Visibilidad y métricas de la traducción en los siglos XX y XXI
José Antonio Cordón García (Universidad de Salamanca)
Introducción: bibliometría y traducción
La traducción constituye una de las actividades más importantes en los procesos de transferencia de la información científico–técnica y la conformación de la cultura, favoreciendo los sistemas de consolidación del saber en todas las esferas del conocimiento. Su importancia desde el punto de vista cuantitativo ha sido ponderada por numerosos especialistas de campos muy diversos y desde épocas muy tempranas. Ortega y Gasset y Paul Otlet, en los albores del siglo XX, ya valoraron su importancia en la transmisión cultural, abogando por su medición. Su incorporación a las estadísticas oficiales de las bibliografías nacionales de los diferentes países fue un primer paso para dejar constancia de los flujos existentes entre las diferentes lenguas y de cuáles eran los equilibrios y las posiciones dominantes entre las mismas. Intraducciones y extraducciones, esto es, las traducciones que se incorporan a una lengua determinada desde otra externa y las que salen de una lengua determinada hacia otra, constituyen una de las principales evidencias de las relaciones de poder interlingüísticas y de los idiomas dominantes. El desarrollo de Internet, y la digitalización de las herramientas de análisis, permitió expandir los instrumentos de indagación en la naturaleza cuantitativa de esta actividad, constituyendo una serie de indicadores que se han afianzado como trazos y evidencias de esta. El capítulo ofrece una panorámica de las principales obras para la obtención de datos relativos a la traducción en el ámbito editorial, tales como la Panorámica de la edición española de libros, Index Translationum, El sector del libro en España y otras, y se ofrece un estudio de caso centrado en las ediciones de Anna Karenina, de Tolstói, como ejemplo de la obtención de datos de carácter bibliométrico a partir de las bases de datos bibliográficas y otras fuentes disponibles.
En el año 1934 publicaba la editorial Mundaneum Traité de documentation: le livre sur le livre, théorie et pratique, una obra de Paul Otlet, revolucionaria para su tiempo, que anticiparía muchos de los desarrollos en relación con la constitución de una ciencia del libro y de sus componentes. En las consideraciones preliminares Otlet explicaba que «en todo orden de conocimiento la medida es una forma superior que toma el saber […]. El adagio Omnia in mesura, todo en la medida ha llegado a ser la idea directriz de todas las ciencias que tienden a pasar del estado cualitativo al cuantitativo» (Otlet 2008: 13). Establecía el autor una serie de indicadores que habrían de tenerse en cuenta para la articulación de unas métricas que dieran fe de los aspectos materiales y simbólicos de las obras, entre ellos la traducción de las mismas a otros idiomas. De hecho, en la plantilla que elabora para el análisis bibliométrico de los libros, la traducción ocupa un lugar singular como evidencia de la proyección o influjo de una obra en el ámbito internacional. No es extraño que dedique un epígrafe especial a lo que él denomina la bibliosociometría, para estudiar el influjo de los libros sobre el hombre y la sociedad. Ortega y Gasset, un año después, hablaba de la necesidad de establecer una «estadística de las ideas, a fin de precisar con todo rigor el instante cronológico en que una idea brota, el proceso de su expansión» (Ortega y Gasset 2005).
Desde entonces son muchos los autores que, desde diferentes perspectivas, han establecido métodos y procedimientos para articular una medida de las dimensiones que afectan a la producción, circulación y consumo de los libros, entre las que la traducción ocupa un lugar singular, pues su peso en una cultura, en un país o en una zona determinada da fe de la porosidad de esta, y de la capacidad receptiva a otros pensamientos y manifestaciones. La industria editorial constituye una de las ramas de las industrias culturales más importantes. Dependiente en gran parte de la visibilidad de autores y títulos, esta se ha visto potenciada por la aparición de internet, pero sobre todo por la vocación de globalización que afecta a la mayoría de sus ramas, una globalización que adquiere una condición transfronteriza, en la medida en que el movimiento de sus productos trasciende las fronteras nacionales, y multilingüística en la medida en que su proyección se cifra en la capacidad de encarnarse en varios idiomas. Los grandes grupos editoriales, pero también los pequeños y los medianos, tienen en la traducción una de sus principales estrategias expansivas, de ahí la importancia que cobra en la estabilización de sus rendimientos y en la consolidación de sus lanzamientos. Por lo tanto, la medida de esta es de interés no solo desde el punto de vista del movimiento de la cultura, sino también desde el análisis empresarial, por cuanto evidencia las estrategias y naturaleza de la producción y difusión editorial y las formas de acumulación de capital cultural (Heilbron & Sapiro 2002). La traducción se inscribe en la sociología de los bienes simbólicos formulada por Bourdieu (2001), y su medición permite calibrar las dimensiones de la circulación entre campos que, como señala Fólica (2014), pone en evidencia la lucha simbólica por la legitimidad de determinadas selecciones de autores, obras, traductores, a lo que podría añadir, también de lenguas (Casanova 2001). En cierto modo, como diría Antoine Berman (1995), la traducción es una práctica «etnocéntrica». Para K. Bode (2012), los métodos cuantitativos forman ya parte indisoluble de los estudios literarios, y su aportación será cada vez más importante e imprescindible en cualquier análisis global que se quiera hacer de los mismos.
Las métricas de la traducción en España
¿Cuáles son los aspectos que se han tomado como referentes en la medición de las obras traducidas? ¿Qué elementos se han seleccionado desde instancias métricas como indicadores de su importancia, proyección? ¿Qué significan estos elementos? ¿Qué no se puede medir?
Estas son algunas de las preguntas a las que se ha intentado responder, de manera directa, analizando las particularidades de la traducción por parte de especialistas e investigadores, o indirecta, recogiendo las cifras de esta en las fuentes elaboradas para el estudio del libro o de la industria editorial, bien desde organismos oficiales como, en España, el Ministerio de Cultura, o bien desde instancias privadas como la Federación de Gremios de Editores. En España, los datos para el estudio de todos, o casi todos, los parámetros estadísticos relacionados con esta actividad, desde el punto de vista editorial, aparece repartida entre diversas fuentes, a saber: Panorámica de la edición española de libros, publicada desde 1987 por el Ministerio de Cultura; Comercio interior del libro, publicado desde 1988 por la Federación de Gremios de Editores de España; Estadística de la Producción Editorial, cuyo responsable es el Instituto Nacional de Estadística, que lanzó la primera edición de este informe en el año 1965; Comercio Exterior del Libro, publicado desde 1992 por la Federación Española de Cámaras del Libro (FEDECALI), en colaboración con el Ministerio de (Educación), Cultura y Deporte; Hábitos de lectura y de compra de libros en España, dependiente de la Federación de Gremios de Editores de España, publicado desde el año 2000.
