Montemayor, Jorge de

Montemayor, Jorge de (Montemor–o–Velho, 1520–Piamonte, 1561)

Escritor y traductor portugués en lengua castellana. Pasó buena parte de su vida entre las cortes de España y Portugal al servicio de distintas infantas. Aunque nunca fue soldado, se sabe que formó parte del séquito de Felipe II en la campaña de Flandes. Más tarde, sirvió en Valencia al barón de Bicorb y Quesa, y también al duque de Sessa. Escritor autodidacta, su producción primera fue devota: un inédito Diálogo espiritual (1544) acerca de la historia sagrada, una Exposición moral al salmo 86 (Alcalá, 1548) en verso y prosa, y tres autos religiosos. Su obra lírica se recoge en un Cancionero (Amberes, 1554 y 1562) y en un Segundo cancionero espiritual (1558), recopilaciones donde se trasladan ya poéticamente algunos salmos –como el Super flumina o el Miserere mei–; Montemayor es el primero en hacerlo con metro endecasílabo, aunque predomine en su lírica la métrica octosilábica. Pero su obra más importante es la novela pastoril Los siete libros de Diana (Valencia y Milán, 1559), cuyo modelo fue la Arcadia de G. Sannazaro, y en la que se reconocen fragmentos de los Dialoghi d’Amore de Leone Hebreo. Fue muy exitosa en su tiempo, se tradujo a varios idiomas, y la siguieron numerosas imitaciones.

Aparte de una refundición de Os trabalhos do Rei de Lourenço de Cáceres (1552), una exaltación de la dignidad real que Montemayor adaptó a la monarquía española, la importancia de su labor de traducción se debe a las versiones que realizó de Ausiàs March, dado que contribuyeron a la difusión e influencia de la obra del valenciano en la poesía castellana. De hecho, la primera vez que apareció impresa la obra de March (Valencia, 1539), aunque sólo se trataba de cuarenta y seis poemas, fue en traducción simultánea al castellano por el valenciano Baltasar de Romaní. La traducción de Montemayor (Valencia, 1560) contaba ya con noventa y siete poemas, y según explica él mismo, su intención era la de continuar la tarea en una segunda parte una vez comprobado si había gustado la primera, lo que nunca pudo llevar a cabo. Así, las dos reediciones que se hicieron tras su muerte (Zaragoza, 1562 y Madrid, 1579) incorporan los cantos que había traducido Romaní pero que en cambio faltan en la labor del portugués.

La traducción de Montemayor, y pese a que pudo ya beneficiarse de los glosarios que acompañaron a las ediciones de March salidas de la imprenta barcelonesa de Carles Amorós (en 1543 y 1545), y del Vocabulario catalán incluido en la edición de Juan de Resa (Valladolid, 1555), adolece de errores de comprensión, algo que ya había maliciosamente señalado Lope de Vega al acusarlo de haber traducido los versos de March mal y sin entenderlos. En ocasiones, el autor de la Diana sigue la versión de Romaní, formalmente muy fiel –aunque de un modo algo forzado, pues el decasílabo provenzal con cesura masculina en la cuarta sílaba difícilmente podría adaptarse al metro castellano, pero poco rigurosa en cuanto a los contenidos y en cuanto al manejo del material original. Montemayor trabajó con rigor, e incluso trató de realizar previamente una labor de crítica textual al consultar cinco manuscritos, pero su mayor dificultad fue la de superar la distancia estética y estilística que lo separaba de A. March, convertirlo en un poeta renacentista y aclimatarlo a su propio ambiente cultural.

Montemayor petrarquizó a March, y en ocasiones lo tiñó de un bucolismo que además de empañar su trasfondo filosófico resulta del todo ajeno al estilo directo y vigoroso del autor de los Cants. Al otorgarle a la traducción la fluidez del endecasílabo italiano, dulcifica la dureza y densidad características de los versos originales, y al tratar de disipar la oscuridad marquiana, desambigua algún pasaje no siempre con acierto. Asimismo, jerarquiza a su modo el material semántico en menoscabo de algunas imágenes, y reduce considerablemente las extensas comparaciones de la obra original. Montemayor también suprimió las referencias de March a la poesía trovadoresca y eliminó algunas tornades o envíos; en los que conservó, o no tradujo la senyal (el seudónimo que encubría la identidad de la dama), o bien la reemplazó por las expresiones cancioneriles «señora mía» o «muy señora mía», lo que tergiversa la idea de la multiplicidad de destinatarias que se infiere de los versos de March. Por temor a la censura del Santo Oficio, Montemayor eliminó cualquier referencia a la religión; con todo, su versión tiene un valor poético más que aceptable, lo que sin duda entronca con la admiración y respeto que le profesaba el portugués al maestro de Gandía.

 

Bibliografía

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Begoña Capllonch
[Actualización por Francisco Lafarga]