Aristóteles

Aristóteles (Estagira, 384 a. C.–Calcis, 322 a. C.)

Filósofo griego, hijo de Nicómaco, médico en la corte macedonia, lo que explicaría que Filipo le convirtiera en «preceptor» de Alejandro (343). En 367 marchó a Atenas para integrarse en la Academia platónica. Muerto Platón en 347, abandonó Atenas con Jenócrates para establecerse en Assos (Misia), donde fundó su primera escuela con ayuda del tirano Hermias de Atarneo. En Lesbos, frente a Assos, trabó amistad con Teofrasto, su sucesor, y parte de su obra sobre botánica y biología parece proceder de esta época. Cuando Alejandro ascendió al trono en 336, Aristóteles se instaló definitivamente en Atenas, en un gimnasio dedicado a Apolo Lykaios (el Liceo, posteriormente también Perípato), donde continuó doce años escribiendo y enseñando como escolarca. Murió en Eubea, donde se refugió tras la muerte de Alejandro. Las primeras obras de Aristóteles, llamadas «exotéricas» por el propio autor, estaban escritas con elegancia e impregnadas de platonismo –especialmente la teoría de las Ideas y otros temas que luego retomaría rectificando esta orientación. Sólo se conservan fragmentos, traducidos por Álvaro Vallejo (M., Gredos, 2005). Las más importantes son diálogos (Eudemo, Protréptico, Sobre la filosofía, Grilo, Nerinto, Erótico, Simposio, Sofista, Sobre la realeza, etc.); y otras, no dialógicas, de mayor envergadura filosófica, como Sobre el bien y Sobre las ideas. Finalmente, entre los fragmentos se incluyen algunas ni siquiera exotéricas (Divisiones, Anotaciones, Sobre los contrarios, etc.). En cambio, los escritos que han llegado, el Corpus aristotelicum, pertenecen a la producción llamada «esotérica», es decir, para utilización «interna» del Liceo, aunque se sabe que Epicuro, por ejemplo, conocía, al menos, la Física (traducida por José Luis Calvo; M., CSIC, 1996). Hoy, en general, se considera anacrónica la idea de que son «apuntes» de los discípulos; más bien parecen ser anotaciones del filósofo para uso personal (apomnemoneumata); y no pocas contienen adiciones, bien para completar algo o para ensamblar algunos trataditos y formar obras más amplias (caso de Ética a Nicómaco, Metafísica, Física, etc.).

En su concepción sistemática de la ciencia, Aristóteles se propuso crear una obra que comprendiera todo el conocimiento; para ello escribió sobre todos los campos del saber, aunque sus aportaciones más sólidas pertenecen al de la lógica formal, que él creó ex nihilo, la biología, la ética, la retórica y la poética. La historia de la desaparición del Corpus durante dos siglos, relatada por Estrabón, parece novelesca, pero se acepta que Andrónico de Rodas (siglo I a. C.) realizó una revisión y eventual ensamblaje de los escritos, aunque algunos podrían haber sido compilados antes. Al Corpus se añade La constitución de los atenienses, aparecida en papiro y publicada inicialmente por Kenyon (1891). No se conserva nada más. Según la división que hace el propio Aristóteles en ciencias teóricas, prácticas y productivas, y dejando aparte las obras de lógica que son de carácter «instrumental» (el Organon), formado por Analíticos primeros y segundos, Tópicos, Sobre la interpretación, Sobre las refutaciones sofísticas y Categorías, pertenecen a las ciencias productivas: Retórica y Poética; a las prácticas: Ética a Nicómaco, Ética a Eudemo, Magna moralia, Política y Constitución de los atenienses; la mayoría, pues, está dedicada a las teóricas: entre ellas destaca la Metafísica, única representante de la más alta especulación (Aristóteles no tocó matemática ni teología). El conjunto más amplio lo forman obras de «física» en sentido general: Lecciones sobre la Naturaleza o Física, Sobre la generación y la destrucción, Sobre el cielo, Los meteorológicos, Sobre el alma, Pequeños tratados de historia natural, Investigación sobre los animales, Sobre las partes de los animales, Sobre la marcha de los animales, Sobre el movimiento de los animales y Sobre la generación de los animales. Las nombradas hasta aquí pertenecen a Aristóteles, con algunas interpolaciones y no sin algunas dudas. Pero en el Corpus hay un nutrido grupo de obritas espúreas, de origen peripatético, aunque posteriores: Problemas, Sobre los vientos, Sobre los colores, Sobre las cosas audibles, Sobre la adivinación por los sueños, Sobre los sueños, Sobre la memoria, Sobre el mundo, Sobre la sensación, Sobre la respiración, Fisionomía, Sobre las plantas, Mecánica, Sobre las líneas indivisibles, Sobre Jenófanes, Zenón, Gorgias, Económicos, Sobre las virtudes y los vicios, Retórica a Alejandro.