Una de las primeras cuestiones que es preciso dilucidar es la relativa al número de obras que se traducen en España, o para ser más precisos, cuantas obras traducidas se publican en España o por parte de la industria editorial española. Este primer indicador sirve para conocer las dimensiones de las transferencias culturales, pero también de la acumulación de capital cultural, pues toda obra traducida y publicada por alguna editorial en el ámbito de nuestras fronteras geográficas, forma parte de nuestro patrimonio cultural en la medida en que está representada en la Bibliografía Nacional Española.
La fuente más fidedigna para conocer este dato es la Panorámica de la edición española de libros. En tanto que anuario estadístico del estado de la edición y de la naturaleza y evolución de sus agentes, esta obra dedica un importante espacio al estudio de las traducciones.
Ofrece una gran cantidad de información estadística en relación con la actividad de traducción, distribuida en diversas secciones del informe. Para conocer la naturaleza de la información ofrecida y sus características y evolución en los últimos años se analiza la última edición publicada, la de 2019, correspondiente a la edición española de libros de 2018.
Panorámica de la edición española de libros ha tenido desde sus orígenes un interés especial en plantear la recogida de datos de la traducción desde el punto de vista editorial. De ahí que, año a año, haya dedicado una sección específica a las cifras relacionadas con «Libros Traducidos», y una desagregación de la información sobre traducciones en otros capítulos de la fuente, sobre todo en las secciones dedicadas al estudio de los diferentes subsectores de la traducción, y los dedicados a la traducción en soportes diferentes al papel.
En cuanto al capítulo específico dedicado a los libros traducidos se ofrecen, en primer lugar, los datos de carácter cuantitativo de los libros traducidos en los últimos años. En este sentido hay que aclarar que hasta 2014 se contabilizaban las reimpresiones, pero desde esta fecha se ofrecen los datos sin tener en cuenta estas, por lo que la serie estadística cambia ligeramente. Los datos aparecen en términos absolutos (cantidad total de ISBNs concedidos) y relativos (porcentaje sobre la oferta).
Fig. 1. Evolución de las traducciones en España. (Fuente: Panorámica de la edición española de libros, 2018)
Otros dos indicadores que es posible obtener de esta fuente son los del porcentaje de lenguas traducidas sobre la producción total, y sobre los libros traducidos. El primero informa del lugar de cada una de las diez lenguas consideradas (inglés, francés, castellano, japonés, alemán, italiano, catalán, portugués, ruso y gallego), en función de su nivel de traducciones, sobre el total de las obras editadas en un año dado. De esta manera podemos saber, por ejemplo, que en 2018 las traducciones de lenguas españolas suponen el 16,7 % (15,2 % en 2017) del total de traducciones. O que se ha producido un descenso del peso de la traducción de lenguas extranjeras, que en 2018 representó el 14,2 % del total de títulos editados (17,9 % en 2017). El segundo indicador, relativo al porcentaje de lenguas traducidas sobre el conjunto de libros traducidos, informa de la prevalencia de unas lenguas sobre otras, y de la importancia proporcional que cada una reviste sobre el conjunto de las traducciones. Así por ejemplo nos encontramos con que el inglés ocupa desde hace muchos años un lugar preponderante, con tasas de traducción en torno al 50 % del conjunto (47,1 % en 2018), pero que el castellano ocupa el segundo lugar, con tasas en torno al 14 % del conjunto de las traducciones. ¿Por qué aparece el castellano como lengua de traducción en esta relación? Porque, como veremos a continuación es objeto de numerosas intraducciones desde las otras lenguas oficiales españolas, sobre todo el catalán y el gallego, que también figuran como lengua de traducción, sobre todo al castellano, aunque con tasas inferiores:
Fig. 2. Porcentaje de obras traducidas sobre el total de libros traducidos, según lenguas de traducción. (Fuente: Panorámica de la edición española de libros, 2018)
Las intraducciones efectuadas desde las distintas lenguas constituyen otro de los indicadores que se pueden apreciar en esta fuente, aunque los datos aportados no descienden al nivel de detalle visto anteriormente, sino que se dan porcentajes globales de esta actividad para el catalán, el euskera y el gallego, con indicación de las aportaciones más significativas. De esta manera se informa de que en 2018 las traducciones al catalán suponen el 21,5 %, un porcentaje superior al de la producción global española, y de que, en su mayor parte, proceden del inglés (33 %), del castellano (25,8 %), del francés (17,8 %), del alemán (6,1 %) y del italiano (5,9 %). En euskera, las traducciones supusieron en 2018 el 36,6 %, frente al 35,3 % de 2017 y al 22,9 % de 2016. El castellano fue el idioma más traducido (51,5 %), seguido del inglés (19,6 %) y del francés (12,3 %). Y en gallego, el porcentaje de títulos traducidos fue del 14,1 %. En su mayoría, las traducciones procedían principalmente del castellano (42,7 %), seguidas del inglés (22,5 %) y del francés (15,2 %). Los subsectores con más traducciones fueron: libros infantiles y juveniles (60,7 %) y libros de creación literaria (25,8 %).
La falta de datos desagregados por lengua de edición puede dar lugar a equívocos, pues al ofrecerse la información en términos porcentuales, no se ofrece un dibujo real de la incidencia que esta tiene en una lengua determinada. Por ejemplo, en gallego la traducción en 2018 supuso el 14,1 %. ¿Esto es mucho o es poco? Si el total de obras editadas en este idioma fue en 2018 de 1260, las traducciones representan 176 obras, de las que solo 44 serían obras de creación literaria.
Esto nos lleva a considerar cual es el peso de la traducción según las temáticas de las obras. ¿es posible conocer cuántas obras se traducen de un tema determinado? La Panorámica de la edición española de libros ofrece varias fórmulas para responder a esta pregunta. En primer lugar, se pueden recabar datos agrupados por subsectores de la edición, esto es, grandes áreas que reunirían todo el conjunto de disciplinas y actividades que, en detalle, serían muy prolijas:
Libros infantiles y juveniles: libros editados para niños y jóvenes, tanto los de ficción como los de contenido temático.
