Gallego al castellano, Traducción desde el
Para realizar un análisis de la literatura gallega traducida al castellano hay que tener en cuenta no solo los datos de las obras traducidas, sino también todos los elementos que rodean al fenómeno de la traducción, como son el prestigio de la autoría, el papel de quienes median, editoriales, circuitos de difusión, etc. De manera general, se traduce lo que se considera de prestigio o innovador, pero el fenómeno de la exportación, así como el de la importación (aunque este último se comporta de modo diferente), todavía tiene su origen en motivaciones personales, apetencias o intereses económicos. Se exportan los premios en función de necesidades comerciales, mas también en función de criterios particulares. La mayoría de las traducciones que se realizan en la actualidad desde el gallego hacia otras lenguas van hacia el castellano y le siguen en volumen las lenguas del Estado; del mismo modo que la mayor parte de las traducciones que se hacen hacia el gallego tienen su punto de partida en el castellano.
La historia de la traducción en Galicia presenta una trayectoria semejante a de la propia lengua y cultura. Tras un período de esplendor medieval, se inicia una fase política de ocultación que tendrá consecuencias negativas para la supervivencia de la lengua escrita y de cualquier tipo de producción cultural en lengua gallega. Son muy contados los textos que se traducen, y en su mayoría de temática religiosa. No será hasta el Rexurdimento literario (finales del XIX) cuando la obra poética de autorías como Rosalía de Castro, Curros Enríquez o Pondal recupere un prestigio interno que será reconocido en el exterior del territorio gracias a la traducción, recogida de manera fragmentada en prensa o en antologías. Habrá que esperar al primer cuarto del siglo XX para asistir a una clara manifestación de recuperación, gracias al apoyo del ideario galleguista y nacionalista expresado mediante un discurso culto, europeísta y moderno. La traducción, todavía refugiada en publicaciones periódicas como A Nosa Terra y la revista Nós, contribuye a dignificar la lengua y ejerce la función de importadora de nuevos y frescos modos de entender el mundo, a la vez que cubre carencias de producción propia que se van abriendo camino poco a poco en formato libro. La Guerra Civil y la posterior represión durante décadas obliga a una nueva ocultación de cualquier tipo de manifestación cultural y tanto la creación como la traducción se resienten, limitándose a una mínima expresión en los contados suplementos periodísticos. La cultura gallega que resiste en el exilio mantiene su legado al otro lado del Atlántico y la reconstrucción del tejido editorial propio tendrá que esperar hasta la década de 1950-1960.
Los primeros años de la Transición democrática representaron una fase en la que se procuraba el prestigio de la lengua y la de sus autorías, que gracias a su traducción exterior aportaban capital simbólico al sistema interno. La cooficialidad del idioma gallego (1981) abre una fase comercial caracterizada por una importación de textos que contribuyen a cubrir demanda de mercado, sobre todo educativo. La exportación sigue un ritmo más lento, aunque también gana protagonismo a medida que adquiere prestigio y encuentra canales de mediación. La traducción enriquece el sistema en el que se integra a la vez que contribuye a abrir sus puertas hacia otras culturas. Sin embargo, el intercambio tiene consecuencias negativas para un sistema que busca el reconocimiento interno y externo, en la medida en que es frecuente que la imagen que se ofrece de la literatura gallega en el exterior diluya su identidad al ser canonizada a través del español.
Existe, eso sí, una clara diferencia entre lo que se exporta hacia las otras lenguas cooficiales del Estado y aquello que se exporta hacia otros sistemas. En general, las pequeñas editoriales gallegas pueden exportar directamente hacia otros campos literarios no dominantes (sobre todo la literatura infantil y juvenil y de modo normalizado), pero les resulta mucho más complicado hacerlo hacia sistemas fuertes, sin que la obra no haya sido aceptada antes en el campo del castellano, aunque la entrada en el escenario español no garantiza la proyección internacional como han sido los casos de Arantxa Portabales o de María Reimóndez. Los agentes literarios gallegos utilizan los convenios entre editoriales pequeñas, o aprovechan el hecho de pertenecer a un grupo editorial fuerte, para dar a conocer su catálogo. Sin embargo, las editoriales independientes carecen de suficiente capacidad económica para asumir la inversión que supone llevar adelante fuertes campañas publicitarias o estar presentes en las ferias del libro.
