Jáuregui, Juan de (Sevilla, 1583–Madrid, 1641)
Escritor, preceptista y traductor en lengua castellana. Pasó su juventud en Roma, donde se imprimió la primera versión de su traducción del Aminta de Torquato Tasso (1607). Al regresar a Sevilla se enzarzó en una dura polémica contra la poesía culterana con su Antídoto contra la pestilente poesía de las «Soledades» (inédito hasta 1899), escrito que fue contestado por el abad de Rute, defensor de Góngora. Publicó sus Rimas (1618), compendio de su producción poética, que no tuvo gran acogida, pero en el que se incluyen la segunda y muy mejorada versión del Aminta, la traducción del libro III de la Farsalia de Lucano –trabajo que completaría años más tarde–, y otras traducciones diversas (un epigrama de Ausonio y otro de Marcial, una oda de Horacio, varios himnos sacros y la paráfrasis de algunos salmos, la más notoria de las cuales es la del Super flumina Babylonis). Se trasladó a Madrid, donde trabajó como censor de libros y siguió clamando contra la oscuridad formal y la afectación –que no contra la dificultad conceptual– con su Discurso poético (1623), aunque publicó el poema mitológico Orfeo (1624), que bien podría adscribirse a la corriente culterana que tanto denostó. Pero no todas sus disputas iban en la misma dirección, pues también defendió al orador Paravicino con su Apología por la verdad (1625) y atacó a Quevedo a través de su comedia El retraído (1636). Póstumamente apareció ya completa su traducción de la Farsalia (Madrid, 1684). En 2013 Jesús M. Morata presentó, en edición anotada, la transcripción del manuscrito autógrafo de 1640.
Su traducción métrica del Aminta ha sido considerada como la mejor que se hizo de la lengua italiana en su época. En la dedicatoria a Fernando Enríquez de Ribera, Jáuregui abunda en el tópico de la complejidad del interpretar, y declara que su intención fue la de no sacar «de sus quicios el lenguaje castellano», por lo que señalaba que aunque muchas veces aparecieran «los conceptos por diferentes palabras y modo», había siempre procurado que no por ello perdiesen su gracia, gravedad, ni su verdadero sentido; pero le interesaba especialmente la verosimilitud y el decoro de los personajes, pues dadas las diferencias diastráticas entre el español y el italiano, insistía en la dificultad de adaptar el registro lingüístico de los pastores. El acierto de Jáuregui, sin embargo, fue el de adaptar al castellano la musicalidad del verso de Tasso cuidando de preservar las unidades rítmicas del modelo y tratando de mantener los mismos acentos tonales, lo que logró gracias al léxico común entre ambas lenguas y al empleo de voces de idéntica raíz etimológica. No obstante, también se produjeron algunos desajustes, y el mismo Jáuregui hablaba de las «comunes prolijidades» de una traducción, es decir, que presuponía ya ciertas amplificaciones como el habitual procedimiento de traducir una expresión simple por una pareja de sinónimos, o el de añadir a sustantivos adjetivos que no aparecen en el original. Además, el sevillano atenuó la sensualidad y el erotismo originales modificando algunas expresiones, lo que era ya frecuente en las traducciones castellanas de Tasso. Con todo, cabe destacar la modélica fidelidad de Jáuregui a la métrica del Aminta, aunque tuvo que argumentarla justificando la versificación tassiana de combinar heptasílabos y endecasílabos sueltos.
En la segunda versión del Aminta, Jáuregui trató de evitar el calco servil a la lengua italiana que a veces se desprende de la primera versión, y la adaptó mejor a la gramática castellana haciendo el texto más claro y preciso. Así, procuró que las voces formalmente idénticas también lo fueran en cuanto al significado; y si bien el uso de cultismos se justifica por el testimonio del modelo, Jáuregui escogió los que tenían ya tradición en la lengua castellana, y limitó los italianismos. Asimismo, incrementó el uso de las construcciones activas con sujeto de persona en detrimento de las pasivas, reflexivas o copulativas, y transformó muchas formas impersonales por personales enfatizando siempre la intervención del sujeto; por la misma razón, reemplazó los artículos determinados por posesivos a fin de precisar la persona gramatical para así dar mayor expresividad al texto, aunque todo ello acabara por atenuar el lirismo de la obra, justamente propiciado por la fluidez del tono impersonal de la dicción.
En cuanto a su traducción de Lucano, si bien el fragmento publicado en las Rimas se ajusta fielmente al modelo, la versión publicada póstumamente se considera casi una paráfrasis libre de la Farsalia, y se ha llegado incluso a especular si el sevillano se inspiró en la traducción que de la misma obra hizo Laso de Oropesa. Jáuregui traduce los hexámetros de Lucano en octavas reales y, aparte de algunas alteraciones y omisiones injustificadas, lo que abundan son las ampliaciones y los añadidos, como en el caso de la larga invocación a Felipe IV que Jáuregui incluye. Así, los diez libros en los que se divide el poema original se convierten en veinte, y tanto léxica como sintácticamente es manifiesta la artificiosidad y oscurecimiento que el texto presenta a diferencia del de su primera y fragmentaria versión, pues Jáuregui intensifica libremente el uso de recursos estilísticos coincidiendo así con la progresiva asimilación al culteranismo de su propio estilo.
Bibliografía
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Begoña Capllonch