Libros de texto: libros de texto y material escolar de los estudiantes, en especial los de enseñanza infantil, primaria, secundaria, bachillerato y formación profesional.
Libros de Creación Literaria: obras de literatura, novela, poesía, teatro y otros géneros literarios.
Libros de Ciencias Sociales y Humanidades: obras de Filosofía y Psicología, Sociología y Estadística, Ciencias Políticas y Económicas, Derecho, Pedagogía, Etnografía, Gestión de Empresas, Bellas Artes, Lingüística y Filología, Geografía y Viajes, Historia y Biografía y Obras de referencia.
Libros Científicos y Técnicos: obras de Ciencias puras (Matemáticas, Física, Química y Ciencias Naturales), Ciencias aplicadas y tecnológicas (Ingeniería, Tecnología, Informática), Medicina, Comunicaciones y Transportes, Agricultura y Ganadería).
Libros de Tiempo Libre: obras de temas característicos del tiempo de ocio (caza y pesca, animales domésticos, jardinería, cómics, economía doméstica, juegos y deportes, fotografía y cine, música, teatro y artesanía).
Otros: obras de Religión y de Arte y Ciencia Militar.
Aunque en la parte metodológica de la obra se ofrecen aclaraciones para la elección de las diferentes clasificaciones temáticas, no se hace lo mismo con las razones para la elección de los subsectores y su distribución temática, más allá de argüir que los libros se agrupan por características comunes de contenido. Sin embargo, aunque se podría admitir este criterio en casi todos ellos, hay dos, los libros de tiempo libre y la extraña categoría de Otros, que supone un contrasentido en cualquier lógica de agrupación temática, como las de Generalidades, y/o Varios, tan socorrida en casi todas las clasificaciones. Pero en la categoría de tiempo libre se incluyen por ejemplo cómics, así como obras de música, y teatro, que no guardan ninguna relación con los títulos de jardinería o de animales domésticos por escoger algunas pretendidas concomitancias absurdas. Pero reservar una categoría como Otros, que no sugiere nada, para agrupar las obras de Religión y Arte y Ciencia Militar, es igualmente un despropósito a efectos estadísticos. Máxime cuando estas inclusiones forzadas distorsionan las proporciones internas dentro de cada grupo. Por ejemplo, los comics representan el 40 % de todas las obras de tiempo libre, y ellos solos suponen más que el conjunto de todo el subsector de Otros. Además, presentan en cuanto a la traducción uno de los rasgos más sobresalientes del informe, y es que esta supone en 2018 un 83 % de este género, algo que desaparece cuando se observan los datos globales de la traducción en el subsector (44,3 %), dado que ninguna de las otras categorías puede comparársele.
Hechas estas salvedades, podemos conocer cuál es el porcentaje de traducciones de estos subsectores de manera global y comprobar el peso relativo de esta actividad en cada uno de ellos:
Fig. 3. La traducción por subsectores de la edición. (Fuente: Panorámica de la edición española de libros, 2018)
Pero estas cifras consideradas globalmente carecerían de significado si no se pudieran desglosar por materias. En casi todos los subsectores (pues en el de Libros infantiles y juveniles, curiosamente, no se hace), aparecen desglosadas las diferentes materias que los componen, y uno de los datos que se aportan es precisamente el del peso que guarda la traducción en los mismos, pudiéndose apreciar, además, la evolución en los últimos cinco años. Así, por ejemplo, dentro del subsector de Creación Literaria (en el que se incluye la categoría de Historia de la literatura. Teoría y Crítica, que se hubiera acomodado mejor al subsector de Ciencias Sociales y Humanidades), podemos comprobar cómo la narrativa alcanzó un porcentaje de traducciones del 41,7 % en 2014, pero que en 2018 bajó al 27,7 %, o que la Poesía representa únicamente el 5 % del conjunto de obras publicadas de este género.
La cuestión es cómo interpretar estos datos. Para ello necesitamos acudir a los datos absolutos y comparar los mismos con los porcentajes relativos, para traducirlos en unidades que ofrezcan un dibujo más real de la situación. En 2014 se publicaron 11.415 obras de narrativa, por lo que el 41,7 % de traducciones supuso la edición de 4760 obras; en 2018 se lanzaron 10.925 obras, por lo que el 27,7 % representó la traducción de 3026 obras, es decir que, aunque la publicación de obras del subsector disminuyó en un 5 %, las traducciones lo hicieron en un 37 %.
Entre los anexos que aparecen en la Panorámica de la edición española de libros se aportan datos de las traducciones por lengua entre los años 2014 y 2018 y las variaciones porcentuales, positivas o negativas entre ellos (véase fig. 4). Las lenguas contempladas son: inglés, francés, castellano, japonés, alemán, italiano, catalán, portugués, ruso, gallego, neerlandés, sueco, noruego, euskera, latín y otras lenguas (sin especificar).
Un aspecto interesante que se recoge en el anexo 3, dedicado a los datos generales de la edición en catalán, euskera y gallego, son las cifras de las intraducciones realizadas a esas lenguas desde diferentes idiomas y a lo largo de los últimos años, información que no aparecía en la sección dedicada a la publicación en esas lenguas, en la que, como se ha indicado más arriba, aparecen únicamente porcentajes generales. Así se puede conocer el contingente de las obras publicadas en catalán, durante los años 2014 a 2018, traducidas del inglés, castellano, francés, alemán, italiano, japonés, portugués, noruego, neerlandés, sueco y otras lenguas (ordenadas por orden de importancia).
Fig. 4. Anexo V. Traducciones al catalán por lenguas de traducción. (Fuente: Panorámica de la edición española de libros, 2018)
Lo mismo ocurre con el euskera, en el que el orden de prelación es: castellano, inglés, francés, catalán, alemán, italiano, neerlandés, gallego y otras lenguas. En el caso del gallego: castellano, inglés, francés, italiano, alemán, portugués, finés, neerlandés y otras lenguas.
El anexo 4 ofrece igualmente información significativa sobre las traducciones, pero desde el punto de vista temático pues se registran los ISBN atribuidos a los libros traducidos, pero distribuidos por materias y submaterias (véase fig. 5). En este caso se ofrece también la evolución por años, pero solo de los últimos tres. Dado que el nivel de las submaterias es prolijo estos datos permiten acercarse a los pormenores de la traducción con un gran nivel de granularidad. En total se encuentran veinticinco categorías temáticas con sus subdivisiones correspondientes.
