Gómez de Avellaneda, Gertrudis (Santa María de Puerto Príncipe, 1814–Madrid, 1871)
Escritora y traductora en lengua castellana. Nacida en Cuba, a los veintidós años se afincó en España, aunque siempre sintió añoranza de su tierra natal, a la que sólo pudo volver temporalmente. Está considerada como la poetisa más característica del romanticismo. Valiente, rebelde, apasionada, víctima de la soledad y las tragedias, la bella Tula, como era conocida familiarmente, encarna la mujer libre, luchadora y osada frente al conservadurismo social. Estimada como precursora del feminismo por su defensa de la capacidad intelectual de la mujer y de su derecho a decidir, nunca rehusó tratar temas sociales de actualidad. Optó, en vano, a un sillón de la Academia de la Lengua. Cultivó todos los géneros literarios: periodismo, ensayo, lírica, teatro y novela –con materiales americanistas como la esclavitud en Sab, y el indigenismo en Guatimozín, el último emperador de Méjico–. Lectora voraz desde su infancia, se familiarizó muy pronto con las últimas corrientes literarias, sobre todo las francesas, que tradujo e intentó imitar y recrear en sus obras.
Buscó emular en castellano la poesía francesa traduciendo tanto el contenido como la forma con muy diferentes grados de literalidad. Con clara conciencia, va indicando, junto al título mismo de su poema, «traducción», «traducción libre», «traducida libremente», «imitación» o unos versos a modo de lema. Otras veces el original ha servido de simple fuente de inspiración. Por ello la calificación más exacta de estos trabajos no es la de traducción, ni imitación, sino la de recreación. Aunque adaptó varios poemas latinos (sobre todo salmos), ingleses (de Byron) y portugueses (de Augusto José Gonçalves Lima), su principal fuente de inspiración fue la poesía francesa: la bella Tula leyó, tradujo e imitó a Évariste Parny, Alphonse de Lamartine y Victor Hugo. La poesía erótica de Parny fue adaptada y recreada según la propia circunstancia de la autora. Lamartine le sirvió de inspiración y de reflexión sobre la traducción que deseaba hacer: «con la exactitud posible, penetrándome de los pensamientos e ideas del autor, [imitando] con mediano acierto su versificación fluida y armoniosa, y aquel colorido místico y melancólico que distingue sus composiciones». Los aspectos más notables de sus recreaciones de Hugo son el humanitarismo (La clemencia), el patetismo sentimental (Polonia) y el alarde métrico como en Los duendes (Les Djinns) y en La noche de insomnio y el alba. Fantasía, realización de su ensueño polimétrico porque empezando con una octavilla aguda bisílaba sigue in crescendo hasta acabar con otra hexadecasílaba. Con tales prácticas la Avellaneda enriquece la literatura española.
En el ámbito teatral tradujo un dama de lord Byron, La verdad vence apariencias (M., Repullés, 1852), que se representó el mismo año; las demás versiones (seis en total) proceden de otras tantas piezas francesas, aunque de tres de ellas solo se tienen noticias de las representaciones, sin que se haya conservado el texto: Los puntapiés (1851), procedente de Les coups de pied de Jean–Baptiste Simonnin y Théodore Nezel; Hortensia (1853), procedente de la comedia homónima de Frédéric Soulié, y La sonámbula (1854) de L’innocence d’un forçat de Charles Bernard. Llegaron a imprimirse La aventurera, recreación de la obra homónima de Émile Augier (M., G. González, 1853); La hija del rey René (M., J. Rodríguez, 1855), traducción bastante fiel de un drama–vodevil en un acto de Gustave Lemoine y Eugène Scribe; y Catilina (Sevilla, A. Izquierdo, 1867), drama sacado de otro del mismo título original de Alexandre Dumas y Auguste Maquet. Las dos primeras llegaron a las tablas, mientras la tercera, al parecer, sólo conoció la impresión. En las dos primeras adaptó la versificación original a la castellana sirviéndose exclusivamente de versos octosílabos (romances, redondillas), pero en la tercera recurrió también a los endecasílabos. La aventurera es distinta, no tanto por la intriga, bastante paralela, cuanto por los caracteres. Doña Gertrudis se empeña en actualizar su contenido y adaptarlo a la sociedad burguesa española de tiempos de Isabel II, de modo que sirviera no sólo de escena de costumbres y lacrimógeno drama sino de motivo de discusión ideológica. La incapacidad de la sociedad para incorporar a la aventurera representa una denuncia de la condición femenina. Igualmente es forzoso relacionar la fecha de su estreno en Madrid (1853) con el del año anterior en París de La dame aux camélias, cuyo tema y escándalo debía conocer la Avellaneda. La hija del rey René incorpora los couplets como otro elemento del texto y presenta modificaciones menores, impuestas por las tradiciones del teatro español, más exigente en moral femenina y muy habituado a dar espacio al gracioso. Finalmente, Catilina, «refundición y arreglo» según la propia autora, reduce los elementos históricos y amplía los sentimentales. Lo más notable de esta versión es el tratamiento dado a los dos personajes femeninos: mientras Aurelia es la mujer honrada y buena ciudadana, Fulvia es la amante ambiciosa y posesiva. En cuanto a los aspectos formales, esta versión es un gran ejercicio métrico. Por todo ello la autora no debe ser considerada exactamente como traductora teatral, sino más bien adaptadora o recreadora.
Bibliografía
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Alfonso Saura
[Actualización por Francisco Lafarga]