Tomás de Iriarte: «Prólogo del traductor»
Joachim Heinrich Campe, El nuevo Robinsón, historia moral, reducida a diálogos para instrucción y entretenimiento de Niños y Jóvenes de ambos sexôs. Escrita recientemente en Aleman por el Señor Campe; traducida al Ingles, al Italiano, y al Frances, y de éste al Castellano con varias correcciones por D. Tomás de Yriarte, Madrid, Benito Cano, 1789, I, V–XXIII
Fuente: M.ª Jesús García Garrosa & Francisco Lafarga, El discurso sobre la traducción en la España del siglo XVIII. Estudio y antología, Kassel, Reichenberger, 2004, 240–241
[IX] Con tan apreciables mejoras no es de admirar que la lectura de este [X] libro haya llegado a propagarse en las naciones más cultas de Europa, contándose ya entre los indispensables para la buena educación. Corren traducciones de él en inglés y en italiano, dos en francés distintas una de otra, y así de éstas como del original alemán se están repitiendo continuamente ediciones.
No ha mucho tiempo que ha empezado esta obra a ser conocida en España; algunos celosos del bien público anhelaban ya verla traducida, y yo, por satisfacer estos deseos y por estar persuadido de que puede traer sumo beneficio no solo a niños y jóvenes, sino también a los que han llegado a edad madura sin haber leído cosa que los instruya y que los obligue a ejercitar útilmente el discurso, me animé a trasladar al castellano un tratado que por experiencia de otras naciones consta haber sido tan provechoso.
Pero, lejos de ceñirme a una traducción rigurosa y literal, me he [XI] tomado libertad en suprimir, aumentar o alterar no pocos lugares (aunque sin apartarme demasiado de la substancia y método del original) ya con el fin de corregir varias equivocaciones, ya con el de aclarar doctrinas que no parecerían acomodadas a la comprensión de los niños o ya para evitar ciertas repeticiones molestas y algunas digresiones que los distraerían del principal asunto.
[XII] De igual libertad he usado cuando, por observar la verosimilitud debida respecto a las diferentes edades e instrucción de los interlocutores, pongo en boca del padre o de los jóvenes más adelantados cosas que en el original se suponen dichas por niños de tan tierna edad, que difícilmente podrían saberlas. Al mismo tiempo, he procurado dar al estilo (sin salir del familiar y sencillo que corresponde a semejantes diálogos) más o menos dignidad según es el personaje que habla y, sobre todo, he aspirado a conservar la pureza y propiedad de la frase castellana, por la justa consideración de que en obra que han de leer niños, a quienes fácilmente se pega cualquier resabio, son más perjudiciales que en otra alguna los descuidos de lenguaje y de construcción.