Cooper, James Fenimore

Cooper, James Fenimore (Burlington, 1789–Cooperstown, 1851)

Novelista estadounidense, conocido sobre todo por sus narraciones de las aventuras del explorador Natty Bumppo en The Last of the Mohicans (1826), The Prairie (1827), The Red Rover (1828), The Pathfinder (1840) y The Deerslayer (1841). De 1826 a 1833 fue cónsul en Lyon, donde continuó publicando The Bravo (1831), The Heidenmauer (1832) y The Headsman (1833), trilogía sobre el feudalismo en la Europa medieval. De nuevo en los Estados Unidos, dio A Letter to His Countrymen (1834), a la que siguieron sus sátiras The Monikins (1835) y The American Democrat (1838). En Gleanings in Europe (1837–1838) describe sus viajes por el extranjero. Asentado en Cooperstown, población que había fundado su padre, siguió escribiendo ensayos, narrativa breve y la trilogía Satanstoe, The Chain–Bearer y The Redskins (1845–1846).

Desde hace ya más de siglo y medio Cooper ha sido uno de los autores «de aventuras» más leídos en España, y con bastante probabilidad el autor estadounidense más conocido por el público lector en general, y en particular por el juvenil. La primera versión de una novela de Cooper se publicó en Burdeos en 1831 y corresponde a El espía, sobre una traducción francesa. Del francés tradujo también Vicente Pagasartundúa El piloto (1832), y Manuel Bazo La pradera (1832) y Los nacimientos del Susquehanna o Los primeros plantadores (1833), las tres publicadas por el editor madrileño Jordán. En la misma línea, derivadas de textos previos franceses, aparecieron El bravo (B., Bergnes, 1834), El puritano de América o El valle de Wishton Wish (París, Rosa, 1836; trad. de J. M. Moralejo) y Precaución (M., Mellado, 1853).

La novela de Cooper más traducida y adaptada hasta nuestros días, y sin duda la más popular, ha sido The Last of the Mohicans, y ello desde una fecha tan temprana como la de 1832, cuando V. Pagasartundúa vertió, de nuevo del francés, El último de los mohicanos: historia de 1757 (M., Jordán). Con el título alternativo de El último mohicano, siguió un ininterrumpido sinfín de versiones castellanas (muchas de ellas varias veces reeditadas, con frecuencia en textos adaptados para lectores jóvenes) que, por su número, resulta imposible detallar, pero entre las que cabe citar las firmadas por G. M. P. (Valencia, Orga, 1832, desde el francés; reed. en París, Lecointe, 1835), F. Cabañas Ventura (B., Sopena, 1918), T. Scheppelmann (B., Molino, 1935), Diego Victoria (B., Seix Barral, 1946), Antonio Gobernado (M., Aguilar, 1950), José Antonio Vidal Sales (B., Bruguera, 1957), Aníbal Froufe (M., Edaf, 1964), A. Gibert y Eliseo Rodríguez (B., Bruguera, 1971), Enrique Rodríguez (B., Forum, 1984, un texto repetidamente publicado con la misma firma en varias editoriales), Javier Vallina (M., Cátedra, 1997), Elena Cortada de la Rosa (B., Edicomunicación, 2001 y Random House Mondadori, 2011); Vicente Muñoz Puelles (M., El País, 2004). El último mohicano sigue mereciendo la atención de los traductores en las primeras décadas del siglo XXI. Así, José Antonio Vidal Sales publicó en 2009 una traducción «adaptada» (B., Planeta DeAgostini), que indudablemente guarda relación con su traducción publicada en 1957 en Bruguera. En 2009 apareció un volumen que recoge El último mohicano, Ojo de halcón y El piloto (B., Planeta DeAgostini); se trata de tres adaptaciones; la primera fue responsabilidad de Victor Mora Pujadas, mientras que las otras dos se deben a Alberto Cuevas Escolano. En 2010, del volumen que acabamos de referir, se reeditó la primera obra adaptada por Víctor Mora (M., El País; B., Ediciones B). En 2011 apareció otra adaptación, si bien en esta ocasión se trata de una presentación en forma de cómic; la traducción es de Santiago García, que se vio auxiliado por Roy Thomas en el guion (Torroella de Montgrí, Panini España).

