March, Ausiàs (Valencia, 1400–Valencia, 1459)
Escritor en lengua catalana, uno de los mayores poetas europeos de su siglo. Desbanca definitivamente la koiné provenzal y se expresa en la variante valenciana de un catalán tan culto como vivo. El estilo argumentativo y sincero que caracteriza sus cantos combina sutiles momentos de abstracción teórica con creativas descripciones de su experiencia en términos psicoemotivos, a veces fisiológicos. La fuerte subjetividad poética de March, enamorada, atormentada y crítica, marca un antes y un después en el seno de la tradición lírica y configura una abertura hacía un nuevo horizonte de modernidad.
Su obra, discretamente copiosa (128 cantos), nos ha sido transmitida a través de los manuscritos y de las primeras ediciones (siglos XV–XVI). Gracias a estas copias y a las traducciones al castellano, March se convirtió en un poeta de referencia para el Renacimiento peninsular, y así lo muestran las declaraciones de admiración o las imitaciones de algunas de las grandes plumas de los Siglos de Oro, como Juan Boscán, Garcilaso o Lope de Vega. Un segundo momento de pujanza hay que situarlo en la modernidad, gracias al impulso de la Renaixença al que se sucedieron las ediciones modernas, entre ellas la de Amadeu Pagès (1912–1914), Pere Bohigas (1951–1959) y Robert Archer (1996 y 2017), además de nuevas traducciones y propuestas críticas. En definitiva, la recepción marquiana más allá de sus fronteras lingüísticas es intensa pero discontinua, y por lo que se refiere al ámbito ibérico o español estos dos grandes momentos de inflexión están siempre marcados por la aparición de traducciones.
La primera de ellas es la edición bilingüe catalán–castellano de Baltasar Romaní (Valencia, Juan Navarro, 1539): Las obras del famosíssimo philósofo y poeta Mosén Osias Marco, cavallero valenciano de nación catalán, traduzidas por don Baltasar de Romaní y divididas en quatro Cánticas: es a saber: Cántica de amor, Cántica moral, Cántica de Muerte y Cántica spiritual. Dirigidas al excelentíssimo señor duque de Calabria. Se reeditó en Sevilla en 1553, y goza de una edición moderna por Vicent J. Escartí (Valencia, Bancaixa–Universitat de València, 1997). Se trata de una selección de 46 cantos en los que se imita la métrica del decasílabo catalán, a veces creando un efecto de rigidez y excesiva compresión. En cuanto a los contenidos, en varias ocasiones Romaní simplifica el texto o lo modifica para adaptarlo a la ortodoxia católica. Elogia la contribución de March pero subraya el problema de su «áspera lengua»; de hecho, puede apreciarse un intento de petrarquización del original valenciano. Francisco de Quevedo poseyó un ejemplar de la primera edición, en los márgenes del cual se hallan seis traducciones que permanecieron inéditas. Se ha barajado la hipótesis de que el autor fuese el mismo Quevedo, aunque la cuestión es causa de controversias.
También en Valencia, por aquel entonces centro importante de producción editorial. Allí, se publicó en 1560 (por Joan Mey) la segunda gran traducción al castellano, obra de Jorge de Montemayor (con posteriores ediciones en Zaragoza, 1562 y Madrid, 1579) y que recoge 97 poemas: Primera parte de las obras del excellentísimo poeta y philósopho mossén Ausiàs March cavallero valenciano, traduzidas de lengua lemosina en castellano por Jorge de Montemayor y dirigidas al muy magnífico señor mossén Simon Ros. Hay ediciones modernas por Martín de Riquer (Traducciones castellanas de Ausiàs March en la Edad de Oro, B., Instituto Español de Estudios Mediterráneos, 1946) y Francisco Carreres (Las obras de Ausiàs March traducidas por Jorge de Montemayor, M., CSIC, 1947). El traductor moderniza el metro de March con el endecasílabo de origen italiano, ofreciendo al oído una mayor fluidez. También en este caso pesaron la censura y los efectos de una compresión no siempre exacta, aunque el resultado final resulte poéticamente más convincente.
Cabe recordar asimismo la posterior traducción latina del humanista Vicent Mariner; mientras que otros testimonios de la época son de menor importancia, como es el caso de una traducción anónima castellana de finales del XVI, que permanece inédita (Biblioteca Nacional de España). También es justo mencionar las ediciones de la obra del poeta a lo largo del siglo XVI (Valencia, 1539; Barcelona, 1543, 1545 y 1560; Valladolid, 1555), puesto que en menor medida plantean la cuestión de la comprensión y la translación lingüística, al incluir equivalencias de vocabulario mediante una lista de palabras «oscuras» del original catalán con su versión al castellano.
En síntesis, los trasmisores de March en el Siglo de Oro demuestran una fascinación particular y capaz de soportar ya sea la discrepancia respecto al estilo dolce que penetraba con fuerza en el gusto de la época, ya sea la diferencia lingüística que acarreaba algunos prejuicios culturales. Estas diferencias, a su vez, se engloban en un movimiento de intercambio más amplio, marcado por la proliferación de traducciones de obras catalanas al castellano a partir del siglo XIV y sobre todo del XV–XVI, coincidiendo con la llegada de la casa de Trastámara a la Corona de Aragón.
El segundo gran momento de la recepción de March en España coincide con una proliferación de traducciones: a partir de los primeros años del siglo XX puede leerse en nuevas versiones en español, así como en otras lenguas. En castellano se han publicado una veintena de traducciones, aunque la mayoría son antologías parciales. Los dos únicos trabajos que abrazan la obra completa son versiones en prosa, debidas a Rafael Ferreras (Obra poética completa, M., Castalia, 1979), meritoria, pero a menudo discutible; y a Marion Coderch con José María Micó (Dictats, M., Cátedra, 2017), fiable y realmente útil al lector.
Sería engorroso enumerar el resto de las traducciones poetizadas o no al castellano moderno. Sin embargo, una relación detallada se encuentra en la biblioteca del autor dirigida por R. Alemany e integrada en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, así como en la página Visat.com, obra de P. Sanchís. Vale la pena destacar, entre estos trabajos, las aportaciones de Manuel de Montoliu (Ausias March, B., Cervantes, 1921), M. de Riquer (Poesía, B., Yunque, 1941), Jesús Massip (Canto espiritual, Tortosa, Géminis, 1959), Enrique Badosa (La lírica medieval catalana, M., Rialp, 1966), José Batlló (Ocho siglos de poesía catalana, en edición de J. M. Castellet y J. Molas, M., Alianza, 1969), Juan Antonio Icardo (Poemas, Las Palmas, Inventarios Provisionales, 1973), Juan Ramon Masoliver (Antología poética, B., J. Batlló, 1976; nueva ed. en 1985), Pere Gimferrer (Obra poética, M., Alfaguara, 1978) o J. M.ª Micó (Las páginas del Cancionero, Valencia, Pre–Textos, 2004). En definitiva, tanto las primeras traducciones castellanas (valiosas, aunque poco útiles para la comprensión del poeta en la actualidad) como las modernas (algunas de ellas imprescindibles) constituyen una aportación fundamental para integrar a este gran clásico en el canon literario.
Bibliografía
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Cèlia Nadal Pasqual