D’Annunzio, Gabriele (Pescara, 1863–Gardone Riviera, 1938)
Escritor italiano. Su obra y su estilo de vida alcanzaron gran repercusión en Europa y dieron lugar al fenómeno imitativo llamado «dannunzianismo». A los 16 años publicó un libro de poesías de inspiración carducciana (Primo vere), que volvió a editar en versión corregida en 1882, a la vez que daba a luz su primera colección original: el Canto novo, reelaborada y editada más tarde (1898) junto con Intermezzo di rime, a cuya primera edición de 1884 había seguido Isaotta Guttadàuro (1886). Entre 1890 y 1893 vieron la luz otros tres libros de poemas: Isotteo–La Chimera, Elegie romane y Odi navali. Esta producción se alternó con colecciones de relatos de exasperado y morboso naturalismo (Terra vergine, 1883; Il libro delle vergini, 1884; San Pantaleone, 1886), hasta que en 1889 vio la luz su primera novela, Il piacere, inspirada en modelos del decadentismo francés. Dentro de la órbita decadente se inscribió toda la producción siguiente, en particular el Poema paradisiaco (1893) y las novelas Giovanni Episcopo, L’innocente (1892), Il trionfo della morte (1893–1894), reeditada en 1895 junto con Il piacere y L’innocente con el título unitario de Las novelas de la Rosa. De la serie de Las novelas del Lirio, nunca concluida, formó parte Le vergini delle rocce (1896), inspirada en el mito nietzscheano del superhombre; de Las novelas de la Granada, Il fuoco (1900), escrita bajo el efecto de la actividad como diputado de la derecha y de su relación con la actriz Eleonora Duse. De esta relación arranca asimismo su intensa actividad, con las tragedias en verso Sogno d’un mattino di primavera (1897) y La città morta (representada primero en París como La ville morte en 1898), que tuvieron como intérpretes, respectivamente, a la propia Duse y a Sarah Bernhardt. Siguieron La Gioconda, Sogno d’un tramonto d’autunno (1898), La gloria (1899), Francesca da Rimini (1901). Más tarde dio varios dramas de ambiente rural: La figlia di Iorio (1903) y La fiaccola sotto il moggio (1904). Siguieron la tragedia en prosa Più che l’amore (1906) y otras dos en verso, La nave (1907) y Fedra (1908). Las últimas experiencias teatrales de d’Annunzio fueron el «misterio» Le martyre de saint Sébastien, representado en París con música de Debussy (1911); La Parisina, a la que Mascagni puso música en 1912; la tragedia en prosa Il ferro, adaptada al francés como Le chèvrefeuille (1914), y la comedia musical, también en francés, La Pisanelle (1914).
Mientras tanto, el escritor había reelaborado sus relatos juveniles con el título de Novelle della Pescara (1902), y había iniciado una nueva fase poética de inspiración pánica y telúrica que dio como fruto los tres libros de las Laudi (Maia o Lavs Vitae, Elettra y Alcyone, 1903 y 1904), el último de los cuales representa la cumbre de la lírica dannunziana por su capacidad de adaptar la métrica libre al fluir de las sensaciones y a la melodía analógica de las palabras. Un cuarto libro, inspirado en las gestas de la guerra (Merope), fue añadido en 1912. La última novela, inspirada en la aviación, fue Forse che sì forse che no (1910), mientras que a partir de 1911 inició las prosas autobiográficas de Faviglie del maglio (1924–1928). A géneros menores, o menos fácilmente definibles, pertenecen otros escritos en prosa publicados entre 1905 y 1936: la Vita di Cola di Rienzo (1905), Contemplazione della morte (1912), Il compagno degli occhi senza cigli y La Leda senza cigno (1913), los guiones cinematográficos La crociata degli innocenti (1912) y Cabiria (1914). Durante la primera Guerra Mundial protagonizó hazañas clamorosas (el vuelo sobre Viena, la llamada «beffa de Buccari»); y tras la guerra ocupó con un batallón el territorio de Fiume para reivindicar su italianidad (1919–1920). Al fascismo se ligó ya el último período de su producción, que experimentó una prosa más escueta, autobiográfica y fragmentaria en el Notturno (1921) y en el Libro secreto (1932), pero también numerosos discursos políticos publicados entre 1915 y 1936. Sus últimos trabajos creativos fueron los Canti della guerra latina (1932), incorporados a las Laudi como quinto libro, y la perorata en francés falsamente arcaico Le dit du sourd et muet (1936). Retirado desde 1921 hasta su muerte en la villa de Gardone del lago de Garda, los últimos años de su existencia transcurrieron en una progresiva decadencia física y moral, sostenido económicamente por Mussolini, a instancias del cual fue nombrado príncipe de Montenevoso y tuvo el privilegio de ver editada su Opera omnia a cargo del Estado.
