Pedro González de Mendoza: dedicatoria en su traducción de la Ilíada (a partir de las versiones latinas de Pier Candido Decembrio y de Leonardo Bruni), ca. 1446–1452
British Library, ms. Add. 21245
Fuente: María Isabel Hernández González, En la teoría y en la práctica de la traducción. La experiencia de los traductores castellanos a la luz de sus textos (Siglos XIV–XVI), Salamanca, Universidad de Salamanca–SEMYR, 1998, 65–69.
[67] Aunque de su elegançia muy poca e delgada notiçia en la obra presente tomada por mí en romançe podamos aver, como ya por muchas manos pasada, aquella biveza no retenga que en la primera lengua alcançó. Afirmalo Sant Gerónimo, que, faziendo grand dificultat en él traduzir de griego, por inposible conparaçión puso que alguno provase, ni aun para sí solamente, interpretar a Homero, que, tomado a otra lengua, como él dize, en aquel más eloqüente de todos los poetas no paresçiese una orden burlosa e digna de escamesçer. Mayormente que Homero aquesta obra cantó en versos, de los quales la prosa suelta no resçibe conparaçión, bien que en ella aya hordenadas e distintas cadençias. Pero, como Vuestra Señoría sin emienda, en el prólogo general a todas sus obras, al ilustre Condestable de Portogal escrive: «los açentos, cuento e medida no se guardan como en el verso, porque muy grand parte de su fermosura pierde la dulçe oraçión». Así mesmo, como Pedro Cándido ayuso dirá, aquesta obra no fue por él traduzida palabra por palabra, dando por causa lo susodicho: que si Vergilio a lo tal no se atrevió, mucho menos él ni ninguno de los bivientes. De lo qual se sigue no la eloqüençia como trompa resonante e arte famosa suya, mas algund tanto de las altas invençiones e sentençias podemos conosçer. Es otra razón e muy legítima, porque así no podemos conosçer su perfección [68] pasando aquesta obra a nuestro vulgar, que nos no avemos tan conpendiosos vocablos para que en pocas palabras pudiésemos conprehender grandes sentençias, como sea que la eloqüençia de fuerças caresca quando el idioma vocablos non padesçe diversos respectos significantes. Por aquestas cosas e por evitar algunos yerros que en la interpretación, atento lo que dicho he arriba, podrían caer, si digno me fuera, aquesta carga yo quisiera mucho fuir. Demás desto, que sé Vuestra Señoría ha muy bien visto e leído una pequeña e breve suma de aqueste Homero, de latín singularmente interpretada a nuestros vulgares por el egregio poeta Johán de Mena, por lo qual sin dubda conosçerá quánto el varón de Esmirna sobrepuja todo el género poetal.
Pospuestas pero estas causas, más que miradas, muy virtuoso señor, la çierta voluntat e mandamiento de Vuestra Señoría espresados en la muy insigne epístola me forçaron la inposiçión suya açeptase, considerando que aun aquellos que la distançia de las tierras de vuestra ingenua presençia partíçipes no les fizo, por la fama sola oída con plazer e servirle desean, como ya de muchos destos tan solamente por aquella nuestra provinçia vi ser visitada. Así como a Paulino el Sanctísimo Gerónimo escrivía de Apolonio, aquel mago o, segund los pitagóricos quieren, philósofo, que, por ver al Iarca que en el trono de oro se asentava e de la fuente de Tántalo avía bevido, el monte Cáucaso e muy grandes reinos de India penetró; e dende pasada la muy ancha agua o río Phisón, aportó a los bragmanes, donde, entre pocos disçípulos, del curso de días e estrellas le falló enseñante. «Tuvo», dezía Gerónimo, «aquella hedat grande e digna de çelebrar maravilla de todas las gentes, que aquellos que por contenplaçión suya las provinçias así no levaron fama de un solo onbre los truxo». E así no menos la presente con vuestro preclaro nombre avrá gloria en los venideros que por el grande Iarcha aquella fue remenbrada en los pasados.
Mas ¿para qué ya en palabras me detengo, si la vuestra grand sinçeridat e perfecçión loar non oso? Vulgado proverbio es «el alabança en la propia boca ensordeçe», que, si por mí fuese fablada, manifiesto es de aquella exçelente persona paresçería en ella misma se tornava, e por eso me detengo. Pues si los longíneos a aquella desean, los confines aman e los nuestros adora ¿cómo yo, a quien la umana naturaleza obliga en todos serviçios, podré recusar las mosaicas leyes con mano divina escriptas? Que son en mí vuestros mandamientos, sólo en la región de los bivos, de mi más temedero señor. Por lo qual, el ingenio al trabajo e la mano executando, el mandamiento de Vuestra Señoría puse a la pluma, confiando así mesmo no tanto de mis fuerças como que por aquella sean corregidos los yerros, por que los sabios que aquesta interpretación o vulgar por mí fecho leyeren, como ya pasado so correcçión de tan heminente sçiençia, pierdan cuidado de hemendar mis faltas. Non me faziendo minçión de algunos maliçiosos de todo retractadores, que no los provechos e cosas singulares de los libros, mas famas donde se tengan para blasfemar los que en conponer o interpretar trabajan con grande acuçia andan buscando. De los quales, faziendo lo que devo, me descuido con aquel que dixo: «digan los onbres lo que quisieren en tanto que mesma mi conçiençia non me acusa». Los siervos con obediençia satisfazen e yo con testimonio de aquella me contento, pues con afecçión e diligençia por la obra lo confirmo.
[69] Quién Homero e de qué naçión o calidat aya sido e quánd gloriosa su vida fue la suya segund philosufia, porque abaxo, después de su prohemio, Pedro Cándido copiosamente lo escrive, e las dubdas que en el libro pueden venir no curo desplanar en lo presente.