Si se realiza una cala en el papel que han asumido hasta hace pocos años las diferentes administraciones del Estado español en la proyección de sus lenguas y literaturas, es obvio que en el caso de la literatura gallega no se ha llevado a cabo un esfuerzo suficiente por parte de los responsables de la divulgación de las letras gallegas, ni se han puesto en marcha todos los mecanismos oportunos para fomentar en el exterior el capital cultural gallego. En este sentido, colectivos como la Asociación de Escritores de Lingua Galega (AELG, 1980), la Asociación Galega de Editores (1983), la Asociación de Tradutores Galegos (ATG, 1984), la Asociación Internacional de Estudos Galegos (AIEG, 1985), el PEN Clube Galego (1989), GÁLIX (1989) o la Asociación Galega de Profesionais da Tradución e da Interpretación (AGPTI, 2002) han suplido estas carencias en la medida de sus posibilidades. Tras el negro período de la Guerra Civil y el no menos oscuro de la dictadura franquista, en una primera etapa de exportación, mucha autotraducida (1970–1990) todavía se buscaba el reconocimiento interno. El número de textos traducidos era muy escaso y la selección de éstos seguía en parte anclada en el pasado.
A partir de los años 80, el número de exportaciones hacia el castellano se fue modificando, de manera que, además de traducir a los autores más consagrados de la literatura gallega, también comenzaron a aparecer textos más contemporáneos: Rosalía de Castro (Cantares gallegos u Hojas nuevas, trad. de Juan Barja de Quiroga; M., Akal, 1985); Curros Enríquez (Aires de mi tierra, trad. de Xavier Costa Clavell; B., Ediciones 29, 1989); Á. Cunqueiro (La otra gente, trad. del autor; B., Destino, 1988, y Cuando el viejo Simbad vuelva a las islas, trad. del autor; Destino, 1989); Alfonso R. Castelao (Antología literaria, trad. por R. Carballo Calero; M., Taurus, 1983); Celso Emilio Ferreiro (El alcalde y otros cuentos, trad. del autor; M., Júcar, 1981; Viaje al país de los enanos, Akal, 1981; Larga noche de piedra, Akal, 1981, y El sueño sumergido, Akal, 1981); Eduardo Blanco Amor (La parranda, trad. del autor; Júcar, 1985) o Anxel Fole (Cuentos para leer en invierno, trad. de Juan Soto; M., Espasa–Calpe, 1986). También se encuentran textos fragmentados (relatos breves o piezas de teatro en formato bilingüe gallego–castellano) de autorías como Manuel Antonio, Ramiro Fonte, Salvador García Bodaño, Claudio Rodríguez Fer, Xohana Torres o Pura Vázquez, publicados en revistas o suplementos culturales, dentro y fuera de la comunidad autónoma. La generación de poetas de los 80 convive entre los ya consagrados y los más jóvenes. Así, entre los nacidos alrededor de 1950, destacan dos antologías poéticas bilingües que recogen los trabajos de autores hoy bien conocidos: Antología de la poesía gallega contemporánea, traducida por César Antonio Molina (Júcar, 1984), y Poesía gallega de hoy, preparada por B. Losada (M., Ministerio de Cultura–Visor, 1990); así como dos poemarios publicados en formato libro: Baleas e baleas de Luisa Castro (M., Hiperión, 1988; recogido en 2004 en Señales con una sola bandera en la misma editorial) y La raíz poseída de Miguel A. Fernán–Vello, edición bilingüe, traducida por Luciano Rodríguez (Zaragoza, Olifante, 1989). Figuras relevantes en la crítica como Xesús Alonso Montero, Francisco Fernández del Riego, B. Losada y Pilar Vázquez Cuesta, así como Anxo Tarrío, Carmen Blanco, Dolores Vilavedra o Helena González años más tarde, han contribuido no solo a dar a conocer las nuevas formas poéticas y narrativas gallegas (en ocasiones a modo de antologías comentadas), sino que también han ejercido como traductores hacia el castellano de mucha obra gallega.
La mayoría de los textos exportados hacia el sistema español están traducidos por los propios autores o por otros escritores, lo que otorga un prestigio suplementario al texto. Se ha traducido a los clásicos como Rosalía: Antología poética (bilingüe, trad. de Graciana Vázquez Villanueva; Buenos Aires, Losada, 1998) y Hojas nuevas (Padrón, Fundación Rosalía de Castro, 2004); Cunqueiro: Gente de aquí y de más allá (trad. de B. Losada; M., Iberia, 1990); Teatro completo (trad. de B. Losada; B., Destino, 1991); Castelao (Alba de Gloria, A Coruña, Artesa, 1992); Curros Enríquez (El divino sainete, trad. de Andrés Pociña; Akal, 1990); Rafael Dieste (De los archivos del trasgo, bilingüe, trad. de C. A. Molina; Espasa–Calpe, 1989); C. E. Ferreiro (Antología poética, bilingüe, trad. de Vicente Araguas; M., Visor, 1994); A. Fole (De cómo me encontré con el demonio en Vigo; y otros cuentos, trad. de Miguel Hernández Sola; M., Trama, 1997), o Uxío Novoneyra (Muestra mínima; Málaga, I. B. Sierra Bermeja, 1992).
