Gallego, Traducción al

Gallego, Traducción al

La cultura gallega desarrolló su identidad a lo largo de los siglos XI y XII. En aquel momento, Galicia era el centro político y cultural del reino de León y a finales del siglo XI llegó a constituirse en un reino independiente de breve duración. Después de la separación, en 1139, del condado Portucalense, Galicia, unida a la corona leonesa, siguió manteniendo su identidad lingüística y cultural, y el gallego tuvo una presencia notable en la cultura de la época. En aquel contexto social fue posible la creación de una poesía original (lírica, de escarnio y religiosa) de base popular, pero con marcadas influencias de la lírica provenzal, así como un conjunto de obras en prosa elaboradas con textos traducidos, especialmente del francés y del castellano. Al carecer de centros universitarios durante toda la Edad Media, la cultura escrita en Galicia dependió exclusivamente de los conventos y de las escuelas episcopales, que mantenían estrechas relaciones con los abades y los obispos de León y de Castilla. En este contexto, aunque el gallego era la lengua habitual de todos los estamentos sociales, a partir del siglo XIV tuvo que convivir con otras dos lenguas: el latín, utilizado en los documentos eclesiásticos, y el castellano, empleado por la nobleza foránea y en la documentación procedente de la Cancillería real. Esta situación lingüística, responsable de la diglosia sufrida por los hablantes, debió, en cambio, favorecer el proceso de elaboración de las traducciones al gallego, centradas especialmente en los dominios de la historiografía, de la narrativa heroica y de la religión.

Del siglo XIV se conservan manuscritos con la traducción gallega de tres textos historiográficos (A Crónica General, A Crónica de Castilla y A General Estoria), aunque, sin duda, se tradujeron algunos más, hoy desaparecidos. Del siglo XV se han conservado otras dos obras de historia, A Crónica de 1404 y A Coronica de Santa María de Iria. Las traducciones de narrativa que se conservan son reelaboraciones de obras sobre la materia de Troya y de Bretaña, la Crónica Troiana y la Historia Troiana –versiones diferentes de las prosificaciones del Roman de Troie de Benoit de Sainte Maure– y el Livro de Tristan, del que solo quedan algunos folios. Hay también traducciones latinas de textos religiosos, recogidos, fundamentalmente, en los Miragres de Santiago, todos ellos escritos en el siglo XIV. Las razones que llevaron a los nobles gallegos a promover la traducción de textos históricos y narrativos, teniendo en cuenta que gran parte de la nobleza podía leer en castellano, posiblemente esté en la intención de disponer de obras en la lengua del país que incrementaran su prestigio social y reforzaran, en cierta medida, la idea de un poder autónomo frente a la monarquía de Castilla. En lo que se refiere a los textos religiosos, la redacción en gallego era necesaria para difundir, a través de la lectura pública, la historia sagrada y la doctrina de la Iglesia entre el pueblo analfabeto.

Durante siglos el gallego fue una lengua limitada a los registros orales, sin literatura escrita y, por supuesto, sin traducciones. Hasta el siglo XVIII apenas hay textos poéticos escritos en gallego y no se sabe de la existencia de ningún tipo de reivindicación lingüística. Fue en aquel momento cuando empezaron a aparecer voces de importantes eruditos del país en defensa del uso del gallego en los ámbitos escritos, que denunciaron la falta de escolarización de los niños de Galicia en su lengua propia. De finales de este siglo son dos versiones gallegas del padrenuestro, publicadas en una edición multilingüe italiana, de Lorenzo Hervás y Panduro en 1787 (Saggio prattico delle lingue). En el siglo XIX un grupo de escritores, promotores del llamado Rexurdimento literario gallego, sin conocer la existencia de la literatura medieval y estimulados por el espíritu del romanticismo, comenzaron a usar la lengua gallega en formas poéticas de inspiración folclórica, influenciados por los modelos de la literatura romántica, española y francesa. En aquel momento se volvió a reivindicar el uso escrito del gallego, mas con la equivocada idea de que esta lengua no era acomodada para la prosa narrativa ni para el ensayo.

