Encina_Prólogo

Juan del Encina:  “Prólogo en la translación de las Bucólicas de Virgilio” (antes de 1496)

Cancionero de Juan del Encina, Salamanca, 1496. Edición facsímil de la Real Academia Española (Madrid, Tipografía de la Revista de Archivos Bibliotecas y Museos, 1828).

Fuente: Tomás González Rolán & Antonio López Fonseca, Traducción y elementos paratextuales: los prólogos a versiones castellanas de textos latinos en el siglo XV, Madrid, Guillermo Escolar, 2014, 279–285.

 

A los muy esclarecidos y siempre vitoriosos príncipes don Hernando y doña Isabel. Comiença el prólogo en la translación de las Bucólicas de Virgilio por Juan del Enzina

[f. XXXIr] […] Mas, como el desseo de servir a vuestra alteza sea mayor que el temor de descubrir mis defetos, aunque grandes, no quiero escusarme de salir a barrera y ensayarme primero en algún baxo estilo y más convenible a mi ingenio, para después escribir algo de vuestras istorias en otro estilo más alto, si en ello mostráis serviros. Y, porque mi desseo consiga efeto más concertado, acordé dedicaros las Bucólicas de Virgilio, que es la primera de sus obras, adonde habla de pastores, siguiendo, como dize el Donato, la orden de los mortales, cuyo exercicio primeramente fue guardar ganados, manteniéndose de frutas silvestres, y después siguióse la agricultura, y andando más el tiempo nacieron batallas, y en esta manera el estilo del gran Homero mantuano en sus tres obras principales procedió, de las cuales, por agora, para entrada y preludio de mi propósito, estas Bucólicas quise trasladar, trobadas en estilo pastoril, aplicándolas a los muy loables hechos de vuestro reinar, según parece en el argumento de cada una.

Y dexadas otras muchas razones que a ello me movieron, parecióme ser deuda muy conocida a tales príncipes y reyes, que tan gran primado y ecelencia tienen sobre todos los otros, se huviese de consagrar y dirigir obra de tan gran poeta, a quien el nuestro Quintiliano da la palma entre los latinos y esso mesmo Macrobio y Servio, y todos los que se pusieron a cotejar los estilos poéticos; y assí como haziendo mención de poeta, sin añedir otro nombre, entendemos de Virgilio por ecelencia, assí es mucha razón que, haziendo mención de reyes, por ecelencia entendamos de vuestra real corona. ¿Quién uvo que tan gran magestad de palabras alcançase como Virgilio, qué sentencia o qué seta de filósofos uvo que él no comprehendiesse? No sin mérito dizen Cicerón averle llamado segunda esperança de Roma cuando en su mocedad pronunciava ciertos versos en el teatro romano.

No tengáis por mal, manánimos príncipes, en dedicaros obra de pastores, pues que no ay nombre más convenible al estado real, del qual nuestro Redentor, que es el verdadero rey de los reyes, se precia mucho, según parece en muchos lugares de la Sagrada Escritura. Y las alabanças de la vida pastoril, no sólo Virgilio [f. XXXIv] y otros poetas, mas aún Plinio, gravíssimo autor, las pone en el décimo otavo libro de la Natural Estoria, hablando muy largamente de la vida rústica y no menos de agricultura. Y testigo es Catón el mayor, en el libro De rebus rusticis, adonde dize que quando antiguamente alabavan algún hombre, llamávanle buen labrador. Y aún los poetas y hombres dotos desseavan lugares apartados, assí como bosques y montes y otras silvas y arboledas. Y con este desseo dezía Virgilio: O qui me sistat in uallibus hemi. Mas tornando agora en mí, quiero saber quién me traxo en tan gran cuidado que a reyes tan ecelentes mi pluma osasse llevar nuevas de mi desseo, que no soy dino para ponerme en aplicar esta obra a vuestros tan altos primores. ¡O, quántas vezes me paro a pensar, desconfiando de mi ingenio, quién me puso en este trabajo, aviendo otros muchos que muy mejor que yo lo pudieran tomar! Mas consuélome con aquello que dize Tulio, en el libro De perfeto oratore, a Marco Bruto diziendo que ninguno deve desesperar de trabajar en las letras y, si no pudiere llegar al más alto escalón, llegará al segundo o tercero o quarto, que en tiempo de Homero fueron otros, aunque no tan notables. Y esso mesmo quando Archíloco y Sófocles y Píndaro florecieron, no faltaron otros que escriviessen, aunque no pudieron bolar tan alto, que ni el gran estilo de Platón espantó a Aristóteles, ni el mesmo Aristóteles a otros muchos sin cuento, ni Demóstenes, que fue el más ecelente orador de Grecia, espantó a otros algunos de su tiempo. Y no solamente fue esto en las artes ecelentes, mas aún entre los maestros de otras obras, según parece en los pintores que, aunque no pudieron imitar la hermosura de una imagen que estava en Rodas ni la de Venus que estava en la ínsula Coo, ni la de Júpiter olímpico, no por esso dexaron de pintar. Y assí yo, aunque mi obra no mereça ser muy alabada en perfeción, a lo menos no dexaré de tentar vados para ver si podré alcançar algún poco de loor, con esfuerço de aquellas palabras que Virgilio dize: Tentanda uia est qua me quoque possim tollere humo, uictorque uirum uolitare per ora.