En 1981 se publicó en Barcelona Ilustrísima de Carlos Casares (trad. de B. Losada; Luis de Caralt); tres años más tarde, Los oscuros sueños de Clío (trad. de Xesús Rábade; M., Alfaguara, 1984), y en 1987, Los muertos de aquel verano (trad. del autor; Alfaguara). También en 1981 se publicó Breixo de Alfredo Conde (trad. del autor; M., Cátedra) y, más tarde, El griffón (premio Nacional de Literatura en 1986, trad. del autor; Alfaguara, 1987); Antón Santamarina tradujo Cristiano muerto de Xavier Alcalá (A Coruña, Nós, 1983), mientras el profesor Losada traducía la extensa novela de Víctor Freixanes El triángulo inscrito en la circunferencia (B., Argos Vergara, 1984, y Seix Barral, 1991); por su parte, M.ª Victoria Moreno vertió su obra La niebla (B., La Galera, 1985) y X. Rodríguez Baixeras, Bretaña. Esmeraldina de X. L. Méndez Ferrín (Vigo, Xerais, 1987). Son los años en que se confirmaba el reconocimiento de la crítica española de la obra narrativa de Méndez Ferrín: Amor de Artur; y Nuevos cuentos con Tagen Ata a lo lejos (trad. de Moncha Fuentes y X. Rodríguez Baixeras; M., Debate, 1990); Arraianos (trad. de Luisa Castro; B., Ronsel, 1994); Percival en su bosque (trad. de Víctor Fernández Freixanes y M. Fuentes; M., Alianza, 1997); Crónica de nosotros (trad. de Celina Suso; Zaragoza, Xordica, 1998), y Fría Hortensia y otros cuentos (trad. de X. Rodríguez Baixeras; Alianza, 1999).
La década de los 80 inició el proceso de profesionalización de los escritores gallegos. En los encuentros anuales de la AELG se trató de la necesidad de proyección internacional que se iniciaron con la participación en Galeuzca (1984). Los acuerdos editoriales y este tipo de encuentros fueron uno de los motores que actuaron a favor de que los textos de literatura infantil y juvenil gallegos aparecieran traducidos, casi de manera simultánea a su primera edición, en las diferentes lenguas del Estado: El perro Rin y el lobo Crispín de Casares (trad. de M.ª V. Moreno; La Galera, 1983); Pericles y la ballena de Xohana Torres (trad. de B. Losada; La Galera, 1984); El pintor del viento (trad. de M.ª V. Moreno; La Galera, 1985) o El diablo presumido de Xesús Pisón (trad. de Begoña Llácer; La Galera, 1987); El día que llovió de noche de Helena Villar Janeiro (trad. de M.ª V. Moreno; La Galera, 1985); Cosas de Ramón Lamote de Paco Martín (trad. de Ángela Franco; M., SM, 1987); Noa de Antón García Teijeiro (trad. de B. M.ª Llácer; La Galera,1989) o Giganano, ¿dónde estás? de Antón Cortizas (trad. de Xan López Domínguez; SM, 1990).
Los premios, aunque no siempre son fórmulas eficaces, en ocasiones permiten abrir puertas. Autorías de LIJ gallega como Agustín Fernández Paz (1947-2016) y Fina Casalderrey (1951) son claros exponentes de reconocimiento fuera de Galicia, en parte gracias a premios como el Nacional de Literatura en la modalidad infantil. A la escritora y también académica, Marilar Aleixandre, difícil de situar en un único espacio de creación, también ha sido merecedora de reconocimientos en innumerables ocasiones y traducida en la península. El género infantil y juvenil ha dado un gran salto comercial hacia el mercado español. El Lazarillo de 2004 ha impulsado a uno de sus representantes como Xosé Antonio Neira Cruz o Marcos S. Calveiro. Dos editoras gallegas como Kalandraka (1998) y OQO (2005), dedicadas al libro infantil, son modelos de internacionalización que han dado a conocer obra gallega en el exterior de la península, en ocasiones sin pasar por el castellano como cultura mediadora y en todo ello ha tenido mucho que ver la calidad de los textos e ilustraciones. A lo largo de los últimos años, la exportación de la literatura gallega ha aumentado de manera relativa, del mismo modo que la importación. Son años fundamentales para la promoción de determinadas autorías. Xosé Ballesteros Rey, Marisa Núñez o Eva Mejuto son nombres bien conocidos, y a ellos hay que añadir los de Ledicia Costas, María Solar o Paula Carballeira.
