Ronsard, Pierre de (Couture–sur–Loir, ¿1524?–Saint–Cosme–en–l’Isle, 1585)
Poeta francés. Fue calificado en su tiempo como príncipe de los poetas, a lo que malignamente suele añadirse «y poeta de los príncipes», dada su vinculación a la monarquía y la corte, a cuyas políticas y fastos contribuyó; con todo, preciso es reconocer que aun en esta parte de su producción se hallan algunas de sus obras más bellas. Buen humanista y con una elevada concepción de la poesía, consagró toda su vida a una obra abundante y variada que no respondía sólo a aspiraciones personales sino también a un ambicioso proyecto poético y patriótico: la «Pléiade», grupo de poetas llamado a modernizar la poesía francesa y situarla al nivel de las más prestigiosas.
El escaso número de traducciones de la obra de Ronsard en España contrasta con la buena recepción de su poesía y con las huellas que ha dejado en creadores como Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, Jorge Guillén, Juan Gil–Albert, Ángel Crespo y el más reciente Jordi Enjuanes. La exigencia formal de su lírica, cuyos ritmos e imágenes difícilmente hallan fiel paralelo en otra lengua, lleva a que sus traductores suelan ser poetas para quienes verterlo en molde propio constituye un desafío y un homenaje. Una temprana traducción de tres fragmentos del himno «Los demonios» figuraba en las Historias prodigiosas de Boaistuau, Tesserand y Belleforest, traducidas por Andrea Pescioni en 1586 (Medina del Campo). Pero han sido sus géneros más intimistas y personales los que han gozado de mayor éxito en la posteridad, y a ellos se han aplicado en general sus traductores.
Entre las excepciones destaca la edición de Poesía realizada por Carlos Pujol (Valencia, Pre–Textos, 2000), notable selección en la que están representados prácticamente todos los géneros cultivados por Ronsard. El traductor había publicado ya en 1982 los Sonetos para Helena (B., Bruguera; luego B., Planeta, 1987), y ahora completa la serie de «Amores» con diecinueve de los dedicados a Casandra, quince de los de María, cuatro de los inspirados por Astrea y cinco de «Amores diversos»; siguen diez odas, tres himnos, diecisiete «Elegías, Epitafios y poemas diversos» y nueve «Obras póstumas». En esta atinada representación de la amplitud de registros de Ronsard, la dificultad de la selección se ve compensada con el gusto y la intuición que presiden la lectura del traductor, poeta a su vez, demostrados en el prólogo. Es asimismo una excepción Pere Bessó, también poeta, que había publicado años atrás El gat (Valencia, Difusora de Cultura, 1979; col. «Lindes. Quaderns de Poesia»), composición de 190 versos incluida por Ronsard entre sus «Poemas», y cuya estructura y temática (platonismo, magia, misteriosos signos de la naturaleza) lo apartan de los caminos trillados por la política editorial española en lo tocante a Ronsard. Por ello es tanto más de lamentar que no se intentara dotar, no ya de rima, pero sí al menos de cierto ritmo, al verso. El prólogo de Rafael Ventura presentaba adecuadamente al autor en su contexto histórico y literario.
Xavier Benguerel, poeta y novelista, publicó el periódico La Vanguardia (7 de enero de 1986), con ocasión del centenario de Ronsard e ilustrados con los retratos del poeta y Casandra, nueve sonetos (tres fueron editados en una bella plaquette el mismo año: Sonets a Hélène, B., Filograf) de los que empezó a traducir al catalán durante su exilio en Chile para la revista Catalunya de Buenos Aires, precedidos de un texto que rendía con modestia homenaje al autor.
El poeta Fernando Maristany realizó una gran tarea divulgadora traduciendo al castellano, al menos desde 1914, poetas de varias lenguas. Algunas de sus antologías incluían a Ronsard, concretamente seis poemas en Las cien mejores poesías (líricas) de la lengua francesa (B., Cervantes, 1917) y en la Antología general de poetas líricos franceses, 1391–1921 (Cervantes, ¿1922?), amén de otros poetas de la misma época, todos los cuales tradujo con fidelidad y libertad a un tiempo. Maristany es avezado traductor, como muestra en traducciones de otras lenguas, labor concebida como modo de enriquecer la poesía española. También está presente en una antología digna de señalar, la muy completa Poesía francesa (M., Guadarrama, 1954), del diplomático, profesor, ensayista y poeta colombiano Andrés Holguín, organizada con buen conocimiento de la materia y definido criterio estético. Unas extensas notas preliminares acompañan a los diversos autores, traducidos con metro y rima, y en «El Renacimiento» encontramos diez poemas de Ronsard (además de alguno de Marot, M. Scève, Du Bellay, Baïf y Louise Labé). De esta antología se han hecho varias reediciones, la más reciente en Bogotá, en 2001 (Panamericana). Otra antología general de la lírica francesa, esta en catalán, preparada por Alain Verjat (B., Edicions 62, 1985), contenía cuatro sonetos traducidos por Natàlia Izard y dos por Marià Villangómez, que procedían de una recopilación suya anterior, Recull de versions poètiques (Eivissa, Institut d’Estudis Eivissencs, 1974).
