parecen pangermánicos, como los referentes al mito de Sigurd/Sigfrido y el oro del Rin. Algunos son muy antiguos, otros debieron de ser compuestos casi contemporáneamente con la recopilación misma. Ésta se puso por escrito en Islandia a mediados del siglo XIII, y seguramente varios de los poemas se compusieron en la isla, aunque se sabe que alguno procede de las islas Feroe o de Groenlandia, que formaban parte por entonces del ámbito lingüístico y cultural islandés. Naturalmente, en todos los casos es plausible imaginar que los poemas «matriz», que podían tener siglos de antigüedad, se habían ido modificando siglo tras siglo, como es habitual en los textos tradicionales, aunque la perfecta conservación de los metros tradicionales en Islandia hizo que la lejanía respecto a los originales fuera escasa. No debe olvidarse, a este respecto, que hasta hoy mismo pervive en Islandia una forma idiosincrásica de poesía popular cantada, llamada rímur («rimas»), que tanto en el metro poético como en el vocabulario y las formas de sintaxis poética dislocada, pero también en las formas musicales utilizadas, es una clara continuación de la tradición de Eddas y escaldas. Con excepción de algún fragmento incluido en novelas contemporáneas, como Gente independiente, de H. Laxness, no existe traducción de ninguno de los numerosos y a veces larguísimos ciclos de rímur, ni una antología de estos poemas tradicionales y actuales.

Sea como fuere, la primera obra islandesa, o nórdica, de auténtica importancia literaria y suficiente trascendencia internacional, es la Edda, llamada también Edda mayor o Edda poética. En otras lenguas europeas, sobre todo en el norte del continente, se tradujeron en su totalidad a lo largo del siglo XIX. España no fue una excepción en ese interés generalizado, y en 1856 se publicó en Madrid (Imprenta La Esperanza) una versión de ambas Eddas que se presenta como «traducida de la antigua lengua escandinava» por Ángel de los Ríos, aunque seguramente se hizo a través del francés. Otra obra que recibe el nombre de Edda es de un carácter muy distinto a la Edda mayor, aunque está estrechamente relacionada con ella; se trata de Edda de Snorri o de Edda menor, obra de Snorri Sturluson (1174–1241), que no se tradujo hasta principios de los años 1980: J. L. Borges (La alucinación de Gylfi; M., Alianza, 1983), Luis Lerate (Edda Menor; Alianza, 1984, reed. en 2008) y E. Bernárdez (Textos mitológicos de las Eddas; M., Editora Nacional, 1982, con nueva ed. en M., Miraguano, 1988) sacaron al mercado casi el mismo texto, aunque la edición de Bernárdez comprendía pasajes de la Edda mayor de contenido mitológico; Lerate publicó más tarde una edición completa de la Edda mayor (Alianza, 1986; varias reed.).

Otro género poético fundamental es el representado por la poesía escáldica y sus practicantes, los escaldas, poetas cortesanos que escribieron entre los siglos IX y XIV complejos poemas en los que las formas tenían más importancia que el contenido. Estos poemas se han conservado, en su mayor parte, integrados en las sagas. De ahí que los poemas escáldicos hayan aparecido en castellano dependiendo de las sagas en las que se encuentran. Es lo que sucede con las composiciones de Egill Skallagrímsson, que aparecen en su espléndida saga, traducida por E. Bernárdez (Editora Nacional, 1983; nueva ed. Miraguano, 1996). Existe, sin embargo, una colección de poemas nórdicos antiguos, debida a L. Lerate, en la que se encuentran también poemas de este tipo (Poesía antiguo–nórdica; Alianza, 1993). La complejidad formal ha presentado no pocas dificultades a los traductores, que por regla general han optado por soluciones que simplifican el original, si bien manteniendo un texto suficientemente anómalo en castellano como para que el lector se dé cuenta de que la lengua que se está utilizando no es la misma que la del texto en prosa que lo rodea.

