Checa y eslovaca, Literaturas

Checa y eslovaca, Literaturas

 

Literatura checa

La historia de la traducción de la literatura checa en España está íntimamente ligada a las vicisitudes histórico–políticas de ambos países. El primer encuentro del lector español con la literatura checa es posterior a la creación de la República Checoslovaca independiente en 1918. El intermediario fue el lingüista, traductor y profesor checo Rudolf Jan Slabý, residente en Barcelona de 1914 a 1926, quien realizó una intensa labor de traducción, tanto al castellano como al catalán, de autores clásicos y modernos de su literatura: Božena Němcová (1820–1862), Julius Zeyer (1841–1901), Jaroslav Vrchlický (1853–1912), Jaroslav Kvapil (1868–1950), Karel Sabina (1813–1877), etc. El género más representado es el teatro, pero por su importancia cultural destaca la novela costumbrista Babička, de Němcová, de la que Slabý publicó versiones al castellano (La abuela) y al catalán (L’àvia) en 1924. La mayoría de sus traducciones no se han reeditado, pero es preciso reconocer su papel pionero, sin el cual serían aún mayores las lagunas en el conocimiento de la literatura checa en España. En 1922 (M., s. i.) se publicó en castellano una versión incompleta, debida a W. F. Reisner, de otro clásico de las letras checas, los Cuentos de la Malá Strana, de Jan Neruda (1834–1891). Esta traducción se ha reeditado varias veces hasta la actualidad.

La literatura checa moderna está representada en esta fase sobre todo por K. Čapek; su obra de teatro R. U. R., de fama mundial, se estrenó en Barcelona en 1928 y en Madrid en 1930. Especial relevancia cobró Čapek en los años de la Guerra Civil española, por su apoyo al bando republicano. Su drama La peste blanca se tradujo al castellano (por Federico Pascual y Víctor Kaufmann) en 1937 (M., Ediciones Españolas), el mismo año de su aparición en Checoslovaquia.

Durante la segunda Guerra Mundial, Checoslovaquia dejó de existir. Los Países Checos (Bohemia y Moravia) se convirtieron en protectorado de la Alemania nazi. Este hecho, unido al triunfo franquista en la Guerra Civil, supuso una disminución del interés por la cultura checa en España. El nombre de Checoslovaquia tenía connotaciones republicanas y liberales, agravadas después de 1945 por su paulatina incorporación al bloque soviético. El empobrecimiento de las relaciones culturales mutuas es patente en la ausencia casi total de autores checos en los catálogos editoriales españoles durante las tres primeras décadas del franquismo. Casi la única excepción es K. Čapek, de quien en esos años se realizaron algunas traducciones a través del inglés, francés u otros idiomas.

En la segunda mitad de los años 60, y gracias a la paulatina apertura de ambos regímenes (checoslovaco y español), empezó a resurgir el interés por la literatura checa en España, aunque no fue hasta los 70, tras la invasión soviética que puso fin a la Primavera de Praga (1968), cuando se editó en España un número significativo de obras checas. Se trataba preferentemente de novelas, reportajes novelados o ensayos, debidos casi siempre –si se exceptúa al ya tradicional Čapek– a autores contemporáneos disidentes o exiliados. Por el número de traducciones destaca Pavel Kohout (1928), pero en la lista aparecen también M. Kundera –cuya novela La broma fue traducida del francés ya en 1970–, Zdena Salivarová (1933), Ota Filip (1930–2018), Jan Procházka (1929–1971) y otros. En estos años se tradujeron asimismo algunos textos de carácter filosófico, estético o político, de Jan Patočka (1907–1977), Jan Mukařovský (1891–1975) o Artur London (1915–1986). Con todo, la mayor parte de las traducciones se sirvieron aún de una lengua intermedia, el alemán, inglés o francés; por este motivo, su fidelidad al original, incluso en los títulos, suele ser discutible. Entre las escasas excepciones –también por lo que respecta al género– destaca la antología poética de V. Holan Una noche con Hamlet y otros poemas, traducida por Josef Forbelský en colaboración con Guillermo Carnero (B., Barral, 1970).

