Querol

Vicente Wenceslao Querol: «Prólogo»

James McPherson, Gaul. Poema de Ossian, traducido en verso castellano por Antonino Chocomeli Codina. Traducciones de Victor Hugo, Young, Ossian, Gautier, Lamartine, Poe y Schiller, Valencia, Imprenta a cargo de R. Ortega, 1874, 914.

 

[9] Ser, no solo poeta, sino buen poeta: abundar en trabajos propios de indisputable mérito y anunciarse, sin embargo, al público con un sencillo tomo de traducciones, es prueba de modestia poco común en estos días de petulancia y envanecimiento literario que [10] malaventuradamente corremos. El Sr. Chocomeli ha querido dar muestra de respeto a los maestros que le han guiado por el áspero sendero de las Musas, presentándose en el estadio de las letras apadrinado por los ilustres nombres de sus autores favoritos, y ese noble propósito no acusa timidez y granjea las simpatías de los lectores.

Traducir bien y, más aun, trasladar poesías extranjeras en verso castellano, no es empresa baladí que merezca desdeñarse por los más aquilatados ingenios. Cierto que la traducción, obligando a seguir las ideas del original, no puede revelarnos el brillo o profundidad de los pensamientos propios del traductor; pero en el modo de identificarse con la obra que se copia, en la entonación rítmica, en la fluidez del lenguaje, en la equivalencia exacta de las voces, en el giro castizo del idioma, en la traslación feliz de los ajenos conceptos y en el modo de sentir y comprender la manera y estilo propios del autor que se ha escogido por modelo, pueden desarrollarse tales y tan felices dotes, que con razón sea tenido el traductor por [11] esclarecidísimo poeta. Nuestra historia literaria abunda en ejemplos de cómo una traducción concienzuda logra fama imperecedera, y, cómo, careciendo de estro e inspiración propios, es imposible trasladar, ni medianamente siquiera, las grandes obras de los autores extranjeros, por más que sea familiar al que traduce el idioma en que aquellos escribieron.

Pero si la traducción poética es difícil, el ejercitarse en ella es provechoso y casi diríamos necesaria escuela para los jóvenes ingenios. La traducción de los clásicos, latinos y griegos, sirvió de educación literaria a nuestros padres, y hoy que, con grave daño del buen gusto, se desdeña el estudio de las obras maestras del arte antiguo, compensará en cierta manera su olvido el concienzudo análisis de aquellas producciones modernas que gozan de justa celebridad en toda la Europa culta. La inteligencia se vigoriza con el trato y comercio de los más afamados libros de otros países, equivale, en la esfera de la vida [12] intelectual, a ese cruzamiento de razas que vivifica y fortalece la sangre de los pueblos dentro del orden fisiológico.

El Sr. Chocomeli ha sabido dar a su libro amenidad y atractivo escogiendo con delicado gusto y las obras y los autores.  Quien recorra sus páginas verá reflejarse sucesivamente la poderosa y arrebatadora  imaginación de Victor Hugo, el clásico, sobrio y severo estilo de Byron, el artifició algún tanto conceptuoso de Teófilo Gautier, la melancólica inspiración de Lamartine, el quejumbroso sentimentalismo de Young, las extravagantes pero profundas ideas de Poe, la serenidad de formas de Schiller y la sencillez algunas veces afectada, pero siempre artística y poética de los poemas Osianicos. El Sr. Chocomeli se ha esforzado en conservar a cada poeta el estilo que le es propio y a cada poesía el tono y colorido del original, lográndolo siempre que traslada a nuestro idioma los autores franceses, y superando muchas veces con rara fortuna las dificultades que oponen para una versión exacta aquellas lenguas que por su contextura [13] gramatical y valoración prosódica difieren totalmente de la nuestra.