César, Gayo Julio

César, Gayo Julio (Roma, 100 a. C.–Roma, 44 a. C.)

Estadista y escritor latino. Es, sin ningún género de dudas, la figura clave de la transformación del sistema político republicano, basado en postulados de gobierno arcaicos, en un estado de corte moderno que se movía con perspectivas mucho más homogéneas. César era un político en estado puro que tuvo que hacer un considerable esfuerzo de adaptación al medio para alcanzar su objetivo último, la cumbre del poder político. Dispuesto a abrirse camino y dotado de una capacidad de comunicación nada usual, no dudó en cambiar de partido y pasar del bando de los optimates al de los populares, donde pensaba, como así fue, que le sería más fácil desarrollar su carrera política. Este desarrollo se apoyó fundamentalmente en dos pilares, el prestigio y el poder militar que le confirieron sus campañas por el dominio de las Galias (años 58–50 a. C.) y su capacidad negociadora, que le llevó a concertar con Pompeyo y Craso el llamado primer triunvirato, acuerdo en principio fuera de la ley, pero que se servía de la propia ley, por el que se repartieron el poder los personajes más influyentes y poderosos de la Roma de aquel momento. Como era de prever, el arreglo no podía tener un buen final, y la muerte prematura de Craso llevó a un enfrentamiento directo entre César y Pompeyo, resuelto a favor del primero en una serie de campañas que concluyeron en el 48 con la derrota de Pompeyo en Farsalia y su posterior asesinato en Egipto. A partir de ese instante, y si bien tuvo que seguir haciendo frente a los hijos de Pompeyo, fue consolidando su dominio total sobre Roma, aunque por poco tiempo: el 15 de marzo del año 44, las famosas idus de marzo, cayó asesinado en una sesión del Senado.

La producción literaria de César que se ha conservado, el Bellum Gallicum, en siete libros, y el Bellum Ciuile, en tres libros, son en gran medida un complemento hasta cierto punto necesario de su labor política. No caben hoy en día muchas dudas sobre el hecho de que Julio César redactó estos comentarios con unos objetivos bastante precisos: publicitar y magnificar sus méritos y sus hazañas (caso del primero) y justificar su acción política, muchas veces cuestionada desde el punto de vista de la legalidad (sería el caso del segundo). No fueron éstas las únicas obras que responden a una autoría cesariana, pero por desgracia no se han conservado ni sus discursos ni la mayoría de sus cartas, ni el tratado gramatical De Analogia, ni el panfleto político titulado Anticatón, así como tampoco otras obras menores y de dudoso mérito literario.

Por otro lado, la labor historiográfica de César se completa con otras tres obras y un apéndice, que conforman el llamado Corpus Caesarianum. Se trata de la continuación, con un viii libro, de las hazañas de César recogidas en el Bellum Gallicum, así como de las recogidas en el Bellum Ciuile, en forma de tres obritas menores: Bellum Alexandrinum, Bellum Africum y Bellum Hispaniense. El libro viii del Bellum Gallicum es obra del cónsul Aulo Hircio, y el Bellum Africum y el Bellum Hispaniense son obra seguramente de oficiales ligados al estado mayor cesariano. En cambio, el caso del Bellum Alexandrinum es más controvertido, ya que no es del todo descartable la autoría cesariana. Al margen del mérito estilístico que subyace en la prosa cesariana, que junto con la de Cicerón constituyen los exponentes máximos del clasicismo romano, no puede decirse que la obra de César haya tenido un gran atractivo literario por sí misma, fuera de lo que es su campo de expansión natural, las academias militares. Seguramente la concisión de estilo y su peculiaridad dentro del género historiográfico no debían de hacerlo especialmente interesante ni atractivo.

Así, quizás no deba extrañar que la primera traducción castellana de la que se tiene noticia resulte una versión anónima de los comentarios hecha no a partir del original latino, sino de la traducción italiana de Pier Candido Decenbrio y que se remonta a mediados del siglo XV (B. Nacional de España, ms. 10187). De finales del mismo siglo es la traducción de Diego López de Toledo publicada en 1498 en Toledo, con varias ediciones posteriores: Alcalá (1529), París (1549) y Madrid (1621). Contiene los dos comentarios más la totalidad del Corpus Caesarianum. Es dudosa, en cambio, la existencia de una traducción de los comentarios datada en Toledo en 1570 y atribuida a Pedro García de Oliván.

A este respecto se ha sugerido la posibilidad de que se trate de una atribución errónea a partir del hecho de que la traducción de López de Toledo publicada en París en 1549 está dedicada a cierto Jerónimo Pérez García de Oliván. También a mediados del XVI (Barcelona, 1566 y 1567; ediciones idénticas; en ambas el colofón da el año de 1565) se remonta la miscelánea traducción de Diego Gracián de Alderete titulada De re militari, que, aparte de la traducción del Strategikós de Onosander, contiene un César renovado que son las observaciones militares, ardides y avisos de guerra que usó César, recopilación de virtudes militares ejemplificada en pasajes del Bellum Gallicum. Se atribuye con reservas al rey Felipe III una traducción manuscrita (Real Academia de la Historia, ms. 9/561) de los tres primeros libros del Bellum Gallicum (los dos primeros completos y el tercero hasta el capítulo xxviii) que se puede fechar en los años anteriores a 1590, cuando todavía era príncipe. En la misma línea de la obra de Diego Gracián de Aldrete, pero ya en el siglo siguiente, habría que situar el resumen o Epitome floreado de los Comentarios de Caio Iulio Cesar, obra de Carlos Bonyeres, barón de Auchy (Varsovia, 1647).