Fig. 5. Anexo 4. Traducciones por materias y submaterias. (Fuente: Panorámica de la edición española de libros, 2018)
A pesar de lo prolija en datos que pueda parecer esta fuente son muchas las cuestiones que se quedan sin dilucidar tras su consulta. Aunque se puede saber cuántos libros se traducen del inglés al catalán o al euskera (en los anexos estadísticos figuran estos datos) no se puede conocer sin embargo qué idiomas predominan según la distribución geográfica de la edición, por ejemplo, ¿qué idiomas son los que más se traducen en Andalucía o en qué zona se traduce más del alemán? Importante para la articulación de una formación en sintonía con las necesidades culturales y editoriales. En los libros de creación literaria se pueden conocer los datos globales de la traducción, pero no el peso que tiene la traducción del inglés o del francés, en la narrativa o en la poesía, por ejemplo, o cuales son los géneros narrativos más traducidos y desde que idiomas. No aparecen los datos ni en estudio por subsectores ni en los anexos estadísticos. En el anexo dedicado a los libros traducidos según materias y submaterias se pueden conocer los datos por cada una de esas categorías, pero no, por ejemplo, que idiomas prevalecen en cada una de ellas.
Pero quizá la cuestión más interesante de la que no se aporta información alguna es la relativa al nivel de extraducciones desde las lenguas oficiales de España a otras. Este es un aspecto sumamente significativo para conocer el nivel del español a nivel internacional, pero también el del catalán, euskera o gallego. Curiosamente se pueden conocer los movimientos desde el castellano hacia las lenguas oficiales existentes en España, pero no desde estas a otros idiomas, como el inglés, el francés o el alemán.
La estadística de la producción editorial española que elabora el Instituto Nacional de Estadística (INE) solo informa de las publicaciones realizadas en las lenguas de España, pero no de las que se tienen a esas como idioma de origen. En el informe que sobre el sector del libro elabora la Federación de Gremios de Editores todos los años, con los datos que aportan los agremiados se ofrece información sobre los aspectos empresariales de la edición, y los niveles de facturación de esta, pero, curiosamente, no se consideran las traducciones entre las actividades susceptibles de análisis, mas que de una manera muy indirecta y precaria. En el informe se incluye cada año un capítulo dedicado a los costes editoriales de los derechos de autor, en el que se muestran los pagos que realizan las editoriales por derechos de autor en España y en el extranjero, por tamaños y por gremios. Se podría colegir que los pagos de derechos de autor fuera de España lo son en parte por derechos de traducción y a autores extranjeros, e incluso si se dieran cifras absolutas o relativas con datos desagregados por países o idiomas se podrían emplear para completar los estudios sobre traducción incorporando este indicador como complemento orientativo sobre el nivel de significación de una lengua. Pero solo se aportan los datos en bruto, sin discriminación alguna, mas que por el tamaño (grande, mediano o pequeño) de la editorial, o por el gremio al que pertenece. Es interesante para poder apreciar el peso que el pago de los derechos a autores extranjeros ha ido ganando en el sector editorial español. En 1999 la distribución del total de los derechos abonados era de un 68,1 % para los autores españoles y de un 31,9 % para los extranjeros, y en 2015 la proporción se había reducido considerablemente siendo del 56,3 % y el 43,7 % respectivamente. Lo que si recoge esta fuente son los pagos por derechos de traductor, aunque solo desde el año 2009, un dato que permite apreciar la evolución de este indicador durante casi diez años. Además, se ofrece desagregado por el tamaño de las empresas.
Figura 6. Pagos por compra de derechos. (Fuente: Comercio interior del libro, 2009)
En el año 2009 los pagos por derechos del traductor ascendieron a 4,4 millones de euros, de los que, contra lo que se pudiera pensar, el gasto mayor por este concepto recayó en las empresas editoriales pequeñas, que invirtieron casi la mitad de esta cantidad en esta actividad.
En los años siguientes esta rúbrica ha evolucionado de la siguiente manera:1
Tabla 1. Pagos por derecho de traducción. (Fuente: Comercio interior del libro, 2009; elaboración propia)
Si se contemplan conjuntamente ambas fuentes, la Panorámica de la edición española de libros y el Comercio interior del libro, se puede observar una cierta correlación entre las cifras, pues la subida de la facturación en los pagos por derecho del traductor de los años 2016 y 2017 se corresponde con un incremento de obras traducidas, considerable en el 2017, pues esta subida supone un casi un 37 % más sobre el año anterior, y una brusca bajada en el 2018 con un 27 % menos de obras traducidas, superando por poco las cifras de 2012.
Los datos sobre extraducciones de una lengua a otra son muy difíciles de obtener, dado que la fuente que podría haber servido para ello, el Index Translationum, se creó en 1932 con la intención de registrar todas las traducciones que se hacían en el mundo, contemplando las lenguas principales de intercambio. Según consta en su web, en la actualidad la base de datos contiene unos 2.000.000 de entradas bibliográficas para libros traducidos y publicados en casi 150 países, desde Albania hasta Zimbabue. Se recogen 462.302 autores y se mencionan más de 1.100 idiomas. El Index Translationum se actualiza completamente cada año con al menos 100.000 nuevas referencias. El problema es que el proceso de actualización se hace con una demora de casi una década, de tal manera que si se consulta la parte estadística de la base de datos se observa que las informaciones más recientes de todos los países del mundo son anteriores a 2010, y nunca posteriores a 2012. Es más, para cerca de cuarenta países, consta como el último año publicado una fecha anterior al 2000.