El proceso de la traducción en esta etapa comenzó lentamente trasladando al gallego textos religiosos, fragmentos de autores clásicos latinos y de obras de la literatura romántica, española y francesa. De 1861 es una versión gallega de O santo evanxeo de San Mateo, encargada por Louis–Lucien Bonaparte, primo de Napoleón III, que no llegó a publicarse. El recopilador de poesía popular gallega, José Pérez Ballesteros (1833–1918), tradujo varias paráfrasis del «Libro de Xeremías» de los Salmos de David, una encíclica de León XIII, varios textos del III concilio de Toledo y las oraciones más comunes entre los católicos (avemaría, padrenuestro, credo y salve). Su contemporáneo Florencio Vaamonde Lores (1860–1925) publicó versiones gallegas de textos breves de Horacio, Virgilio y Anacreonte. Y el periodista y escritor Valentín Lamas Carvajal (1849–1906), que fundó y dirigió el semanario O Tío Marcos da Portela, tradujo docenas de textos, fundamentalmente del castellano, para publicar en su revista. Hay que destacar también en esta etapa la labor como traductor del poeta Eduardo Pondal (1935–1917) y la del polígrafo Uxío Carré Aldao (1859–1932), miembros de la llamada Cova Céltiga, que en A Coruña de entre siglos desarrollaron una intensa actividad cultural.

Las traducciones de este período, hechas de forma esporádica por iniciativa de los propios traductores, sin continuidad a lo largo de los años, tuvieron escasa importancia en el desarrollo de la literatura gallega. Con todo, hay que reconocer que, en su momento, sirvieron para ejercitar una lengua de uso exclusivamente coloquial y cubrieron, en cierta manera, la escasez de producciones del deficiente sistema literario gallego. En general, los textos traducidos eran poemas que exaltaban los valores y la belleza del campo o aludían al sentimiento patriótico, temas que reforzaban las ideas dominantes de los textos autóctonos de creación literaria, utilizados como transmisores de las propuestas regionalistas. Con este objetivo se debieron traducir unos fragmentos del Génie du Christianisme de Chateaubriand, textos de J.–J. Rousseau y varios cuentos de Alphonse Daudet, que destacan los aspectos de las leyendas tradicionales. Las traducciones solían publicarse en libros plurilingües, en apéndices de manuales de lengua y de literatura o en la prensa dirigida por regionalistas gallegos, especialmente en las revistas O Tío Marcos da Portela (1876–1890), A Monteira (1889–1890) y Revista Gallega (1895–1907). La oda «Beatus ille» de Horacio, traducida por José García Mosquera (1817–1868), con el título de «A vida do campo», apareció por primera vez en un apéndice de textos gallegos en la Gramática gallega de J. Antonio Saco y Arce (1868), y en la Revista Gallega en 1900. Aparte de la labor de los escritores decimonónicos, a comienzos del siglo XX se registra un número escaso de traducciones poéticas. En 1907 se publicó la versión gallega de un poema de Jacinto Verdaguer, «Preludio. Morrerei no meu niño», y a 1910 corresponde la publicación de la traducción de los épodos II, III, IV, V y VI de Horacio, incluidos en el libro Épodos. Con la versión literal y diferentes traducciones en las lenguas ibéricas, publicados por la Academia Calasancia en Barcelona. Mas estos textos, editados fuera de Galicia, fueron prácticamente desconocidos y hubo que aguardar la llegada de una nueva generación para encontrar una mayor sistematicidad en la promoción del proceso de la traducción al gallego.