Lo cierto es que, como el número de sagas aparecidas en castellano es ya elevado, se cuenta al mismo tiempo con versiones de muchos de estos poemas. Las sagas en cuestión representan el género más genuinamente islandés en la literatura medieval. Se trata de relatos en prosa, de longitud muy variable, que suelen contar la vida de personajes islandeses de especial importancia. Se escribieron fundamentalmente entre los siglos XII y XIV, con una forma objetiva, lenguaje sencillo y sintaxis poco complicada. Las primeras sagas traducidas al castellano lo fueron del inglés: Saga de los groenlandeses y Saga de Erik el Rojo (en un mismo volumen, en versión de Antón y Pedro Casariego; M., Siruela, 1993). Directamente del islandés son las versiones de la Saga de Njáll por E. Bernárdez (M., Alfaguara, 1986; nueva ed. revisada Siruela, 2003), diversas sagas breves y þættir o sagas equivalentes a relatos breves, como los contenidos en la antología Sagas islandesas del mismo traductor (M., Espasa–Calpe, 1984) y luego otras a cargo de diferentes traductores.

De los otros textos medievales de interés histórico apenas se ha traducido nada al castellano, excepto en forma de fragmentos en obras diversas; aunque existe una traducción del Landnámabók, libro en el que se narran los primeros tiempos de la colonización de Islandia, con riquísima información histórica y cultural acompañada de un innegable interés literario, pues encontramos breves þættir con hechos especialmente memorables. Una excepción digna de mencionarse es la versión de una parte de la Historia de Saxo Gramático, monje danés que escribió, en cuidado y cultísimo verso latino, una historia de los reyes del Norte que contiene elementos reconocibles como textos islandeses. Hay otros libros medievales que vieron la luz en España; se puede mencionar un antiguo código legal sueco, Las Leyes del Gulathing (Salamanca, U. de Salamanca, 2005, por M.ª Pilar Fernández y Teodoro Manrique) o la versión islandesa del Roman de Tristan de Thomas, que, además, fue la primera obra medieval que se vertió del islandés al castellano, por Álfrún Gunnlaugsdóttir, acompañada de un extenso estudio (Tristán en el Norte; Reikiavik, S. Árna Magnússonar, 1978). Llama la atención asimismo que se cuente en castellano con una saga rara vez traducida, la Saga de Bósi, obra de Mariano González Campo (Valencia, Tilde, 2003), que es uno de los poquísimos ejemplos de relato con elementos eróticos. Es un indicio, sin duda, de que la traducción de la literatura nórdica medieval posee ya una clara entidad en España.

Un género peculiar de toda la Europa medieval, y que tiene también su gran papel en el Norte, son las baladas. Las islas Feroe son el único lugar donde han permanecido vivas hasta hoy: no sólo los textos antiguos, sino también las melodías, la forma de bailarlas en grupo, e incluso la composición de baladas de tema nuevo, además de las que se fueron componiendo a lo largo de los siglos desde finales de la Edad Media. El castellano es casi la excepción al contar con una cuidada versión de algunas de las más conocidas: Saga de los feroeses (Miraguano, 2008; trad. de M. González Campo).

Los cuentos populares no son literatura medieval, ciertamente, aunque no carecen de relación con ella, sino todo lo contrario. Muchas veces se trata de leyendas que explican el origen de algún elemento peculiar del paisaje. No existe ninguna colección de cuentos islandeses en castellano, aunque sí en gallego, a cargo de José Antonio Fernández Romero y Valentín Arias (Lendas islandesas; Vigo, Xerais, 1982). Conviene añadir que todas las traducciones, desde las primeras, cuentan con introducciones suficientemente eruditas para permitir que el lector no familiarizado con el tema adquiera los conocimientos contextuales precisos para una mejor comprensión de las obras.