Y muchas dificultades hallo en la tradución de aquesta obra, por el gran defeto de vocablos que ay en la lengua castellana en comparación de la latina, de donde se causa en muchos lugares no poderles dar la propria sinificación, quanto más que, por razón del metro y consonantes, será forçado algunas vezes de impropriar las palabras, y acrecentar o menguar según hiziere a mi caso. Y aún muchas razones avrá que no se puedan traer al propósito, mas aquellas tales, según dize Servio, avémoslas de tomar como razones pastoriles assí simplemente dichas y, si fuere necessario, usar de aquello que usan los eclesiásticos diziendo un salmo por un solo verso que haze al caso de la fiesta. Mas en quanto yo pudiere y mi saber alcançare, siempre procuraré seguir la letra, aplicándola a vuestras más que reales personas, y endereçando parte d’ello al nuestro muy esclarescido príncipe don Juan, vuestro bienaventurado hijo, y atribuyendo cada cosa al que mejor se pudiere atribuir. Y aunque en los más de los lugares no hable sino del uno, será por más verdaderamente seguir al poeta, y porque son vuestras virtudes y ecelencias tan pareadas y puestas en unidad, que no se pueden tocar las del uno sin que suenen las del otro. Y pues el grandíssimo desseo de servir a vuestra alteza me puso en este cuidado, con aquella humildad y acatamiento que devo, suplico a vuestra real magestad quiera recebir este pequeño presente de su siervo con aquellas manos triunfales y vulto sereno con que ilustra toda la monarchía de España, y modera y rige la ocidental región y con que combida a su amistad no solamente a los príncipes de la religión cristiana, mas aún a gran parte de la barbárica gente.

 

Al muy esclarecido y bienaventurado príncipe don Juan. Comiença el prólogo en la translación de las Bucólicas de Virgilio por Juan del Enzina

[f. XXXIIr] Suelen aquellos que dan obra a las letras, príncipe muy ecelente, esperimentar sus ingenios en trasladar libros y autores griegos en lengua latina, y assí mesmo los hombres de nuestra nación procuran tomar esperimento de su estudio bolviendo libros de latín en nuestra lengua castellana, y no solamente los hombres de mediano saber, mas aún entre otros varones muy dotos. No rehusó aqueste exercicio Tulio, puesto en la cumbre de todos los ingenios, que bolvió a la lengua latina muchas obras griegas ya perdidas por negligencia de nuestros antecessores, principalmente aquellas muy altas oraciones de Esquines y Demóstenes, cuyo argumento parece, las quales nuestamente trasladó Leonardo Aretino poco tiempo ha, y la Ética de Aristóteles, que agora se lee, y otros libros de Platón. Y aun entre los santos dotores no dio pequeña gloria a San Jerónimo la interpretación y tradución de la Biblia, y en este trabajo se ocuparon Aquila y Símaco, Teodoción, Orígenes y Eusebio. Y de los modernos no solamente Leonardo y Filelfo se pusieron a trasladar de una lengua en otra, mas también otros muchos gastaron parte de su tiempo en semejantes exercicios dedicando sus obras a quien su desseo les aconsejava. Y, como quiera que yo sea tan desseoso del servicio de vuestra alteza como el que más, con aquella fe que a vuestros claríssimos padres, procurando mostrar algo de mi desseo, en las Bucólicas de Virgilio metí la pluma temblando con mucha razón, viendo el valer de vuestro gran merecimiento, y amonestado por Oracio en el Arte de Poesía, donde dize los escritores aver de elegir materias iguales a las fuerças de sus ingenios.