Después de varios años de escasa labor en el campo de la traducción, en los que ni las revistas bilingües A Nosa Terra (1907) ni Vida Gallega (1909–1920) parecen tener interés alguno por la traducción, a partir de 1917 el grupo de nacionalistas organizado en las Irmandades da Fala propuso un programa cultural en el que, entre otras actividades, estaba la de trabajar por la revitalización de los usos sociales de la lengua gallega y por la constitución de un corpus de prosa literaria y ensayística. Dentro de este proyecto, las Irmandades incluyeron la traducción al gallego, tanto en formato libro como en las páginas del semanario A Nosa Terra (1917–1936), que pasó a sus manos y a redactarse exclusivamente en gallego. Entre las variadas secciones del semanario figuraba la de Traduciós, donde aparecieron textos en gallego de autores españoles (Pío Baroja, Joaquín Dicenta), italianos (Dante, D’Annunzio) y unos poemas franceses de A.–V. Arnault. La existencia en las páginas de la revista de un epígrafe dedicado a la traducción muestra la importancia que los editores otorgaban a las letras ajenas. Pero, además de esta sección, en otros apartados de la publicación («Dos clásicos casteláns», «Dos clásicos alemáns», «Contos de fama», «Poetas extranxeiros») fueron saliendo también traducciones de textos literarios, del catalán, del irlandés, del francés, del inglés y, sobre todo, del castellano. Por otra parte, hay en A Nosa Terra una colección de artículos de tema político, económico o lingüístico traducidos de otras lenguas que aparecen sin el nombre del traductor.

En los números de la revista del año 1917 solo se registran los nombres de cuatro traductores: Antón Valcárcel (1888–1978), Xosé Iglesias Roura (1879–1930), Leandro Carré (1888–1976) y Antón Losada Diéguez (1884–1929), todos ellos con muy pocas traducciones, lo que indica que eran los propios responsables de la publicación los que hacían la traducción de los textos, como apoyo a las propuestas nacionalistas que ellos defendían. El tipo de obras que fueron vertidas al gallego durante ese primer año denota que la selección estaba hecha entre los autores clásicos de la literatura universal, pero no parece que los agentes culturales de las Irmandades tuvieran el proyecto de traducir literatura con una línea definida para cubrir vacíos en el sistema literario gallego. Los criterios de selección se debieron más bien al gusto particular de los respectivos agentes y traductores, en algunos casos coincidentes. En cambio, a partir de 1918, aunque siguieron apareciendo traducciones de autores que se pueden considerar clásicos, como Goethe, R. Tagore, A. Daudet, M. Gorki o Ganivet, en la sección titulada «Página escolleita» se dejaba ver una mayor preocupación por la aparición de traducciones de textos de la literatura de vanguardia. Esta joven línea editorial se debió especialmente al trabajo de Vicente Risco (1884–1963) y de Evaristo Correa Calderón (1899–1986), escritores que, además de buscar, o hacer ellos mismos, las traducciones, les añadían algún comentario y notas biobibliográficas sobre el autor del texto.

A partir de 1920, el proceso de la traducción comenzado por las Irmandades lo continuaron los miembros de la llamada Xeración Nós a través de la revista del mismo nombre, Nós (1922–1935), que llevaba como subtítulo «Boletín mensual da cultura galega». A lo largo de sus 144 números se publicaron fragmentos de obras de diversos géneros: ensayos del francés y del latín, poemas de autores de diferentes literaturas, cuentos de autores castellanos e ingleses, un largo poema narrativo bretón en versión bilingüe, un drama popular de W. B. Yeats y poemas de F. Hölderlin. Pero la traducción más famosa de este período fue, sin duda, la de los fragmentos de la novela Ulysses de James Joyce hecha por el escritor Ramón Otero Pedrayo (1888–1976), que se publicó en la revista en 1926 cuando todavía no existía ninguna otra versión en las lenguas del Estado. A diferencia de la etapa anterior, en la revista Nós hay una clara intención de promover el proceso de la traducción con un doble objetivo. Por una parte, para intentar reforzar el sistema literario autóctono con la versión gallega de textos de las vanguardias europeas, necesarios para vincular la cultura de Galicia con la de Europa, sin tener como intermediario el castellano. Por otra, con las versiones gallegas de textos irlandeses y bretones, se pretendía crear lazos de unión con la cultura de países de origen celta que pudiesen apoyar la teoría del atlantismo en oposición al iberismo.

