Patricio de Azcárate: «Introducción»
Platón: Obras completas de Platón, puestas en lengua castellana por primera vez, Madrid, Medina y Navarro, 1871, V–XVI.
[XIII] Para honra del género humano. Platón se ha levantado del descrédito injurioso del siglo XVIII y el conocimiento de sus obras se va haciendo general; y día llegará en que no habrá hombre de ciencia que no vea honrada su librería, por modesta que sea, con los diálogos del divino Platón. Este gran filósofo está ya hablando en todas las lenguas cultas: en Inglaterra, Tailor [sic]; en Alemania, Mendelssohn y Schleiermacher; en Italia, Ruggiero Bonghi; en Francia, de una manera parcial, Le Clerc; y de una manera general Cousin y posteriormente Chauvet y Amadeo Saisset, han llevado a cabo esta tarea en sus respectivas lenguas, animados por el deseo de propagar las ideas platonianas, que tanto contribuyen a ensanchar la esfera del saber en el inmenso campo de la ciencia. Esta misma idea y el amor a mi patria son las razones que me impulsaron a publicar mis anteriores libros, y me mueven hoy a ofrecer al público, en lengua castellana, las obras de Platón. La experiencia me ha hecho conocer lo arduo de la empresa; pero mi fe inquebrantable, y el creer [XIV] que hago un verdadero servicio a mi país, contribuyendo, con lo poco que puedo, a que arraiguen en él los buenos principios, me han llevado a un trabajo muy superior a mis débiles fuerzas. Pasar a una lengua viva lo que hace veinticuatro siglos se ha escrito, no en el lenguaje sencillo de la ciencia, que presenta siempre cierta homogeneidad en todas las lenguas, como se advierte en las obras de Aristóteles, sino en forma de diálogos, con todas las galas del buen decir y con todas las especialidades y modismos que lleva consigo un lenguaje que se supone hablado y no escrito, es una dificultad inmensa y en ocasiones insuperable.