Tabla 2. Registros por idiomas en Index Translationum según los años en los que se ha recibido la información. (Fuente: Index Translationum, consultado el 04–04–2020; elaboración propia)
En el caso de España, por ejemplo, no se ha terminado de procesar por parte del equipo del Index Translationum la información de los años 2009–2012 en estos momentos (marzo de 2020). Es cierto que de cada uno de los documentos se recoge una información detallada que permite posteriormente realizar combinaciones y cruces en la base de datos muy útiles.2 Esta demora en la recogida de datos convierte a la fuente en una buena herramienta para el estudio de la historia de la traducción hasta el siglo XXI, pero no para un análisis actualizado de la evolución de esta por lenguas y países, al menos no para los años posteriores a 2010. Siguiendo con el ejemplo de España, y considerando únicamente la parte estadística de la base de datos, la información que se aporta acerca de las traducciones existentes es la siguiente:
Tabla 3. Estadísticas de las traducciones en España (Fuente: Index Translationum, consultado el 04–04–2020)
Como se puede apreciar, los datos para los años 2009 y 2010 son irrelevantes. Aun con errores graves, como consignar en el Reino Unido al primer autor por orden de traducciones a «Et. al.», constituye una buena herramienta para análisis históricos que no precisen datos recientes. En la base de datos se pueden encontrar informaciones factuales sobre:
- Evolución de las traducciones en un país dado
- Editores para un país determinado
- Evolución en el tiempo para cada idioma de destino
- Evolución en el tiempo para cada idioma original
- «TOP 50» Autores
- «TOP 50» Países
- «TOP 50» Idiomas de destino
- » TOP 50″ Idiomas originales
- » TOP 10″ Autores traducidos en un país determinado
- » TOP 10″ Autores traducidos para un idioma original dado
- » TOP 10″ Editores que publican traducciones en un país determinado
- » TOP 10″ Países que publican traducciones de un idioma original dado
- «TOP 10» Países que publican traducciones a un idioma de destino dado
- «TOP 10» Idiomas traducidos a un idioma de destino dado
- «TOP 10» Idiomas traducidos en un país dado
Desde el año 2011 el Observatorio de la Lectura y el Libro publica El sector del libro en España, que recoge los datos más relevantes de las principales estadísticas españolas de referencia en el ámbito de la edición y comercialización del libro, así como información relativa a la actividad de algunos de los agentes en él involucrados. La información recogida en el informe proviene de fuentes muy variadas, como Panorámica de la edición española de libros, Comercio interior del libro en España, Estadística de la producción editorial, Estadística de bibliotecas, Encuesta sobre el libro digital en España, Sistema de indicadores de gestión económica de la librería en España, Barómetro de la actividad de la librería en España, Evolución de los precios de los libros de texto, Estudio del perfil del sector de la distribución de libros y publicaciones periódicas, Comercio exterior del libro, Hábitos de lectura y compra de libros en España, Encuesta de hábitos y prácticas culturales y Anuario de estadísticas culturales.
En El sector del libro en España se dedica un capítulo al papel del traductor editorial y se comentan las principales estadísticas relacionadas con el ámbito de la traducción que aparecen dispersas entre diferentes fuentes, ofreciendo una visión unificada de las mismas. Pero la carencia más grave respecto a los aspectos bibliométricos relacionados con la traducción es la inexistencia de una fuente actualizada de datos que permita conocer las extraducciones de las lenguas oficiales de España a otras lenguas fuera de nuestras fronteras.
La utilidad de las bases de datos para los estudios bibliométricos de la traducción
Las bases de datos no aportan información estadística directamente, o al menos no lo hacen como las fuentes antes analizadas, pues su cometido es el de facilitar la búsqueda de información y, cada vez con mayor frecuencia, el acceso a los textos, bien porque se trate de obras en régimen de acceso abierto, bien porque, sin ser así, las plataformas se rijan por un sistema de suscripción que incluye el texto completo. Pero la información que suministran es de carácter referencial o textual, no estadístico. Sin embargo, constituyen una buena herramienta para obtener datos que pueden transformarse en indicadores para estudios de todo tipo, entre ellos los de traducción.
En este sentido son sumamente interesantes aquellos sitios que proporcionan los registros de las obras producidas en un país, con la descripción completa de las mismas, ya sea porque son los encargados del Depósito Legal, como ocurre con las Bibliotecas Nacionales, o porque son los responsables de la gestión del ISBN ante los editores.
El Depósito Legal garantiza que todas las ediciones de un país sean conservadas y estén disponibles para su consulta, por lo que esta cautela permite remontarse retrospectivamente hasta el momento de su implantación con la seguridad de que, salvo fuerza mayor, se encontrarán las ediciones correspondientes. Aunque en España la ley se implanta oficialmente en el año 1957, su ejercicio, más o menos continuado, se remonta hasta mediados del siglo XIX, por lo que es posible rastrear con cierta verosimilitud las ediciones de una obra o de un autor desde esas fechas. Dado que en España es la Biblioteca Nacional la que tiene la encomienda de la conservación y custodia de los ejemplares depositados en virtud de la norma, los datos de los mismos es posible rastrearlos en el Catálogo de la Biblioteca Nacional de España. Además, con la actualización de la ley en 2011 para ampliar la obligación del depósito a las publicaciones electrónicas y páginas web, el contingente de datos se amplía a las ediciones en otros soportes diferentes del impreso. Como complemento, aunque solo a partir del año 1976, contamos también con la base de datos de libros editados en España, con toda la información proveniente de las obras que han recibido un ISBN desde esa fecha.
Por lo tanto, ambas constituyen dos recursos imprescindibles para rastrear las traducciones de un autor o de una obra, desde las postrimerías del siglo XIX hasta la actualidad.
El caso de Anna Karenina
A título de ejemplo, se ofrece el estudio de las ediciones de un título, Anna Karenina, de Lev N. Tolstói, utilizando los datos que aparecen en una u otra base de datos. Se han realizado búsquedas por todas las variedades del título y se han tomado datos de la editorial, el año de publicación, los traductores, numero de edición, y variaciones del título observadas en las traducciones, igualmente se han recogido cuantas particularidades puedan haber afectado a las diferentes ediciones.
Se han tabulado en una hoja de cálculo con objeto de obtener información sobre la frecuencia de aparición, número de traducciones existentes en un momento dado y distribución de las mismas por editoriales y traductores.
Se trata de una obra que ha sido múltiplemente editada en España. En el catálogo de la Biblioteca Nacional de España se registran 116 ediciones desde el año 1888.
Las ediciones de la obra de Tolstói se han sucedido hasta la actualidad de manera casi ininterrumpida. Sin embargo, durante muchos años, apenas se han producido versiones renovadas de las mismas. Como señala Javier Calvo, durante buena parte de la segunda mitad del siglo XX se publicaban en España versiones no acreditadas de las obras, incluso en sellos de prestigio como Austral o Bruguera. No eran infrecuentes errores, omisiones, traducciones indirectas que pasaban por directas, o las retraducciones de obras a través de las versiones francesas (Calvo 2016: 116).(3) No es extraño, por lo tanto, el empleo de traducciones antiguas de manera reiterada. Observamos que la mayoría de los traductores se repiten en las diferentes ediciones a lo largo del tiempo, y que las traducciones más antiguas siguen vigentes decenas de años después.
