La Fontaine, Jean de (Château–Thierry, 1621–París, 1695)
Escritor francés. Nacido en el seno de una familia burguesa, cursó estudios de Derecho en París, heredó de su padre un cargo en la administración de Montes del Reino y, por la misma época, disfrutó del mecenazgo de Nicolas Fouquet, a quien prestó su incondicional apoyo, que le valió la animadversión de Luis XIV. Cuando aquél cayó en desgracia, recibió el apoyo de la duquesa de Bouillon y entró al servicio de la duquesa viuda de Orléans; a la muerte de ésta fue acogido por Mme de La Sablière, bajo cuya tutela vivió su etapa más fecunda. Ingresó en la Academia francesa en 1684. En sus últimos años fue acogido en casa de los d’Hervart, y en 1693 se vio obligado a renegar de sus escritos licenciosos. De vasta formación, cultivó diversos géneros y fue un personaje controvertido, que suscitó juicios muy dispares. Tras la aparición de L’eunuque (1654), que pasó desapercibida, se publicaron sus Contes et nouvelles en vers a partir de 1664; los primeros libros de las Fables aparecieron en 1668. Éstas, junto con los cuentos, son las obras más representativas y de mayor irradiación dentro de su extensa producción en verso y prosa.
Los cuentos de La Fontaine dejaron su huella en la obra de Samaniego El jardín de Venus, y parte de ellos fueron traducidos en 1882 por Leopoldo García Ramón (París, Garnier Hermanos), versión reproducida en México (1979) y en España, en las editoriales barcelonesas Teorema y Edicomunicación (1985, 1987), y en las madrileñas Alba (1997) –esta última sin mención del traductor– y Visor (2006), con mención de éste. Otra versión, más extensa, es la de Miguel A. García Peinado (M., Cátedra, 2002). La recepción de las fábulas de La Fontaine en España ha sido irregular: durante el siglo XVIII las circunstancias favorecieron el florecimiento de este género y varios autores amantes de Francia y adeptos al movimiento ilustrado recogieron el testigo de La Fontaine. Samaniego, gran admirador suyo, reflejó su inspiración –a veces compartida– en una cincuentena de sus 157 fábulas, a pesar de que sólo confesara tal influencia en unas pocas, que adaptó más que tradujo, vertiendo su propio estilo y mostrando su aspecto más creador.
Las ediciones de sus fábulas se multiplicaron en siglos posteriores. Bernardo María de Calzada, autor y traductor prolífico, tradujo 233 fábulas (M., Imprenta Real, 1787), produciendo textos fieles, moralizadores y muy asequibles, que fueron objeto de repetidas apropiaciones incluso en el siglo XX. Por su parte, veinticuatro de las fábulas publicadas por José Agustín Ibáñez de la Rentería (M., Aznar, 1787; M., Villalpando, 1797) denotan la inspiración de La Fontaine; estas versiones, de recursos poéticos muy limitados, han sido objeto de críticas, que hay que matizar en función del carácter político que el autor priorizaba en sus escritos y que, indudablemente, hizo que estos no gozaran de una gran popularidad.
En el siglo XIX fueron numerosos los cultivadores de la fábula en España, y este género mantuvo su carácter moral y didáctico, y adoptó además otras modalidades de naturaleza política, ascética, social y militar. Con todo, en esa época fue menor el eco de La Fontaine, que se detecta sólo en algunos textos de fabulistas aislados. Al término del siglo, su influencia fue más apreciable, y se puede hablar ya de auténtica traducción en el caso de Lorenzo Elizaga, que vertió fielmente en verso casi todas las fábulas (París, Ch. Bouret, 1883), y de Teodoro Llorente, el cual, aun siendo un insigne poeta, realizó una versión de las fábulas en prosa en la que restituía el sentido de éstas con adecuación y originalidad (B., Montaner y Simón, 1885; varias reed. hasta la actualidad).
Ya en el siglo XX, es notable el descenso del número de fabulistas originales, y los traductores y adaptadores sitúan sus fábulas en ediciones que recogen uno o varios apólogos, o bien en colecciones más extensas, predominando las adaptaciones en prosa dedicadas al público infantil. Numerosas editoriales catalanas (La Galera, Toray, Bruguera) han venido traduciendo y adaptando al catalán y al castellano desde los años 50 y 60 diversos títulos habitualmente procedentes de los primeros libros de La Fontaine, lo que sin duda obedece al criterio de priorizar el destinatario al que se dirigen. Sería largo enumerar las versiones de fábulas que las mismas editoriales (La Galera, Toray) u otras como Destino, Hymsa, etc. han seguido editando en catalán en años sucesivos, así como las grabaciones sonoras (hay que citar aquí a Xavier Benguerel). Otras ediciones son reseñables, como las realizadas por Dintel, Alonso y Ediciones Recreativas de Madrid; Cantábrica y Vasco–americana de Bilbao, o Buru Lan de Donostia. Es muy frecuente la omisión de la mención del adaptador y del ilustrador, tan importante en las ediciones infantiles, incluso en extensas colecciones de fábulas, tanto en prosa (B., Salvat, 1979; M., Susaeta, 1982; B., Teorema, 1985) como en verso (B., Molino, 1949; B., Sopena, 1958; B., Argos 1971). Estas colecciones más extensas suelen dirigirse a un público más amplio que el meramente infantil.
En relación con la calidad de las versiones, se detecta una acusada fidelidad en el terreno del verso, en contraposición con las adaptaciones, más propias de la prosa; es destacable la traducción poco conocida de fábulas selectas en verso realizada por Enrique Díez–Canedo (M., Calleja, 1918), de la que hay edición facsimilar reciente (Badajoz, Diputación Provincial, 2016); la curiosa paráfrasis llevada a cabo por Luis Fernández de Córdoba y Salabert, duque de Medinaceli, en 1933 (M., Blass); la traducción en prosa de las fábulas completas por Juan y José Bergua (M., Ediciones Ibéricas, 1966); la también completa de Jorge Garza Castillo (Santa Perpètua de Mogoda, Brontes, 2013), así como la edición bilingüe preparada por Alfredo Rodríguez López–Vázquez (Cátedra, 2016). Llama la atención la pervivencia de las fábulas y cuentos franceses y la actualidad de su autor, presente en ediciones recientes, tanto nuevas como recuperadas de ediciones anteriores: tal es el caso de las Fableac edo aleguiac, traducción al euskera en verso de ciento cincuenta fábulas, realizada en 1852 por Leonce Goyhetche y publicada en 1978 (Donostia, Lur).
Bibliografía
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M.ª Rosario Ozaeta
[Actualización por Francisco Lafarga]