Antonio de Sancha: «Aviso del editor»
Encyclopedia metódica. Fábricas, artes y oficios, traducidos del francés al castellano por Don Antonio Carbonel, Madrid, Imprenta de Sancha, 1794, I, 2 pp. sin numerar.
Fuente: M.ª Jesús García Garrosa & Francisco Lafarga, El discurso sobre la traducción en la España del siglo XVIII. Estudio y antología, Kassel, Reichenberger, 2004, 277–278.
[1] El diccionario de Fábricas y Artes, cuya traducción damos a luz, […] es una de las partes de esta grande masa de los conocimientos humanos, no menos esencial, si no tan brillante, que la de las ciencias más sublimes, al bien de la sociedad civil, y seguramente la más útil a sus individuos después de la agricultura, fecunda madre de su subsistencia.
Conocida por el editor la importancia de este tratado y con más razón entre nosotros, en quienes no han tenido las Artes y Oficios aquel justo aprecio que han merecido entre los extranjeros, cuyas plumas, aun las más científicas, han descendido a explicar su método, reglas, enseñanza y beneficios, hasta componer su historia; se ha puesto todo el posible conato ya en la presteza de la ejecución, ya en la exactitud de la traducción, ya en la copia de las adiciones y suplementos, para hacer este servicio al público y honor a las artes y artífices.
A primera vista parece fácil la traducción de unas materias, digamos mecánicas, comunes, ordinarias, en comparación de las sublimes, abstractas, filosóficas, que encantan el entendimiento, y roban el respeto de los estudiosos y sabios. Pero por desgracia no es así; porque las ciencias tienen un vocabulario general, derivado del griego y del latín, que las ha hecho comunicables e inteligibles entre todas las naciones cultas; y aunque la gramática de estas sea diversa, la lengua científica viene a ser una misma.
Las Artes y Oficios, nacidos y criados en las rústicas aldeas, aunque después pulidos y perfeccionados en las ciudades y en las cortes, conservan la lengua vulgar de sus mecánicos padres, se resienten de su origen obscuro y retirado; así es su diccionario tradicional, peculiar a cada nación y tal vez a cada provincia, desconocido del resto de los hombres, y como misterioso para los que no ponen las manos en ellos.
Entre nuestros españoles, que no han dedicado sus plumas y sus observaciones a la descripción y enseñanza de las artes mecánicas, es más desconocido, misterioso y recatado el idioma de ellas; retraído anda en los talleres y oficinas, y allí lo ha de buscar el sabio, para trasladarlo a los diccionarios técnicos y facultativos, como lo han hecho los extranjeros.
Este trabajo entre nosotros estaba por hacer; la lengua francesa, muy rica en este ramo, no podía servir de auxilio para verter la definición y el significado de los nombres solo con acomodar la terminación o la ortografía de las voces a nuestro uso, como sucede con las de guerra, de jurisprudencia, de matemática, de física, de política y, en fin, de toda literatura. La definición nos hacía conocer el significado de la voz francesa; pero la equivalente española para el mismo objeto, forma y uso, andaba desterrada de los obradores. En ellos se ha buscado con mucho afán y paciencia; ojalá se hubiese hallado con igual fruto. Los maestros, los fabricantes mismos, como conjurados [2] contra la ilustración, han mostrado tanto recato y tanta repugnancia, no sé si diremos temor, a comunicar los términos facultativos de sus utensilios, de sus operaciones y de los mismos artefactos que tienen entre las manos, que más de una vez se ha desesperado poder salir con la empresa ni cumplir con el público la palabra.
Todos estos motivos de dificultad, los unos de parte de la lengua escrita, los otros de parte de los que no escriben la suya, han retardado y embarazado la publicación de este tomo y han hecho ardua la traducción de los artículos, cuyas faltas o yerros inevitables sabrá el público disimular con la indulgencia que merece una empresa tan nueva.