Tabla 4. Traductores y ediciones de Anna Karenina en España. (Fuente: Catálogo de la Biblioteca Nacional de España; elaboración propia)
J. Santos Hervás es el responsable de siete ediciones, la primera publicada en 1890 en la editorial Maucci, la última, con revisión de Olga Penzova, en 2011. Las traducciones de Santos Hervás han tenido una vigencia de más de 120 años desde que empezará a trabajar para Maucci, fundada en Barcelona en 1892 por un italiano que había aprendido el oficio en Latinoamérica. Se convirtió en pocos años en un referente en la publicación de obras económicas, con traducciones preferentemente del francés, pero también de autores rusos como Tolstói, Gorki, Pushkin y Turguénev. Santos Hervás tradujo también Infancia, adolescencia, juventud, el volumen de memorias de Tolstói. Por su parte, O. Penzova, la revisora de la traducción para Edaf, fue también la traductora de El jugador, de Dostoievski, junto con R. Ledesma y Ramón Vázquez, para la misma editorial, traducción después empleada en 2016 por Austral
Andreu Nin es el autor de cinco de las traducciones registradas, la primera de 1933, la última de 2014 publicada por Labutxaca, sello de Grup 62 dedicado a la edición de bolsillo. Nin, fundador del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista), fue un político que tuvo una participación relevante en la historia política de España del primer tercio de siglo, pero sobre todo en la Segunda República y la Guerra Civil, que murió en 1937, en extrañas circunstancias después de su detención por parte de las autoridades republicanas, en el contexto de los duros enfrentamientos que se produjeron entre estas y el POUM en Cataluña. Pero su otra vertiente fue la de traductor. En 1920 realizó la versión de La huelga en masa, el partido socialista y los sindicatos: experiencia de la revolución rusa de 1905, de Rosa Luxemburg, que publicó la Escuela Moderna, a la que siguieron Mis peripecias en España, de Leon Trotsky (1929), con un prólogo especial del propio autor para la edición en español. En el ámbito de la traducción literaria desempeñó una intensa labor de incorporación de grandes autores rusos a la cultura española. Dostoiesvki, Potrovski, Tolstói, Pilniak, Polonski, Bogdánov, Chéjov o Zoschenko son algunos de los autores traducidos por Nin al catalán. Su figura como traductor ha sido objeto de estudio en artículos y obras como la de J. Figuerola (2018), dedicada a sus actividades como revolucionario y traductor. Sus traducciones fueron muy bien valoradas en la época, como subraya Natàlia Kraritònova:
Los contemporáneos del traductor valoraron enormemente su labor. Las traducciones literarias de Nin se esperaban con impaciencia y, en cuanto se publicaban, tenían muy buena acogida por parte de los críticos del momento. No sólo se destacaba el hecho de que las traducciones de Nin eran directas e íntegras, sino que además solía considerarse que esos textos cumplían la misión de enriquecer la cultura catalana mediante la incorporación a ella de algunas de las obras más importantes de la literatura moderna. (Mengu 2014)
Alexis Marcoff figura en cinco ediciones, la primera en 1943 y la última en 2017, casi setenta y cinco años después. Marcoff aparecía en todas las obras en las que intervenía como traductor directo del ruso. Su figura, junto con la de su hijo Boyan, fue muy significativa para la recepción de la literatura rusa en España. Según Garcia Sala (2015), fue traductor de Boris Godunov, Eugenio Oneguin y el Zar Saltán de Pushkin; Las aventuras de Chíchikov o Almas muertas de Gógol; Ana Karenina, Infancia, adolescencia y juventud y La felicidad conyugal de Tolstói, además de obras de Chéjov, Leskov y Goncharov. Fue traductor también del polaco Henryk Sienkiewicz.
Irene y Laura Andresco son las responsables de quince de las traducciones, la primera de ellas en 1952, la última se utiliza en 2016, más de sesenta años después. Irene y Laura Andresco, hermanas de otro traductor y estudioso de las lenguas eslavas, Víctor Andresco, realizaron numerosas traducciones acompañándolas de prólogos y notas sobre la obra. Una de sus colaboraciones más singulares fue para la editorial de Saturnino Calleja, en la colección «El Elefante Blanco», publicada entre 1944 y 1954, con obras de intriga y policiacas preferentemente, aunque las había también de otros géneros narrativos (Fernández de Córdoba 2006). Fueron traductoras del ruso, del que se centraron en la obra de Tolstói, y del francés.
José Fernández Sánchez, responsable de cinco ediciones, tradujo, además de a Tolstoi, a Dostoievski, Turguénev, Sholojov, Maiakovski, Gorki, Yesenin, Gógol y Babel, entre otros. Su primera versión de Anna Karenina aparece en 1959, la última en 2004. En esta se específica que la edición es íntegra, habida cuenta de la costumbre de sacar ediciones abreviadas o acortadas por parte de algunas editoriales. Fernández Sánchez trabajaba en el departamento de Bibliografía de la Biblioteca Nacional y llegó a publicar varias obras de carácter profesional, como Historia de la Bibliografía en España; murió en 2011. Fue uno de «los niños de Moscú», esto es, los hijos de republicanos que durante la Guerra Civil habían sido enviados a Rusia, y que cuando acabó la contienda se quedaron allí, la mayoría hasta el final de la dictadura de Franco. Fernández Sánchez trabajó como traductor para varias editoriales, entre ellas Juventud, en la que se publican las cinco ediciones existentes de Anna Karenina traducidas por él.
Víctor Gallego es responsable de cuatro de las traducciones registradas. Su trabajo con Anna Karenina le llevó a ganar el Premio de traducción de la literatura rusa en España 2012, creado por la Fundación Pushkin y el Centro Yeltsin, y el premio internacional Read Russia 2012 a la mejor traducción de un clásico del siglo XIX. Gallego, graduado del Instituto de lengua rusa Pushkin, trabajó durante dos años en la traducción de esta novela. Ha vertido también a Bulgákov, Chéjov, Turguénev, Gógol, Goncharov, Bunin, Pushkin, Herzen y Lermontov.
