Scott, Walter

Scott, Walter (Edimburgo, 1771–Abbotsford House, Melrose, 1832)

Novelista y poeta escocés. Tras estudiar leyes en la universidad de Edimburgo y ejercer varios años como abogado y juez de paz, publicó en 1805 The Lay of the Last Minstrel, un poema que le ganó inmediatamente el favor del público y al que siguieron otros de carácter histórico–romántico, entre ellos The Lady of the Lake (1810) y The Vision of Don Roderick (1811). En 1814 publicó, anónima, su primera novela, Waverley. El éxito de ventas le llevó a escribir en rápida sucesión una larga serie de novelas de recreación histórica, entre ellas Guy Mannering (1815), The Antiquary y The Black Dwarf (1816), Rob Roy y The Heart of Mid–Lothian (1818); en 1819 The Bride of Lammermoor e Ivanhoe, su novela más popular, varias veces adaptada a la pantalla; The Pirate y The Fortunes of Nigel en 1822; Quentin Durward en 1823, y The Talisman en 1825. Scott es además autor de una biografía de Napoleón (1827), de una historia de Escocia en dos volúmenes (1829–1830) y de otras obras de variada temática, como son Provincial Antiquities of Scotland y Essays on Ballad Poetry (1830).

Scott comenzó a ser traducido muy pronto al castellano, en vida del propio autor, y con frecuencia de la mano de buen número de exiliados en Francia e Inglaterra que conocieron de cerca la enorme popularidad de que en ambos países gozaba el autor escocés. Precedida únicamente por la traducción que había hecho Blanco–White de algunos fragmentos de Ivanhoe aparecidos en Variedades o El mensajero de Londres, revista de los exiliados españoles en Inglaterra, la editorial londinense Ackerman publicó en 1825 Ivanhoe y El talismán, ambas en versión de José Joaquín de Mora. Al año siguiente el editor Alzine de Perpiñán imprimió El enano misterioso y Los puritanos de Escocia, traducidos por Francisco Altés, y de nuevo Ivanhoe, esta vez en versión de J. M. X. En la misma fecha Piferrer de Barcelona publicó la primera traducción de Scott hecha ya en España, El talismán o Ricardo en Palestina, atribuida a Juan Nicasio Gallego. En 1827 de nuevo F. Altés dió en Perpiñán (Alzine) Quintín Durward o el escocés en la corte de Luis XI, y de las prensas Beaume de Burdeos salió El oficial aventurero, en traducción de B. C. El intento de editar en Barcelona en 1828 el Ivanhoe de López Soler choca con la censura. Desde Francia se aprovecha esta coyuntura y se publican allí numerosas traducciones. De todos modos, en 1829 el impresor Jordán consigue permiso para publicar a Scott y ese año pone en la calle Matilde de Rokeby, novela histórico–poética. Al año siguiente lanza su Nueva colección de novelas de Sir Walter Scott. A partir de 1832 será Bergnes quien se ocupará de editar desde Barcelona a Scott.

Este ímpetu editorial, que no se limita a Madrid y Barcelona, frena sustancialmente la producción de traducciones en Francia, aunque en muchos casos se continúan preparando traducciones a partir de versiones francesas. Cabe mencionar La pastora de Lammermoor (M., P. Sanz, 1828) por L. C. B.; el poema La visión de don Rodrigo (B., Viuda e Hijos de Brusi, 1829) por Agustín Aicart, con el anagrama A. Tracia; Matilde de Rokeby (1829) y La dama del lago (1830) por Mariano de Rementería, para el editor Moreno, a partir del francés; El oficial aventurero (M., Bueno, 1831) por Gregorio Morales; Kennilworth (M., T. Jordán, 1832) por Vicente Pagasartundúa, a partir del francés, etc. Se multiplicaron incluso las traducciones de un mismo texto: de Guy Mannering, por ejemplo, Pablo de Xérica publicó en París una versión castellana en 1835, y otra Eugenio de Ochoa en Madrid (1838) y en París (1840), y otra Pedro Alonso O’Crowley en Cádiz en 1843. Se dio también el caso de traductores especializados en Scott, como el mencionado P. de Xérica, exiliado en Francia, que entre 1831 y 1836 dio a la imprenta en París y Burdeos seis títulos del autor escocés: El castillo de Kennilworth, La novia de Lammermoor, La cárcel de Edimburgo, Waverly, Guy Mannering y Las aventuras de Nigel. Entre los traductores más conocidos –junto Mora y Nicasio Gallego– destaca Eugenio de Ochoa, quien, además de la ya mencionada Guy Mannering, se ocupó de El monasterio y Las aguas de San Román para la editorial parisina Rosa y Bouret en 1840 y 1841.

