Germán Bleiberg: «Traducción»
Originalmente en Germán Bleiberg & Julián Marías (dirs.), Diccionario de Literatura Española (Madrid, Revista de Occidente, 1949).
Fuente: Julio–César Santoyo, Teoría y crítica de la traducción: antología, Bellaterra, Universitat Autònoma de Barcelona, 1987, 248–249.
[248] TRADUCCIÓN. Es la actividad literaria que presenta en una lengua lo que antes fue dicho o escrito en otra. La traducción puede considerarse como una labor de la más alta estimación intelectual; tanto por lo que representa en cuanto a trabajo desarrollado por el traductor, como por lo que se refiere a las relaciones culturales entre los pueblos de distinto idioma. La traducción reviste, sobre todo en obras de carácter literario, una dificultad extraordinaria; la literatura lírica suele encontrar obstáculos insuperables para ser vertida de una lengua a otra, porque siempre perderá, al menos, parte de su musicalidad original. En obras de carácter costumbrista hay numerosos pasajes que requieren, más que una traducción, una adaptación al espíritu de la lengua a la que se traduce. De un modo general, reviste casi más dificultad una traducción de obras escritas en lenguas vivas que en lenguas muertas, pues así como en las primeras el lenguaje está aún sometido a evoluciones semánticas y alteraciones en el significado de los modistos, en las lenguas muertas se han fijado definitivamente sus posibilidades de interpretación. Hay algunos críticos que rechazan la posibilidad de una traducción totalmente fiel; a ello se refiere el proverbio italiano traduttore traditore. Cuando se trata de obras literarias, hay que presuponer en el traductor un talento literario de primer orden; en este sentido, por ejemplo, fray Luis de León no tuvo inconveniente en traducir a Horacio, a Virgilio y a los poetas bíblicos, entre otros, y Quevedo nos ha dejado traducciones de obras clásicas y de lenguas vivas; en otros países, Goethe tradujo la Autobiografía de Benvenuto Cellini, y los románticos alemanes hicieron versiones magistrales de Shakespeare y de Calderón. Esto prueba que la traducción es una labor reservada al verdadero escritor, para que el valor de [249] la versión esté a la misma altura que la obra original. Las creaciones líricas (como se ha apuntado más arriba) son las más difíciles de traducir y hay divergencias de opinión sobre los procedimientos a seguir en poesía; algunos críticos son partidarios de una versión libre que conserve en lo esencial el ritmo lírico que tiene la poesía original; otros prefieren que se refleje en la versión el fondo o la idea, casi literalmente, y para ello aconsejan que se sacrifique el ritmo. Como generalmente no pueden separarse fondo y forma, resulta, en rigor, intraducible la poesía lírica. Es frecuente seguir un sistema mixto; hacer una traducción literaria; otra, más libre, de adaptación a la métrica, y presentar ambas acompañadas del texto original, para que el lector pueda, si conoce el idioma original o, al menos, tiene nociones, combinar y comprender mejor el significado total de un poema. Es innecesario insistir en la importancia que para la convivencia de los pueblos, en el orden de la cultura, ha tenido el arte de la traducción. Ejemplo de ello, en España, ha sido la famosa Escuela de Traductores de Toledo.