Antonio de Nebrija: «Prólogo» a Introduciones latinas contrapuesto el romance al latín (1488)
Introduciones latinas contrapuesto el romance al latín, Madrid, Biblioteca Nacional de España, Inc. 1168 (antigua I 1009), ff. a1ra–a2rb
Fuente: Tomás González Rolán & Antonio López Fonseca, Traducción y elementos paratextuales: los prólogos a versiones castellanas de textos latinos en el siglo XV, Madrid, Guillermo Escolar, 2014, 604–607.
A la muy alta e muy esclarecida Princesa doña Isabel la tercera d’este nombre, Reyna e Señora natural de España e las islas de nuestro mar. Comiençan las Introduciones Latinas del maestro Antonio de Nebrissa contrapuesto el romance al latín por mandado de su alteza.
[f. a1ra] Si los otros subditos e vassallos de vuestra real magestad que han dado obra al estudio de las letras así miraran por el bien publico e ornamento de vuestra España, como yo que soy el menor d’ellos, no menos sobraría nuestra nación a todas las otras en el conocimiento de las artes buenas e honestas, que las sobra agora en todos los bienes que los ombres posseen por beneficio de la naturaleza e fortuna.
Dexo el sitio e fortaleza natural de nuestra España, la qual, como dize Lucio Floro, nunca los romanos pudieran subjuzgar, si los moradores d’ella conocieran sus fuerças y como de la parte del medio día la defiende el mar Mediterráneo, que los antiguos llamaron nuestro; de la parte del occidente e septentrión, e el océano Atlántico e Cantábrico; de parte de oriente donde ella es más estrecha, los montes Pireneos, que la apartan de las Gallias, Aquitania e Narbonense.
Dexo la templança e frescura del aire, el qual dize Trogo Pompeio ques muy singular, no solamente por que como diximos está quasi por todas partes cercada de mar, mas por esta buelta e [f. a1rb] trastornada contra los vientos que los griegos llaman Zephyros por que nos dan la vida, los latinos dizen Favonios, por que nos halagan e recrean.
No quiero agora dezir como toda esta preñada de mineros de oro, de plata, de hierro y de todos los otros metales la invención de los quales no menos que todas las otras buenas artes está oy entre nos otros perdida. Por que allende lo que los poetas fingen que Minio en Galizia, Teio en Lusitania, Guadalquevir en el Andaluzia llevan ala mar arenas de oro, escrive Plinio en la Natural Historia quel oro de España se prefiere a todos los otros géneros d’este metal. El qual auctor eso mesmo dize que sus platerías rentavan cada un día a Hanibal una infinidad de dinero quando la posseían los carthaginenses, lo qual concuerda con lo que de aquellos tiempos está escripto en el primero libro de los Macabeos: que oyó Iudas Macabeo como entre otras muchas hazañas que los romanos hizieron, avían reduzido a su poder los mineros de plata e de oro que estavan en España e que por esta causa se movió a hazer con ellos amistad e compañía.
Callo la copia e generosidad de cavallos e mulas, bueyes e vacas, ovejas e cabras celebrada por todos los auctores, hasta fingir los poetas que Geriones rey de España fue pastor, de cuyo despojo Hércules vencedor no llevó otra cosa si no ganados en la pompa e apparato de su triumpho. Dexo en summa tanta abundancia de pan, vino, miel, azeite, fruta, caça, pescado e [f. a1va] todas las otras cosas que son para necessidad o arreo de la vida humana. Dexo, como dize Iustino, que lo stérile d’ella es frutuoso dando nos vidro e esparto. Dexo por que no me detenga en cada cosa, que de ninguna parte del mundo tantas cosas se cargan para otra, ni menos se trahen de fuera, e aun essas no muy necessarias.
Vengo a lo ques proprio del ombre: ninguna otra nación, como dize Trogo Pompeio, es tan sufrida de hambre, calor, frío, trabajo, tan constante e fiel en las alianças públicas e amistades privadas –como parece en los saguntinos e aquel siervo que en vengança de su señor mató al príncipe e capitán de los carthagineses–, tan cobdiciosa de la honra e saber e osar morir por ella.