Las obras de Aristóteles (excepto parte de la Lógica en traducción de Boecio) fueron desconocidas en Europa hasta que en los siglos XII y XIII fueron traducidas al latín desde el árabe. Averroes, transmisor del aristotelismo más puro, y Avicena, autor de obras de carácter aristotélico mezclado de platonismo, fueron los que difundieron sus doctrinas. De ahí que se tradujeran las obras más importantes en Toledo, especialmente por Gerardo de Cremona (1114–1187): Analíticos posteriores, Física, Sobre el cielo, Sobre el mundo, Sobre la generación y corrupción; y, un siglo más tarde, Guillermo de Moerbeke tradujo ya directamente del griego prácticamente toda la obra. Otros traductores del siglo XIII fueron Miguel Escoto, Bartolomeo de Mesina y Enrico Aristipo en la corte de Federico II en Nápoles y Palermo; y en Oxford tradujo a Aristóteles Robert Grosseteste. Y los comentarios son innumerables: entre los más afamados están los de P. de Fonseca sobre Lógica y Metafísica (Roma, 1564–1589).

Lógicamente las primeras traducciones al castellano son tributarias de las latinas medievales y de la edición grecolatina de I. Casaubón y G. Pace (Ginebra, 1605), entre otras. También es explicable que no fueran ni tempranas ni numerosas: quienes se interesaban por Aristóteles conocían perfectamente el latín. Desde 1600 a 1800 hay numerosos Commentaria, Disputationes, etc., cuando el aristotelismo es pura escolástica esclerotizada, por lo que carece de interés reseñarlos. Ya en el siglo XV hay un «Compendio» o paráfrasis en castellano, con título todavía en latín (Ethica ad Nicomachum, anónimo; Sevilla, 1493). Por eso son excepcionales La philosophia moral del Aristotel: es asaber Ethicas, Polithicas, y Economicas, en romance del príncipe Carlos de Viana (Zaragoza, 1509) y la República de Pedro Simón Abril (Zaragoza, 1584), versiones directas del griego. Con la excepción de Diego de Funes y Mendoza (Historia general de aves y animales; Valencia, 1621) y Francisco Murcia de la Llana (Compendio de los Metheoros; Madrid, 1615), en los siglos XVII y XVIII y buena parte del XIX las «traducciones» siguieron siendo parafrásticas, escasas y centradas en la Ética: Antonio de Obregón y Cerezeda, Discursos sobre la filosofía moral de Aristóteles (Valladolid, 1603), y la Poética: Alonso Ordóñez das Seijas y Tobar, La Poética de Aristóteles (Madrid, 1626); coetáneas, pero no publicadas, son Poética y Retórica de Vicente Mariner (1630).

La primera traducción completa (sin la Física) fue la de Patricio de Azcárate (M., Medina y Navarro, 1874); parece directa del griego, pero no es fiable. Posterior, y más sospechosa de no ser directa, es la de Francisco Gallach Palés (M., Nueva Biblioteca Filosófica, 1930–1932); y tampoco completa (y dudosamente directa), aunque se anuncia como tal, es la de Francisco de Paula Samaranch (M., Aguilar, 1964). Se trata de intentos loables de acercar Aristóteles a un público desconocedor del griego, pero pertenecen a una época en que la lingüística griega en España era pobre y la concepción traductológica, errática: se confunde traducción con interpretación y literalidad con pedestrismo o con calco; y se acude a menudo al francés o al inglés. Entre los años 40 y 70 hubo traducciones parciales más aceptables: la de Antonio Tovar de la Retórica (M., Instituto de Estudios Políticos, 1953), la de María Araújo y Julián Marías de la Política (Instituto de Estudios Políticos, 1951), la de Valentín García Yebra de la Metafísica (Gredos, 1970), etc.; y toda nueva editorial publica algún tratado de Aristóteles, sobre todo Poética, Política y Ética.