La popularidad de Scott experimentó un gran empuje a partir de 1830, cuando se empieza a poner de manifiesto no sólo su mérito literario sino también el peso de su doctrina social. Su influencia se deja sentir en escritores tan importantes como Trueba y Cossío, Martínez de la Rosa, Ángel de Saavedra, Enrique Gil, Ramón López Soler o José de Espronceda, alcanzando incluso a alguno más tardío, como Francisco Navarro Villoslada. En Galicia, su influencia es palpable en Benito Vicetto, precursor del regionalismo liberal gallego. No se cuentan menos de ochenta ediciones distintas de traducciones de Scott en los años comprendidos entre 1825 y 1850; no fue éste el último año, porque Scott siguió siendo impreso y reimpreso en castellano, dentro y fuera de España, durante todo el siglo XIX.

Otro tanto podría decirse del siglo XX, en el que –aunque menos que en el anterior–, en ningún momento decayó el interés lector por Scott, y en el que sus obras han sido traducidas una y otra vez, en ocasiones por nombres bien conocidos, como Manuel Ortega y Gasset (Rob Roy; M., Calpe, 1924), Rafael Vázquez Zamora (La novia de Lammermoor; B., Destino, 1942) o J. Zamacois (El anticuario; B., Sopena, 1947). En la actualidad el catálogo de la Biblioteca Nacional de España registra más de 750 entradas bajo el nombre de este novelista, de las que unas 600 son ediciones españolas. De ellas, Ivanhoe ha sido con harta diferencia la más popular, con decenas de ediciones y reediciones (más de un centenar) en distintas traducciones de Ismael Antich (B., Fama, 1950), J. Sirvent (B., G. P., 1954), José María Claramunda (B., Zeus, 1969), Guillem d’Efak (B., Bruguera, 1975), Hipólito García (B., RBA, 1993), Enrique Campbell (B., Edicomunicación, 2001), Elena O’Callaghan (B., Castellnou, 2007), Juan Tomás y Salvany (B., Debolsillo, 2013), etc. Entre los traductores actuales de Scott cabe destacar a Fernando Toda, que ha dado a la imprenta El corazón de Mid–Lothian (M., Cátedra, 1988); dos novelas cortas, La viuda montañesa y Los dos arreadores (Sevilla, U. de Sevilla, 1991) y el ensayo político Defensa de la nación escocesa. Las cartas de Malachi Malagrowther (Málaga, U. de Málaga, 2004), obra que al parecer aún no se ha traducido a ningún otro idioma.

No cabe duda de que fue la «moda Scott» la que, desde un primer momento, propició en España el nacimiento de un género nuevo, el de la novela histórica de tema medieval, tan extraordinariamente popular a lo largo de todo el siglo XIX que llegó a sobrevivir al propio movimiento romántico. La calidad de las traducciones españolas de Scott a lo largo de casi dos siglos ha sido, desde luego, muy desigual, y van desde las muy recomendables, como las del citado F. Toda (con introducción, bibliografía y notas), hasta las nada aconsejables si lo que se desea es leer a Scott en castellano y no sucedáneos de su obra. La propia concepción de la traducción de la época hizo que las primeras versiones se hicieran de modo muy libre: tal ocurre con La pastora de Lamermoor (1828) o con La visión de don Rodrigo (1829), en la que el propio traductor se precia de no haber traducido literalmente el poema de Scott y sí en cambio de «alterar a las veces sus pensamientos, suavizar o variar los colores con los que él presenta sus ideas o pinta sus personajes, y sobre todo de… suprimir uno de éstos y reemplazarlo con otro bien diferente». En catalán se hicieron algunas versiones en el primer tercio del siglo XX por traductores de prestigio, como Carles Capdevila (El talismà; B., Editorial Catalana, 1922), CèsarAugust Jordana (El nan negre; B., Proa, 1936). En el caso de Pau Romeva se trataron de adaptaciones: Ivanhoe (Proa, 1929), Quintí Durwar (por entregas en El Matí, 1930). No se reanudaron hasta finales de siglo, en particular con varias versiones de Ivanhoe debidas a Jordi Tiñena (B., La Magrana, 1994), Montserrat Canela (B., Edebé, 2000) y E. O’Callaghan (Castellnou, 2007), traductora también al castellano. Esta novela se ha traducido asimismo al euskera por Migel Anjel Unanua (Donostia, Kriselu, 1988).

 

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Julio-César Santoyo

[Actualización por Luis Pegenaute]