Mérimée, Prosper

Mérimée, Prosper (París, 1803–Cannes, 1870)

Escritor francés; de esmerada formación intelectual y artística, no sólo se dedicó a la literatura, sino que destacó como historiador, lingüista, arqueólogo y traductor. Mérimée es considerado como romántico, aunque la presencia de ciertos elementos realistas en sus obras, como su escritura desapasionada y sobria o su proceso de documentación previa, justificaría su consideración como autor de transición hacia el realismo. Cultivó diversos géneros: teatro, poesía, relato fantástico, novela histórica y nouvelle, quizás su género predilecto, en el que destacan Mateo Falcone (1829), La Vénus d’Ille (1837), Colomba (1840) o Carmen (1845). Menos conocida es su labor como traductor; en muchas de sus obras –La Guzla, el Théâtre de Clara Gazul, Carmen o Lokis– aparece la figura de un traductor o prologuista que encarna la sensibilidad lingüística del autor francés. Consideraba la traducción como un desafío que él no dudó en aceptar: aprendió ruso para traducir a Gógol (El inspector) y a Pushkin: El húsar, Los zíngaros, El disparo y, sobre todo, La reina de picas, considerada hoy como una de las mejores traducciones al francés. No llegó, sin embargo, a realizar su sueño de traducir el Quijote, y tuvo que contentarse con que dos estudios suyos figuraran como prólogos a las traducciones francesas de Filleau de Saint–Martin (1828) y de Lucien Biart (1878).

Respecto a la recepción de su obra en España, antes de ser conocido por el gran público Mérimée era muy valorado en círculos intelectuales que pretendían, de manera poco convincente, hacer de él un escritor naturalista. En esta línea se manifestaron Valera, que mantuvo una nutrida correspondencia con él, Emilia Pardo Bazán y un Menéndez Pelayo profundamente merimeano. Su relación con el duque de Rivas resulta interesante por polémica, pues no se ha aclarado el sentido de las evidentes analogías entre Les âmes du purgatoire y Don Álvaro o la fuerza del sino. Entrado ya el siglo XX el Mérimée hispanista despertó cierto interés en autores como Azorín o Unamuno. Incluso se ha especulado una posible influencia de Mateo Falcone en Un cabecilla, uno de los cuentos de Jardín umbrío (1920) de Valle–Inclán. Más evidente es el hecho de que toda la obra merimeana rezuma una influencia española muy concreta: la de Cervantes. El escritor español ejerció de maestro espiritual del francés, no sólo a través de Don Quijote, sino de muchas de sus Novelas ejemplares.

Prácticamente todo Mérimée ha sido traducido al castellano, aunque a un ritmo desigual. Hasta 1900 son relativamente escasas las traducciones: la primera de ellas fue la Historia del rey don Pedro de Castilla, que apareció en 1848, muy poco tiempo después de su publicación en Francia, aunque la prensa española se hizo enseguida eco de Colomba y Carmen, con primeras traducciones en 1841 en la Revista Andaluza, y en 1845 en El Español, respectivamente. El número de sus traducciones no comenzó a aumentar significativamente hasta los años 60. Del conjunto de su obra, lo más traducido ha sido su producción novelística, especialmente Carmen, seguida de Colomba y de La Venus de Ille. Entre la primera traducción fechada de Carmen en libro, la de Cristóbal Litrán para la Librería Española (1890), y las más recientes, como la de José Lecuona (B., RBA, 2004; varias reed.), hay más de cuarenta de esta novela al castellano, la mayor parte posteriores a 1980. Cabe destacar la traducción de Eduardo de Palacio con prólogo de Mariano de Cavia (M., Biblioteca El Sol, ¿1918?), reeditada por Espasa–Calpe (Madrid) en varias ocasiones, la de Luis López Jiménez y Luis Eduardo López Esteve (M., Cátedra, 1989; varias reed.) y la de Mauro Armiño para Edaf en 2003 (reed. en Zaragoza, Edelvives, 2017), galardonado con Premio Nacional a la Mejor Traducción en 2010. Es, asimismo, la novela más traducida a otras lenguas peninsulares: en catalán la primera fue la de Melchor Font y Rossend Llates (B., Llibreria Catalònia, 1929) y la más reciente, la de Josep Lozano (Alzira, Bromera, 2003). Hay también una traducción al euskera de Maria Garikano (Iruña, Pamiela, 1992).

De Colomba (a veces traducida como Colombia, Columba o Venganza corsa), cuya primera traducción en volumen, de Carlos Mendoza –seudónimo de Alfredo Opisso– data de 1898 (B., La Ilustración Ibérica), han aparecido hasta veinte versiones al castellano (la más reciente, de 2004) y una al euskera de Iñaki Azkune (Donostia, Erein, 1996). La Venus de Ille fue traducida por primera vez como La Venus de Illa por Carlos Mendoza, en el volumen reseñado más arriba. El número de traducciones al castellano es de doce, la última de 2003, además de una traducción al catalán por Julià Guillamón (B., Els Llibres de Glauco, 1986) y otra al gallego, por Carlos Pedreira, junto As ánimas do Purgatorio por Raquel Villanueva (Pontevedra, Edicions do Cumio, 1989; reed. 2005).

Del Teatro de Clara Gazul es notable la traducción de Luis Cernuda, de 1933 (Espasa–Calpe), la única en el mercado hasta que en 2013 se publicó la de Santiago R. Santerbás (Cátedra). No obstante, existe una traducción perdida de La carroza del Santísimo del Théâtre de Clara Gazul que Manuel Azaña realizó para su representación en el Teatro Muñoz Seca de Madrid en 1931. De sus otras piezas teatrales sólo consta la traducción de Las dos herencias y Los descontentos en el volumen Cuentos de antes y de ahora. Originales de los mejores autores de 1898 (B., Ramón Molinas, «Biblioteca de La Ilustración Ibérica»). Entre las publicaciones más recientes cabe destacar la de la edición completa de las Cartas de España (Sevilla, Renacimiento, 2006), con traducciones de Marie–Christine del Castillo, Antonio Giménez, Ramón Ibáñez, Pedro Vances y Aguirre de Cárcer, y la de Manuel Serrat Crespo (Palma, J. J. de Olañeta, 2011). Quizás por su estrecha vinculación con España, el número de traducciones nuevas y de reediciones se mantiene constante en la actualidad.

 

Bibliografía

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Isabel Veloso
[Actualización por Irene Atalaya]