Desde comienzos de los años 80 se incrementó el número de traducciones, en especial las realizadas directamente del original. En esta fase la poesía es precursora, lo que puede atribuirse a dos factores: el interés personal de la poetisa y traductora C. Janés por la obra de Holan, más tarde ampliado a la lírica checa moderna; y la concesión del premio Nobel de Literatura en 1984 a un autor checo, J. Seifert. Gracias, sobre todo, a las traducciones de Janés, los lectores españoles pudieron familiarizarse con la obra de estos dos poetas. Las memorias de Seifert, traducidas al castellano por Monika Zgustová y Elena Panteleeva como Toda la belleza del mundo (B., Seix Barral, 1985), acercaron al lector la atmósfera de la Praga de entreguerras.

Por otra parte, coincidiendo con la perestroika soviética, que renovó el interés por las culturas del centro y este de Europa, surgió el fenómeno Kundera; más precisamente, el fenómeno La insoportable levedad del ser, porque otras obras de este autor, traducidas del checo por Fernando de Valenzuela, ya venían editándose sin tanto eco antes de 1985. Su éxito se extendió a otros narradores contemporáneos, entre ellos a B. Hrabal, gran parte de cuya obra se puede leer en castellano. También muy conocido es el dramaturgo, ensayista y político Václav Havel (1936–2011). Después de Valenzuela, Janés y Zgustová, otros traductores han contribuido al conocimiento de la literatura checa en España: Kepa Uharte, Eduardo Fernández Couceiro, Elena Buixaderas, Patricia Gonzalo de Jesús, etc. Se han cubierto lagunas históricas como la prosa de vanguardia de Jiří Weil (1910–1959), Vladislav Vančura (1891–1942), Vítězslav Nezval (1900–1958) o Ladislav Klíma (1878–1928). Las obras de Hrabal y Kundera se reeditan regularmente, pero las del resto de los autores como Josef Škvorecký (1924–2012), Ivan Klíma (1931), Arnošt Lustig (1926–2011), Daniela Hodrová (1946), Jiří Kratochvil (1940) y otros han tenido sólo una recepción discreta. Hay que exceptuar la novela clásica de J. Hašek Las aventuras del buen soldado Švejk (B., Galaxia Gutenberg–Círculo de Lectores, 2008; trad. M. Zgustová) y, en menor medida, alguna obra de Pavel Kohout (1928) y del autor de misterio Miloš Urban (1967).

La traducción de textos checos al catalán, gallego y euskera no es una simple derivación de la traducción al castellano, sino que sigue su propia dinámica. Por ejemplo, el Švejk de Hašek, que hasta 2008 en castellano sólo podía leerse en versión indirecta del alemán, contaba desde hacía años con traducciones directas al catalán y al euskera. Jiří Suchý (1931) y el clásico Alois Jirásek (1851–1930) sólo están traducidos al gallego. Las traducciones más numerosas son las catalanas, cuyos comienzos se remontan a la década de 1920, coincidiendo con la presencia de Slabý en Barcelona. No obstante, la mayoría ha aparecido después de 1980, en buena parte gracias a la traductora y escritora checa, afincada en esa ciudad, M. Zgustová. La nómina de autores vertidos por ella incluye a Čapek, Hašek, Havel, Hrabal, Kundera, Seifert y Škvorecký. Más modesto es el panorama de las traducciones al euskera, en el que destacan las realizadas del original por Karlos Cid (Hašek, Kundera, Škvorecký). En gallego han aparecido por ahora obras de Suchý, Hrabal, Jirásek y Čapek.

 

Literatura eslovaca

La literatura en lengua eslovaca ha sido hasta hace poco casi desconocida en España, tal vez en parte por ignorancia del carácter compuesto del gentilicio «checoslovaco» (es decir, «checo–eslovaco»). Para una mayoría de españoles, y hasta la independencia de Eslovaquia en 1993, los habitantes de Checoslovaquia eran única y exclusivamente los checos. El artículo biobibliográfico sobre R. J. Slabý en la Enciclopedia Espasa menciona, entre los autores que tradujo, a los clásicos eslovacos Jozef M. Hurban (1817–1888) y Martin Kukučín (1860–1928). No obstante, no hay constancia de que dichas traducciones llegaran a publicarse. Una oportunidad perdida para dar a conocer la literatura eslovaca fue la época del Estado Eslovaco (1939-1945), que disfrutó de una efímera independencia tutelada por el III Reich. Su régimen profesaba un credo nacionalista y católico similar al del franquismo, y abrió en esos años embajada en Madrid. Existen indicios de cierta intensificación de los contactos culturales, pero no se ha podido comprobar la traducción en España de ningún libro eslovaco.