Alfredo Santiago Shaw y Leoncio Sureda son los traductores que cuentan con más ediciones, si bien es cierto que la mayoría de ellas publicadas por una sola editorial, Bruguera, que reproduciría la traducción original siempre que el mercado respondiera a la obra. Sureda fue un raro traductor español, más conocido por sus libros sobre ocultismo, magia, satanismo y fenómenos paranormales, de los que tiene una abundante obra. La colaboración entre ambos traductores se limitó a Ana Karenina, dedicándose cada uno por separado a esta actividad, en la que destacaron como profesionales «todoterreno», que lo mismo se enfrentaban a una traducción del francés, que del inglés o el ruso.
Juan López Morillas, historiador del pensamiento, especialista en el krausismo, y considerado discípulo de Ortega y Gasset, fue uno de los fundadores de la Asociación Internacional de Hispanistas. Exiliado durante la dictadura de Franco, su vida transcurrió casi íntegramente entre los muros de las universidades americanas. Sus tareas de traducción las desarrolló una vez jubilado, centrándose en autores rusos (Dostoievski, Tolstói, Turguénev y Chéjov), cuyas obras también prologa. Lo singular de López Morillas es que carecía de formación en la lengua rusa, considerándose autodidacta. Ello no fue obstáculo para que realizara para Alianza numerosas colaboraciones de su literatura.
La evolución de las traducciones de una obra permite igualmente comprobar los momentos de aceleración de las ediciones, las traducciones disponibles simultáneamente en un momento dado y la dispersión editorial de las mismas.
Tabla 5: Evolución de las ediciones de Anna Karenina por periodos cronológicos. (Fuente: Catálogo de la Biblioteca Nacional de España; elaboración propia)
Observando la tabla se puede apreciar que el despegue de las ediciones de Anna Karenina se produce a partir de la década de los años 60 del siglo XX, manteniéndose con oscilaciones, hasta la actualidad. Hoy en día, los lectores cuentan con un rango de entre cuatro y ocho traducciones disponibles en el mercado, dispersas entre varias editoriales que comparten traducción, la mayoría de las veces sin arriesgarse a innovar con propuestas novedosas y más actualizadas. En los últimos años la única incorporación destacable es la traducción de Víctor Gallego, publicada por la Editorial Alba, que además recibió varios premios por ella. El concepto de disponibilidad editorial es interesante porque afecta tanto al número de ediciones existentes en un momento dado, que un lector puede encontrar en las estanterías de una librería física o virtual, pero también al número de traducciones distintas existentes. Aunque ambos indicadores podrían identificarse no siempre son coincidentes, sobre todo cuando se recurre a versiones antiguas, de dominio público, que las editoriales siguen utilizando para reducir los gastos imputables a este capítulo, a veces cuantiosos.
Traducción y visibilidad editorial
Son muchas las razones que explican la reedición de las obras con sus respectivas traducciones o la retraducción de una obra de la que ya existen varias traducciones en el mercado. Una de las aducidas es la relativa a la calidad de la traducción, bien porque esta ya sea antigua, algo que se ha podido apreciar no opera en el caso de Anna Karenina, o bien porque se tenga constancia de que las traducciones existentes no se hayan hecho de la lengua original, sino a través de sistemas intermedios, como el inglés o el francés, como era habitual, por ejemplo, con las traducciones de obras rusas al español, durante los dos siglos anteriores. Esta es, por ejemplo, la razón que aduce Mario Muchnik (2003) cuando decide encargar una nueva traducción de Guerra y paz a Lydia Kúper, y sobre la que reflexiona ampliamente en un opúsculo que él mismo publicó en su editorial, El taller de Mario Muchnik. Editar «Guerra y paz». Es lo que pasó con Vida y destino de Vassili Grossman, que había sido leída en español según la versión que 1985 hiciera Rosa M.ª Bassols para Seix Barral, y que Marta Rebón volvió a traducir del original, recibiendo además por ello el Premio «Literatura rusa en España». O con Boris Pasternak y su Doctor Zhivago, que fue publicada por Noguer en 1958, a partir del texto italiano editado por Feltrinelli, que es reproducida numerosas veces por otras editoriales como Orbis o Anagrama, pero que finalmente se publica en Galaxia Gutenberg mediante una traducción directa del ruso. Otra de las razones más socorridas es el paso a dominio público de la obra, desencadenante muchas veces de un abanico bibliográfico impensable sin la venia económica que la libre disposición de la obra implica.
Hervé Bienvault (2013) se hacía eco de un escrito de Michelle Morin (2013), en el que critica las ofertas de obras de dominio público que aparecían en numerosas plataformas digitales. Sitios que, comentan ambos autores, sin ningún tipo de escrúpulo se aprovechan del trabajo de miles de voluntarios para publicar obras sin incorporar ningún tipo de valor añadido a las mismas y sin preocuparse de corregir los errores que puedan tener las ediciones originales o los producidos en el proceso de digitalización. Por supuesto, son obras en las que no se hacen menciones ni al origen de las mismas, ni a los que han contribuido a volver disponible la versión. Tampoco a traductores u otro tipo de partícipes en la edición.
Denuncia Morin que estos sedicentes editores alegan reconfiguraciones del texto para la lectura digital, y correcciones estilísticas y tipográficas, pero la realidad es muy diferente, como demuestra con unos cuantos ejemplos de malas prácticas entre editores franceses que, directamente, copian textos disponibles en dominio público, añadiéndoles una cubierta de colección y, en el mejor de los casos, un prólogo, para poner precio a lo que se puede encontrar gratuito en la red. Incluso los más consagrados no se resisten a la tentación. Esto ocurre igualmente con las traducciones. Relata el ejemplo de El gran Gatsby que, tan pronto como se puso en abierto en Francia, en 2012, coincidiendo con el estreno de una nueva versión para el cine de la novela, fueron varias las editoriales que lo colocaron en los sitios de privilegio de sus catálogos: Numeriklivres (20 de febrero de 2013), Culture Commune (10 marzo), Black Moon (18 abril), Les Éditions de l’Ebook Malin (4 mayo), Neobook (13 mayo), République des lettres (14 mayo). Las traducciones de El gran Gatsby ya habían generado alguna polémica en Francia: en 2010 la editorial P. O. L. lanzó una edición, con traducción de la novelista Julie Wlkenstein, que fue muy contestada, entre otros por el también escritor Frédéric Beigbeder que escribió en Le Figaro un artículo en el que denunciaba la nueva traducción como «si escuchara una obra maestra de los Beatles masacrada en un Karaoke por un estudiante de musicología» (Beigbeder 2010).
