Pero López de Ayala

¿Pero López de Ayala?: «Acábasse esta carta e comiença otra en su respuesta», precedida de «E comiença una carta de Ruy Lopes de Dávalos al que lo romançó», en Libro de la consolación natural de Boecio (antes de 1428)

Biblioteca Nacional de España, ms. 10220

Fuente: María Isabel Hernández González, En la teoría y en la práctica de la traducción. La experiencia de los traductores castellanos a la luz de sus textos (Siglos XIVXVI), Salamanca, Universidad de Salamanca–SEMYR, 1998, 22–26.

 

[24] E comiença una carta de Ruy Lopes de Dávalos al que lo romançó

Muchas vezes pienso, ¡o, mi verdadero amigo!, quán gran don es otorgado a los enseñados de la sabiduría; e no solamente a aquéllos, mas aun a los deseantes della. E yo, disciplo pequeño de los que dessean saber, venido novicio al estudio, soy ençendido a dessear el socorro de aquellos que ante destos nuestros tiempos en las sçiençias fueron conplidos, de cuya doctrina no sólo a mí, mas a los que mucho saben, grande pro e claridat se siguen.

Por esto pensé con singular affectión rogar a vos que trabajássedes en traer a nuestra lengua vulgar la consolación del sancto doctor Severino, que por nonbre propio es llamado Boeçio, el qual yo creo aver declarado cosas de muy grande provecho.

E como quier que yo he leýdo este libro romançado por el famoso maestro Nicolás, no es de mí entendido ansí como querría. E creo que sea esto por falta de mi ingenio. Y aun pienso fazerme algún estorvo estar mesclado el texto con glosas, lo qual me trae una grand escuridat. E avría en especial gracia me fuesse por vos declarado en tal manera que mejor lo podiesse entender, guardando las palabras con que el actor se razona, señalando en la margen lo que vuestro ingenio podiere, para que yo syn conpañero el texto pueda entender.

[25] E faziéndolo ansí, rescebiré de vos el mayor beneficio que un amigo de otro puede resçebir, porque las cosas tocantes al saber mayores son que todas las otras del mundo. Ansý lo dixo el Monarcha de la Sabiduría: «que mejor es la sçiencia que toda riqueza e alguna joya no se egualará con ella».

Mas, si mi flaca razón no da logar a caber tanto como pido, y a vuestro trabajo no conseguirié el fructo que meresçe, podrés muy bien dezir que no quedo por vos de enseñar, como respondió Platón al rey Rofusta quando era maestro de su fijo. Ansý, mi buen amigo, faziendo aquesto por mí tanto rogado, podrés aver gloria de bien enseñar, e a mí queda el cargo del poco aprender.

 

Acábasse esta carta e comiença otra en su respuesta

Si alguna, virtuoso cavallero, señor mío, es la differençia entre rogar e mandar, de vos a mí, por çierto, no la siento; que si vuestras palabras comigo oviessen logar de ruego, como pidaes lo que no puedo bien conplir, seyendo negado avríades muy justa respuesta, nembrando vós aquello que dize Séneca en ei Libro de los benefiçios, que no aver dado la cosa es mucho menos grave que averla dado mal. Mas como al mandado vuestro no pueda yo refuyr, postpuesta mi inhabilidat, acordé seguir lo que mandastes.

E queriendo lleguar a la obra, manifestávasse a mí mayor difficultat de lo acabar; tanto, que ya dexava de mirar al su comienço. E según escrive Dante, fingendo los espantos de la entrada infernal, «ansý como aquel que desqui ere lo que quiere e por nuevo pensamiento trueca lo propuesto, ansý que del començamiento todo se quita», tal me sentía yo en esto que propusiera. Enpero la obediençia, que mucho me apremiava, fazía dubdoso mi coraçón. E, como dize Terençio, «quando el coraçón está en dubda, con poco movimiento es lançado acá e allá», fuý determinado a seguir la parte más grave por aquella doctrina de Tullio en las obras virtuosas, donde muestra que, si alguna vez nos troxiere la nesçessidat a aquellas cosas que no son de nuestro ingenio, es de poner todo cuydado, pensamiento e diligençia, por que, si no las podiéremos fazer fermosamente, a lo menos las fagamos lo menos feo que podiéremos.

Por tanto, señor, si no acabare esso que mandaes, bástame remidar a ello para ser quitado de culpa. Y, aunque no a vuestro desseo, satisfaré a vuestro mandado, semejando a los niños que, cobdiçiando executar todo lo que les mandan, tanbién lo inpossible, con la usada obediençia descubren la inoçente simpleza que faze a su intençión no sólo syn culpa, mas aun meresçedora de gradesçimiento.

[26] E como quier que al comienço de toda translaçión se deva anteponer algo para mejor entender la cosa de que se tracta, parésçeme sobrado fazerlo yo aquí, porque vos, señor, aviendo leydo assaz aquesta obra, avrés mejor sabido la intençión de su actor. E para sentir más puro el dulçor de sus razones, pues deseaes gastar syn mezcla el sabor de su fablar, como sea muchas vezes que por la diversidat de las lenguas se fallen algunas palabras que no son mudables sin gran daño suyo –contesçiéndoles como a las plantas nasçidas en su escogido logar, que, mudadas a otro, pierden lo más de su fuerça y aun a vezes se secan–, donde tal diçión fallare, quedará en su propio vocablo, o se trocará por el más cercano que en nuestro vulgar yo fallare, poniendo de fuera otros en su favor que al poder mío sostengan su mesma fuerça.

E donde se tocare fictión o ystoria que no sea muy usada, reduzirse ha brevemente no para vuestra enseñança, ca aviendo vos grande notiçia de muchas leturas mejor podés dezirlo que inclinarvos a lo oyr, mas servirá a vuestra memoria, que instruyda de cosas diversas, seyendo de algo olvidada, nembrarse ha más de ligero.

E fallando alguna razón que paresca dubdosa en sentençia, serále puesta adiçión de las que el nombrado maestro en su letura ha declarado sólo tocante a la letra.

E porque los títulos son claridad a la vía del proçeder, e no se entreponga al texto cosa agena, en comienço de cada libro se porná una relaçión o argumento que señale algo de lo contenido en sus versos e prosas.

Agora, con la voluntad del guiador soberano, vengamos al siguiente argumento, que es de la intençión de aqueste libro primero.