En el 2009 el poeta Pere Rovira publicó una antología bilingüe titulada Les roses de Ronsard (B., Proa), de muy cuidada presentación. El autor corroboraba las resonancias machadianas del título citando en exergo los dos versos del «Autorretrato» de Antonio Machado en que éste se declarara deudor del gran poeta francés: «Adoro la hermosura, y en la moderna estética/corté las viejas rosas del huerto de Ronsard». Volverá a citarle en el extenso y bien informado prólogo, en apoyo de una atinada lectura de la poética contemporánea a Ronsard, así como del entramado entre realidad y ficción. El volumen contiene ciento cuarenta y dos sonetos para Hélène (sesenta y cuatro del Primer libro y setenta y siete del Segundo), precedidos de la «Oda a la seva amiga» (la famosa «Mignonne, allons voir si la rose…», a Casandra) y seguidos de «Quatre sonets»: «Maistresse embrasse moy baize moy» («Amiga, abraça’m, besa’m»); «Chacun me dit, Ronsard» («Tots em diuen, Ronsard»); «Vous estes deja vieille, et je le suis aussi» («Ja ets una velleta, i jo ja sóc un vell»); y finalmente «Je n’ai plus que les os» («Ja semblo un esquelet»). El conjunto incluye un índice de primeros versos en francés y catalán.
Por su parte, en 2013 Begoña Capllonch, que ya había revelado su talento para la traducción poética con los Sonetos de Louise Labé (2007), publicó en texto bilingüe su selección y versión catalana de cincuenta sonetos de los Amors de Cassandra (Martorell, Adesiara). El volumen, de cuidada presentación, era fruto de una entusiasta colaboración editorial desencadenada por su iniciativa. Capllonch se deja guiar por la inmediatez sensorial y los valores musicales del verso, y conserva el ritmo en decasílabos casi sin excepción. En estos Amors de Cassandra, la «Nota sobre la traducció», que también lo es sobre la selección, sintetiza la compleja trayectoria de los poemas, sus fuentes y evolución. B. Capllonch eligió para su traducción la versión de 1584, la última de Ronsard (basándose en la nueva edición de Œuvres complètes en la «Bibliothèque de la Pléiade», de 1993, cuyo orden y numeración respeta). No así Caridad Martínez en la «Introducció», que, integrando la figura de Casandra en la poética totalizadora de Ronsard a lo largo de su vida, en lo que ella llama «Una autobiografia de poeta», ejemplifica con la primera versión del autor (base de la edición de Laumonier considerada de referencia). Completa el volumen un índice de primeros versos en francés, con su doble notación (la de la antología y la de la edición fuente).
Unos años después, María Teresa Gallego editó una antología bilingüe titulada Sonetos (M., Hermida, 2016), compuesta de cuarenta poemas a Casandra, aunque contenía poemas de otros géneros y cancioneros, basándose en la edición de 1993 de la «Bibliothèque de la Pléiade» y consultando asiduamente la de Vaganay de 1910, de la que toma los comentarios de Marc–Antoine de Muret que los acompañaba en la primera edición de Ronsard. El nombre de este humanista que tan útilmente esclareció las oscuridades de Ronsard y sus alusiones mitológicas, corre aquí peligro de pasar desapercibido, dado lo escueto del índice. Como también la entrañable dedicatoria a Juan Ramón Jiménez, imperdonablemente emboscada tras el último poema, el bellísimo «A la muerte de María» (aunque preciso sea decir que ése es su sitio).
Sólo queda ya saludar la magna selección bilingüe del poeta, crítico y profesor Carlos Clementson, acompañada de un completo estudio introductorio: Poesía (Córdoba, UCOPress, 2017, 2 vols.). El texto original es el de 1584 (última edición colectiva en vida de Ronsard, y base de las Œuvres complètes editadas por G. Cohen en la «Bibliothèque de la Pléiade» en 1950). La habían precedido años atrás las «Tres elegías de Ronsard» (en el n.º 4 de Estudios Románicos, 1989), que eran las tituladas «A la muerte de María», «Contra los leñadores del bosque de Gastine» y «A la tumba de Margarita de Francia, duquesa de Saboya», así como la versión de los Lamentos y añoranzas (Les Regrets) de Du Bellay. En esta antología bilingüe de Ronsard, la más ambiciosa hasta la fecha, están representados todos los temas y géneros de la variada inspiración del autor, desde los ritmos pindáricos de sus orígenes hasta los versos póstumos y los atribuidos. La precede un largo «Estudio introductorio» dividido en varias partes, en el que las centrales se corresponden con las seis en que se estructura la antología (organización que confirma la dificultad y el riesgo de toda clasificación). Y la amplia bibliografía, así como las notas, contribuyen a hacer de este libro un buen estudio sobre Ronsard. En los «Criterios sobre la traducción» rinde homenaje a Carles Riba (cuyas Elegías de Bierville había traducido también en 1992) y a Unamuno. Haciendo suyo un axioma del primero, «La traducción más poética es al mismo tiempo la más literal», confirma su alta aspiración, y la difícil antinomia a que se enfrenta el traductor.
Bibliografía
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Caridad Martínez