Gracq, Julien

Gracq, Julien (Saint–Florent–le–Vieil, 1910–Angers, 2007)

Escritor francés, llamado en realidad Louis Poirier. Aunque relacionado desde el principio con el surrealismo, siempre se mantuvo al margen de tendencias, escuelas y las reglas de la vida literaria: lo atestiguan el uso de un seudónimo, un panfleto contra los usos del mundo literario, su negativa a prestarse a la promoción de cada nueva publicación. Este carácter «secreto» le ha valido una presencia en la literatura española de la mano de Enrique Vila–Matas, que le incluyó en Bartleby y compañía (2000). Su obra narrativa se limita a pocos títulos: Au château d’Argol (1938), instauró una temática (búsqueda, frontera, espera) a la que se mantuvo fiel; Le rivage des Syrtes (1951) es una exploración detallada de su universo personal mediante una prosa poética, que en Un balcon en forêt (1958) y La presqu’île (1970) alcanza mejor equilibrio entre lo cotidiano y lo insólito. Sus poemas en prosa (Liberté grande, 1947), estudios (A. Breton, 1948; Préférences, 1961), textos breves (Lettrines, 1961) o evocaciones de su pasado (Les eaux étroites, 1976; La forme d’une ville, 1985) se han visto como elementos dispersos de una autobiografía fragmentaria.

Si bien el mundo editorial español no prestó atención a las obras de Gracq hasta los años 80, en 1958 apareció una versión de La ribera de las Sirtes, a cargo de Antonio Rabinad (B., Janés) en un volumen que recogía los premios Goncourt. Hubo que esperar a 1982 (tal vez porque la publicación en Francia el año anterior de En lisant en écrivant puso de nuevo a Gracq en el primer plano de la actualidad) para que Seix Barral (Barcelona) ofreciera una nueva traducción con el título El mar de las Sirtes, a cargo de José Escué. También se alteró el título original en otra traducción: Los ojos del bosque, a cargo de Rafael Conte (B., Anagrama, 1984). Si bien la adaptación del título es práctica frecuente (¿imposición editorial?) en las traducciones, en el caso de Gracq es una verdadera «traición» temática: en el primer caso, es el tema de la frontera, la orilla, el carácter fronterizo de sus personajes; en el segundo, el lugar elevado, dominante.

Para las versiones al catalán, también se empezó por La ribera de les Sirtes, en traducción de Josep M. Sala–Valldaura (B., Proa, 1985; reed. 2008), respetando el título original, y se adelantó a la castellana de la primera obra de Gracq: Al castell d’Argol apareció en 1991 en versión de Víctor Compta González (B., Edicions 62); dos años más tarde, Siruela (Madrid) publicó En el castillo de Argol, traducido por Mauro Armiño. Aunque la edición en otros sellos (DeBolsillo o en Círculo de Lectores) hace suponer una difusión y aceptación importante de su obra, sólo el empeño, la pasión y dedicación de editoriales más modestas han contribuido a un conocimiento más amplio de este autor. Así, en 1994, apareció Libertad grande, en traducción de Ramón Romero Noval (Málaga, Seyer); Mario Muchnik (Barcelona) publicó al año siguiente La forma de una ciudad, en versión de Miguel Rubio. Hasta 2002 no apareció una de sus obras más apreciadas, Las aguas estrechas (M., Árdora), traducida por Loreto Casado, que ha tenido en 2006 su versión catalana por Ramon Girbau (Les aigües estretes; B., Quaderns Crema).

También deben mencionarse ediciones de obras menos conocidas de Gracq, o de aparición menos frecuente, como la de su especial visión de la lectura y la escritura, con Leyendo escribiendo por Cecilia Yepes (M., Fuentetaja, 2004), la de Les carnets du grand chemin, aparecida con el título A lo largo del camino, por ka misma traductora (B., Acantilado, 2007), las de La literatura como bluff: 1950 (B., Nortesur, 2009) y Capitulares (B., Días Contados, 2012), ambas debidas a María Teresa Gallego; las tres de Julià de Jódar: El rey Cophetua (2010), La península (2011) y Las tierras del ocaso (2016), publicadas por Nocturna (Madrid), así como la de Roma: en torno a las siete colinas de José Miguel Parra, que ha editado Confluencias (Aguadulce, 2015). Las reseñas aparecidas en revistas y suplementos culturales con ocasión de estas traducciones suelen recoger las características del autor (su independencia, la suntuosidad de su escritura, la agudeza y originalidad de sus análisis y comentarios literarios), pero no ofrecen valoración alguna de la traducción.

 

Julián Mateo
[Actualización por Francisco Lafarga]