Petrarca, Francesco

Petrarca, Francesco (Arezzo, 1304–Arquà, 1374)

Escritor y humanista italiano. En 1313 se trasladó a Aviñón, donde permaneció gran parte de su vida y adonde regresó en 1326 tras estudiar derecho en Montpellier y en Bolonia. Tomadas las órdenes menores, viajó por toda Europa al servicio del cardenal Giacomo Colonna, y se estableció al fin, salvo algunas estancias en Italia, en la aviñonesa localidad de Vaucluse, donde compuso gran parte de su obra. En 1341 recibió en Roma la coronación poética; en 1348, durante la peste que asoló Europa, murió Laura, a quien había conocido en 1327 y que inspiraría su poesía amorosa en lengua vulgar. Más tarde (1353) vivió en Milán, Padua y Venecia. Su obra latina abarca géneros distintos, en prosa y verso: tratados histórico–eruditos (De viris illustribus), tratados morales (De remediis utriusque fortunae, De vita solitaria, De otio religioso), epístolas (Familiares, Seniles, Metricae), escritos polémicos (Invective contra medicum), el poema épico Africa, el pastoril Bucolicum carmen y los Psalmi poenitentiales. Particular interés reviste el diálogo Secretum, que representa su testamento espiritual. La lírica en italiano, compuesta a lo largo de toda su vida, está recogida en el Canzoniere (Rerum vulgarium fragmenta, según título del propio autor) formado por 366 poemas. En italiano compuso también los Triumphi, poema alegórico en tercetos encadenados. La herencia de Petrarca fue fundamental tanto para el humanismo, del que puede considerarse fundador por la renovación de las ideas y el rescate de textos antiguos, como para la poesía, influida en toda Europa por el Canzoniere.

Las primeras traducciones españolas se centraron en la obra latina y aparecieron en Cataluña, debido a las estrechas relaciones con Aviñón. En 1388 Bernat Metge trasladó al catalán el Griseldis, versión latina de la novella X,10 del Decamerón de Boccaccio incluida por Petrarca en sus Seniles (más tarde el propio Metge se inspiraría en el Secretum para su Somni). A principios del siglo XV Antoni Canals insertó un fragmento prosificado del Africa en su Anibal i Scipió, y un autor anónimo vertió al catalán un florilegio de máximas del De remediis (Flors de Patrarcha de remeys de cascuna fortuna). De mediados de ese siglo es la traducción anónima, también catalana, de la Epístola a Niccolò Acciaiuoli (Familiares, XII 2), que Martorell reutilizó en su Tirant lo Blanc.

El siglo XV es el punto de arranque de las traducciones castellanas, cuando ya los textos originales habían ejercido un profundo influjo en la literatura y, a diferencia de las catalanas, proseguirán durante el XVI. Hacia 1450 fray Hernando de Talavera tradujo Invective contra medicum (Reprehensiones y denuestos contra un médico rudo y parlero); en el mismo siglo un anónimo vertió el De vita solitaria, y otro anónimo compendió el Griseldis en una obrita didáctica (posterior es otra versión, incluida en la traducción del Decameron de Sevilla 1496 y publicada suelta en 1544, cuya fuente es, sin embargo, una traducción francesa).

Ya en el XVI, Francisco de Madrid ofreció una excelente traducción del De remediis que gozó de gran fortuna (De los remedios contra próspera y adversa fortuna; Valladolid, 1510), y el De vita solitaria fue nuevamente traducido por el licenciado Peña (Excelencias de la vida solitaria; Medina del Campo, 1553) con un método muy distinto al del anónimo cuatrocentista. El rescate de obras latinas incluye también una versión anónima manuscrita (realizada entre finales del siglo XV y primera mitad del XVI) de los Psalmi poenitentiales, copiada junto con los romanceamientos de otras obras filosóficas y religiosas. Por lo que atañe a la lírica en vulgar, las traducciones coinciden –salvo dos sonetos vertidos en el XV, uno tal vez por Enrique de Villena, otro por Pedro de Cartagena– con la oleada italianizante que revolucionó la poesía castellana tras el célebre encuentro entre Navagero y Boscán en 1526 (aunque ya antes Santillana y otros habían imitado el Canzoniere).

