Catulo, Gayo Valerio (Verona, ¿84? a. C.–Roma, ¿54? a. C.)
Poeta latino, de cuya vida se sabe muy poco. Según la Crónica de san Jerónimo pasó gran parte de su vida en Roma, donde trabó amistad con personajes muy conocidos de la época, como Pompeyo, Cicerón, Catón, César y otros; pertenecía a una familia acomodada con posesiones en Verona, Sirmión y cerca del Tíber; se convirtió en amante de una mujer casada, una de las tres hermanas del tribuno P. Clodio; acompañó al propretor G. Memio a Bitinia durante los años 57–56, compuso una colección de poesías que fueron publicadas no antes del año 54 y murió en Roma a los treinta años, es decir, en el 57 a. C. Estos datos, procedentes de san Jerónimo, no son muy exactos, pues es seguro que Catulo vivía en el 55 por sus referencias a las campañas de César en la Galia y Germania en dicho año y por la alusión al segundo consulado de Pompeyo, también ocurrido en el año 55. El año más probable de su muerte sería el 54 y el de su nacimiento, por tanto, el 84. Todo lo demás que se cuenta de la vida, educación y andanzas del fino, sentido y cáustico poeta es mera especulación.
La colección de poemas que ha llegado hasta nosotros con la autoría de Catulo se compone de 113 poemas compuestos en metros variados. Los caminos poéticos que abrió fueron aprovechados por los escritores que le siguieron. La Dido de los libros 1 y 4 de la Eneida de Virgilio no se entendería sin la Ariadna de Catulo, la perfección métrica de Horacio debe no poco a los intentos de nuestro poeta y la poesía amatoria no habría superado a la elegía objetiva griega sin Lesbia. Propercio dice que la Lesbia de Catulo era más conocida que la famosa Helena, Ovidio nos recuerda su arte y para Marcial no había nada más divertido que el Passer Catulli o sus poesías de ocasión. Plinio el Joven alaba «su gracia, dulzura, acritud y amor». Y autores tardíos, como Ausonio y los gramáticos, lo citan con frecuencia. La primera edición impresa data de 1472 en Venecia a cargo de Vinelinus de Spira. Desde entonces, el texto de Catulo no ha dejado de ser editado y traducido. Desde el descubrimiento del manuscrito de Verona la popularidad de Catulo se ha mantenido hasta nuestros días. Autores europeos como Petrarca, Ariosto, Spenser o Shakespeare se inspiraron en su poesía.
La primera mención en castellano de Catulo se encuentra en el Tratado de la consolación de Enrique de Villena, aunque con un error de interpretación. Otros poetas tradujeron o adaptaron poemas del autor latino a lo largo de los siglos XVI y XVII y lo incorporaron a sus propias producciones: Cristóbal de Castillejo, Garcilaso de la Vega, Juan de Mal Lara, Lupercio Leonardo de Argensola, Luis de Góngora, Lope de Vega, Francisco Cascales, Juan de Arguijo, Rodrigo Caro, Francisco de Quevedo, Esteban Manuel de Villegas, Francisco de Trillo y Figueroa. En el siglo XVIII se encuentran numerosas imitaciones de los primeros poemas de la colección catuliana en, por ejemplo, José Cadalso, Juan Meléndez Valdés, Juan Pablo Forner, Nicolás Fernández de Moratín o Manuel José Quintana. Menéndez Pelayo señala numerosas versiones parciales de Catulo a lo largo del siglo XIX: de Pedro José Pidal, Salvador Constanzo, Eugenio de Ochoa, el colombiano Miguel Antonio Caro, Manuel de la Revilla, Juan Quirós de los Ríos, Andrés Baquero Almansa y de él mismo.
Juan Valera, insigne novelista y traductor de Dafnis y Cloe de Longo, vertió libremente el carmen 3. Catulo ha atraído la atención de algunos poetas del siglo XX, como Jaime Gil de Biedma con su transcripción de algunos versos del poema 7 en su Pandémica y celeste, José Ángel Valente con su parafraseo del poema 36 (Annales Volusi, cacata charta) o Antonio Colinas con su recreación de la poesía 31 en su Sepulcro a Tarquinia de 1975 (Si me vieras ahora junto al fuego). Hasta el siglo XX no se tradujo la obra completa de Catulo. Estuvo a punto de culminarse en 1878 (M., Minuesa de los Ríos) con la publicación póstuma de la traducción en verso de Manuel Norberto Pérez del Camino, quien vertió libremente y en metros variados casi toda la poesía de Catulo; faltan por una falsa pudicia los poemas 25, 29, 30, 33, 36, 41, 47 y 48. Un nuevo intento en 1905 corrió a cargo del mexicano Joaquín D. Casasús, quien tradujo también en verso casi toda la colección completa.