De ahí que durante esta importante etapa (1920–1936) se prescindiera de la traducción de textos de la literatura española y se promoviera la literatura irlandesa y bretona transmitiéndole a la cultura moderna gallega las producciones literarias de aquellos países. Con esa intención apareció, en 1935, el cuaderno Dous folk–dramas, traducción de dos piezas teatrales irlandesas (Cathleen ni Houlihan y The Land of Hearts Desire) de Yeats, realizada por Plácido R. Castro y los hermanos Vilar Ponte. Con la traducción de obras literarias se intentaba llenar huecos en el sistema literario gallego, deficitario en obras y autores. Para esto, a falta de creadores, los promotores culturales también se valieron, en ciertas ocasiones, de versiones o adaptaciones de textos escritos en otras lenguas, especialmente de las culturas más próximas (la portuguesa y los textos castellanos de autores gallegos), aunque sin reconocer que se trataba de traducciones. En la popular colección «Lar», de pequeño formato, creada con la finalidad de facilitar la lectura en gallego de textos narrativos breves, se incluyeron narraciones de autores castellanos como A miña muller (1924) y O ilustre Cardona (1927) de Wenceslao Fernández Flórez. Estos dos textos, que aparecieron como originales gallegos, son en realidad traducciones del castellano, hechas por el editor Leandro Carré.

La primera traducción publicada en esta época en formato independiente fue el libro As églogas de Virxilio, en 1930, traducido por Avelino Gómez Ledo, uno de los traductores más activos de los clásicos de la literatura latina. En 1932 publicó en la revista Nós algunas elegías de Ovidio y, en 1933, fragmentos de las Geórgicas de Virgilio. La revista Logos, de pensamiento cristiano, editada por un grupo de galleguistas entre 1932 y 1936, publicó traducciones de carácter religioso, la mayor parte de ellas de artículos de teólogos católicos franceses. En el último número de la revista apareció el «Manifeste des catholiques pour la paix», firmado por P. Claudel, J. Maritain y F. Mauriac contra el colonialismo de Mussolini. Tras la Guerra Civil española, con la implantación del régimen militar del general Franco, se prohibió cualquier tipo de actividad expresada en lengua gallega. Así, hasta fines de los años 40 no se publicaron en Galicia más que dos poemarios en gallego. El año 1949 apareció la traducción de una parte de la sátira II de Horacio (Escola de larpeiros) firmada por el sacerdote Antonio Rey Soto (1879–1966). A partir de 1950 pequeñas empresas editoriales comenzaron a publicar obras en gallego y a promover la traducción. Inició el trabajo Bibliófilos Gallegos en Santiago de Compostela, como una sección del Instituto Padre Sarmiento, organismo dependiente del CSIC. La editorial organizó un premio de traducción que recayó en el Cancioeiro de poesía céltiga, versión de la obra alemana Altkeltische Dichtungen hecha por Ramón Piñeiro (1915–1990) y Celestino Fernández de la Vega (1914–1986), dos activos galleguistas en el mundo cultural de Galicia.

Los editores de Bibliófilos Gallegos, muy sensibles a la importancia que la traducción revestía para el sistema literario gallego, iniciaron en 1951 una «Biblioteca Antológica de Clásicos» con la traducción de los Carmina de Horacio hecha por el poeta Aquilino Iglesia Alvariño; en 1964 salió Os catro libros das Xeórxicas de Virgilio en versión de Gómez Ledo, quien también publicó Unha escolma de poetas líricos gregos e latinos voltos en linguaxe galega. En esa misma editorial apareció en 1955 una selección de poesía latina, griega y de lenguas modernas europeas (Versos de alleas terras e de tempos idos) en versión del poeta Ramón Cabanillas (1876–1959). Esta obra contiene, más que verdaderas traducciones de los poemas originales, paráfrasis adaptadas a la cultura del mundo rural gallego. En otra pequeña editorial especializada en poesía, Benito Soto de Pontevedra, se publicó el libro Musa alemá, traducción de seis poemas alemanes hecha por el poeta Celso Emilio Ferreiro (1912–1979) y por Antonio Blanco Freixeiro (1923–1991).