La precedencia cronológica le correspondió, sin embargo, a los Triumphi, obra más consonante con los gustos tradicionales, cuyas versiones reflejan la gradual transformación del lenguaje poético en España. Dos de ellas fueron completas: la de Antonio de Obregón (Logroño, 1512) y la de Hernando de Hoces (Medina del Campo, 1554): la primera, a pesar de no adoptar el verso italiano, muestra ya una nueva sensibilidad métrica; la segunda, marcada por el modelo garcilasiano, respeta los tercetos, y su primera redacción permite apreciar el proceso de aclimatación del endecasílabo. Otras dos fueron parciales: la del Triumphus Cupidinis, vertido por Alvar Gómez de Guadalajara en décimas de octosílabos que amplifican a lo cancioneril el texto original, circuló en cuatro cancioneros manuscritos hasta que a partir de 1561 se incluyó en varias ediciones de la Diana de Montemayor. La segunda, del Triumphus mortis, fue realizada por Juan de Coloma también en octosílabos, e incluida en el Cancionero general de obras nuevas (Zaragoza, 1554).

Por lo que atañe al Canzoniere, durante muchas décadas ejerció gran influjo en la lírica castellana sin que se sintiera la necesidad de traducirlo; luego menudearon las versiones de poemas sueltos, algunas anónimas, otras debidas a poetas de renombre: Fadrique de Toledo, Diego de Fuentes, Jerónimo de Lomas Cantoral, Gregorio Silvestre, Alvar Gómez de Castro, Damasio de Frías, Diego Dávalos y Figueroa, Lope de Vega. Las traducciones completas de la obra se concentraron en los últimos decenios del siglo y, aunque no ejercieron un papel significativo en la recepción de la obra, testimonian la aclimatación definitiva de la poesía italiana en España. Cabe notar que dos de los tres traductores eran portugueses asentados fuera de su patria, una tierra en la que el petrarquismo fructificó muy pronto.

La primera versión, publicada en 1567 en Venecia, se debió a Salomón Usque, judío portugués establecido en Ferrara que tradujo en metro de forma muy literal y en un castellano salpicado de lusismos e italianismos. El volumen contiene solo la primera de las tres partes en las que iba dividida la obra en las ediciones con comentario de Vellutello, aunque en el prólogo se afirma que las dos restantes estaban listas para la imprenta. Íntegra es, en cambio (salvo los cuatro sonetos sobre el cisma aviñonés y la canción «Verdi panni»), la que otro portugués afincado en Perú, Enrique Garcés, publicó en Madrid en 1591. Garcés formó parte de un círculo de petrarquistas peruanos aficionados a la poesía italiana y a ese círculo de lectores familiarizados con el texto original dirigió probablemente su obra; su versión es muy fiel a la métrica y a los alardes retóricos más llamativos del original, aunque suscitó críticas no menos que alabanzas. Inédita quedó la versión prosificada de las «rimas en vida» de Francisco Trenado de Ayllón (ca. 1595), concebida como instrumento auxiliar para un manual suyo de gramática italiana.

