Aristófanes (Atenas, 450 a. C.–Atenas, 385 a. C.)
Dramaturgo griego. Sus comedias se caracterizan por un contenido rigurosamente político, orientado a la crítica de la Atenas de su tiempo. Por los procedimientos lingüísticos con que se ejerce dicha crítica, una comicidad inmisericorde, basada en el lenguaje obsceno (escrología), vulgar, el insulto directo, el humor elemental del vientre, el cuerpo y el sexo; pero también por la parodia de los géneros literarios más elevados o de los lenguajes especializados de la filosofía, el derecho, la medicina, la ciencia, la cocina, la religión, etc. todo ello, junto a las circunstancias de la historia cultural de España, ha hecho que Aristófanes haya sido un autor apenas traducido, con escasa influencia en la producción teatral y literaria española, aunque algunos helenistas del s. XVI y s. XVII incluyeron textos de Aristófanes entre los autores que leían y comentaban en clase.
En 1577 Pedro Simón Abril tradujo el Pluto, obra perdida o no localizada, por lo que hay que esperar hasta el s. XVIII para encontrar helenistas, como Casimiro López Canseco o Bernardo Zamora, ocupados de iniciar el estudio sistemático del autor. Igualmente se sabe de la existencia de unas Observationes in Aristophanis Comoedias del deán Manuel Martí (perdidas). En 1794 (M., Sancha) el padre Pedro Estala publicó un Resumen de la historia de la comedia antigua y moderna para su cátedra de los reales estudios de Madrid, que acompañaba a su traducción del Pluto en octosílabos asonantados, calificados por Menéndez Pelayo de «flojos y rastreros», si bien alababa la fidelidad y buen gusto de la traducción. Otro helenista, amigo de Estala, Antonio Conde, vertió Lisístrata, que está perdida o ilocalizable.
Hasta finales del s. XIX no hubo una traducción completa de Aristófanes al castellano: la realizada por Federico Baráibar y Zumárraga (Vitoria, Hernando, 1874) y prologada por Menéndez Pelayo. Esta versión fue decisiva al dar a conocer la totalidad de la obra de Aristófanes, pero la ausencia en su época de un texto filológicamente fiable, así como de comentarios adecuados, supuso graves limitaciones a la versión. Por otro lado, la estética del decoro y del buen gusto llevó al traductor a atemperar la vis comica, omitiendo pasajes obscenos o recurriendo al latín para expresiones consideradas indecorosas. Su traducción debe considerarse una venerable obra arqueológica, que ha ejercido una notable influencia en la cultura hispánica. De hecho, ha sido reeditada en múltiples ocasiones a lo largo del s. XX, tanto en España como en América, con la totalidad de los textos o con algunos de ellos: así, las ediciones de Las junteras, Las nubes y Las avispas (M., Espasa–Calpe), publicadas entre 1979 y 1982.
Hubo que esperar hasta bien entrado el s. XX para leer nuevas traducciones de Aristófanes: la de Rafael Martínez Lafuente (Valencia, Prometeo, 1916) se resiente gravemente de ser una traducción indirecta a través del francés. Dejando de lado traducciones oportunistas como la de Jesús Lizano (B., Marte, 1955), o las motivadas por el deseo de divulgación como las de algunas comedias (Pluto, Las nubes, Las ranas) vertidas por Julio Pallí Bonet (B., Bruguera, 1969), o algunas otras movidas por intereses no estrictamente teatrales o literarios como la de Antonio Espina Alarcón (Las asambleístas; Granada, Instituto de Historia del Derecho, 1977), se puede afirmar que en la década de 1970 surgió un renovado interés por Aristófanes o, con mayor precisión, por un tipo de comedia que conectaba vivamente con los deseos de renovación política y cultural de la España de la época: se produjo una floración de nuevas traducciones hechas con instrumentos filológicos modernos y con un mejor conocimiento de las funciones de la comicidad aristofánica, y con actitudes estéticas e intelectuales que las liberaba de las rígidas exigencias del buen gusto.
En 1975 Francisco Rodríguez Adrados realizó una traducción moderna y filológicamente correcta de cuatro comedias (Las avispas, La paz, Las aves y Lisístrata), publicadas por Editora Nacional (reeditadas por Cátedra en 1987). Este primer trabajo fue completado por sucesivas traducciones del resto de las comedias: Las asambleístas en 1982 (en un volumen de Teatro griego del Círculo de Lectores), Los Acarnienses, Los Caballeros, Las Tesmoforias y La Asamblea de las Mujeres en 1991 (M., Cátedra) y, por último, para completar la serie de traducciones en Cátedra Rodríguez Adrados publicó en 1995 Las Ranas y Pluto, junto con Las Nubes, que estuvo a cargo de Juan Rodríguez Somolinos. Utilizamos la mayúscula o la minúscula en el título de las comedias según los propios criterios de los editores. Todo Aristófanes, junto con Menandro, fue vertido por el propio Rodríguez Adrados con Eladio Isla Bolaño, María Rico y Francisco de Paula Samaranch, con una introducción de J. A. Míguez (M., Aguilar, 1979), con desigual fortuna. Las traducciones de Rodríguez Adrados, realizadas en un castellano actual y correcto que no rehúye la obscenidad y busca trasvasar algunos de los rasgos más definitorios de la comedia, como la distinción entre partes cantadas y recitadas, supuso la superación de la venerable traducción de Baráibar, pese al carácter con frecuencia áspero con que solía expresarse el difunto Rodríguez Adrados, al aplicar criterios traductológicos más acordes con el espíritu aristofánico.