La poesía gallega traducida se mantiene en el formato de antología bilingüe: Fin de un milenio. Antología de la poesía gallega última (selección de Francisco López–Barxas y C. A. Molina; M., Libertarias, 1991); y Los caminos de la voz. Seis poetas gallegos de hoy (ed. de Luciano Rodríguez; Granada, Diputación Provincial, 1994). Sin embargo, las Poesías completas de Luís Pimentel han tardado casi cuarenta años en aparecer en castellano (Granada, Comares, 1992) y el texto emblemático de Manuel Antonio se ha traducido casi setenta años después de su creación en 1926 (De cuatro a cuatro. Hojas sin fecha de un diario de a bordo, ed. bilingüe, trad. de Rafael Dieste; Visor, 1992). Un dato significativo es que se reduce la distancia entre el momento de publicación del texto original y el traducido y se tiende a seleccionar obra contemporánea que rompe con el realismo social anterior.
Las traducciones tienen su origen en muchos de los premios obtenidos dentro y fuera de la comunidad. Así, de Alfonso Álvarez Cáccamo El espíritu de Broustenac (trad. de Pablo de los Riscos; M., Olalla, 1997), de Ramiro Fonte Escolma poética (trad. de C. A. Molina y del autor; Granada, Diputación Provincial, 1990), Adiós Norte (trad. de X. Rodríguez Baixeras; Sevilla, Renacimiento, 1992) y Capitán invierno (Valencia, Pre–Textos, 2002); de Manuel Forcadela El regreso de las ninfas (bilingüe, trad. de M.ª del Carmen Pallarés; M., Prodhufi, 1991); de Fran Alonso Ciudades (trad. de Xoan Manuel Lago Lestón; Espasa–Calpe, 1998); de Alfonso Pexegueiro O lago das garzas azuis (B., Lumen, 1994); de X. Rodríguez Baixeras La gándara de la noche (trad. del autor; Prodhufi, 1991); de José Ángel Valente una nueva edición de Cantigas de más allá (ed. de C. Rodríguez Fer; M., Taurus, 1996), El pueblo de la noche de Manuel Rivas (trad. de D. Vilavedra; M., Alfaguara, 1999) y Rastros de vida e poesía de C. Rodríguez Fer (Velliza, El Gato Gris, 2002). Aun así, salvo contadas excepciones, resulta más difícil encontrar textos en editoriales de prestigio como Álvaro Cunqueiro (Poesía en gallego completa; Visor, 2003) o Luz Pozo Garza (Medea en Corinto, trad. de A. Pociña y Aurora López; Orense, Linteo, 2003) y dramaturgos como Ramón Vidal Bolaño (Las actas oscuras, trad. de Rebeca Quintans; Hondarribia, Hiru, 2003).
Eso sí, hay que comenzar a contar con las interesantes iniciativas que ofrecen revistas digitales como The Barcelona Review, que publicó el monográfico Galicia, mujeres poetas o Enfocarte.com, que incluiría una Antología de joven poesía gallega. Nuevas formas de expresión en nuevo formato que buscan espacios alternativos para dar a conocer la creación poética a través de la traducción. Desde principios de siglo la presencia de la poesía femenina en el sistema literario interno es muy significativa con figuras destacadas como María do Cebreiro Rábade, Olalla Cociña, Verónica Martínez Delgado, Fátima Núñez Delgado o Chus Pato. Rosalía de Castro o Yolanda Castaño son las poetas de mayor proyección; pero no es posible entender la poesía de vanguardia en Galicia sin citar además de las mencionadas a Lucía Aldao, Tamara Andrés, Emma Couceiro, Estíbaliz Espinosa, Lupe Gómez, María Lado, Olga Novo o Emma Pedreira, escritoras que aseguran un compromiso genérico y nacional.