Sin embargo, fue sobre todo la editorial Galaxia de Vigo la que, a través de la revista Grial, promovió la traducción durante el largo período de 1963 a 1980. Durante este tiempo los agentes culturales preocupados por la galleguización de la sociedad y la normalización de la lengua tuvieron muy presente la importancia de la traducción como uno de los factores que contribuirían a lograr los dos objetivos comentados. Así, Grial publicó cien traducciones al gallego de textos literarios, religiosos, filosóficos, sociales y lingüísticos. Entre ellos se cuentan fragmentos de la Biblia, de obras de Platón, textos de la literatura europea y americana, poemas y narraciones del coreano, del lituano, de textos de poetas hindúes y de lenguas africanas. En 1964 se tradujeron del alemán textos de Heidegger, y cuentos del dramaturgo B. Brecht en 1973. Del francés se hicieron dos versiones del poema O ceminterio mariño de P. Valéry, una de 1967 y otra de 1969; fueron especialmente importantes las traducciones de los dramas Antigone de J. Anouilh y La guerre de Troie n’aura pas lieu de J. Giraudoux hechas por Xosé Manuel Beiras (1936) y Xosé Luís Franco Grande (1936). En aquella época el número de lectores de este tipo de textos era muy escaso, pero la traducción fue importante para la literatura autóctona, pues con la versión gallega de textos de otras lenguas se desarrollaban las capacidades de expresión del idioma, con lo que demostraba que era una lengua válida para ser utilizada en cualquier tipo de textos.

En formato de libro, además de las obras indicadas, aparecieron pocas traducciones más: Problemas humáns, del filósofo alemán E. Spranger, por Domingo García Sabell (1966); A familia de Pascual Duarte de Camilo José Cela, en versión de Vicente Risco (1961); A comedia da oliña de Plauto (1962); Macbeth de Shakespeare (1972), la obra de teatro de T. S. Eliot Morte na catedral (1973), Antígona de Sófocles (1974), O carteiro do rei de Tagore (1976) y los tres primeros libros de la Iliada en 1977. En la década de 1960 se volvió a la traducción de textos bíblicos para que el clero pudiese disponer de ellos en la práctica de la liturgia en gallego. Con esta finalidad se tradujeron: Os catro evanxeos, en versión de X. Morente Torres y M. Espina, en 1965; O Libro do Xob, O eclesiastés, A cantiga das cantigas y O apocalipse en 1968. En este mismo año se tradujo la encíclica de Pablo VI Populorum progressio, el devocionario Camiño del inspirador de la doctrina del Opus Dei, Josemaría Escrivá de Balaguer, y se comenzó la traducción de la Biblia al gallego, que concluyó en 1989 con la publicación del conjunto de los libros que componen el texto sagrado, en la editorial Sept. Con las traducciones publicadas en estos años el gallego enriqueció considerablemente no solo su expresión escrita sino también la valoración social, al demostrar que era una lengua con recursos suficientes para poder trasladar textos de cualquier otra lengua o género literario. Éste fue uno de los objetivos que entonces buscaban los intelectuales galleguistas, más preocupados por la legitimación y la consolidación de la lengua y de la literatura gallegas, menospreciadas por una larga política cultural, que por los escasos lectores que entonces había.

