Asín Palacios, Miguel (Zaragoza, 1871–Donostia, 1944)
Erudito y traductor en lengua castellana. Es uno de los arabistas españoles más destacados y ocupa, cronológicamente, un lugar intermedio entre Francisco Codera Zaidín (1836–1917) y Emilio García Gómez. Sacerdote secular, dedicó gran parte de su labor al estudio de las ideas religiosas y su propagación a través de los límites entre las grandes formaciones culturales cristiana e islámica, y fue autor de una fecunda y valiosa obra como traductor. En medios especializados de diversas disciplinas humanísticas es internacionalmente conocido por su libro La escatología musulmana en la Divina Comedia (1919), donde exponía la idea de que Dante se valió de ideas islámicas sobre la vida después de la muerte para componer su obra, lo cual ocasionó una gran polémica, sobre todo en Italia. Esa misma línea de investigación, la referida a cómo elementos del islam medieval pasaron a integrar obras centrales del pensamiento europeo medieval y moderno, la amplió en Huellas del islam: Santo Tomás de Aquino, Turmeda, Pascal, San Juan de la Cruz (1941). Pero también indagó en la propagación de ideas en sentido contrario, desde el cristianismo hacia el islam, por ejemplo, en El islam cristianizado: estudio del sufismo a través de las obras de Abenarabi de Murcia (1931).
Su producción traductora propiamente dicha fue extraordinaria, en la medida en que ofreció al lector de castellano obras árabes islámicas de gran calado, siempre en el ámbito de las ideas ampliamente religiosas, acompañadas de valiosos estudios. Entre ellas destacan sus versiones de Fisal (o Fasl) de Ibn Hazm (Abenházam de Córdoba y su historia crítica de las ideas religiosas; M., Tipografía de la Revista de Archivos, 1929–1932), precedida de una memorable introducción biográfica de varios centenares de páginas; de Hayy ibn Yaqzan, del zaragozano Avempace (El régimen del solitario; M. y Granada, Escuela de Estudios Árabes, 1946), y de Ihya ‘ulum al–din, del gran filósofo y místico oriental del siglo XI al–Gazali (La espiritualidad de Algazel y su sentido cristiano; M., E. Maestre, 1933), donde Asín, en un gesto poco común en el arabismo español, muestra la necesidad de profundizar en el estudio del islam en Oriente, incluso si de lo que se trata es de comprender el islam andalusí.
Entre sus traducciones aparentemente menores hay que mencionar su versión de la Risalat al–quds (Vidas de santones andaluces: la «Epístola de la santidad» de Ibn Arabi de Murcia; M., E. Maestre, 1933), por tratarse de una obra del místico andalusí, por su atractivo como escrito de carácter literario y narrativo, de gran impacto en amplios medios interesados en el hecho religioso. Esta cuestión, la de la influencia de Asín, merece especial atención. El que ocupase una cátedra en la Universidad de Madrid o su papel en la fundación de la revista Al–Andalus son sólo dos de los indicios que podrían acumularse en demostración de que contó con las mejores circunstancias para que su labor intelectual alcanzase trascendencia. Otros hechos, acaso menos manifiestos, apuntan en el mismo sentido. Asín fue autor de una Crestomatía de árabe literal con glosario y elementos de gramática (1936 y 1955), que fue utilizada como libro de texto por el arabismo universitario español hasta las últimas décadas del siglo XX; la selección de textos y, más aún, de equivalentes léxicos castellanos para el glosario árabe han dejado sin duda su impronta en la concepción de lo árabe–islámico.
No hay que olvidar, además, que ha influido tanto en la percepción del islam, en medios especializados, como en el desarrollo de claves hermenéuticas ante textos islámicos a partir de sus múltiples traducciones de pasajes del Corán (del que nunca llegó a publicar una versión completa como tal), repartidas por sus obras originales y traducidas. Con todo, no puede decirse que Asín dejase muchos discípulos inmediatos que avanzasen en las líneas por él iniciadas en algunos de los ámbitos de su interés: las relaciones de confluencia entre lo cristiano y lo islámico o su búsqueda en oriente de las raíces de lo andalusí. Es evidente que el tiempo ha venido a darle la razón a un arabista que puso lo mejor de su esfuerzo en investigaciones interculturales o en el elemento espiritual como clave de lo árabe–islámico. En estos y otros aspectos ha tenido muy brillantes continuadores (Félix M. Pareja, Mikel de Epalza, Montserrat Abumalham, Maribel Fierro), pero ya alejados en el tiempo.
Asín, por otro lado, y abundando en lo irregular de su influencia, afirmaba que «traducir es la principal obligación de un especialista», algo en lo que no ha sido imitado por muchos arabistas posteriores. Como traductor, y aparte de su habilidad técnica y fecundidad, Asín, que era un buen escritor, ofrece textos perfectamente legibles en castellano, deleitables incluso, a pesar de que los originales fueran con frecuencia textos difíciles, a veces muy especializados. Con la perspectiva del tiempo, llaman la atención sus ocasionales supresiones de pasajes de los originales. Ello, junto con el hecho de que recurriese al ardid de verter al latín párrafos que pudieran considerarse escabrosos desde la perspectiva de la moral dominante en su época, parece indicar que Asín tuvo, como traductor, que atender a los controles (más o menos cercanos a la censura) propios de la época y medios en que ejerció su labor. El hecho no está del todo claro, ya que la obra traductora de Asín no ha suscitado aún el detenido estudio que reclama tanto por su posición en la historia del saber en España como por su persistente vigencia a través de reimpresiones, a veces destinadas a la divulgación.
Bibliografía
Juan Pablo Arias Torres, Manuel C. Feria García & Salvador Peña Martín, Arabismo y traducción, Madrid, CSIC, 2003.
Joaquín Lomba, «Asín Palacios y el filósofo zaragozano Avempace», Éndoxa. Series Filosóficas 6 (1995), 53–78.
Joaquín Lomba, «Bibliografía de don Miguel Asín Palacios», Éndoxa. Series Filosóficas 6 (1995), 109–129.
Joaquín Lomba, «Don Miguel Asín Palacios, pionero del arabismo», Turia. Revista Cultural 31 (1995), 125–164.
Salvador Peña Martín, «Traducción incidental», El Trujamán (18.01.2005).
Salvador Peña Martín