En 1994 Antonio López Eire dio a la prensa sus traducciones de Las asambleístas (B., Bosch) y de Lisístrata (Salamanca, Hespérides), fruto de un largo y sistemático estudio de la lengua, el estilo, las convenciones dramáticas, el contexto político, social y cultural de la comedia aristofánica. López Eire no se da por satisfecho con las posibilidades del español coloquial contemporáneo, sirviéndose como intertexto, al igual que hiciera Aristófanes con la tradición literaria griega, de toda la rica tradición de la poesía satírica y burlesca española, sin olvidar que el texto de Aristófanes estaba destinado a la escena, con una finalidad pragmática decidida y una exigencia de eficacia dramática. Un texto para la escena produjo asimismo Agustín García Calvo con Los carboneros (o sea, Los acarnienses; Zamora, Lucina, 1981), que se representó en el templo de Debod en Madrid en 1991. Fiel al texto griego, García Calvo no tiene el menor reparo, por necesidad dramática y de eficacia cómica, en transponer los «viejos casos de Atenas» a la realidad contemporánea o en sustituir pasajes enteros, de dudosa actualidad o de difícil intelección, por tiradas de su propia cosecha. En 1985 vio la luz el primer volumen de Aristófanes de la colección «Alma Mater» del CSIC, obra de Esperanza Rodríguez Monecillo. La edición crítica, bilingüe y con una larga, erudita y actualizada introducción, es una valiosísima contribución a la que debe ser una definitiva edición culta de Aristófanes en castellano.
En 1995 vio la luz en la «Biblioteca Clásica Gredos» el primer volumen de Aristófanes (Los acarnienses y Los caballeros) preparado por Luis Gil Fernández, uno de los mejores conocedores del comediógrafo griego. Con rigor filológico, erudición y calidad científica, L. Gil ha vertido Aristófanes al castellano con su probada experiencia de fino traductor, de helenista reconocido y de intelectual comprometido con su tiempo. Su traducción es un texto fiel al original, pero, al mismo tiempo, fresco, rico en connotaciones, ingenioso, por el que se mueve con desenvoltura la gracia y el humor aristofánicos. Con una diferencia de años considerable, aparecieron también dos volúmenes que completaban la serie aristofánica en la «Biblioteca Clásica Gredos»: un segundo volumen con las comedias Las nubes, Las avispas, La paz y Las aves en 2011 (M., Gredos); y un tercer y último volumen con Lisístrata, Las tesmoforiantes, Las Ranas, Las asambleístas y Pluto en 2013 (M., Gredos). Frente a la muy cuidada y esmerada factura del primer volumen, el segundo y el tercero adolecen de un menor cuidado, si bien su calidad general sigue siendo indiscutible y puede esta ser considerada la actual mejor traducción aristofánica de referencia.
A partir de la década de los años 80 se han multiplicado las traducciones de Aristófanes, fruto del interés creciente por el comediógrafo. Entre ellas cabe destacar el trabajo de Luis M. Macía Aparicio (M., Ediciones Clásicas, 1993), quien se ha esforzado en dar una apreciable traducción de la totalidad de las comedias en un castellano coloquial con rigor, gracia e ingenio. Mención especial merecen Las ranas de José García López (Murcia, U. de Murcia, 1993) que, además de una notable traducción, contiene una excelente introducción y un detallado comentario filológico. También se deben destacar las versiones publicadas por Alianza, que aúnan la idea de difusión al gran público y el rigor filológico: la de Elsa García Novo (Las nubes, Lisístrata y Dinero; M., Alianza, 1987), con notas e indicaciones escénicas suficientes para hacer accesibles las comedias al gran público. También, con los mismos presupuestos y un hilarante gracejo y soltura, la de Javier Martínez, Los pájaros, Las ranas y Las asambleístas (M., Alianza, 2005).
En lenguas distintas del castellano M.ª Teresa Amado es autora de una versión en gallego de dos comedias (Nubes y Asamblearias) con gran finura de estilo (Santiago de Compostela, Clásicos en Galego, 1991). En catalán vio la luz entre 1969 y 1977 (B., Fundació Bernat Metge) la correcta traducción de Manuel Balasch, que es el único texto bilingüe completo y con aparato crítico en una lengua peninsular. También al catalán se han vertido traducciones particulares de las distintas comedias, como L’assemblea de les dones de Albert Prieto y Xavier Baldovín en 1999 (M., Ediciones clásicas), El nuvols de Mercè Valls en 2000 (B., La Magrana), una Lisístrata de Joan Pagès en 2012 (B., La Magrana), a las que hay que sumar las traducciones de Cristián Carandell de La pau en 2000 y Els ocells en 2002 (B., Diputació de Barcelona) y de Lisístrata en 2010, Les granotes en 2014 y Els acarnesos en 2017 (Martorell, Adesiara editorial), para terminar con Les vespes de Josep Antoni Clua en 2017 (Lleida, Universitat de Lleida), en lo que es una muestra de un renovadísimo interés que no deja de aumentar por Aristófanes en los últimos años, como reflejan las traducciones al castellano de Lisístrata de Elena Gallardo en 2012 (Valencia, Tilde) y de Lisístrata y Las nubes de Francisco Miguel del Rincón en 2016 (M., Guillermo Escolar, antigua Escolar y Mayo), con una cuidada introducción.
Bibliografía
Carlos Hernández Lara, «Aristófanes en el teatro contemporáneo español y alemán: tres adaptaciones de La paz» en Á.–L. Pujante & K. Gregor (eds.), Teatro clásico en traducción: texto, representación, recepción, Murcia, Universidad de Murcia, 1996, 169–178.
Concepción López Hernando, Helenismo e Ilustración. El griego en el siglo XVIII español, Madrid, FUE, 1975.
Antonio Melero
[Actualización por Mikel Labiano]