Díaz de la Torre, José María (Caracas, 1813–La Habana, 1888)
Dramaturgo y traductor en lengua castellana, hijo del doctor caraqueño José Domingo Díaz, quien hubo de huir a España en 1821 por su oposición al movimiento independentista en Venezuela. En Madrid completó su formación y se despertó su vocación literaria. A comienzos de la década de los 30 era conocido ya con el sobrenombre de «el poeta» entre los asistentes a la tertulia de El Parnasillo. Su facilidad para la versificación lo condujo al teatro y desde que en 1836 estrenó el drama histórico Elvira de Albornoz, su primera obra, José María Díaz –como firmaría siempre– no dejó de escribir, estrenar y publicar piezas dramáticas hasta el momento de su muerte; cincuenta años de creación, de los que dan testimonio más de medio centenar de textos escénicos. Junto con algunas incursiones en la poesía lírica, tímidos acercamientos a la narrativa y una amplia labor periodística, Díaz fue, por encima de todo, dramaturgo y hombre de teatro: en 1843, dirigió la compañía de baile del teatro del Circo, arrendado entonces por su amigo José de Salamanca; fue miembro fundador y secretario de la primera Sociedad de Escritores Dramáticos, nacida ese mismo año; vocal de la Junta Consultiva de Teatros del Reino, diez años más tarde; y, entre 1856 y 1857, dirigió la empresa del teatro del Príncipe.
Su preocupación e interés por la defensa del teatro nacional se manifiesta en sus opiniones vertidas desde la prensa, en las que muestra una frontal oposición al elevado número de traducciones representadas en los escenarios españoles. Sin embargo, el propio dramaturgo participó de esa moda o tendencia generalizada, más rentable y cómoda para los autores que la creación de obras originales. Así, en 1842, pocos meses después de sus diatribas lanzadas contra tan extendida costumbre desde la Revista de Teatros, Díaz escribió María Lescombat, traducción de un drama de Antony Béraud y Alphonse Brot. Sin embargo, en ningún caso puede ser incluido entre los traductores profesionales de su tiempo, aunque la nómina de traducciones o arreglos del autor incluye media decena de obras dramáticas, además de alguna atribución dudosa; la mayoría, estrenadas en la década de 1850 y publicadas en torno a 1860.
Todas las traducciones teatrales que se conocen de este autor se basan en textos franceses. Aunque se ignora la mayoría de sus autores –Misterios del carnaval (M., V. Lalama, 1860), Los tres banqueros (M., A. Santa Coloma, 1860), La vuelta de presidio (V. Lalama, 1861)–, figuran entre ellos, junto a los citados Béraud y Brot, Anicet–Bourgeois –Marta y María (A. Santa Coloma, 1860)– y, quizás, Octave Feuillet (Dalila; M., J. Rodríguez, 1857). Se trata de piezas de carácter melodramático y folletinesco, plagadas de recursos efectistas, patéticos, luctuosos y lacrimógenos, que apelan a un fácil y superficial sentimentalismo, y buscan conmover al espectador a través de una desaforada emotividad. El mensaje último de todas ellas, muy moralista y maniqueo, es siempre el mismo: el bien triunfa sobre el mal; alabanza de la virtud y condena del vicio; valoración de la honradez y la bondad frente al egoísmo, la hipocresía y el materialismo. Existe una importante distancia entre las obras originales del autor y sus arreglos o traducciones, que, en conjunto, constituyen lo peor de su teatro.
Además de estos dramas, publicó la traducción, en un solo volumen, de dos novelas originales de Amédée Achard: Margarita Thieulay y Clementina Aubernin (M., La Nueva Iberia, 1868). Ajustadas a la moral burguesa de la época y coincidentes con la manifestada en los dramas traducidos por Díaz algunos años antes, advierten a las lectoras de los peligros que encierra una mala educación que induzca a perseguir fantasías irrealizables –de consecuencias dramáticas–, frente a la felicidad obtenida a través de la serenidad que ofrecen la virtud y el amor doméstico. En el conjunto de la producción de Díaz la traducción ocupa un lugar secundario. A pesar de haber participado de esta práctica, al igual que la mayor parte de los dramaturgos de su tiempo, podemos afirmar que su contribución a ella fue muy esporádica y que el autor se mantuvo, en buena medida, fiel a su defensa de una literatura nacional, a la que contribuyó con un elevado número de producciones originales, de una notable calidad literaria y dramática.
Bibliografía
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José Luis González Subías, «Juan sin Tierra (1848), un drama romántico “shakespeariano” original de José María Díaz», Revista de Literatura 124 (2000), 365–381.
José Luis González Subías, Un dramaturgo romántico olvidado: José María Díaz, Madrid, FUE, 2004.
Cristina Martín Puente, «Dos tragediógrafos del XIX fascinados por la historia de Roma: José María Díaz y Benito Vicens y Gil de Tejada» en J. M.ª Maestre, J. Pascual & L. Charlo (eds.), Humanismo y pervivencia del mundo clásico IV. Homenaje al profesor Antonio Prieto, Madrid, CSIC, 2008, I, 2397–2411.
José Luis González Subías