Safo de Lesbos (Mitilene ca. 640–580 a. C.)
Poeta griega. Resulta difícil trazar un relato biográfico certero de Safo, ya que en los escasos testimonios, tanto los que se pueden sacar de sus propios textos como los que encontramos en otros autores, se entremezclan los tintes de leyenda que siempre han acompañado su vida y su obra. Con todo, puede afirmarse que perteneció a los círculos aristocráticos de la isla de Lesbos, en los que coincidió con otros poetas como Alceo; que como él afrontó varios años de exilio por parte de los tiranos imperantes y que a su vuelta sufrió ciertas dificultades económicas y convivió con sus hermanos y una hija. A partir de aquí, realidad y ficción se convierten en casi imposibles de discernir, configurándose un relato en gran medida alimentado por la imaginación, juicios y prejuicios de escritores, comentaristas y filólogos desde la Antigüedad hasta nuestros días. Su poesía se desarrolla de manera pareja a la del resto de autores de lírica no coral de su época. Son composiciones que conservan siempre la conexión con lo religioso, aunque no estén pensadas para ejecutarse en grandes celebraciones. Es el suyo un ámbito más reducido cuando no directamente privado (en cualquiera de sus variantes: círculo pedagógico, asociación cultural, simposio). De hecho, aunque sigue los esquemas de las composiciones al uso, como el himno o el epitalamio, los adapta y conduce siempre al terreno de lo personal: es ella la que se dirige a la diosa pidiendo ayuda, la que se introduce en el poema alabando al amor y la persona amada o que sufre su ausencia.
El estado fragmentario de la obra conservada ha marcado en gran medida, como sucede con el resto de líricos griegos, la suerte de Safo en su paso a la posteridad y a las lenguas modernas. Los textos mejor transmitidos y más traducidos son las dos Odas, una en que la autora se dirige a Afrodita solicitando su auxilio y la segunda, en la que muestra los efectos que en ella produce la contemplación de su amor. El amor, en formas diversas, será también tema principal en el resto de su producción. Por otra parte, el aspecto moral presente siempre en el acercamiento a los autores del género, ha tenido en Safo una influencia aún mayor. Su condición de mujer, pero sobre todo la posibilidad de que sus textos tuvieran destinatario también femenino, determinó no solamente la visión y valoraciones que de ella han hecho editores y traductores, sino el propio proceso de versión de la obra. La elección de unas lecturas sobre otras, las supresiones, modificaciones textuales e incluso añadidos son mecanismos habituales de por sí en una tarea tan compleja como es la traducción de poesía, y más en una lengua, la griega, con estructuras rítmicas tan distintas de la nuestra. En este caso, estos mecanismos se vieron muchas veces incrementados para adecuar el resultado a parámetros moralmente aceptables. Se trata de una polémica que se plantea ya desde las primeras recepciones de Safo por parte de autores romanos, pero que, por ejemplo, en la versión de Catulo queda quizás maquillada por la asunción del poeta del «yo» celoso por las atenciones que la mujer dedica a otro. Los siglos siguientes no serán una excepción.
Las primeras traducciones de las que tenemos noticia en España se sitúan a finales del XVIII. En el volumen IV del Parnaso Español de López de Sedano (M., J. Ibarra, 1768) aparecen traducidas, en verso, las dos odas de Safo de la mano de Ignacio de Luzán. A pesar de no considerarse particularmente acertadas, fueron sin duda utilizadas como referencia por traductores posteriores. Tal es el caso, aunque no lo citen, de José y Bernabé Canga Argüelles, que publican traducciones de Safo en 1797 (M., A. Sancha), junto con las de otros líricos griegos; al igual que hizo, en el mismo año, José Antonio Conde (M., B. Cano). Coinciden ambas obras en la amplitud de su selección (aunque lo es más la de Conde), en la utilización del verso y la latinización de los nombres de divinidades griegas, además de en la falta de referencia al original griego utilizado. Distingue a la de Conde, en general peor valorada, la escasez (consciente) de datos y juicios sobre la autora y su característico gusto por las ampliaciones y la falta de literalidad. Una literalidad que sí afirman buscar los hermanos Canga Argüelles, cuyos datos sobre Safo tienen un tono romántico.