En 1981, con la aprobación del Estatuto de Autonomía de Galicia se aceleró el proceso de la traducción al gallego. Por una parte, por necesidades de la propia Administración autonómica, que tenía que traducir documentos redactados en castellano y, por otra, por el hecho de tener que sacar adelante la programación televisiva y la producción editorial, especialmente la que se dirigía a la enseñanza. Los primeros cómics que se tradujeron al gallego fueron los de Astérix en 1977. Y en 1983, coincidiendo con la escolarización en gallego de la población infantil, se inició la publicación de los libros de la serie de aventuras de Tintín. Del año 1981 al 2000 la actividad traductora se incrementó en un 200% respecto a la etapa anterior con las emisiones de la Televisión Gallega (sobre todo con el doblaje de filmes) y con la publicación de libros de creación literaria y de ensayo. Este incremento en el número de traducciones fue posible gracias a la confluencia de varios factores: un mayor dominio de las lenguas extranjeras por parte de los universitarios, la aparición de nuevas empresas editoriales y, sin duda, la política de subvenciones oficiales para la normalización lingüística. La empresa Edicións Xerais de Galicia, fundada en 1979, fue la primera que publicó traducciones al gallego de obras literarias que no estaban traducidas al castellano, como las Lendas islandesas y una recopilación de cuentos chinos titulada Flores e Leña y, además, creó una colección de textos clásicos para niños en la que figuran autores como Verne, Stevenson, J. London, L. Carroll y Conan Doyle. Poco a poco, fueron saliendo traducciones de todos los géneros para colecciones escolares, de bolsillo, infantiles y de lujo.

Con respecto a la traducción del castellano hacia al gallego, observamos que la lengua central entra en la periferia a través de la literatura infantil y juvenil, y gracias a la implantación de grandes editoras estatales que publican en las lenguas cooficiales, tengan sede y/o sello en Galicia. Es el relato breve destinado a primeros lectores el que más se exporta hacia el gallego, al que le sigue la novela para público juvenil. La poesía destinada al público adulto tiene buena acogida y la mayor parte de los textos son antologías de autoría variada u obra antologada de un determinado autor. La novela y el relato son poco relevantes en número de traducción y apenas se producen repeticiones de autorías. A partir de la década de 1980, Galaxia, Edicións Laiovento, Do Cumio y otras pequeñas editoriales iniciaron también colecciones de traducción, en principio para un público infantil y juvenil, y después destinadas a adultos. Además de las empresas gallegas, en la década mencionada, se fueron sumando a la traducción al gallego, atraídas por las subvenciones otorgadas por la Xunta de Galicia, editoriales no gallegas como Juventud, Altea, Alfaguara, SM o Bruño, que se dedicaban a libros de texto.

Para intentar establecer criterios que sirviesen para definir una política de traducciones adecuada a las necesidades de Galicia, en 1984 se creó la Asociación de Tradutores Galegos (ATG). Los miembros de esta asociación fueron los encargados de traducir al gallego la revista O Correo de la Unesco hasta que dejó de publicarse. Desde 1988 la Xunta de Galicia publica una colección de traducciones denominada «Clásicos en galego», que se inauguró con un libro de Poemas de Catulo. En el año 1992 se implantó la licenciatura de Traducción e Interpretación en la Universidade de Vigo y, en 1995, la Asociación de Traductores y el Departamento de Filoloxía Galega e Latina de la misma Universidad fundaron la revista anual de traducción, Viceversa, que quería contribuir a la reflexión y al análisis de las traducciones publicadas presentando contribuciones de tipo teórico. Todos estos elementos fueron fundamentales para incrementar el número de traducciones en el mercado editorial procedentes de otras culturas, no sólo de narrativa y de poesía sino también de ensayo. Existen en gallego importantes libros de lingüística, sociología, política y cultura en general. El valor de algunas traducciones al gallego (Alicia no país das marabillas, As aventuras de Pinocchio, Mondo e outras historias, A Biblia y Ulises) fue reconocido fuera de Galicia con el premio Nacional de Traducción otorgado por el Ministerio de Cultura.

