Vega, Inca Garcilaso de la

Vega, Inca Garcilaso de la (Cuzco, 1539–Córdoba, 1616)

Escritor y traductor en lengua castellana, llamado en realidad Gómez Suárez de Figueroa; fue hijo del capitán español Sebastián Garcilaso de la Vega y Vargas y de la princesa inca Isabel Chimpu Ocllo. Es el autor mestizo por excelencia, pura encarnación de los conflictos identitarios que laten en el surgimiento de la literatura hispanoamericana. Creció rodeado de su familia materna, que le transmitió los relatos y las tradiciones del mundo inca. Su primera lengua fue el quechua. Aprendió a leer y a escribir en español con su tutor Juan de Alcobaza, y fue instruido en latín y religión cristiana por Juan de Cuéllar. En 1560, siguiendo los deseos de su padre, se embarcó hacia España para completar allí su educación. Llegó a Sevilla y viajó a Extremadura, Madrid y Montilla (Córdoba), donde fue recibido por su tío Alonso de Vargas, que poseía una importante biblioteca. Poco después cambió su nombre por el de Inca Garcilaso de la Vega (como homenaje a su padre y en alusión a sus orígenes indígenas). En 1570 participó en la guerra de las Alpujarras contra la población morisca, y obtuvo el grado de capitán. En 1571 regresó a Montilla, donde permaneció treinta años. Allí inició su labor literaria, marcada por el interés hacia las culturas americanas y el humanismo renacentista. En 1591 se trasladó a Córdoba y pudo integrarse en los círculos intelectuales gracias al prestigio que habían alcanzado sus obras. Murió a los pocos días de haberse ordenado sacerdote.

El Inca Garcilaso ha pasado a la historia de la traducción gracias a su versión de los Diálogos de amor de León Hebreo (Yehuda Abrabanel, judío de origen sefardí), publicada en Madrid en 1590. Esta obra supuso, además, su primera incursión en el mundo de las letras. La terminó en 1586, a la vez que iniciaba la composición de La Florida del Inca (1605) y los Comentarios reales (1609), aparecidos póstumamente con el título de Historia general del Perú (1617). En un intento de armonizar sus dos tradiciones, la europea y la amerindia, el Inca Garcilaso trató de «traducir bien» al castellano de su época la esencia mítica incaica. Su obra se desarrolla bajo el signo de una profunda conciencia lingüística (se llegan a dar minuciosas precisiones léxicas acerca de la lengua de los indios del Perú) y una voluntad de hacer honor y justicia a un mundo derrotado. La Traduzion del Yndio de los tres Diálogos de Amor apareció en un momento en que ya se habían publicado diecisiete ediciones de la obra de León Hebreo: nueve en italiano, una en latín (la de Juan Carlos Sarraceno, 1564), cinco en francés y dos en castellano, realizadas por Guedella Yahía (Venecia, 1568) y Micer Carlos Montesa (Zaragoza, 1582).

La traducción del Inca fue, sin duda, la que alcanzó mayor difusión en la época, además de considerarse superior desde un punto de vista literario. Menéndez Pelayo, partiendo de la dudosa idea de que los Diálogos fueron escritos inicialmente en castellano o en hebreo, le otorga el beneficio de haber mejorado el original italiano. Garcilaso se basó en la edición original publicada en Roma en 1535. No hay datos concluyentes acerca de si consultó o no las otras traducciones castellanas, pero él mismo afirma conocer la latina de Juan Carlos Sarraceno. Su versión apareció en los Índices inquisitoriales en 1612 y 1620. Las razones que llevaron al Inca a interesarse por los Diálogos de amor han sido muy discutidas por la crítica. El propio autor, en la «Dedicatoria a don Maximiliano de Austria», con la que se abre el libro, explica: «cuando yo hube estos diálogos y los comencé a leer, por parecerme cosa tal como ellos dirán de sí, y por deleitarme más en la suavidad y dulzura de su filosofía y lindezas de que tratan, con irme deteniendo en su lección, di en traducirlos poco a poco para mí solo, escribiéndolos yo mismo a pedazos». Lo que se había iniciado como «recreación y deleite» se convirtió pronto en «trabajo y cuidado», pues, en efecto, la traducción del Inca es cuidadosa: literal y literaria. Su formación filológica renacentista le hace ser fiel al texto y, al mismo tiempo, el humanismo, el platonismo y el judaísmo de la obra le permiten situarse en un espacio de confluencia de saberes (filosofía, astronomía, cábala, literatura) y culturas: lugar genuino de la creación del Inca Garcilaso. Existen indicios de que habría quedado fascinado por los Diálogos como transmisores de leyendas y relatos míticos, y que habría encontrado en la cosmovisión presentada por León Hebreo puntos de coincidencia con la antigua tradición inca. La traducción, además de constituir su primer trabajo de escritura literaria, se revela como una apuesta por el mestizaje y la comprensión que sitúa a Garcilaso en el corazón del humanismo renacentista y le convierte en actor de las relaciones entre pueblos y culturas lejanas.

 

Bibliografía

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Elisa Martín Ortega

[Actualización por Francisco Lafarga]