La recepción de d’Annunzio en España tuvo como primer intermediario al poeta nicaragüense Rubén Darío, de quien llegó a ser proverbial la composición «Garçonière» de Prosas profanas (1996), donde se celebraba «el verso de fuego de d’Annunzio». Acogido con entusiasmo por unos (Villaespesa, Manuel Machado) y repudiado por otros (Unamuno, Antonio Machado), su huella más significativa fue la dejada en la primera producción narrativa de Valle Inclán (Femeninas y, sobre todo, las Sonatas), a medio camino entre recreación y calco, mientras que los dramas rurales de García Lorca dejan entrever el influjo de las tragedias telúricas, y el panismo de Alcyone se proyecta en la prosa juanramoniana de Platero y yo. Al período situado entre 1895 y 1920 pertenecen la mayor parte de las traducciones españolas de la obra de d’Annunzio. Las primeras tuvieron por objeto poesías sueltas pertenecientes al Canto novo («Il mare canta una canzon d’amore», incluida por Juan Luis Estelrich en su antología Poetas líricos italianos; Palma, Amengual y Muntaner, 1891), La chimera (dos poemas traducidos por Francisco Díaz Plaza en 1897) y Poema paradisiaco («Alla nutrice» por Emili Guanyavents; «Un sogno», «L’inganno», «Suspiria de profundis» por Joan Pérez Jorba, todas ellas vertidas al catalán en 1898).
Estas dos últimas colecciones serían las preferidas por los traductores de principios del XX, entre los que destacaron Enrique Díez–Canedo en castellano y Jeroni Zanné en catalán, si bien éste tradujo asimismo en 1905 la composición «Bergamo» de la serie Le città del silenzio (Elettra de las Laudi), y Díez–Canedo amplió el espectro en 1910 a Intermezzo («Animal triste») y a Maia («Quosque eadem?»). Circunscritas a las colecciones anteriores a las Laudi quedaron asimismo las numerosas traducciones catalanas de Josep Tharrats entre 1909 y 1910, que dejó inéditas en su casi totalidad. En plena guerra (1915) Pere Prat Gaballí tradujo del francés uno de los Canti della guerra latina («Sobre una imatge de França amb la creu») y Carles Riba otra de las Odi navali («La nave», 1917). En 1921 vio la luz la primera y única antología española enteramente dedicada a la lírica de d’Annunzio (B., Cervantes, en la colección «Las mejores poesías (líricas) de los mejores poetas»), que reunió veintisiete composiciones en versiones de seis traductores: Carmen Eulate (once), Díez–Canedo (cinco), Fernando Maristany (cinco), Guillermo Valencia (cuatro), Estelrich (una) y Benjamín Fernández (una), con una amplia representación del Poema paradisiaco, seguida de La Chimera, y una menor de Intermezzo, Canto novo y las Laudi. El olvido de este último libro, apreciado, sin embargo, por Ramón Pérez de Ayala, prosiguió con escasas excepciones hasta 1948, año en el que Francisca Esteve Dolz dio su versión de «La pioggia nel pineto» («La lluvia en el pinar») en la revista Acanto.
De 1900 arrancó la fortuna española de las novelas dannunzianas, encabezada ese mismo año por las traducciones de El inocente (Augusto Riera), El fuego, El triunfo de la muerte, Las vírgenes de las rocas (las tres de Tomás Orts–Ramos) y El placer (Emilio Reverter Delmas), todas dadas a la luz por la editorial barcelonesa Maucci, si bien otros editores añadirían casi inmediatamente dos volúmenes de relatos: uno centrado en Las vírgenes (M., Rodríguez Serra; trad. de Rafael Urbano), otro en una selección de Terra vergine, Il libro delle vergini y Novelle della Pescara, encabezada por la versión íntegra de Epíscopo y Compañía (Valencia, Sempere; trad. de Roberto Robert hijo). El ciclo se cerró, ya en los años 20, con la traducción de Quizás sí, quizás no por Julio Gómez de la Serna (M., Biblioteca Nueva, 1920), que llevó un extenso prólogo de su hermano Ramón, y con una nueva versión íntegra de Las vírgenes de las rocas, debida a Nicasio Hernández Luquero (M., Mundo Latino, 1926).