La tendencia general de los últimos años es un aumento en el número de traducciones, sobre todo de literatura infantil y juvenil, y un incremento de la traducción de poesía y de teatro, aunque se nota una cierta inestabilidad en la traducción de narrativa para adultos. Como ejemplo significativo de los primeros años de la Democracia se pueden citar las publicaciones de 1998. Ese año fue especialmente importante por la novedad y por la significación que tuvo y tiene para la consolidación del sistema literario gallego la traducción de las obras poéticas, tanto de autores clásicos (Cantos de G. Leopardi; O reiciño de Galicia de V. Hugo; A terra baldía de T. S. Eliot), como contemporáneos (Ferros e ameixas del catalán Carles Bellsolà o A máquina de facer zume de laranxa del alemán Rolf Dieter). El teatro también se fue afianzando como uno de los géneros literarios más traducidos (el número de obras traducidas iguala a la producción autóctona), con preferencia por las obras clásicas. Como dato significativo, hay que destacar el hecho de que en el año 98 se tradujeron tres obras de W. Shakespeare (Ricardo III, Xulio César y O rei Lear), junto con una comedia de Machiavelli (A mandrágora) y una adaptación de Sófocles (Memoria de Antígona). Todo esto sin olvidar el teatro moderno con traducciones como O imparable ascenso de Arturo Uí de B. Brecht, A cura en Troya de S. Heaney o el Macbet de Ionesco.

En cuanto a la narrativa traducida a finales de siglo pasado, sin descuidar la traducción de obras de autoría clásica de la literatura universal occidental (O vello e o mar de Hemingway; A lenda do santo inquisidor de F. Dostoievski), hay que comentar que aparecieron libros de una producción literaria alternativa (Citomegalovirus de Hervé Guibert; Entre o costume e a ruptura de la autora india Rachna Mara). Es significativo que el ensayo se buscase un espacio entre géneros importantes en la traducción en décadas anteriores en Galicia. Este hecho le da una gran estabilidad al corpus de obras traducidas al gallego. Destacan, entre los variados temas, el ensayo histórico (Os celtas. Os deuses esquecidos de Marcel Brasseur), la sociolingüística (A sociolingüística de Louis–Jean Calvet) o la crítica literaria (Poética de Aristóteles), obra publicada ya en 1999. Y resulta paradigmático de los nuevos criterios de traducción que la Universidade de Santiago haya publicado varios libros de tema científico, entre los que son especialmente destacables la Historia do pensamento biolóxico de Ernst Mayr y el manual universitario de matemáticas Introducción á análise matricial e optimización de Philippe G. Ciarlet, publicadas también en 1999 y que aún no estaban traducidas al castellano.

En los primeros años del siglo XXI producen hechos muy significativos que auguraban un futuro prometedor para la traducción en Galicia. Por una parte, se contempla por primera vez en las políticas editoriales públicas y privadas la traducción de obras gallegas a otras lenguas, campo prácticamente inexplorado; esto va a contribuir a que la literatura gallega entre directamente en el mercado editorial mundial. Por otra, la aparición de nuevas editoriales como Rinoceronte, dirigida por M. Barcia, especializada en traducciones, ha supuesto la publicación por primera vez en gallego de obras de literaturas menos difundidas, como por ejemplo Herbario de S. Márai (húngaro), Unha soidade demasiado ruidosa de B. Hrabal (checo), A illa dos raposos aforcados de Arto Paasilinna (finés), Anxos do universo de Einar Már Gudmundsson (islandés). Aparte de esto, las editoriales veteranas como Galaxia han apostado ya definitivamente por poner la traducción como elemento esencial de su catálogo. Así, la editorial mencionada apuesta por traducir obras de autores que tienen mercado editorial mundial. En estos momentos existen en gallego varias obras de Paul Auster (Brooklin Follies y Viaxes no scriptorium), Martin Amis (A casa dos encontros), Kazuo Ishiguro (Non me deixes) y Jean–Philippe Toussaint (Fuxir), que, sin lugar a dudas, han animado, y mucho, a los lectores en gallego. Tampoco debe olvidarse la presencia de la traducción en las bibliotecas virtuales, recursos que están teniendo una importancia significativa en la difusión de los textos entre un público cada vez más familiarizado con las nuevas tecnologías. La Biblioteca Virtual Bivir, creada por Xulián Maure, presidente de la ATG, permite el acceso gratuito a numerosos textos clásicos de la literatura universal y puede funcionar como modelo para el futuro de la edición en Galicia.