Luego hubo que esperar hasta finales del siglo XVIII para que se hicieran nuevas traducciones castellanas de César; así, en 1789 apareció en Madrid (Imprenta Real) la de Manuel Valbuena (que incluía comentarios y corpus), a la que siguió pocos años después la de José Goya Muniain (M., Imprenta Real, 1798), sin el corpus. Ambas traducciones cosecharon gran éxito y fueron objeto de repetidas ediciones, especialmente la de Goya. Con todo, y respecto a este último traductor, no puede dejar de señalarse que Menéndez Pelayo se hace eco del convencimiento existente entre los círculos jesuíticos de que se produjo una suplantación en la autoría y que ésta corresponde en realidad al jesuita José Petisco. Con el tiempo, a la traducción de Goya se fueron añadiendo las del corpus cesariano de Valbuena.

El siglo XIX vivió de las reediciones y reimpresiones de las obras anteriores, con el único hecho novedoso de la traducción del primer libro del Comentario de la guerra de las Galias por Eduardo Hugas y Vergés (M., Imprenta Á. Velasco, 1888). Sin embargo, el gran siglo de César en España fue el XX, y no como consecuencia de la eclosión de un amor impensable por la obra juliana, sino de resultas de la adopción de los comentarios de César como texto de estudio ordinario en la enseñanza secundaria. A este tenor responde la traducción anónima de la obra completa publicada en 1941 (Valladolid, Santarén), aunque no se trata en realidad sino de la traducción de Manuel Valbuena con muy ligeros retoques. Luego, y ya separadamente, a una primera traducción de Guerra civil de Julio Calonge (M., Gredos, 1947; varias reed.) siguió la de Sebastián Mariner para la colección «Alma Mater» (B., CSIC, 1959–1961), la de Vicente López Soto (B., Juventud, 1972), la de José Antonio Enríquez (M., Alianza, 1985) y la de Carmen Romero (B., Bosch, libros i, iii; 1988, 1989) y Manuel A. Gámez (B., Bosch, libro ii, 1990).

En lo que se refiere al Bellum Gallicum, el banderazo de salida lo dio la traducción de Valentín García Yebra e Hipólito Escolar Sobrino (Gredos, 1947), a la que siguieron la de V. López Soto (B., Juventud, 1971) y la que realizaron para la editorial Bosch Manual A. Gámez (libros iiiv, vii–viii, 1987, 1989) y Carmen Romero (libros vvi), que continúan la traducción escolar línea a línea del libro i que había realizado años antes L. Segalá (Bosch, 1941, repr. 1984); y ya entrando en el sigo XXI, la de Alfonso Cuatrecasas (M., Espasa–Calpe, 2000), que sustituía en la misma editorial las reiteradísimas ediciones de Goya Muniain, la de José Joaquín Caerols (Alianza, 2002), para finalizar con la muy reciente de Antonio Ramírez de Verger (M., Cátedra, 2017). Y entre ellas, la supuesta traducción de Carlos Coloma (M., Edaf, 1982), que no es tal sino, una vez más, la de Goya Muniain. A estas traducciones de la obra completa habría que añadir las traducciones de libros concretos, generalmente de carácter escolar, como la de Antonio Hernández del libro i (Sevilla, s. i., 1941) o la de S. Mediavilla del libro ii (M., Imprenta de El Escorial, 1946).

En lo que se refiere al corpus cesariano, se dispone de la traducción de los tria bella (La guerra de Alejandría, La guerra de África y La guerra de España) de V. López Soto, que completan el volumen ya mencionado de La guerra civil (1972) y la de Pere J. Quetglas (Gredos, 2005; acompañan la traducción de J. Calonge de Guerra civil). Se cuenta asimismo con traducciones separadas del Bellum Hispaniense: en primer lugar, la de Eduard Valentí Fiol contenida en los Fontes Hispaniae Antiquae de A. Schulten (B., Librería Bosch, 1940) y la de José Castro Sánchez (M., Ediciones Clásicas, 1992).

En cuanto a traducciones a otras lenguas peninsulares, hay que destacar en primer lugar la versión catalana completa de los comentarios y del corpus cesariano contenidos en la colección de la Fundació Bernat Metge de Barcelona: Guerra de les Gàl·lies, obra de Joaquim Icart (1974–1976); Comentaris de la Guerra Civil, a cargo de Josep Maria Morató (1973–1978); Guerra d’Alexandria, traducida por J. Icart con la colaboración de Miquel Dolç (1987), y Guerra d’Àfrica. Guerra d’Hispània, también de J. Icart y M. Dolç (1988). Ya en el siglo XXI encontramos también la traducción catalana del Bellum Gallicum a cargo de Bàrbara Matas: La guerra de les Gàl·lies (B., La Magrana, 2013). Por último, existe también una traducción al euskera de Guadalupe Lopetegi del Bellum Gallicum (Galietako guda; Vitoria–Gasteiz, Euskal Herriko U., 1999) y otra al gallego a cargo de Alfonso Blanco Quintela (A guerra da Galia; Santiago de Compostela, Laiovento, 2019).

 

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Pere J. Quetglas