Pero fue a partir de 1980, con colecciones como la «Biblioteca Clásica Gredos», los «Clásicos de Grecia y Roma» de Alianza, y con las ediciones bilingües de «Alma Mater» del CSIC, cuando se emprendió un trabajo de traducción por especialistas o, al menos, por helenistas. En la actualidad está traducido casi todo el Corpus y los Fragmentos, con versiones de Tomás Calvo de la Metafísica (1994) y de Vallejo de los Fragmentos (2005) para Gredos, de José Luis Calvo de los Meteorológicos (1996) y de la Ética a Nicómaco (2001) para Alianza, lógicamente, con un valor desigual según el grado de especialización, de competencia en el dominio del griego y de la filosofía del autor, y de la concepción misma de lo que significa traducir a un filósofo que, como Aristóteles, manifiesta su deseo de crear una terminología biunívoca; y a veces lo logra. Algunos traductores no son conscientes de que están ante una lengua semitécnica. Los más profesionales tienden hoy a eliminar el aire escolástico que impide, a veces, entender el texto y tratan de recuperar los valores etimológicos de los principales términos. En los últimos años se ha publicado la Constitución de los atenienses (M., CSIC, 2010) por Inés Calero y Raúl Caballero y en Alianza, la Poética (2013) por Alicia Villar Lecumberri, la Metafísica (2014), por M.ª Luisa Alía Alberca, la Retórica (2014) por Alberto Bernabé Pajares (2014), la Política (2015) por Carlos García Gual y Aurelio Pérez Jiménez y la Ética Eudemia (2017) por Carlos Megino.

En lengua catalana, la versión más antigua, aunque indirecta, fue la que el valenciano Guillem de Copons realizó a principios del siglo XV de la Ética a Nicómaco, incluida en su traducción de Li livres dou tresor de Brunetto Latini; tras una primera publicación en la edición de la obra de Copons por J. C. Witlin (B., Barcino, 1971–1989), se volvió a imprimir suelta como Ètica a Nicòmac en 2009 (Valencia, L’Oronella). A principios del siglo XX el jesuita Ignasi Casanovas dio su versión de la Poètica (B., E. G. Thomas, 1907), aunque hay que esperar hasta los años 1920 para hallar la primera aparición de Aristóteles en la colección de la Fundació Bernat Metge (Barcelona): se trata del volumen que contiene la Poètica y la Constitució d’Atenes, en edición y traducción de José Farrán i Mayoral (1926), del que se hizo una nueva edición (revisada por Josep Vergés) en 1946. En la misma colección se encuentran la Història dels animals por Juli Pallí (1996, 3 vols.), la Ètica nicomaquea (1995, 2 vols.) y las Categories (1999) por Josep Batalla, las Qüestions mecàniques por Albert Presas y Joan Vaqué (2006) y De l’ànima por Miguel Candel (2015). Algunas de estas versiones han sido objeto de reediciones en otros sellos; tal es el caso de la Poètica. Constitució d’Atenes (B., Edicions 62, 2009) y de la Ètica nicomaquea (Santa Coloma de Queralt, Obrador Edèndum, 2015). Otras traducciones reseñables son la del volumen con Retòrica y Poètica por Joan Leita (B., Laia, 1985; reed. Edicions 62, 1998), la de los libros i, vi y x de la Ètica a Nicòmac por Carles Miralles (Valencia, Universitat de València, 1995), las de la Poètica por Àngel Martín (B., Angle, 2016) y Xavier Riu (B., Alpha, 2017), la de Política por Joan Alberich (B., La Magrana, 2014) y la de la Física por Joan Ferrer Gràcia (Girona, Ela Geminada, 2017).

En euskera Cristina Lasa y Javier Aguirre tradujeron la Metafisika en 1997 (Bilbao, Klasikoak); dos años más tarde apareció la versión de Kategoriak (Organon), obra de Gotzon Arrizabalaga (Donostia, Gaiak) y de 2001 es la traducción de Nikomakorentzako etika por J. Aguirre y Javier Alonso (Klasikoak). Son también relativamente recientes las traducciones al gallego, a partir de la de Manuel Quintáns del libro ii de la Retórica con el título A arte da persuasión ou como convencer coa palabra (Laracha, Xuntanza). La Política, en versión de Juan José Moralejo Álvarez, apareció en 2003 (Santiago de Compostela, Universidade de Santiago de Compostela–Fundación BBV), mientras que la traducción de Fernando González Muñoz de la Poética es de 2007 (A Coruña, Biblioteca–Arquivo Teatral Francisco Pillado Mayor).

 

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José Luis Calvo Martínez