En el siglo XIX encontramos la primera edición bilingüe de Safo (Anacreonte, Safo y Tirteo; M., Imprenta Real, 1832), a cargo de José del Castillo y Ayensa. Contiene las dos Odas y otros dos poemas, tomados de la edición de Brunck (1786), traducidos en verso y prosa (de manera literal en el segundo caso). Cita además otras ediciones y traducciones previas y hace una defensa de la especial adecuación del castellano para traducir las lenguas clásicas. Muy elogiada por Menéndez Pelayo, ofrece una breve y prudente biografía de la poeta, aunque en la misma línea romántica de sus predecesores. Al igual que ellos, emplea los nombres latinos de los dioses y opta por una lectura en clave heterosexual de los poemas. Será precisamente Menéndez Pelayo (Estudios poéticos; M., Imprenta Central, 1878) el que opte por primera vez por usar los nombres griegos de los dioses en su traducción, muy ajustada al texto griego, aunque solo en verso. Su versión, que acompaña a textos de Anacreonte, Teócrito, Bien y Mosco, no ofrece notas ni indicaciones, aunque sí una interesante carta–prólogo en que, además de otras versiones en lenguas modernas, se critican las fabulaciones sobre Safo, aunque con cierta tristeza ante la posibilidad de que su amor tuviera un carácter homosexual. Junto a estos trabajos, encontramos también otras versiones menos reseñables como las de Antonio Bergnes de las Casas («Mujeres griegas» en el vol. I de El Museo de Familias; B., Bergnes, 1838), Víctor Balaguer («Introducción» a su tragedia Safo; M., Perojo, 1878) y Lasso de la Vega (en su antología Antiguos poetas griegos. La musa helénica; M., Sucesores de Hernando, 1884); en todos los casos se trata de textos sin notas ni referencias a la fuente empleada, probablemente extraídos de traducciones francesas, y con idéntica caracterización de Safo, romantizada y excesiva.
En cuanto al siglo XX las traducciones son muy numerosas, tanto en ediciones críticas como en selecciones y antologías de espíritu más divulgativo. A este respecto, lo especial de su figura y la leyenda que la acompaña ha generado numerosas publicaciones en formatos económicos y de bolsillo. Aunque la mayoría se concentran en las dos últimas décadas del siglo, antes contamos también con un número estimable. Podemos destacar entre ellas la aparecida en 1910 en la «Biblioteca de autores griegos y latinos» (B., Academia Calasancia) que utiliza la versión de Castillo y Ayensa pero con la particularidad de ir acompañada de una versión literal en catalán. También formó parte Safo, en un volumen dedicado además a Píndaro, Anacreonte y Erina, de la labor de difusión de los clásicos de la editorial Iberia a partir de los años 40. Además de la versión de Manuel de Rabanal (Antología; 1963) para Aguilar, destaca la de Joan Ferraté, en verso (Líricos griegos arcaicos; B., Seix Barral, 1968), entre otras cosas por sus reflexiones sobre la traducción y la figura del traductor, en que además de quejarse por la escasez de este tipo de trabajos critica los excesos literarios que muchos cometen y el afán por introducirse en el texto traducido.
En 1980 la obra de Safo fue incluida en dos antologías de líricos griegos preparadas por dos grandes especialistas, Francisco Rodríguez Adrados y Carlos García Gual. La primera, Lírica griega arcaica (M., Gredos), selección de gran amplitud, presenta un carácter mucho más académico, aunque apenas hace referencia a la traducción en sí ni a versiones anteriores; la segunda, Antología de la poesía lírica griega, siglos VII–IV a. C. (M., Alianza), de índole más divulgativa pero no menos rigurosa, aporta el punto de vista del autor sobre traducción poética y poética de la traducción, basado en los principios de naturalidad y fluidez. Edición independiente y bilingüe es la de Juan Manuel Rodríguez Tobal (Poemas y fragmentos; M., Hiperión, 1990), que expone su propósito de fidelidad y reproducción de los esquemas rítmicos originales, aunque sin caer en la literalidad que nos hace extraños los textos. Prácticamente íntegra y también bilingüe es la edición de Poetisas griegas (M., Ediciones Clásicas, 1994) de Helena Rodríguez Somolinos y Alberto Bernabé.
Ya en el siglo XXI, los dos nombres más destacados entre los que han abordado la figura de Safo son los filólogos y poetas Juan Manuel Macías (Poesías; B., DVD, 2007; reed. M., La Oficina, 2017) y Aurora Luque (Poemas y testimonios; B., Acantilado, 2004) coincidentes en la preferencia por no perder sustancia semántica en favor de alardes métricos.
En cuanto a otras traducciones aparecidas en España fuera del castellano, aparte de la ya citada de 1910 en catalán, contamos con un número destacable de ejemplos. En este mismo idioma, que ya contaba con una versión de Safo a finales del XIX, existen dos traducciones completas, la de Manuel Balasch (B., Edicions 62, 1973) y la más reciente de Maria Rosa Llabrés (Cants; B., La Magrana, 2006). De la década de los 80 son las ediciones bilingües griego–bable de Xuan Bello («Los paleisos d’Afrodite» en la revista Lletres Asturianes 10, 1984, y 15, 1985) y Xosé Gago (Safo. Poemes y fragmentos; Oviedo, Academia de la Llingua Asturiana, 1985). En gallego, también existe edición bilingüe, por Raúl Gómez Pato (Cantos e fragmentos; Santiago de Compostela, Positivas, 2008), que se suma a la presencia de Safo en las antologías de líricos griegos de Cabanillas (Versos de alleas terras e de tempos idos. Paráfrasis galegas; Santiago de Compostela, Bibliófilos Gallegos, 1955) y Avelino Gómez Ledo (Escolma de poetas líricos gregos e latinos voltos en linguaxe galego; Santiago de Compostela, Instituto Padre Sarmiento de Estudios Galegos, 1973). En euskera contamos con el trabajo de Jon Gotzon Etxebarria (Sapho; Bilbao, Lankopi, 1987).
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Enrique Pérez Benito