Ribot y Fontseré, Antonio (Vic, 1813–Madrid, 1871)
Escritor y traductor en lengua castellana. Afín al socialismo sansimoniano, colaboró en las revistas El Vapor (1833–1836) y El Propagador de la Libertad (1835–1838). Durante esta primera etapa, influido por Lamennais, escribió Palabras de fraternidad (1837); pero su obra más importante de esos años es la Emancipación literaria. Didáctica (1837), propuesta de una nueva poética. Tras una estancia en Valencia, donde se relacionó con el editor Cabrerizo –de su imprenta salieron los dramas Cristóbal Colón o Las glorias españolas y El puñal (ambos de 1840)–, regresó a Barcelona, donde publicó Poesías patrióticas y de circunstancias y estrenó la comedia Quiero hacerme bullanguero. Instalado en Madrid en 1843, colaboró en los periódicos de Ayguals de Izco La Risa (1843–1844) y El Dómine Lucas (1844–1846), y con el seudónimo de «El Jesuita» redactó con Martínez Villergas la serie de Los políticos en camisa, el periódico El Tío Camorra (1847–1848) y Folletos literarios, a la vez que continuó su obra más personal (Poesías escogidas, 1846; la comedia Un cuarto con dos alcobas o Donde las dan las toman, 1848; Solimán y Zaida o El precio de una venganza, 1849; Pepitoria literaria. Extravagancias en prosa y verso, 1850).
Tras un nuevo paréntesis barcelonés como redactor de La Actualidad (1852), volvió a la corte para dirigir El Látigo (1854–1855) y participar en la política como diputado (1854–1856). Regresó al periodismo en La Península y, a partir de 1857, en El Museo Universal de Gaspar y Roig, en cuya editorial publicó la novela El quemadero de la cruz, víctimas sacrificadas por el Tribunal de la Inquisición (1869) y varias traducciones. Tras la Revolución de 1868 desempeñó la inspección de Archivos, sin renunciar a su vocación de periodista atento a los movimientos sociales, de la que dio muestra en La Municipalidad de París y el Gobierno de Versalles (1871).
Ejerció la actividad de traductor durante toda su vida, aunque esporádicamente y pane lucrando. En su haber se encuentran desde el traslado en octava rima del poema de T. Tasso Jerusalén libertada (Valencia, Cabrerizo, 1841), en colaboración con Juan Ángel Caamaño, hasta novelas de J. Verne. La variada gama de sus registros se conforma muy bien con la de su obra original y con su curiosidad intelectual, atenta siempre a las novedades. Adaptó para el teatro Guillaume Tell de Jean–Pierre Claris de Florian con el título La independencia de la Suiza (B., José Solá, 1836); suya es la versión del poema dramático de A. de Lamartine Toussaint Louverture (M., Ayguals de Izco, 1858), publicada muy poco después de la segunda edición francesa; y también es suya la primera traducción en castellano de Los trabajadores del mar de V. Hugo (Madrid, 1866), cuyo texto anotado, en dos volúmenes, salió de la imprenta de Gaspar y Roig el mismo año que el texto original.
Pero quizás sea más destacable su papel como introductor en España de las novelas «científicas y geográficas» de Verne. A él se deben las primeras traducciones de Los ingleses en el Polo Norte, El desierto de hielo, Cinco semanas en globo, De la Tierra a la Luna, Los hijos del capitán Grant y Un descubrimiento prodigioso. Salvo la última, algo posterior, todas fueron publicadas por primera vez en 1868, en la «Biblioteca Ilustrada de Gaspar y Roig», y reeditadas en varias ocasiones. Todavía hoy pueden encontrarse algunas de ellas bajo los sellos editoriales de Orbis, Plaza & Janés o La Gaya Ciencia. En la misma línea de las novelas de aventuras, Gaspar y Roig publicó en 1870 dos traducciones suyas de Thomas Mayne Reid, Los jóvenes bóers y Los cazadores de jirafas, ambientadas en África.
Siendo Ribot dado a escribir interesantes prólogos sobre las novedades que introducía en los géneros que experimentaba, no pueden extrañarnos sus explicaciones sobre su labor traductora, por la que mostró el legítimo orgullo de un trabajo bien hecho. Al justificar su versión de la Jerusalén libertada, por ejemplo, tras repasar las versiones anteriores y anotar la incertidumbre sobre el resultado, concluía que: «sin que se me pueda acusar de jactancioso, me atrevo a afirmar que es la única que tenemos en verso que revele con precisión todas las bellezas del original». Algo más que mero interés pecuniario se puede deducir de esas palabras.
Bibliografía
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Luis F. Díaz Larios
[Actualización por Francisco Lafarga]