En la breve historia que se ha presentado, desde el siglo XIX hasta nuestros días, puede constatarse que la traducción pasó de ser un ejercicio estilístico de carácter individual que voluntariamente hacían sus autores a convertirse en un proceso comercial del que participan importantes empresas editoras. Desde el siglo XIX, el número de obras traducidas ha aumentado cada año y se ha ampliado su diversidad genérica. Antes de la Guerra Civil, con la aparición de los movimientos nacionalistas das Irmandades da Fala y de la Xeración Nós, las traducciones dejan de obedecer a criterios individuales para enmarcarse dentro de un programa cultural. A partir de 1950 fueron los grupos de galleguistas de la generación del 36 los que promovieron las traducciones al gallego para prestigiar la lengua y la cultura de Galicia, integrándolas en el conjunto de países que disponen de los clásicos universales en su propio idioma. A pesar de ser relativamente corto, desde el inicio de la democracia española en 1978 y de manera más patente a partir de la década de 1980, el camino que ha emprendido la traducción desde y hacia el gallego y los estudios científicos sobre dicho fenómeno han sido intensos y especialmente enriquecedores para la normalización cultural. Este periodo incorporado a la base de datos BITRAGA (Catálogo da Tradución Galega), da cuenta de las cifras de importación y de exportación. Ya desde 1980, con la incorporación del gallego en la enseñanza aparece una demanda potencial de libros infantiles y juveniles.

La fase filológica alterna con una fase más comercial. Es el momento en que las editoriales promueven la traducción de obras de la literatura universal, ya que existe un mercado inducido por los programas de lecturas escolares, que resultó el mejor instrumento para normalizar la lengua gallega y motivó, por una parte, la aparición de jóvenes traductores al gallego, algunos de ellos totalmente profesionalizados, y, por otra, de jóvenes autorías. Asistimos al nacimiento de iniciativas innovadoras tanto para público adulto como para público infantil y juvenil (Rinoceronte, Faktoría K, Hugin e Munin, Barbantesa, OQO y Kalandraka, Irmáns Cartoné o Urco, entre otras) que cultivan y renuevan el campo de la traducción editorial al mismo tiempo que contribuyen a la recuperación cultural. Una apuesta por la calidad que también ha condicionado los catálogos y la gestión de la traducción de todo el sector en el ámbito literario. En cuanto a los espacios culturales fuente, detectamos más de sesenta culturas (expresadas en 43 lenguas distintas como el checo, árabe, turco, croata, serbio, estonio, galés, guaraní, hebreo, mapuche o amhárico), no necesariamente partícipes del canon, de las que se ha importado alguna referencia literaria, si bien en proporción muy desigual y con una primacía evidente de las culturas europeas más prestigiadas, que se expresan en español, inglés o francés. Este circuito difiere del establecido para la exportación que es principalmente el de ámbito ibérico. Contamos con profesionales capaces de conectar directamente con culturas hasta el momento exóticas para el sistema cultural gallego. Con todo, hay que decir que, a pesar de que los primeros años de este siglo han sido realmente prometedores para la consolidación de la práctica traductora en Galicia, la situación no es la ideal. La crisis económica de la primera década, así como la falta de apoyo institucional en el desarrollo de un sector estratégico impiden que la producción editorial de traducción y de creación mejoren cifras y resultados. Hace falta una mejor planificación editorial de la traducción para llenar los vacíos que aún hay en las distintas áreas de conocimiento y para evitar el desequilibrio que existe entre los títulos, autorías, temáticas, formatos y culturas de origen publicados un año y otro.

 

Biliografía

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Xosé M.ª Gómez Clemente

[Actualización por Ana Luna Alonso]