Con la pérdida de la independencia, la vida islandesa entró en una prolongada fase de oscurecimiento, que incluyó la literatura. Aunque existió una poesía muy destacada, sobre todo los Himnos de la Pasión (Passíusálmar) de Hallgrímur Pétursson (1614–1674), una de las cumbres poéticas de Islandia, rara vez se tradujeron. Lo mismo sucedió con la novela del siglo XIX, excesivamente tradicional y localista. La modernidad literaria no llegó a Islandia hasta después de la primera Guerra Mundial, fundamentalmente en la poesía, que empezó a alejarse de los metros y temas tradicionales para acercarse a las tendencias modernistas. De poetas como el romántico Jónas Hallgrímsson (1807–1845) o el nacionalista neorromántico Einar Benediktsson (1864–1940) apenas se han traducido poemas sueltos y dispersos, y es con el primer gran poeta del siglo XX, Steinn Steinarr (1908–1958) cuando se empiezan a encontrar traducciones más sistemáticas, debidas las más de las veces al gran pionero en la versión de literatura islandesa, J. A. Fernández Romero.

A lo largo de los años se han publicado numerosos poemas de varios autores, tanto al castellano como, en menor número, al gallego, y se cuenta asimismo con una espléndida antología de poesía islandesa del siglo XX, en el contexto de las demás nórdicas. La trascendencia de estas versiones en el reducido mundo de la poesía de lenguas poco habituales en España ha sido escasa, por desgracia, y esos poetas siguen siendo desconocidos por la mayoría de los amantes de la poesía, aunque algunos de ellos no desdicen en absoluto de sus contemporáneos de otras áreas lingüísticas más favorecidas. Peor es la situación del teatro islandés, casi totalmente ausente del mercado español, aunque lo mismo puede decirse en el marco europeo. Es un género reciente en Islandia, que nunca ha logrado trascendencia o reconocimiento internacionales. Se cuenta, sin embargo, con una versión meritoria de M. González Campo de una pieza importante de Jóhann Sigurjónsson (1880–1919), el drama Loftur el brujo (Miraguano, 2005), muy próximo a los planteamientos nietzscheanos tan abundantes en las literaturas nórdicas de principios del siglo XX.

Es en la prosa donde se encuentra un mayor número de traducciones. Las primeras versiones fueron de obras de H. Laxness, a raíz de la concesión del premio Nobel, y después fue Guðbergur Bergsson el autor más traducido, aunque a partir de 2010 el inventario de autores ha crecido espectacularmente. De los autores «clásicos» del siglo, aparte de los ya mencionados, apenas se ha traducido a uno de los grandes novelistas que aportaron aires nuevos a la prosa islandesa, un tanto tradicional hasta Laxness y aún durante su propia actividad. Se trata de Thor Vilhjálmsson (1925–2011), muy traducido a otras lenguas, y de quien se ha publicado en castellano sólo una de sus novelas internacionalmente más reconocidas, Arde el musgo gris (M., Nórdica, 2007; versión de E. Bernárdez). Sirve como muestra, pero es todavía una visión muy limitada del trabajo de este prosista, también poeta y destacado pintor.

Las demás novelas islandesas publicadas en castellano representan a la generación más reciente, siguiendo una tendencia general por la literatura del momento, también en otras lenguas, y dejando un poco de lado obras de hace ya unos años, por muy significativas que puedan ser para la comprensión de la literatura correspondiente. De ahí que se haya traducido mucho a Sjón (seudónimo de Sigurjón Birgir Sigurðsson, 1962): Tus ojos me vieron (Siruela, 2005), El zorro ártico, (2008), Maravillas del crepúsculo (2010), Los navegantes del tiempo (2014) y El chico que nunca existió (2016), vertidas por E. Bernárdez y publicadas las cuatro últimas por Nórdica). Hallgrímur Helgason (1959): 101 Réikiavik (B., RBA, 2001; versión de Kristin Árnadóttir) y La mujer a mil grados (B., Lumen, 2013, por E. Bernárdez. De Ólafur Ólafsson (1962) apareció Camino a casa (RBA, 2000; trad. de J. A. Fernández Romero) y de Einar Már Guðmundsson (1954), Ángeles del universo por Fernández Romero (Siruela, 1999) vertida también al gallego como Anxos do universo por Elías Portela (Cangas do Morrazo, Rinoceronte, 2006).