Pues, ¿qué diré del ingenio e memoria de los ombres de nuestra nación cerca de qual quier género de doctrina en que quisieron trabajar? Da testimonio e señal d’esto que, dentro de un siglo en que las letras latinas más florecieron, dio nuestra España o los primeros o alomenos los segundos. En el verso heroico, por consentimiento de todos, a Lucano el segundo e no mucho lexos d’él a Silio Itálico. En la tragedia, a Séneca no solamente el primero, mas el que de todos los trágicos latinos mereció durar hasta nuestros tiempos. En los epigramas, a Valerio Marcial el primero, salva paz de los que mucho aman de Valerio Catullo. En la oratoria, si ninguno puede igualar con la fertilidad e copia de Marco Tullio, tenemos sin ninguna contención a Marco Fabio Quintiliano en la segunda orden e a Séneca Gallión el tercero. Pues ya en su genero, ¿quién pudo ser más diligente que Columela en el agricultura, que Pomponio en la cosmographía que Trogo en la historia?
Mas, ¿a qué fin avemos traído tantas cosas en alabança de nuestra España? Para demostrar lo que en el comienço diximos: que para el colmo de nuestra felicidad e complimiento de todos los bienes, ninguna otra cosa nos falta, sino el conocimiento de la lengua en que está, no solamente fundada nuestra religión e república christiana, mas aun el derecho civil e canónico, por el qual los ombres biven igualmente en esta gran compañía, que llamamos ciudad; la medicina, por la qual se contiene nuestra salud e vida; el conocimiento de todas las artes que dizen de humanidad por que son proprias del ombre en quanto ombre. Y como este sea el primer principio e entrada para todas ellas, todo lo que cerca d’él se yerra, aunque parece ques poco negocio, después nos lleva a grand labyrintho de confusión, por que como dize Aristóteles poco error en el principio se haze grande enel fin, e en otro lugar, quel peccado en las puertas no es tolerable.
D’esta ignorancia viene que los que oy enplean sus trabaios en el estudio de la Sacra Escriptura, como no pueden entender los libros de aquellos santos varones que fundaron nuestra religión, digo Orígenes, Eusebio, Hylario, Basilio, y de los latinos Tertulliano, Lactancio, Cipriano, [f. aIIra] Ambrosio, Augustino, Hierónimo, pássanse a leer otros auctores que escrivieron en aquella lengua quellos deprendieron. De aquí viene que los iuristas apenas entienden la imagen e sombra de su código e digestos. De aquí que los médicos no leen dos lumbres de la medicina Plinio segundo e Cornelio Celso. De aquí que todos los libros en que están escriptas las artes dignas de todo ombre libre yazen en tinieblas sepultados. Y por que en breve tengo de publicar una obra de vocablos en latín e romance, en que provoco e desafío a todos los nuestros que tienen hábito e professión de letras, no digo más en esta parte, sino que desde agora les denuncio guerra a fuego e a sangre, por que entre tanto se aperciban de razones e argumentos contra mí.
Vengo agora muy esclarecida reyna e señora a lo que vuestra alteza por sus letras me mandó, para algún remedio de tanta falta que aquellas Introduciones de la lengua latina que yo avía publicado e se leyan ya por todos vuestros reinos: las bolviesse en lengua castellana contrapuesto el latín al romance. Quiero agora confessar mi error, que luego en el comienço no me pareció materia en que yo pudiesse ganar mucha honra, por ser nuestra lengua tan pobre de palabras: que por ventura no podría representar todo lo que contiene el artificio del latín. Mas después que començé a poner en hilo el mandamiento de vuestra alteza, contentome tanto aquel discurso, que ya me pesava aver [f. aIIrb] publicado por dos vezes una mesma obra en diverso stilo, e no aver acertado desdel comienço en esta forma de enseñar, mayormente los ombres de nuestra lengua. Que aun que por aquellas puedan mucho aprovechar los que tuvieren buenos preceptores, esta igualmente se offrece a los que saben e a los que quieren saber, a los que enseñan e deprenden, a los que han olvidado lo que en algún tiempo supieron e a los que de nuevo quieren deprender, e a todos essos no con mucha conversación de maestros.
De donde a lo menos se siguirá aquel conocido provecho que de parte de vuestra real magestad me dixo el muy reverendo padre y señor el obispo de Ávila: que no por otra causa me mandava hazer esta obra en latín e romance, sino por que las mugeres religiosas e vírgenes dedicadas a Dios, sin participación de varones pudiessen conocer algo de la lengua latina. ¡O bienaventurança de nuestros tiempos, en que quiere nuestra princesa e governadora no solamente reducir a nuestros siglos las costumbres e sanctidad antigua, mas aun las letras en que florecieron aquellas sactas hembras Paula, Marcella, Iullia, Blesilla e otras muchas a quien los sanctos doctores de aquellos tiempos endereçavan sus obras!
Y por que sepa el lector en qué lugar está cada cosa de las que querrá buscar, puse luego en frente lo que se contiene por orden en cada uno de los cinco libros en que se parten nuestras Introduciones.