De Cooper se ha trasladado al castellano prácticamente toda su producción novelística, en repetidas traducciones y adaptaciones: El espía de 1831 fue seguida diez años después por una nueva versión de J. R. X., hecha en esta ocasión «libremente del inglés» (B., Grau, 1841–1842); y tras ella, las ediciones de 1915 (París, Garnier), 1918 (B., s. i.; trad. de Alberto Les, con el título El espía de las rocas), 1934 (M., Diana, como El espía de las rocas negras), etc. Otro tanto puede decirse de El piloto, del que hay ediciones sin nombre de traductor, como la de 1915 (París, Garnier) y 1933 (M., La Lectura para Todos); así como las debidas a Joaquín Gallardo (M., Hispano Americana, 1931), Ventura de Juan (Valencia, Gaisa, 1963) o Mariano Hispano (M., Auriga, 1985). Tantas o más traducciones y adaptaciones ha conocido The Red Rover, con dos títulos distintos: El corsario rojo y El pirata rojo. Tras una primera versión castellana en 1839 (M., Hijos de Catalina Piñuela), constan sucesivamente, entre otras, las de 1854 (M., Manini, por Blas María Araque), 1859 (B., Luis Tasso, por N. Gebhardt), 1893 (B., Roura & del Castillo), 1930 (M., CIAP, como El pirata rojo), 1955 (B., Arimany, como El corsario rojo; trad. de Sebastián Sorribas), 1958 (B., Mateu; trad. de José Vinyals), 1960 (Valencia, Gaisa; trad. por José Gassent), 1980 (B., Cotal, como El pirata rojo; trad. de Tomás Gómez Infante), etc. Mercedes of Castile atrajo un lógico interés inmediato en España, hasta el punto de que ya en 1841–1842 apareció Doña Mercedes de Castilla o el viaje a Catay (Cádiz, Revista Médica) en traducción de Pedro A. O’Crowley. Tempranas traducciones fueron también las de El verdugo de Berna (M., El Panorama, 1841), de Balthazar o el verdugo de Berna, traducción de cierto U. M. (M., C. González, 1854), de Aventuras del capitán Miles Wallingford (M., Librería Española, 1858; trad. de J. F. Sáenz de Urraca) y Los dos almirantes (M., Imprenta de la Corona, 1863; trad. de R. de L.), que pronto fue seguida por la que realizó el almirante Patricio Montojo y Pasarón (M., Simón y Osler, 1882), un texto que destaca por su fidelidad al original y en particular por el excelente acierto en el traslado de la terminología marítima. Entre 1911 y 1915 la editorial Garnier de París publicó Los monicacos, Satanstoe, El agrimensor, Wyandotte o la choza sobre la colina y El cráter. Las sucesivas traducciones de esta última obra han recibido títulos bien distintos: Una colina sobre un volcán (M., G. Hernández y Galo Sáez, 1921; trad. de C. González Blanco); El Robinsón del volcán (B., J. Gil, 1930; adaptación de José Pérez Guerrero); Una colina sobre un volcán (M., Novelas y Cuentos, 1931); El Robinsón americano (M., Diana, 1948); de nuevo Una colina sobre un volcán (B., Mateu, 1953, adaptación para jóvenes de Marta Fábregas), y con el mismo título las versiones de Luis Trillas (B., G. P., 1958) y de J. Fuster (B., Petronio, 1972). También The Deerslayer ha conocido a lo largo del tiempo notables variaciones en su título traducido: Ojo de halcón (B., Iberia, 1929), El cazador de corzos (M., Lecturas para Todos, 1936), de nuevo Ojo de halcón (B., Reguera, 1945; trad. de L. Regordosa Peña), El cazador de ciervos (M., Espasa–Calpe, 1968; trad. de Ángel Cabrera), nuevamente Ojo de halcón (B., Fontamara, 1981; trad. de Rigoberto Ruiz Lagasca), etc. Entre otras obras de Cooper también traducidas pueden citarse The Headsman, que pasó al castellano como El jefe indio (M., Diana, 1933; B., Ferma, 1958, adaptación de Javier Rivera) y The Pathfinder, vertido aquí como El buscador de pistas (M., Diana, 1949; B., La Gaya Ciencia, 1981, versión de Ernesto Sánchez Wedding).

En catalán, entre las varias versiones de este autor hallará el lector: El darrer dels mohicans (B., Quaderns Literaris, 1936; trad. de A. Pujol) y L’últim dels mohicans (B., Pòrtic, 1974; trad. de A. de la Huerta), reeditada con el título de El darrer dels mohicans (B., La Magrana, 1986). En gallego la editorial Xerais de Vigo publicó en 1993 O derradeiro dos mohicans, en traducción de Xela Arias. En 1998 la editorial Ekilore de Bilbao sacó a la luz Zapelaitz–begi, versión al euskera de El ojo de halcón por Juan Mari Sarasola. Por la propia naturaleza de sus relatos, Cooper ha sido un autor profusamente adaptado en España para un público lector juvenil y es, sin duda, mucho más fácil hallar en el mercado textos suyos que respondan a esa condición que a la de textos íntegros.

 

Bibliografía

José María Bardavío, «Estudios, notas y comentarios» en J. F. Cooper, El último mohicano, Madrid, Narcea, 1964, 13–42.

Ángeles García Calderón & Beatriz Martínez Ojeda, «Un caso notable de traducción indirecta: The Last of the Mohicans de Fenimore Cooper traducido por Vicente Pagasartundua a través del francés», The Grove 21 (2014), 45–68.

Secundino Villoria & Juan José Lanero, «Traductores y traducciones españolas de James Fenimore Cooper en el siglo XIX», Livius 5 (1994), 63–84; reeditado en J. J. Lanero & S. Villoria, Literatura en traducción. Versiones españolas de autores norteamericanos, León, Universidad de León, 1996, 67–91.

Urbano Viñuela, «James Fenimore Cooper: entre la popularidad y la transformación textual», Livius 4 (1993), 267–274.

Juan Jesús Zaro, «Doña Mercedes de Castilla de James Fenimore Cooper, traducida por Pedro Alonso O’Crowley», 1611 4 (2010).

 

Juan José Lanero