Tras las primeras décadas del XVII el flujo de traducciones desapareció, salvo sonetos sueltos vertidos por poetas de segunda fila en el XVIII que han quedado manuscritos. En el XIX poetas como Alberto Lista o José Zorrilla incluyeron la traducción de algún soneto en sus obras, y otros menos famosos lo hicieron en antologías de poesía italiana (una de ellas recupera textos de Garcés). Pero fue en la segunda mitad del XX cuando renació con fuerza la voluntad de dar a conocer la obra lírica de Petrarca en castellano. Se recuperó así la versión completa de Garcés: en 1957 (M., Aguilar) por Justo García Morales y en 1968 (M., Emesa) por Antonio Prieto, mientras que en distintas antologías se incluyeron las de otros poetas. Las nuevas traducciones, en verso o en prosa, se limitaron al principio a textos escogidos: José Farrán y Mayoral ofreció la selección más amplia en 1940 para Yunque; otro tanto hicieron, para el catalán, Osvaldo Cardona en 1955 (B., Alpha) y Francesco de Riart en 1968 (Santa Eulàlia, Gráficas S. Eulalia), hasta que en 1976 apareció la primera versión moderna al castellano íntegra, aunque fallida, del Canzoniere, debida a Atilio Pentimalli (B., Ediciones 29), a la que siguieron la de Ángel Crespo, en rigurosa rima (B., Bruguera, 1983; varias reed.), la de Jacobo Cortines en versos rítmicos (M., Cátedra, 1989), y la gallega en rima de Darío Xohán Cabana (Santiago, Xunta de Galicia, 1989). También se volvieron a imprimir los Triunfos de Hoces al cuidado de García Morales en 1957 (M., Aguilar) y de Prieto en 1968 (M., Emesa), en ambos casos junto con los Sonetos y canciones de Garcés. Por fin, en 1983 apareció la primera traducción moderna de la obra, realizada por J. Cortines y Manuel Carrera para la Editora Nacional, reeditada en 2003 con un amplio estudio de G. Cappelli (Cátedra). Incluso la obra latina salió del largo olvido, primero con la reedición de las Excelencias de la vida solitaria a cargo de Mario Penna (M., Atlas, 1944), luego con el volumen Obras. I: Prosa al cuidado de Francisco Rico (M., Alfaguara, 1978), que contiene versiones parciales del Secretum y de otras obras históricas, polémicas y epistolares, así como extractos de algunas traducciones antiguas: la de H. de Talavera, la de F. de Madrid y la anónima de la Vida solitaria, al cuidado de Pedro M. Cátedra.

Alrededor del cambio de siglo se aprecia un interés creciente hacia la traducción de la obra de Petrarca. En 1998 salió una versión completa del Secretum en México por José P. Guzmán de Alba (México, Frente de Afirmación Hispanista) y en 1999 una versión fragmentaria del De remediis por José M.ª Micó (B., Península). Otra versión íntegra del Secretum, por Rossend Arqués y Anna Saurí, acompañada de una selección de Epístolas (Cátedra) se publicó en 2011. De 2014 es la traducción de la Carta a los más ilustres varones de la Antigüedad por Andrés Ortega Garrido (Sevilla, Espuela de Plata, 2014). A la vez, ha proseguido el rescate de traducciones antiguas, con las ediciones críticas del Triunfo de Amor de Alvar Gómez por Roxana Recio (B., PPU, 1998) y de las Reprehensiones y denuestos de Talavera a cargo de Isabella Scoma (Messina, Di Nicolò, 2000).

En catalán, han aparecido también en años muy recientes dos nuevas versiones de obras completas: la del Canzoniere de Miquel Desclot, en rima (B. Proa, 2017, precedida por la publicación de una amplia selección del mismo traductor, B., Proa, 2003) y la del Secretum de Xavier Riu (B., Quaderns Crema, 2004). Además, contamos con varias traducciones parciales: Carta a la posteritat/Carta a Boccaccio, por Joan Bastardas y Pere J. Quetglas (Martorell, Adesiara 2008), La meva ignorancia i la de molts altres, por Laura Cabré (Adesiara 2010) y Elogi de la vida solitaria, trad. de Nuria Gómez Lauger, introd. de Jordi Llovet (B., Angle, 2011). Finalmente, en gallego, Darío X. Cabana en 2013 volvió a publicar, en edición bilingüe, una versión del Canzoniere totalmente nueva con respecto a la anterior de 1989 (Cancioneiro seguido das Rimas dispersas, Romeán, Edicións da Curuxa). Este fervor de traducciones es un claro signo de la pervivencia de Petrarca en nuestros días, no solo como poeta, sino también como humanista y pensador.

 

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Aviva Garribba