García Blanco 1869

Antonio María García Blanco: «Prólogo al lector»

Nuevo Salterio de David o Traducción de los Salmos de David según la verdad hebraica, Madrid, Tomás Rey y Compañía, 1869, 5–10.

Fuente: Francisco Lafarga, Carole Fillière, M.ª Jesús García Garrosa & Juan Jesús Zaro, Pensar la traducción en la España del siglo XIX, Madrid, Escolar y Mayo, 2016, 217–218.

 

Paradoja o pedantería parecerá acaso el título de la presente obra: de temeridad calificarán muchos que nos atrevamos hoy a dar el epíteto de «nuevo» a un libro que ha más de veintinueve siglos que se escribiera: arrogancia, dirán los más tímidos, el presentar como cosa jamás vista ni entendida un libro que se ha traducido en todas las lenguas del mundo; que se ha comentado, interpretado, parafraseado y expuesto tantas veces, y por tantos y tan distinguidos varones. […] [6] Nosotros también, a veces, hemos levantado la pluma del papel, antes de que se nos cayera de la mano, pareciéndonos imposible lo que veíamos e increíble lo que íbamos a estampar. […] Las innumerables versiones que se han hecho de los Salmos, sólo sirven hoy para hacerlos incomprensibles; para causar hastío aún a los más piadosos y que más de veras necesitaran penetrar su sentido y sobrenatural belleza; para acabar con la majestad, sublimidad, grandeza y gracias que encierran los divinos versos del Salterio. […]

[7] Mas nosotros que, aunque iniciados por la misericordia de Jesucristo en la fe de los misterios, ni los buscamos con temerario afán, ni los negamos cuando se nos presentan con la debida auténtica; nosotros que más queremos aparecer en esta obra como filólogos que como teólogos […] no hemos vacilado un momento en elegir el libro eminentemente literario, santo, divino y humano de los Salmos para patentizar a todos, sabios e ignorantes, creyentes e incrédulos, eclesiásticos y profanos, antiguos y modernos, que en la Biblia hay todavía mucho, muchísimo, que estudiar, aún cuando se desatiendan o den por supuestos los misterios; que parte de esos profundos arcanos, que sabemos encierran sus palabras, nos lo revela la misma Filología; que la [8] verdad no es incompatible con la belleza; antes bien es su mejor apoyo y ornato, y que los Salmos solos bastan para confundir el orgullo de los que todo lo ven en lo nuevo, y piensan que el origen de la sociedad, de la literatura y del linaje humano no pudo ser sino grosero, rudo y muy imperfecto.

Por esto nos decidimos, ahora treinta años, a emprender la traducción de los Salmos a nuestro idioma, y le damos el nombre de Nuevo Salterio: 1) porque, a pesar de su antigüedad, se conocen muy poco su mérito y sus bellezas; […] 3) porque el punto de vista de donde pensamos partir en la presente traducción es nuevo, sin que hayamos tenido absolutamente de quien valernos, como no sean los lexiconistas antiguos y modernos, rabinos y cristianos; […] 5) porque queremos, y es justo, que desaparezca aquel desaliño que manifiestan las versiones todas, aquella falta de cultura y coherencia, aquella rara manera de producirse, a que sin razón se ha dado el nombre de orientalismo; 6) en fin, porque la traducción que ofrecemos al público difiere tanto de todas las publicadas hasta el día, que apenas habrá salmo que no [9] ofrezca seis, ocho, quince o veinte novedades que destruyen toda la involucración de la versión latina. […] Hemos necesitado una imponderable paciencia para cotejar, desentrañar y comprender dificultades, las más veces sin otro origen ni fundamento, por parte de sus autores, que su deseo de sacar triunfantes las inexactitudes de la Vulgata.