De las mujeres novelistas más importantes se ha traducido algo de Steinunn Sigurðardóttir (un relato breve en 100 años de cuentos nórdicos) pero han aparecido obras de autoras más jóvenes, sobre todo Auður Ava Ólafsdóttir (1958), una de cuyas novelas, Rosa Candida (Alfaguara, 2011; trad. E. Bernárdez), fue un gran éxito editorial, seguida por La excepción (2014) y La mujer es una isla (2012), con planes de nuevas obras, en Alfaguara y versión de Elías Portela. Otra autora con éxito en español, Yrsa Sigurðardóttir (1963), pertenece al nutrido grupo de autores de novela negra, que veremos enseguida. Pero, aunque numéricamente la novela negra «invadió» el mercado, se siguieron publicando novelas «sin género», en algún caso cercanas al de misterio, como la de Steinar Bragi, (1975), El silencio de las tierras altas (B., Destino, 2016, trad. de E. Bernárdez) pero en otros casos son pura literatura, como Illska. La maldad, de Eiríkur Örn Norðdahl (1978), aparecida en 2018 en Hoja de Lata (Gijón), traducida por E. Bernárdez, y la versión, por Fabio Teixidó, de Para Helga (Lumen, 2018) de Bergsveinn Birgisson (1971). Una escritora significativa es Kristín Marja Baldursdóttir (1949), cuya novela La pintora de hielo apareció en Ediciones B (Barcelona) en 2014, traducida por E. Bernárdez. Mención especial merece también Jón Kalman Stefánsson (1963), cuya «Trilogía del muchacho» fue apareciendo en Salamandra, de Barcelona: Entre cielo y tierra, versión de E. Bernárdez, en 2011; La tristeza de los ángeles, versión de E. Portela (2016) y El corazón del hombre (2017),  traducida por José Manuel Fajardo al parecer del francés y no del islandés (quizá la falta de traductores del islandés, quizá simples consideraciones económicas, parecen responsables de este paso atrás hacia las «traducciones de traducciones» que se había superado hace años, que encontramos en obras actuales pero también medievales). Finalmente, Kristinn R. Ólafsson (1952) produjo la autoversión española de dos novelas suyas aparecidas en islandés: La saga de Fiolmod el intrépido (RBA, 2005) y Epitafio (Valencia, Brosquil, 2003), único caso de autor bilingüe en islandés y español. Epitafio trata la poco conocida participación islandesa en la Guerra Civil española.

Aparecieron versiones de relatos cortos de escritoras en un volumen de Ediciones de la Torre (Madrid): Hijas del frío. Relatos de escritoras nórdicas (1997, trad. de K. Ólafsson), que tradujo también la parte islandesa de la antología El vikingo afeitado, sobre la crisis de la masculinidad en el mundo nórdico. Una antología de relatos breves islandeses, traducidos por E. Bernárdez, es Cien años de cuentos nórdicos (De la Torre, 1995). El género de la novela negra, en su versión islandesa, fue inaugurado por la publicación de El último ritual (Suma de Letras, 2006) de Yrsa Sigurðardóttir (1963), novela seguida por Ladrón de almas (2007) y Ceniza (2008), ambas por E. Bernárdez en Suma de Letras (Madrid), y Sé quién eres (2014), Los indeseados (2014) y Mentiras, en Reservoir Books (2017) y traducción de Fabio Teixidó.