Se trata de un buen ejemplo no solo del oportunismo editorial sino de cómo funciona el factor «dominio público» en el ámbito literario. En España la primera en publicar la obra fue la editorial de José Janés, en 1953; después se han sucedido múltiples ediciones, algunas tan heterodoxas como la de Actuales Ediciones, sello editorial filial del grupo Z que, en los años 70 publicó una versión erótica de la novela, traducida del italiano.
Lo singular del caso es que El gran Gatsby, la tercera novela de Francis Scott Fitzgerald, publicada por primera vez en Estados Unidos en 1925, protagoniza en España una circunstancia insólita: durante más de cincuenta años solo habían estado disponibles las traducciones de E. Piñas y José Luis López Muñoz, pero a partir del año 2011, cuando equivocadamente algunos editores interpretaron que la obra entraba en el dominio público, y hasta 2015, se multiplicaron las nuevas traducciones, de tal manera que el lector español podía elegir entre más de una docena de ellas, realizadas en esos años: de Ramón Buenaventura (Alianza), de José Manuel Álvarez Flores (Nórdica), de Miguel Temprano (RBA), de Justo Navarro (Anagrama), de José Luis Piquero (Paréntesis), de Pablo Ingberg (Losada), de María José Martín (Akal) o de Benjamin Biggent (Plutón). Éstas conviven en los estantes de las librerías con la de J. L. López Muñoz, que Alfaguara reeditó en el 2009, la de E. Piñas para Plaza & Janés, que Debolsillo reeditó por última vez, también en 2009, la misma que J. Janés ya utilizó en 1953, y la de Julia Pérez Martín para Mestas Ediciones, en 2004. En cuatro años se hicieron tantas ediciones de la obra como en los sesenta años anteriores. Una circunstancia a la que no fue ajeno el fenómeno de la complicada interpretación de los derechos de autor, aunque sin duda también contribuyó el hecho de que se estrenara una nueva y exitosa película basada en la obra.
George Steiner, en los bellos pasajes que dedica en sus memorias a la traducción, comenta que el siglo actual ha producido una docena de Antígonas, una legión de Odiseas, de Homero a Joyce o Derek Walcott, haciendo alusión a las múltiples versiones que continuamente aparecen de una obra, sujeta a traducciones e interpretaciones, observando que «En sus repeticiones miméticas, descompositivas, satíricas o patéticas, el arte de Picasso es un índice del arte del pasado» (Steiner 2009). La bibliometría, el recuento de ocurrencias con respecto a una obra, un autor, una editorial, una traducción, abre ventanas a la reflexión difícilmente observables desde la corta distancia del análisis puramente textual. Es una suerte de lectura distante, en el sentido que Moretti le atribuye. Alberto Manguel recoge, en su magnífica indagación sobre la lectura, el prefacio al lector que los traductores de la Biblia para el rey Jacobo I de Inglaterra realizaron: «Es traducción la que abrió la ventana, para dejar pasar la luz; que rompió la cáscara, para que podamos comer el fruto; que apartó la cortina, para que podamos ver el lugar más sagrado; que levantó la tapa del pozo, para que podamos acercarnos al agua». La traducción, prosigue Manguel, haciéndose eco de las palabras de Seliglicher, puede ser una imposibilidad, una traición, un fraude, una invención, una mentira piadosa, pero en el proceso convierte al lector en un oyente mejor y más sabio: menos seguro, mucho más sensible (Manguel 2005: 283). Los datos aportados por las estadísticas, la exploración de bases de datos y el resto de recursos mencionados permiten vislumbrar las formas en que esa sabiduría trasladada al lector se ha incorporado al acervo cultural mediante intervenciones que, como señala Mario Muchnik (2011: 32), suelen constituir uno de los comienzos normales de un editor que, entre sus lecturas, siempre cuenta con alguna obra inédita en castellano, mejor si está libre de derechos, comenta irónicamente. Editores y traductores han tenido siempre unas relaciones tempestuosas, cifradas en el control editorial de una tarea normalmente mal retribuida, y en la que subyace la desconfianza que esta le ha merecido en muchas ocasiones al responsable de la publicación, ya sea el editor o el director literario. Esther Tusquets (2020: 57) hace un crudo retrato de los traductores, de los malos traductores, que en su andadura como editora tuvo que afrontar. En sus memorias dedica unos capítulos a las pesadillas del pequeño editor (fue directora de la editorial Lumen durante más de cuarenta años). La segunda pesadilla a que se refiere es la que afecta a las traducciones. A propósito, hace dos observaciones previas a su descripción, y es que esta no vale para los buenos traductores y que no existe relación entre el precio que se paga por las traducciones y la calidad de las mismas. El buen traductor, dice, sigue haciendo un buen trabajo, aunque esté mal pagado, y el mal traductor sigue produciendo bodrios, aunque se los pagues a precio de oro, concluye. El censo de las malas prácticas en traducción que describe resume muy bien algunos de las características que se pueden conocer desde el punto de vista del editor, pero también del estudioso que se acerca al fenómeno desde la perspectiva de la «close Reading» a la que hacía alusión Moretti.
La bibliometría está relacionada fundamentalmente con la investigación, y su uso aporta una mirada particular, tan próxima a la actividad de traducción, como es la lectura entre líneas, el descubrimiento del matiz, de las claves ocultas bajo la acumulación de obras, la visión del bosque sobre los árboles. Las herramientas para su desarrollo se han ido multiplicando en los últimos años, aportando información no solo sobre los datos, sino sobre el contexto social de los datos, su recepción, el patrón de funcionamiento entre la comunidad científica o entre los investigadores de una obra, un autor, o un artículo. Cada vez son más las fuentes que informan sobre la proyección e impacto de la cultura en general y de los libros en particular, habiéndose generado indicadores específicos para su medición. A lo largo de este capítulo se ha pretendido ejemplificar algunas de las prácticas que se pueden emplear por el traductor o el investigador de la traducción, mediante el uso de herramientas diseñadas para aportar datos, pero también cómo se pueden extraer estos de otros recursos que, diseñados para proporcionar información bibliográfica, pueden aprovecharse para el descubrimiento de rasgos bibliométricos subyacentes.
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