El teatro siguió entre 1906 y finales de los años 20, primero con la versión de La Gioconda por Francisco Villaespesa (M., Emilio González, 1906), luego con la catalana de La llàntia de l’odi debida a Salvador Vilaregut (representada en 1908 en el Romea de Barcelona). Pero lo más relevante fueron las traducciones de Ricardo Baeza, cuya publicación inició en 1909 con La ciudad muerta y Sueño de una mañana de primavera, para proseguir tras una pausa con Sueño de un atardecer de otoño (1911) y La hija de Iorio (1917), representada en 1916 en el teatro de la Princesa de Madrid con texto de Felipe Sassone e interpretación de Margarita Xirgu. En 1926 Baeza añadió a sus traducciones La antorcha escondida, representada en el teatro de La Latina de Madrid, y en 1929, La Gioconda, que vio la luz junto con las anteriormente traducidas en el volumen Teatro completo, con prólogo y notas del propio Baeza (M., Mundo Latino). Mientras tanto, no habían faltado nuevas traducciones de la narrativa, aunque limitadas a pocos relatos: La condesa de Amalfi y La virgen Úrsula de Novelle della Pescara, vertidas respectivamente en 1916 por Luis Neblia (M., Alonso y C.ª) y en 1925 por un anónimo, que añadió al volumen extractos de Il piacere, Il Trionfo della morte, L’innocente, Il fuoco y Le vergini delle rocce (Sus mejores prosas, M., Sáez Hnos.). A ello se sumó la ya citada versión de las Vírgenes de las rocas de Hernández Luquero en 1926, tras lo cual el silencio recayó sobre d’Annunzio hasta bien entrada la posguerra, salvo reediciones de las novelas editadas por Maucci y del teatro traducido por Baeza.
Lo más relevante sin duda en los años 50 y 60 fue la publicación en México de las Obras completas traducidas por J. Gómez de la Serna y editadas por Aguilar (1959–1961). Una magna empresa –máxime teniendo en cuenta la buena calidad de las versiones– en tres tomos, los dos primeros dedicados a las novelas y a las prosas, y el tercero, al teatro y a la poesía. Pese a su capital importancia, esta obra no tuvo repercusión en España, donde Aguilar había reeditado en 1948 El inocente de Augusto Riera, y donde no volvería a haber nuevas traducciones significativas hasta finales de los últimos decenios del siglo XX.
Abrió la fase de repunte Ángel Sánchez–Gijón con la versión íntegra de los Cuentos del río Pescara (M., Alianza, 1977; reed. en 1985); siguió Fernando Iscar con su traducción, también completa, del Canto nuevo en edición bilingüe (B., Lumen, 1987), y entre 1987 y 1991, tres traducciones distintas del Piacere: la catalana de Assumpta Camps (El plaer; B., Edicions 62, 1987) y las castellanas de Ángel Crespo (El placer; B., Ediciones B, 1990) y Rosario Scrimieri (M., Cátedra, 1991). En 1990 Jordi Cornudella tradujo al catalán La Leda sense cigne y El company d’ulls sense pestanyes (B., Edhasa); en 1998 volvería a verterse al castellano La hija de Iorio (Valencia, U. de Valencia; trad. de Joaquín Espinosa). El nuevo milenio ha visto las primeras traducciones de El martirio de San Sebastián, primero con ocasión de su puesta en escena por La Fura dels Baus (M., Teatro de la Zarzuela, 2002), luego en la versión catalana de Manuel Forcano, El martiri de Sant Sebastià: misteri en cinc estances (Palma, Moll, 2007).
Por el contrario, a la traducción del Canto novo no ha seguido hasta el momento ninguna iniciativa similar para las otras colecciones poéticas de d’Annunzio, sino tan sólo selecciones de piezas sueltas en antologías de la lírica italiana, como la de Narcís Comadira en catalán (Poesia italiana contemporània; B., Edicions 62, 1990), donde figuran cinco poemas vertidos por Joan Tarrida, dos pertenecientes a Le città del silenzio («Ferrara», «Ravenna»), dos a Alcyone («L’ulivo», «Il vento scrive») y una a La Chimera («Romanza»), y la de Antonio Colinas (Antología esencial de la poesía italiana; M., Espasa–Calpe, 1998), que privilegia las mismas colecciones: Le città del silenzio («Prato I»), Alcyone («Sera fiesolana», «Nella belletta», «Tristezza», «I pastori»), La Chimera («Due Beatrici II»), confirmando así un renovado interés por el d’Annunzio más levemente pánico y descriptivo. En 2015 se ha publicado «No dejaría nunca de escribirte». Cartas de amor a Barbara Leoni (Madrid, Fórcola), con traducción, introducción y notas de Amelia Pérez de Villar.
Bibliografía
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M.ª de las Nieves Muñiz Muñiz