La literatura dramática gallega tiene escasa presencia en castellano en formato libro (tanto en su forma escrita como representada). Textos de autorías como Euloxio Ruibal, Luisa Villalta, Inma Souto, Henrique Rabunhal, Miguel Anxo Murado, Xavier Lama, Raúl Dans, Cándido Pazó, Quico Cadaval, Dorotea Bárcena o Vicente Montoto han conseguido cierta relevancia dentro del espacio gallego; pero la producción de traducciones es tan escasa que sólo se pueden mencionar textos fragmentados en revistas como Primer acto, La Ortiga, Art Teatral, o la antología La nueva dramaturgia gallega. Estudio y antología (M., ADE, 1998).
Los primeros años de democracia provocaron la necesidad de ensayar nuevos géneros, por eso se le concedió prioridad a la novela frente al relato breve y la poesía (género canónico por excelencia en la literatura gallega). Así, la apuesta por el western (Xosé Fernández Ferreiro); la novela negra de Xavier Alcalá (Código morse; M., Valdemar, 1997), Aníbal C. Malvar (Ala de mosca, A Coruña, InÉditor, 2009) o Domingo Villar (La playa de los ahogados, Siruela, 2009); los relatos eróticos de Xulio Valcárcel y César Cunqueiro; la ficción científica de Ramón Caride o Antón Risco; el imaginario artúrico de Darío Xohán Cabana con Galván en Saor (trad. de Vicente Araguas; M., Huerga y Fierro, 1996); o la desmitificación de Hermano Rey Arturo de Carlos Reigosa (M., Libertarias, 1991).
Dentro de un discurso identitario (aunque en diferente modalidad), pueden incluirse los relatos de Manuel Rivas: Un millón de vacas (trad. de B. Losada; B., Ediciones B, 1990), Los comedores de patatas (trad. de B. Losada; Ediciones B, 1991) o En salvaje compañía (trad. del autor; Alfaguara, 1993), editadas de manera simultánea en gallego y en castellano. El éxito y el reconocimiento de este autor llegaría a partir de 1996 con la obtención del premio Nacional de Literatura por ¿Qué me quieres, amor? (trad. de D. Vilavedra; Alfaguara), y la adaptación al cine de La lengua de las mariposas (trad. de D. Vilavedra; Alfaguara, 1996). En 2011, Alfaguara, su editora de cabecera en español, publicó sus cuentos reunidos bajo el título, Lo más extraño, después vendrían Las voces bajas (2012). En 2015 ha ofrecido El último día de Terranova, novela que relata la trayectoria española desde la posguerra y la transición. Una última entrega es Vivir sin permiso y otras historias de Oeste (2018), cuyo relato principal ha inspirado una serie televisiva.
La temática de la Guerra Civil es un asunto tratado de manera tardía por los autores gallegos. Además de Rivas, Carlos Casares (1941-2002) había dado muestras de esta misma preocupación en Dios sentado en un sillón azul (trad. del autor; Alfaguara, 1997). Casares, autor homenajeado con Las Letras Galegas en 2017, un honor que implica la actualización de su obra y su trascendencia literaria, en parte recogida en Narrativa breve completa (Libros del Silencio, 2012), es uno de los narradores gallegos con más relaciones fuera de Galicia y con proyección anterior al 2000. La relación entre lo sobrenatural y lo familiar aparece con frecuencia en la narrativa gallega, y Alfredo Conde ha conseguido una fórmula de éxito que le ha concedido incluso mayor reconocimiento fuera que dentro con El griffón y obra posterior como Música sacra (trad. del autor y Xabier Senín; Alfaguara, 1990), Siempre me matan (Mondadori, 1995), Los otros días (Destino, 1991) y Romasanta (Destino, 2004).
El ya citado Xavier Alcalá es autor de una dilatada obra narrativa premiada y en parte autotraducida. El paisaje de fondo americano frecuente en su ficción ha debido favorecer que Huinca Loo, haya sido traducida en 2016, de la mano del nuevo proyecto editorial Mar Maior, y que el Premio Nacional de la Crítica con Fábula, haya animado al sello gallego Rinoceronte Editora a publicar la novela en 2011 en la colección Pulp Books. Se trata de dos proyectos editoriales que traducen literatura gallega al castellano desde Galicia y que han apostado por obra contemporánea como la recientemente desaparecida Begoña Caamaño (Circe o el placer del azul), María López Sández (La forma de las nubes) o Xulia Alonso (Futuro Imperfecto) o Xavier Queipo (Los Kowa), pasando por Francisco Castro (Xeración perdida), Xosé Monteagudo (Un tipo listo), Iván García Campos (Imposible de desatar) o Santiago Lopo (Hora zulú).
