Antonio Alcalá Galiano

Antonio Alcalá Galiano: «Prólogo»

Lord Byron, Manfredo, poema dramático de lord Byron. Traducción de José Alcalá Galiano, Madrid, Imprenta de A. Vicente, 1861, IX-XIII.

[IX] De entre los poetas ingleses, y particularmente de entre los que florecían en los primeros años del presente siglo, solo lord Byron ha adquirido alto concepto en nuestra España, porque a Walter Scott conocemos los españoles como novelista y apenas como poeta. Bien es cierto que a tan esclarecido ingenio no ha llegado a conocer y celebrar España hasta que la vecina Francia le dio lo que bien puede llamarse el pase necesario para su entrada en el gremio de autores dignos de estudio y aprecio. Y con todo, lord Byron es más nombrado que verdaderamente conocido en nuestra patria, donde son pocos los que han leído sus obras en su lengua original y en su forma primitiva, supliendo la falta de una y otra una versión en prosa francesa. Porque si Espronceda, sin duda dotado de altas prendas poéticas y dueño del idioma inglés, había leído y estudiado las poesías de Byron con empeño y afición, y dádose con frecuencia a imitarlas, saliendo más de una vez airoso de su empresa, aunque mezclando recuerdos de Béranger con los del par de Inglaterra, todavía es cierto que por la naturaleza [x] de las composiciones de nuestro poeta moderno, no pudo llegar a comprenderse cabalmente la índole del autor que imitaba. Para el logro de este intento es indispensable tener verdaderas y fieles versiones del original inglés, ya sean en prosa poética, ya en verso; cuestión en que andan discordes los pareceres sobre qué modo de dar a conocer las poesías extranjeras es preferible, y acerca de la cual no quiere dar su opinión el autor de este prólogo, bastándole haber de recomendar hasta cierto punto una traducción metrificada. Al acometer la obra de traer de una a otra lengua composiciones poéticas, debe el traductor, y no deben menos los lectores que hayan de juzgarle, hacerse cargo del carácter del poeta, y también del de la nación y lengua en que el original ha sido concebido y escrito. No de otro modo es posible empaparse en el espíritu de los originales para enterarse bien de lo que en ellas ha de conservarse y variarse al traducirlos, y no de otra manera pueden juzgar bien los lectores al encontrarse con ideas y expresiones que son para ellos peregrinas. […]

[XII] Trasladar a nuestro idioma castellano una composición de tal naturaleza, es ciertamente arduo empeño, sobre todo para un joven como lo es el escritor de la versión que en seguida aparece a sujetarse al juicio del público. La poesía inglesa en sus formas, y aun en sus conceptos, difiere mucho de la de las lenguas latinas. Los poetas ingleses, y aun los escritores en [XIII] prosa de la misma nación en el presente siglo, han abandonado la imitación de los franceses que en el XVIII cundió, así como entre nosotros, en la Gran Bretaña. Así es que Pope y los de su escuela, y aun Milton con ser anterior, por lo que tenía de clásico y latinizado, pueden ser concebidos por los lectores, y trasladados por los traductores extranjeros con harta más facilidad que un Coleridge, un Shelley o un Byron. Agréguese a estas particularidades la índole peculiar del idioma inglés, y aun la brevedad de sus vocablos, que obligan a quien los traslada a una lengua neolatina, y en general polisilábica, a ser rodeado y difuso. Al apuntar estas dificultades el autor del presente ligero trabajo, no oculta ni quiere ocultar que se presenta apadrinando al traductor; pero apadrinándole solo, esto es, sacándole al campo donde por sus propias fuerzas y habilidad, y no por el poder de su padrino, ha de adquirir la palma si la merece. El público es el juez del campo; pero el público es juez bondadoso, aunque imparcial, y no será mal que se le haga presente cuan justo es tome en cuenta que el empeño de naturalizar en nuestra patria a un poeta inglés, y con él a la poesía inglesa, que merece y apenas tiene entrada en nuestro Parnaso, es empresa digna, si no de aprobación, de algo a ella semejante, y cuando menos merecedora de indulgencia.