José Alcalá Galiano: «[Carta dedicatoria al] Sr. D. Marcelino Menéndez y Pelayo»
Poemas dramáticos de Lord Byron: Caín – Sardanápalo – Manfredo, Madrid, A. Pérez Dubrull, 1886, VII–XIV.
[X] Comparaba Madame de Sévigné a los traductores con los criados que al dar un recado suelen decir lo contrario de lo que sus amos les encargaron. Yo no sé si he transmitido con acierto el lírico mensaje del vate, amo de mi espíritu; pero puedo asegurar a V. que he tratado de reproducirle verso por verso y con fidelidad casi telefónica. Bien sé que así como Cicerón traducía a Demóstenes non ut interpres sed ut orator, para traducir un poeta hay que hacerlo a lo poeta, es decir, conservando la esencia, la magia, el espíritu más que la letra, el armazón, el esqueleto gramatical en que la belleza escrita se encarna y transfigura. Empero, más que tan poética [XI] aspiración ha podido en mí el afán de la fidelidad textual; esa fidelidad ha sido el freno de mi pensamiento, y hasta casi la falsilla que ha guiado mi temblorosa y vacilante pluma; a esa fidelidad he sacrificado muchas veces la sonoridad de los versos, los arranques y aun líricas tentaciones de la forma. Por eso, salvo en el Sardanápalo, en el que, cediendo a no sé qué pueril atracción, he seguido la rutinaria tradición del romance endecasílabo empleado en las tragedias clásicas, en los otros poemas he procurado dar al verso suelto en que están escritos cierta intencional aspereza e inarmonía, cierta forma selvática adecuada y como calcada al trasluz sobre el blank verse byroniano; sin contar con que ya el verso libre, aun manejado con el arte de Moratín y Jovellanos, disuena, en general, a los ineducados oídos españoles, tan propensos y enamorados de las sonoridades, lirismos y hasta (si V. me consiente la frase) guitarrismos de nuestra punteada poesía popular.
Nada diré a V., como más en particular deseaba, sobre mi traducción del Fausto de Marlowe, que debía formar parte de este tomo, pues no habiendo tenido cabida en él, por hacerle exceder de su natural volumen y prenumeradas páginas, quedará por ahora durmiendo en [XII] compañía de mis otras juveniles y estudiantiles traducciones de Leopardi, Virgilio, Shakespeare, Schiller y otros menores poetas, que atestan mi ya apolillada cartera de traductor y literato.