De hecho, la primera traducción completa de Catulo apareció en catalán en la colección Bernat Metge a cargo de Joan Petit y Josep Vergés en 1928. Y la primera completa en castellano, obra del mismo J. Petit, no salió de las prensas hasta 1950 (B., Planeta), y fue reeditada primero por El Bardo en 1974 y 1981 y después por Planeta en 1990 (ed. preparada por Pere Quetglas). En 1963 (reed. en 1984) Miquel Dolç publicó en Alma Mater el texto de Catulo con traducción castellana, muy eufemística. De 1966 (M., Iberia) data la versión de José Torres Béjar en un volumen que incluía también a Tibulo. Víctor José Herrero Llorente tradujo en prosa a Catulo para Aguilar (1967), mientras que la versión del mexicano Rubén Bonifaz apareció dos años más tarde (México, Bibliotheca Mexicana). De 1984 es la traducción de la obra completa por Mariano Roldán (B., Plaza & Janés); en 1988 (M., Alianza; varias reed.) Antonio Ramírez de Verger publicó la primera versión castellana en prosa completa sin censuras ni eufemismos de ningún tipo.
Editada en 1991 para Hiperión, pero firmada en 1988, es la traducción rítmica española de Juan M. Rodríguez Tobal con texto latino incluido. Arturo Soler Ruiz publicó otra traducción completa para la «Biblioteca Clásica Gredos» (1993; varias reed.). Rafael Herrera se encargó de otra completa en verso con metros variados para Ediciones Clásicas en 1997. De José M.ª Gamo es la traducción poética editada en Guadalajara (Aache) en 2004. Ana Pérez Vega ha dado buena cuenta de las poesías de Catulo en 2005 con texto latino editado por A. Ramírez de Verger (Huelva, Fundación El Monte). La última traducción completa es la del filólogo y poeta Juan Antonio Iglesias para Cátedra (2006). Por todo ello puede afirmarse que la obra de Catulo está firmemente representada en las letras españolas.
No han faltado traducciones parciales de la obra catuliana durante el siglo XX: Bernardo Clariana puso en castellano los poemas a Lesbia y a Juvencio (Nueva York, 1954); O. Brixen tradujo la Cabellera de Berenice (Montevideo, 1958); J. Vergés ofreció una selección de algunos poemas en 1958 (B., Bosch); en 1979 Luis Antonio de Villena tradujo una selección extensa (M., Júcar); Luis Alberto de Cuenca incorporó algunos poemas cortos a la Antología de poetas latinos que preparó con Antonio Alvar (M., Alianza, 1981); en 1984 la colección Visor de Poesía publicó una excelente versión de Aníbal Núñez; Agustín García Calvo ofreció una selección de los poemas catulianos en su Poesía antigua (Zamora, Lucina, 1987); Bartolomé Segura hizo lo mismo en la Antología de poesía erótica latina (Sevilla, El Carro de la Nieve, 1989); en 1993 A. Alvar recogió algunas poesías de Catulo en su edición para Akal de la Poesía de amor en Roma (1993); en 1996 Vicente Cristóbal editó un librito sobre Catulo para Ediciones Clásicas, en el que se recoge una selección de poemas catulianos, y en 1999 M. Roldán tradujo en verso Noventa poemas de Catulo (Pamplona, Pamiela).
Ha sido también traducido a otras lenguas: al catalán lo han vertido José Ignacio Ciruelo y Jaume Juan (B., Edhasa, 1981) y Antoni Seva, basándose en la traducción de J. Vergés, para la Fundació Bernat Metge en 1990 (reed. en 2009); más tarde publicó la suya propia en una edición aparte (B., Quaderns Crema, 1999). En gallego existe la versión de Xosé Manuel Otero Fernández (Santiago, Xunta de Galicia, 1988).
Bibliografía
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Antonio Ramírez de Verger