¡O bienaventurado príncipe, esperança de las Españas, espejo y claridad de tantos reinos, y de muchos más merecedor! ¿Quién será tan fuera de sentido que quanto más piense que sabe tanto más no tema escrevir obra de vuestro nombre? No con poco temor mill vezes bolviera las riendas si no me atajara Marcial, que en sus epigramas y títulos de baxas obras y entre sus procaces y desvergonçadas palabras entretexía el nombre de Domiciano, el más sobervio y vanaglorioso de los emperadores romanos, el qual pestífero vicio está muy alongado de la real magestad de vuestros padres y vuestra. Assí que, con este esfuerço, mi verdadero desseo y vuestras muy claras virtudes me dieron atrevimiento para dirigir y consagrar estas Bucólicas a nuestros muy poderosos reyes, y aplicaros parte d’ellas, porque creo que en vuestra tierna niñez os avréis exercitado en las obras de aqueste poeta, y porque favorecéis tanto la ciencia, andando acompañado de tan dotíssimos varones, que no menos dexaréis perdurable memoria de aver alargado y estendido los límites y términos de la ciencia que los del imperio. Mas, por no engendrar fastidio a los letores desta mi obra, acordé de la trovar en diversos géneros de metro, y en estilo rústico, por consonar con el poeta, que introduze personas pastoriles, aunque debaxo de aquella corteza y rústica simplicidad puso sentencias muy altas y alegóricos sentidos, y en esta obra se mostró no menos gracioso que doto en la Geórgica y grave en la Eneida.

Y no en poca estimación era tenida la vida rústica antiguamente, que de allí nacían y se engendravan los varones y capitanes fortíssimos, según dize Catón el censorio en su libro De agricultura, y aquésta fue la que dio nombre a las familias de los Fabios, Pisones, Cicerones y Léntulos. Y en este exercicio estava ocupado Cincinato quando le denunciaron de parte del Senado romano ser criado Ditador. Y aun aquesta agricultura sustentava a Marco Régulo, cuyo mayordomo muerto, quiso dexar la capitanía y hueste que en África governava por venir a labrar sus tierras, mas el Senado y pueblo romano no huvo vergüença de ser su mayordomo y labrarle las tierras. Pues, ¿qué diré de aquel primer justo Abel, que guardando estava ganado quando su hermano le mató? Y Noé labrador era, y Abraham, Ysaac, y Jacob con sus doze hijos, pastores [f. XXXIIv] fueron, y Moisés en vida pastoril estava metido quando vio aquella visión de la çarça, y David siendo pastor y andando con sus ganados exercitava las fuerças matando ossos y leones y otros fieros animales, y de allí fue ungido por rey, del qual dixo Dios: Inveni uirum secundum cor meum. Y todos los más de los patriarcas y profetas bivieron en semejantes vidas. Ni tuvieron por mal muchos grandes filósofos, oradores y poetas escrevir de pastores y ornamento del campo.

Mas dexados agora todos los otros, assí griegos como latinos que en esta facultad escrivieron libros que a nuestras manos no han venido, yo hallo aquel Marco Varrón, a quien Santo Agustino en el tercero de la Ciudad de Dios llama el más enseñado de los romanos, aver escrito de aqueste rústico exercicio, siendo de ochenta años, assí como él confiessa en el prohemio de una obra que compuso, enseñando a su muger cómo labrasse una heredad que avía mercado. Y también Tulio, en el De Senetute, haze mención de las alabanças de la rústica vida, y no menos Paladio ocupó su pluma en semejante estilo, y assí mesmo Plinio y Columela escrivieron largamente de agricultura y, según ellos dizen, muchos culpan agora a la tierra porque no da tanto fruto como en otro tiempo, y dizen que lo causa estar ya cansada de engendrar. Mas estos dos claros varones dañan la tal opinión y afirman ser la causa porque agora las heredades y tierras son labradas por manos de siervos y hombres viles y de baxa suerte, y no dan tanto fruto como quando las labravan aquellas manos que regían las riendas de los carros triunfales, porque entonces con aquel cuidado y diligencia que tratavan las guerras, con aquél, labravan el campo. Y de aquí se davan las coronas cívicas, murales y obsidionales, gran ornamento de la milicia, y aquí mandavan las leyes de Licurgo que se criassen los hijos de los espartanos hasta que fuesen para tomar armas. Y, pues tan ecelentes cosas se siguieron del campo, y tan grandes hombres amaron la agricultura y vida rústica y escrivieron d’ella, no debe ser despreciada mi obra por ser escrita en estilo pastoril.

Y no dudo que mi trabajo sea reprehendido de muchos, por averme puesto a trasladar con mi poco saber obra de tan gran poeta, mayormente atreviéndome a dedicarlo a los más altos príncipes del mundo. Mas los que maliciosos no fueren, no la obra sino la voluntad y desseo, deven juzgar. Y consuélome con esto, que aún a San Jerónimo, en quien ninguna causa de reprehensión avía, no faltaron maldizientes y embidiosos que le reprehendiessen, según él se quexa en diversos lugares; ni menos careció Virgilio de quien le motejase, y aún, según dize Quintiliano, no se pudo defender Cicerón, en cuyo ingenio las virtudes oratorias y retóricas se encerraron, sin que detratores le tocassen. Mas si vuestra alteza mi baxo servicio manda recebir por suyo, lo qual le suplico con el temor y vergüença que a príncipe tan esclarecido se deve, podrán muy poco dañarme quantos maledizientes biven.