El primer autor ampliamente conocido en España fue Ladislav Mňačko (1919–1994), destacado intelectual reformista de los años 60. Su novela política Cómo gusta el poder se tradujo del alemán en 1967 (B., Plaza & Janés; trad. Ana M.ª de la Fuente), incluso antes de que aparecieran las ediciones eslovaca y checa, retrasadas por la censura; en años posteriores se publicaron en castellano más libros de este autor traducidos del alemán; entre ellos, el célebre documento de denuncia antiestalinista Reportajes tardíos, con el título de Invierno en Praga (B., Noguer, 1971; trad. Gemma Strittmatter). El relativo éxito de Mňačko es un caso aislado en un contexto de desconocimiento que se prolongó hasta los últimos años del siglo XX.

Por su carácter pionero hay que mencionar el número monográfico que la revista Equivalencias dedicó a la poesía eslovaca contemporánea en 1993, coordinado por Ján Zambor y con traducciones de Vladimír Oleríny, Miroslav Lenghardt y Justo Jorge Padrón. En 1997 se editó una antología de la poesía de M. Rúfus, traducida por Clara Janés y José Alonso, y en 2001 la revista ADE Teatro publicó el drama de Július Barč–Ivan (1909–1953) Dos, en versión de Santiago Mata. Las restantes versiones, a excepción de una autotraducción del poeta eslovaco, residente en España durante algunos años, Peter Bilý (1978) –En el cautiverio de la imagen (Colmenar Viejo, Amargord, 2012)–, han sido realizadas por profesores especialistas en lengua y literatura eslovacas. Las publicadas en libro hasta comienzos de 2019 apenas superan la docena, pero los autores traducidos son bastantes más, si tenemos en cuenta las antologías en revistas literarias tanto en papel como digitales.

Salustio Alvarado y Renáta Bojničanová han traducido dos relatos clásicos de finales del siglo XIX –Pani Rafiková / La vicerregenta, de Janko Jesenský (1874–1945) y Rysavá jalovica / La novilla bermeja, de M. Kukučín, ambos en edición bilingüe por Atenea en 2002 y 2004, respectivamente– y dos piezas teatrales sobre Kafka del autor contemporáneo Milan Richter (1948) en la revista ADE Teatro (2009). Alejandro Hermida ha vertido, entre otros poetas modernos y actuales, Campanas de Rúfus en 2003, El silencio de los árboles en Hyde Park de Richter en 2007 y Primera luna de Ján Ondruš (1932–2000) en 2009, aparecidos en La Poesía, señor hidalgo (Barcelona), además de un clásico de la novela de entreguerras, El látigo vivo (M., Ciudadela, 2019), de Milo Urban (1901–1982). A estos tres traductores hay que añadir a Valeria Kovachova –autora de varias versiones en colaboración, entre las que destacan los Cuentos eslovacos de tradición oral de Pavol Dobšinský (1828–1885) y el poemario Del agua. Seducciones de Miroslav Válek (1927–1991), publicados por Xorki (Madrid) en 2012 y 2013, respectivamente–, a P. Gonzalo de Jesús y a Mónica Sánchez Presa.

 

Bibliografía

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Rodolfo J. Slabý, Checoslovaquia. Su presente. Su pasado. Sus relaciones culturales con España y los países iberoamericanos, Madrid, Espasa–Calpe, 1933.

Monika Zgustová, «Literatura checa en España. La bella extranjera», Nueva Revista de Política, Cultura y Arte 80 (2002), 78-83.

 

Alejandro Hermida de Blas & Patricia Gonzalo de Jesús