Las obras de esta autora se vieron seguidas por las del principal autor del género, Arnaldur Indriðason (1961), de quien apareció primero, en 2006, Las marismas, en versión de K. Arnadóttir, y enseguida La mujer de verde (2008), traducida por E. Bernárdez, ambas en RBA, donde también aparecieron La voz (2010), El hombre del lago (2010) e Hipotermia (2015) asimismo a cargo de E. Bernárdez, además de Invierno ártico (Círculo de Lectores, 2013) por el mismo traductor. F. Teixidó se ocupó de Pasaje de las sombras (2013), Bettý (RBA, 2017) y En el abismo (2017), todas publicadas por RBA, como Naturaleza hostil (2018), vertida por Albert Beltrán, aunque probablemente no del islandés. Varios de estos textos se tradujeron a su vez al catalán.

La novela negra islandesa invadió el mercado con grandes éxitos como los mencionados La mujer de verde (que apareció como Silencio sepulcral en otra editorial, en la misma versión) y El último ritual. Otros autores de novela negra islandesa son Árni Thórarinsson (1950) con El tiempo de la bruja (2010, versión de E. Bernárdez) y El domador de insectos (2013, versión de K. Ólafsson), ambas en Ámbar (Barcelona); Óttar Martin Norðfjörð (1980) con La cruz solar (B., Duomo, 2011; versión de E. Bernárdez), y Viktor Ingólfsson (1955), cuya novela El enigma Flatey fue traducida por Elías Portela em 2014 para Alfaguara.

No es mucha la literatura para niños y jóvenes traducida del islandés. Aparte de Tota y el dedo de papá, de G. Bergsson, han aparecido dos novelas traducidas por Mariano González Campo: Puedes llamarme Bubu (2001) y Traigo un mensaje para Bubu (2003), ambas de Thorvaldur Thorsteinsson (1960–2013) y publicadas por Siruela, se cuenta con la más reciente de Lani Yamamoto (1965) Tina Superfriolera (Nórdica, 2015; versión de E. Bernárdez). K. Ólafsson tradujo relatos infantiles islandeses en la antología nórdica Historias desde el hielo, para RBA (2003).

En el terreno de la poesía se ha hecho bastante poco. Existen solamente, además, de los poemas traducidos por Fernández Romero en la gran antología de Poesía nórdica (De la Torre, 1999), dos antologías de poeta: Jóhann Hjálmarsson (1939) publicado por Libros del Innombrable (Zaragoza) en 1998, versión de Fernández Romero, o Caballo negro en la oscuridad, de Nína Björk Árnadóttir (1941–2000), traducida por Rafael García Pérez para Torremozas (M., 2018).

La prosa islandesa traducida, no llega a representar adecuadamente la producción literaria del país, si bien las obras vertidas son, sin lugar a dudas, de gran calidad en su mayoría de los casos. La consecuencia es que, aunque no está normalizada todavía la presencia de la literatura islandesa en España, se ha avanzado muchísimo en poco más de quince años. Tampoco la crítica es demasiado receptiva a las obras traducidas del islandés. De ahí, que no suelan ser habituales los grandes éxitos comerciales, aunque haya alguna excepción, y que no existan prácticamente trabajos académicos sobre esta literatura, que sólo es accesible, precisamente, en traducción.

 

Bibliografía

Enrique Bernárdez, «Acerca de la traducción de los kenningar, y algunos otros aspectos de la traducción de la poesía escáldica», Filología Moderna 68–70 (1980), 223–240.

Jorge Luis Borges & Delia Ingenieros, Antiguas literaturas germánicas (1951), México, FCE, 2003.

Jorge Luis Borges & M.ª Esther Vázquez, Literaturas germánicas medievales (1966), Madrid, Alianza, 2008.

Santiago Ibáñez Lluch, «La leyenda de Amleto en la Historia Danesa de Saxo Gramático», Estudios Ingleses de la Universidad Complutense 5 (1997), 261–278.

 

Enrique Bernárdez