Anónimo 1872

Anónimo: «Advertencia a nuestros lectores»

Charles Darwin, El origen de las especies por selección natural o Resumen de las leyes de transformación de los seres organizados, Madrid, Imprenta a cargo de Jacobo María Luengo, 1872, I-V («Biblioteca Social, Histórica y Filosófica»)

Fuente: Francisco Lafarga, Carole Fillière, M.ª Jesús García Garrosa & Juan Jesús Zaro, Pensar la traducción en la España del siglo XIX, Madrid, Escolar y Mayo, 2016, 222–223.

 

Las ciencias sociales, políticas y filosóficas, que son la causa ocasional de esa perturbación europea y serán su remedio, poco estudiadas en España por la reducida masa de hombres ansiosos de instrucción, que forman el núcleo de nuestro pueblo, puede decirse que son únicamente patrimonio intelectual de algunos espíritus atraídos y fascinados por cuanto hay de grande, generoso y sorprendente en toda idea innovadora. […]

Esos hombres hablan a la multitud un lenguaje que no entiende, no porque exceda el límite de sus facultades ni mucho menos, sino porque no ha podido aprenderlo por dos causas principales:

  1. Porque esas ciencias, que podemos llamar nuevas, aunque no lo son, sino tan antiguas como el mundo, en el presente siglo se han desarrollado y han tomado su carácter trascendental fuera de España, en pueblos cuyas lenguas nos son, por regla general, desconocidas.
  2. Porque esa circunstancia, y otras que de ella naturalmente se deducen, impiden que esos libros se pongan por su ínfimo precio al alcance de un público que lee muy poco y está acostumbrado a leer eso poco muy barato.

Tal es el doble problema que intentamos resolver con nuestra biblioteca social, histórica y filosófica: poner al alcance del pueblo español lecturas útiles, más que útiles necesarias, más aún que necesarias, imprescindibles; y ponerlas a un precio casi fabuloso y seguramente mucho más reducido que el de las fútiles novelas y libros de puro entretenimiento.

[II] La biblioteca social, histórica y filosófica, para cumplir su misión […] ha de ser un campo abierto a todas las opiniones, donde figuren al lado de los atrevidos filósofos que de negación en negación han llegado a la horrible negación de Dios, los escritores de la escuela cristiana y católica, que han sabido hermanar las eternas verdades del Evangelio con las abstracciones de la ciencia y las necesidades de la sociedad; al lado de los reformadores alemanes, ingleses y franceses, que prescinden de la tradición, de los hechos que han constituido el organismo social desde los primeros tiempos del mundo, los individualistas, los estadistas de la escuela llamada propiamente conservadora, fuente más perenne que otra alguna de los hombres de gobierno; que el lector de nuestra biblioteca vea […] desfilar ante sus ojos todos los elementos de esa ciencia nueva, de esa ciencia social, que está siendo palanca de Arquímedes contra el viejo edificio asestada.