Fernández de Moratín, Leandro

Fernández de Moratín, Leandro (Madrid, 1760–París, 1828)

Escritor y traductor en lengua castellana. Tras su viaje por Francia, Inglaterra e Italia de 1792 a 1796 fue nombrado responsable de la Secretaría de Interpretación de Lenguas, director de la Junta de Reforma de los teatros en 1799 y en 1811 bibliotecario mayor de la Biblioteca Real. Se exilió por primera vez en 1812 y murió en París. Fue autor de celebradas comedias, como El viejo y la niña (1790), La comedia nueva (1792), El barón (1803), La mojigata (1804) y El sí de las niñas (1805); su vena satírica aparece en La derrota de los pedantes (1798). Se le deben también unas Apuntaciones sueltas de Inglaterra y el Viaje a Italia, publicados entre sus Obras póstumas (1867). Póstumos también fueron sus Orígenes del teatro español (1838). Durante la dominación napoleónica, reeditó, con comentarios, la relación del Auto de fe de Logroño (1811) y, ya exiliado, dio a luz tres volúmenes de sus Obras dramáticas y líricas (París, 1825). Dejó un diario y un Epistolario.

Prescindiendo de varios poemas de Horacio y un fragmento de La tirannia domestica, comedia italiana, Moratín realizó varias traducciones importantes: la de Hamlet de W. Shakespeare (M., Villalpando, 1798), y las de dos comedias de Molière, La escuela de los maridos (Villalpando, 1812) y El médico a palos (M., Collado, 1814), durante la Guerra de la Independencia, a las que deben agregarse las de Cándido y Los dos consolados de Voltaire (publicado el segundo en el Diario de Valencia en 1813; traducido el otro probablemente poco antes, pero no publicado hasta 1838 por Santiponce en Cádiz). En el «Prólogo del traductor» que acompaña a la primera de estas traducciones afirma que «ha traducido a Molière con la libertad que ha creído conveniente, para traducirle en efecto y no estropearle».

La de Hamlet, una de las primeras versiones modernas de Shakespeare, ha gozado de gran aceptación y se ha reeditado regularmente hasta la actualidad. Moratín cuida de señalar en notas (53 páginas, de letra pequeña) algunas de las dificultades del lenguaje conceptista de Shakespeare, lleno de bromas, ambigüedades y juegos de palabras; por otra parte, evita traducir nítidamente dos expresiones figuradas por parecerle indecentes (aunque citadas y explicadas en las notas), quizás pensando en la censura de las autoridades civiles, y castellaniza la mayoría de los nombres. Trató, según escribe, de identificarse con la índole poética del autor, dar a las voces y frases la misma fuerza y expresión compleja, muchas veces figurada, que tenían en inglés, y hacer hablar a los personajes en el español de 1798. Traduce el lenguaje acentuado del verso blanco original en prosa, reservando los endecasílabos asonantados para la obra en verso incluida en la tragedia (La muerte de Gonzago), más fiel al original que las de sus antecesores franceses, y previa consulta de los mejores trabajos críticos ingleses entonces disponibles, cuyas interpretaciones guían su versión.

A diferencia de la de las comedias de Molière, que son adaptaciones destinadas a la escena, ésta es, como declara, una traducción erudita, para ser leída por un lector culto. Es solo en las notas donde Moratín se permite criticar los llamados «defectos» en que incurre el dramaturgo inglés, desde una perspectiva neoclásica y más realista (la complejidad del argumento, el número de personajes y la falta de unidad de lugar y acción), a vueltas de sus «bellezas admirables», generosamente señaladas. El abate Cladera publicó un largo y provocativo Examen de la tragedia intitulada Hamlet (1800), al que Moratín no quiso responder. Hubo una contestación en el periódico Continuación del Semanario de Salamanca (19 de abril de 1800), recientemente descubierta por Ph. Deacon, que contradice acertadamente las afirmaciones más grandes del Examen, corrigiendo sus errores de traducción y cuestionando con evidencia la mayoría de los asertos de Cladera.

La escuela de los maridos supone otra forma de concebir la traducción, que el autor expone en la edición de sus Obras dramáticas y líricas de 1825. Por destinarla al público, vistiéndola con «basquiña y mantilla», esto es, adaptándola a otros tiempos y otras costumbres, creó una ambientación totalmente nueva por medio de referencias a la topografía madrileña, atribuyendo nombres y usos españoles a los personajes y eligiendo el diálogo en prosa para mayor verosimilitud. Por otra parte, omitió en el diálogo muchas expresiones por considerarlas impropias de «la decencia del teatro» y modificó algunas situaciones o episodios para que la comedia resultara más decorosa. El proceso de reelaboración a que sometió Moratín la comedia produjo una pieza cuyo estilo recuerda el de El sí de las niñas, con una prosa nutrida de modismos coloquiales, nunca vulgares. El médico a palos, su otra traducción molieresca, tiene la particularidad de haber sido «imitada» a través de una adaptación anónima en dos actos, muy anterior, El médico por fuerza, cuyas modificaciones supo aprovechar o desechar Moratín sin dejar de lucir su maestría, reelaborando el texto en función de los presupuestos técnicos, estéticos y morales puestos en práctica en La escuela de los maridos. Por acercarse más la comedia gala a la farsa, omitió Moratín, en nombre de la decencia, expresiones que consideró demasiado desenvueltas de algunos personajes; redujo a tres las cinco palizas del original, más propias de un entremés; y, como en la adaptación anterior, compensó sus «infidelidades» imaginando divertidas mímicas y nuevas réplicas. La escasa importancia concedida por Molière a la unidad de lugar no dejó de plantearle un problema al neoclásico Moratín, quien puntualiza, como en la comedia anterior, que la acción, naturalmente, no excede unas cuantas horas. Del Cándido se puede decir que su traducción es menos rigurosa que la de José Marchena (1819), pero más personal, con unas omisiones reveladoras, relativas a alusiones políticas y morales. Eso no ha impedido que haya gozado de gran predicamento y haya contado con múltiples reediciones hasta la actualidad.

 

Bibliografía

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Continuación del Semanario de Salamanca, 19 de abril de 1800, 257–262.

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Juan Carlos Rodríguez, Moratín o El arte nuevo de hacer teatro, Granada, Caja General de Ahorros, 1991.

 

René Andioc (†)
[Actualización por Philip Deacon]