Un autor experimental consagrado es Suso de Toro, cuya obra ha sido traducida a varias lenguas. En castellano se dispone de Tic–Tac (trad. de B. Losada; Ediciones B, 1993), Calzados Lola (Ediciones B y Círculo de Lectores, 1998), Land Rover (trad. B. Losada; Ediciones B, 1998, y Punto de Lectura, 2002), El pueblo de la niebla (M., Aguilar, 2000), No vuelvas (Círculo de Lectores, 2001) y Trece campanadas (B., Seix Barral, 2002), obra por la que recibiría el premio Nacional de Narrativa. Tras una parada creativa, ha vuelto a escribir reflexionando en nuevos trabajos sobre la crisis creativa con Somnámbulos (2014) o Fuera de sí (2018), todos editados por Alianza, y con una novedad en su registro literario, la publicación de un volumen de poesía (Humildar. Rituales para después de Dios, 2017) en la joven editora catalana Gregar. Más intimistas son las propuestas de Marina Mayoral El reloj de la torre (trad. de la autora; Mondadori, 1991) y Querida amiga (trad. de la autora; Alfaguara, 2001); o la de Xosé Ramón Pena: Para después del adiós (trad. de M.ª del C. Pallarés; M., Libertarias, 1993).
Entre las autorías de narrativa más traducidas al castellano hay que mencionar a los premiados Xosé Carlos Caneiro: Un juego de apócrifos (2000), La rosa de Borges (2001) y Ébora (2002), las tres obras publicadas por Espasa–Calpe; Carlos Reigosa con Crimen en Compostela (2000) y La guerra del tabaco (2001), las dos aparecidas en Plaza & Janés de Barcelona; Xosé Fernández Ferreiro con Agosto del 36 (Alianza, 2001); Luís Rei Núñez con Expediente Artieda (Alianza, 2001); Luís M. García Mañá con El fuego de San Antonio (Alianza, 2002); Camilo Gonsar con Debacle y Hacia Times Square (ambos publicados en Gijón, Trea, 2003); Xurxo Borrazás con Cabeza de chorlito (B., Ronsel, 1993); Cid Cabido (Grupo abeliano, trad. de Sara Cid; Alianza, 2000), Manuel Seixas (La velocidad del frío, trad. de Pablo de los Riscos; M., Olalla, 1998) o Santiago Jaureguizar (El globo de Shakespeare, Pulp Books, 2012). Todas autorías conocidas dentro del campo literario gallego, algunas herederas directas de la Transición y otras más cercanas al siglo XXI como Carlos Meixide, Diego Ameixeiras, Diego Giráldez o Xabier López López.
Es necesario indicar que el volumen de exportación de narrativa es muy superior el de la poesía o el teatro y también es muy manifiesta la diferencia entre la cifra de exportación de obra de autoría masculina frente a la femenina. Quizás una de las escritoras más traducidas al español en la última década es Teresa Moure, autora de ensayo y ficción de éxito como Hierba mora (2008) u obra más reciente como Una madre tan punk (2016), donde reflexiona sobre la maternidad y la sexualidad. Como muestra de la realidad cambiante de los últimos años, la presencia de mujeres escritoras gallegas en el panorama literario hispano en castellano es cada mayor, aunque no todo lo deseable. Así, existe obra de An Alfaya (Muros de aire), Anabel Alonso (Café solo), Silvia Bardelás (Las Médulas), Eva Moreda (Veiga es como un tiempo distinto), Noa Pérez González (El ocaso de la familia Portela) o Xina Vega (Dark Butterfly), nombres que suenan desde un hace tiempo en el panorama de creación por sus galardones y que han tenido buena acogida por parte de la crítica y el público lector del mismo modo que Inma López Silva (Los días iguales de cuando fuimos malas), Berta Dávila (El arte del fracaso) o Iolanda Zúñiga (Vidas Post It).
La literatura gallega ha recorrido un largo camino en un período de tiempo reducido. Su visibilidad externa se ha ido ampliando en las últimas décadas y las vías para conseguir ser traducida han sido diversas. Nos acercamos aquí al conocimiento de la historia más reciente de la literatura gallega traducida, y aunque hemos querido enumerar y describir las obras y autorías, el volumen de textos es ya muy significativo como para poder ser exhaustivas. Prueba de que la literatura gallega dispone de materia valiosa que ha conseguido superar fronteras contribuyendo así al necesario proceso de internacionalización cultural.
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Ana Luna Alonso